Ahora veo el día desde una ventana.
Y no es lo mismo ver el día así
a sentir sobre tu cuerpo el calor de sus
gotas de rocío,
la fragancia de su aire…
no es lo mismo.
Pero no me quejo,
no puedo quejarme,
guardo de los días que he vivido
las gratas emociones que me han hecho
sentir parte de él
cada mañana,
cada amanecer incluso…
guardo de esos días sus sábanas de niebla
que nunca me hicieron sentir aislado
aunque lo estuviese.
Mi bicicleta penetraba en su espesura con
rabia
y entonces la mañana
me mostraba sus encantos.
Y sé por qué lo entendió todo:
sus brazos parecían aspas de un molino
gigantesco
que me empujaban a través de la noche…
Y supe dibujar en ellas cascabeles de
luna,
soñando.
Cuando lei esto recorde que aveses me ensierro frente al monitor y este es mi ventana hacia el mundo y me olvido de todo lo que tengo al rededor de mi.
ResponderEliminarPronto, en nuestra vida necesitamos respirar aire puro. Encontramos una ventana, una salida para escapar de la rutina diaria. Esa salida puede ser desentumecer los huesos después de un largo sedentarismo, o el agraciado descanso después de un día afanoso. Entramos y salimos y nunca estamos a gusto con la vida que tenemos.
ResponderEliminarraul
No es malo eso, Jonathan, a casi todos nos pasaa. Lo que es negativo es dejarnos arrastrar por el mundo que nos impone la pantalla, que nos atrae
ResponderEliminarNo nos podemos detener, Raúl, siempre buscando la mejor salida. Y a veces hasta es necesario hacernos camino de alguna forma
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