Llegaba la luz
y el silencio iba a
morir. El tiempo caminaba lento,
la soledad no podía
ya caminar.
Llegaba la hora en
que labrase la senda de mis sueños,
la diosa de mis
anhelos.
Nada podrían hacer ya
los malvados contra mí
porque habían hecho
todo el daño de que eran capaces;
ya todo me daba
igual: sólo era un sufrimiento más.
Se desesperaban al
ver que no reaccionaba a sus plegarias,
la paz se había hecho
gala en mi corazón
y había echado sus
raíces
sobre las piedras.
Pero en el fondo
yo sabía que el tiempo
sería lo único que
sobreviviría
al destruir del
viento…
y eso me volvía
triste.
- 1982 –
Una paz enraizada desprecia la idea de la temporalidad.
ResponderEliminarPero la paz enraizada no siempre es lo más sano, debería estar escrito en el manual. Pero si es lo que tenemos, nos da una serenidad grande sumergirnos en lo impuro
ResponderEliminarNunca despreciaré lo impuro, lo innecesario del amor o la batalla de sumergirnos en el óvalo.
ResponderEliminar¿Por qué despreciar lo que tenemos, si en realidad lo que tenemos es más bien poco?. Para ver lo necesario del amor debemos saber de lo innecesario, Lo impuro es lo desconocido, adentrarnos en ello es conocer lo desconocido de nosotros. Lo impuro me enseña las aguas mansas de la incertidumbre. Yo, aunque no camino por ello, también sé que existe y en tiempos fue mi única salida... sin miedo, sin confusiones: lo necesitaba como el respirar
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