Aquel
sábado fui y estaban ellas, también vino conmigo Lourdes, pero ella, al llegar,
no quiso bailar porque le veían. Yo lo pasé fenómeno. No sólo bailé con Betty y
Susana, con alguna más, después a las dos y algo se fueron, me trajeron hasta
la entrada de San Pedro. Cuando marcharon, todavía quise bajar a esperar a
Quico, pero me detuve a hablar con Mario y él ayudó a persuadirme. Mario es,
creo que el único que me cae bien de por aquí, es más sensato. Estuve esperando
por Quico primero en la carretera, después arrimado a una casa y luego en el
portalón del campo de fútbol, charlando. Muchas personas me preguntaban por la
fiesta, me habían visto muy animado. Y siempre les contaba lo de Betty y otros
bailes. Mis palabras, aunque sinceras, tienen odio muchas veces. Odio en bruto,
se descargan con toda su furia, como fuego. Una llama que se enciende de
pronto, tan de repente que parece que quisiera quemar todo su alrededor. Sin
embargo, no quiere herir a nadie, sólo quiere explotar en mi interior. No me
hace odiar, no, es así porque nadie parece escucharle y él sabe que me lleva a
mí. ¿Por qué odiar?. No, es más inocente que todo eso. Es como una especie de
rabia para sí mismo y su explosión se la hace olvidar por un momento. Muchas
veces, me gusta intercalar el sentido de poder hablar con vosotras, no
quisiera nunca sentirme separado de todas las palabras que pudieran ser sentido
de esa forma. Capaz de descubrir cada vez más, capaz de sonreír. Vosotras
sabéis muy bien cómo es mi corazón cuando está a vuestro lado. No me dejes
callarme cuando quiero decirte algo. O tal vez intente que tú sepas qué es
aquello que yo no consigo decir. No me dejes, hazme abrir la boca para estallar
toda esa furia que llevo dentro. Corroerá mis entrañas y, por no saber
liberarse y dejar esa prisión, se llegará a hacer odio. Y será por ti algo que
no debía tener razón de existir.
Dímelo todo, si hubo solamente una mirada, necesito reconocer que esa primera
estuvo equivocada. Déjame decirte que es algo especial lo que yo siento por
ella. Que muchas veces la necesito encontrar en mi forma de vivir. Déjame
decirte que es la enseñanza que quiere ocupar un sitio en mi alma. Quiero
hablar, si tú estás ahí, me sentiré más seguro. Quiero reconocer que mi
equivocación iba creciendo, y podía sublevarse. No me dejes callarme, un
segundo puede ser la expresión de todo un tiempo, un tiempo indefinido, quizás
el que faltaba. Me gustará pensarlo así. Y que tú vas a ayudarme. No sé por qué
te miro tantas veces, son unos ojos que se clavan en ese hogar que es su morada
y parecen investigar, no te preocupes, no cambies tu mirada por temer ese
futuro. Puedo pensar en tantas cosas, quiero pasar el rato hablando con ellas,
¿tienes que ser tú quien intente saltar?. Bueno, tú, pero no te espera nada. A
veces me siento ridículo, muchas de las veces, quiero chillar y no puedo, mi
voz se hace entonces más delicada, y me sigue pareciendo igual. ¿Todo?. No, es
ridículo el no conocer lo que puedes conseguir. Me siento llevado, manejado,
ordenado sin rumbo fijo. Estaré equivocado, me gusta que me lo hagas reconocer.
Mientras voy andando, si, tú vienes a invadir mi mente. Llévame contigo. No,
haces mal, debes volver a la realidad, piensa que este momento indeciso ya
pasó. No consiguió apartarte de la raíz. No, debes volver. No tengo que decirte
nada. Tú ya sabes cómo me dejaste aquel día. Ahora te espera, debes volver. No
va a decirte nada. Tú ya sabes qué es lo que puedes conseguir, solamente será
esa ayuda necesaria para recordarte por quién luchas. Así irá contigo. Haces
mal si te duermes. Es mejor descansar un poco. En la fiesta de Ramallosa del
sábado, cuando estaba bañándome, llamó Lourdes, quería ir conmigo. Me enfadó, porque
había pasado todo el día pensando en Betty y en Susana. Pero fui a buscarle. Lo
que me molestó fue que corrí hasta su casa, y estaba viendo la televisión con
su madre y sus sobrinos. Fue aquel ambiente, como si yo estuviese allí porque
era mi novia. Cuando hablaba con Lourdes me decía que era mi amiga, yo
creo que más bien el problema comenzaba en su madre y en todos los de su
alrededor. Ayer fui al 2000, el tercer sitio donde estarían ellas, y las
encontré, pero me dijeron que no. Toda la tarde Bety bailó alguna, pero Susana
no.
Casi al final tocaron dos lentas y conseguí bailar una con cada una. Bety me
dijo que estaba molida por los días de fiesta. "¿No me lo podías haber
dicho antes?, le pregunté. Y también se la hice a Susana. Eso me gustó, ya me
conocen un poco más. Y me marché.