No hay miradas
que puedan enturbiar
tu compañía
porque tú me
enseñaste a destruirlas
a través de la
sonrisa.
Vuelve el viento a
llevar su cauce:
vuelve a mí
y se lleva mis
sueños;
sólo ellos tenían una
fuerza capaz
de proyectarse en
cualquier lugar.
Lugares desde donde
se ve la llanura
y el reino,
pero también la
sequedad, el hambre.
Para sembrar flores
se necesita agua
y amor, sólo amor… y
esa compañía que está descendiendo
a pasos agigantados
hacia mí.
Es una ilusión el fuego que me
destruye
y me quita la razón;
aún no sé por qué lo
hace:
puede disolverse en
el aire
y ser un aire sin
retorno.