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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



jueves, 28 de marzo de 2013

Bajé, por encima de los conejos, una caja de carozos,


 debajo de ella. Tal vez estaba arriba y no la había visto. Subí. Debajo no estaba. Se puso peor. Le quise decir que se tranquilizara. No pude. Estaba chillando. En la habitación, arriba, me había enfadado conmigo por ese periodo en blanco. Tranquilo, no te sulfures. Le quise decir que no me pusiera nervioso. No pude. Me echaba la culpa. Arriba, el cuarto. Ya se tranquilizará. Entrar en la cocina será un martirio, pero ya estará más tranquila.
  ¿A quién echarle la culpa?. A nadie. Total, ¿para qué?. Seguirán llamándome inútil. Bajé a los conejos. Había caído dentro o debajo. ¿Cómo debajo?. Era un sitio imposible. En aquellas condiciones, no me digas que aún quedaba algo imposible. Encontré la hoz nueva. Hacía mucho que faltaba. Después el cuchillo: estaba en la caja de carozos, pegado en la esquina. Ahora, después de comer, me dijo: “En la estantería, encima del wáter, hay una flor rosa”. Y me cegué por la que hay enfrente.
   Cuando marchaba de la cocina Mariora comentó: “Ya verás cómo no se enteró”. Y volví, pero en la estantería no estaba. Me lo repitió, pero nada. Entró Quico al baño y le pregunté si sabía; junto al baño, en la pared, también hay una más pequeña y más baja.
  Casi nunca me fijé en ella, no sé si hace tiempo, porque nunca la utilizaba. Cuando él se la iba a dar, salía enfadada de la cocina. Y él se la dio diciendo: “Déjalo, ya ves”. Era humor, tal vez le hacía reír. Seguro que se toma en serio eso. Malena diciendo que quería entrar. Bueno, pienso que ya no podré ver a Isabel como antes. Hace un rato, después de escribir dos hojas a máquina (bueno, no es tal rato), bajé al pueblo. Fui hacia las gallinas y encontré a mi madre en la basura. Había ido a recoger las manzanas. Yo le dije que también iba. Fue mentira, si, pero el caso es que bajaba. Bueno, recogí con ella todas las del suelo y me apuntó: “Vas a regar el nabicol, todo lo que limpió Isabel”. Le respondí que ya regaba desde hace seis o siete y hoy también. Dijo: “Pero si eso no tocó agua desde que lo limpió Isabel. Eso es mentira”.
  No tiene derecho a decirlo. Y lo peor fue el callarme. Sé que estaba haciendo la segunda hoja cuando subió mi padre y no me dijo nada. Cuando vi que la máquina ya no hacía un ruido normal, quise escribir con la mano izquierda, todos los dedos, pero al dar con la mano derecha noté un ruido diferente.
  Espero que hoy, viernes, coincida con la llegada de la carta de Pily. Si me la mandó el martes, como me dijo, tiene que ser hoy. De todas formas, porque sé que seguro que el domingo irá. La historia terminará bien. Ya digo “seguro” porque ese “no ir” ya entra dentro de la suerte. Bueno, pero estoy seguro que irá. Ya empezó otra vez a escribirme y eso es algo que abre otra vez las puertas. Bueno, me iba a afeitar, no empezaba con el cotorreo. Ahora sí, andando la leche, ya me saldrán cosas para hablar contigo.
  Iba a ir a otro centro de Vigo en donde enseñaban obras con cuerdas y todo eso. El chico de Decoraciones me dijo que ya había empezado, que le preguntase a mi madre. Y yo veo lo mal que estamos de dinero. No se lo pienso decir, hablaré con el chico para decírselo, a no ser que hable ella, la cantidad de sobres que me trajo Mariora de Al Campo no los encuentro. Tanto esconderlos por temor a Quico. Tengo un sitio y creo que deben estar arriba, en los estantes que hay donde coloca las manzanas mi padre. Voy a ver.
  No. Sólo pienso en ti. Voy a llamarte. Hablé con mamá. No, no cambió nada. No sé qué hacer. No hago nada. Voy a escribir un poco. No subió del correo. Bueno, no importa: mañana. Pero ahora me acuerdo que mañana no estoy.
  Jo, para el lunes. Bueno, no importa, así empiezo una semana. Ya ves cómo soy. No está bien que te escriba sólo cuando se me ocurre algo. Me alegro que fuera a coger unas flores de donde está enterrado Ross. Las regué ayer, como todos los días, aunque aquéllas no lo hice tanto. Pero ayer estaban un poco pachuchas. Me pregunto si esperamos a Quico. Cambió, porque hace dos o tres minutos subí apurado: se me había ocurrido un poema. Al pasar por la cocina me dijo que pusiera la mesa. Le contesté: No puedo (cualquier mentira), subo a buscar una hoja. “Tú lo que quieres hacer es tu voluntad”-me aseveró. Pero no paré. Fui a la habitación y escribí. 


domingo, 24 de marzo de 2013

Ahora está hablando por teléfono


 y le dice a Matilde que, en el verano, subía de la tienda preocupada y descargaba con este hijo suyo que estaba en casa y no sabía si, en verdad, tendría tanta culpa como decía ella. Pero eso ya, ¿para qué sirve?.
  Y creo que no vale de nada que le contestes por qué, tonta, va a tomar eso como una contestación y no va a fijarse. Ahora me da pena por aquello que reconoció. ¿Por qué no habla conmigo?. Dice que ahora hay más tranquilidad. Pero no sé por qué. Hago lo mismo que antes, pero sin música, riego un poco, bajo, subo, y ya es comer. Al final bajé en chándal y me lo cambié porque el pantalón estaba roto entre las piernas. Es un chico que estudiaba conmigo. Me guiñó el ojo. Entonces me recuerda, entre él y yo hay un abismo. Sólo un perro me entretiene un poco a distancia. No quiero que se acerque. Tiene ganas. No quiero que me miren lo que escribo. Me importa un rábano lo que piensen. Lo separaba con la pierna. No quiero que piensen todos que esto también es escribir poemas. Bueno, voy a subir. Aquel perro quería subir conmigo. Un chico que había a la altura de las damas me lo sujetó y yo vine por el desvío de Palmira. Como había pensado, dijo: ¿Más perros?.
  La hoja anterior la empecé ayer. Me entusiasma pensar que podría pasar toda la vida escribiendo, aunque no puede ser lo único, sobre todo, escribir a máquina. Pasarme todos los días, cuando sea mayor, escribiendo a máquina. No sé si el casarme va a ser una ayuda en este sentido o una pega, pero el caso es que yo siempre necesitaré de alguien a mi lado. Me gusta Ana, fantástica sería y tal vez por ser la primera que bailó a gusto y cuanto quise, Rosi. Me parece que lo voy a tener difícil. Lo que no llego es a ponerme a la altura de Antonio. El me dice: “Vas a pasar hambre. De puré no vas a vivir siempre”. Y soy incapaz de pensar para entonces. Con las manzanas que hay, siempre pienso que Dios alimenta a sus criaturas.
  Siempre pensaba que era mejor todo lo regular para el principio, siempre que se sostuviera la esperanza de triunfar un día, y todo eso bueno para el final. Así me lo va demostrando la vida ya por entonces. Y el mejor ejemplo lo tengo en el baile. Lo digo porque conservo una de esas revistitas que hacíamos en el centro de Vigo. Y me parece que hice mal colocando en las dos primeras el poema de Galicia y Tormenta sobre una ciénaga, para poner el incendio, que sería mucho mejor, al final. Creo que comprarían más. Bueno, ya no se puede regresar. Creo que he metido a Quico en un lío, porque, al bajar el pantalón azul, también dejé sobre la cama el chaquetón del armario.
  Vino mi madre porque no lo quería ver así y descubrió la laca que usó Quico. Dijo que es un bote que le desapareció y que nunca lo encontraba. Bueno, no sé si tendrá problemas Quico. Lo único que tengo en mente es el domingo. Me parece que le esperaré en la puerta hasta las siete y media para entrar con ella. Me parece que le ayudaré a sacar billete. Hay que dejarte por imposible, ésas fueron sus últimas palabras. Palabras que no comprendo. Pero, ¿qué hay que hacer?. Dejarle por imposible tantas veces.
  Fui a buscarle cera al sótano. Y se la traje. Le dije que había una espontela y era un completo. Se quedó encerando y yo bajé a cortarles manzanas a los conejos. Bajé el cuchillo. Y corté. Los conejos comían. Me alegré. Después subí a casa y le dije que iba al fallado. Iba a separar las manzanas podridas. Tal vez pensaría que a escribir. Después me llamó. Le faltaba el cuchillo. Recordé que lo había bajado, pero había un periodo en que me faltaba la imagen, y en él estaba comprendido ese momento. Total, ya sabes cómo se puso. Me acordaba de ese “inútil”, la culpa era suya. Pero ya no había salida. Le dije que lo había subido. y le dice a Matilde que, en el verano, subía de la tienda preocupada y descargaba con este hijo suyo que estaba en casa y no sabía si, en verdad, tendría tanta culpa como decía ella. Pero eso ya, ¿para qué sirve?.
  Y creo que no vale de nada que le contestes por qué, tonta, va a tomar eso como una contestación y no va a fijarse. Ahora me da pena por aquello que reconoció. ¿Por qué no habla conmigo?. Dice que ahora hay más tranquilidad. Pero no sé por qué. Hago lo mismo que antes, pero sin música, riego un poco, bajo, subo, y ya es comer. Al final bajé en chándal y me lo cambié porque el pantalón estaba roto entre las piernas. Es un chico que estudiaba conmigo. Me guiñó el ojo. Entonces me recuerda, entre él y yo hay un abismo. Sólo un perro me entretiene un poco a distancia. No quiero que se acerque. Tiene ganas. No quiero que me miren lo que escribo. Me importa un rábano lo que piensen. Lo separaba con la pierna. No quiero que piensen todos que esto también es escribir poemas. Bueno, voy a subir. Aquel perro quería subir conmigo. Un chico que había a la altura de las damas me lo sujetó y yo vine por el desvío de Palmira. Como había pensado, dijo: ¿Más perros?.
  La hoja anterior la empecé ayer. Me entusiasma pensar que podría pasar toda la vida escribiendo, aunque no puede ser lo único, sobre todo, escribir a máquina. Pasarme todos los días, cuando sea mayor, escribiendo a máquina. No sé si el casarme va a ser una ayuda en este sentido o una pega, pero el caso es que yo siempre necesitaré de alguien a mi lado. Me gusta Ana, fantástica sería y tal vez por ser la primera que bailó a gusto y cuanto quise, Rosi. Me parece que lo voy a tener difícil. Lo que no llego es a ponerme a la altura de Antonio. El me dice: “Vas a pasar hambre. De puré no vas a vivir siempre”. Y soy incapaz de pensar para entonces. Con las manzanas que hay, siempre pienso que Dios alimenta a sus criaturas.
  Siempre pensaba que era mejor todo lo regular para el principio, siempre que se sostuviera la esperanza de triunfar un día, y todo eso bueno para el final. Así me lo va demostrando la vida ya por entonces. Y el mejor ejemplo lo tengo en el baile. Lo digo porque conservo una de esas revistitas que hacíamos en el centro de Vigo. Y me parece que hice mal colocando en las dos primeras el poema de Galicia y Tormenta sobre una ciénaga, para poner el incendio, que sería mucho mejor, al final. Creo que comprarían más. Bueno, ya no se puede regresar. Creo que he metido a Quico en un lío, porque, al bajar el pantalón azul, también dejé sobre la cama el chaquetón del armario.
  Vino mi madre porque no lo quería ver así y descubrió la laca que usó Quico. Dijo que es un bote que le desapareció y que nunca lo encontraba. Bueno, no sé si tendrá problemas Quico. Lo único que tengo en mente es el domingo. Me parece que le esperaré en la puerta hasta las siete y media para entrar con ella. Me parece que le ayudaré a sacar billete. Hay que dejarte por imposible, ésas fueron sus últimas palabras. Palabras que no comprendo. Pero, ¿qué hay que hacer?. Dejarle por imposible tantas veces.
  Fui a buscarle cera al sótano. Y se la traje. Le dije que había una "espontela" y era un completo. Se quedó encerando y yo bajé a cortarles manzanas a los conejos. Bajé el cuchillo. Y corté. Los conejos comían. Me alegré. Después subí a casa y le dije que iba al fallado. Iba a separar las manzanas podridas. Tal vez pensaría que a escribir. Después me llamó. Le faltaba el cuchillo. Recordé que lo había bajado, pero había un periodo en que me faltaba la imagen, y en él estaba comprendido ese momento. Total, ya sabes cómo se puso. Me acordaba de ese “inútil”, la culpa era suya. Pero ya no había salida. Le dije que lo había subido.


viernes, 22 de marzo de 2013

Y si bajo a velocidad igual


Me dicen que corro muy rápido. Bueno, nada. Olvídalo. El roto daría mucho que hablar, si, pero ahora parece tranquila. Todas las nueces se perdieron, pero aún se pueden recoger algunas pequeñas. De todas formas, me parece que me dijo: “Espera a que venga de Roma”.
  No, no me quito la culpa. Tengo, aunque sea por el hecho de desconocer. Mi padre está regando el trozo de césped que hay frente a la cocina, aunque ahora sea tierra. Yo estoy en el baño escribiendo. Mi madre fue a Vilariño. Regué un poco, a propósito, el jueves de la anterior semana quise levantar una flor que estaba tumbada y se rompió. Resolví dejarla allí, pero dentro de la regadera. Al día siguiente, cuando mi madre iba a marchar a misa, a arreglar la iglesia, le vi cortando flores. Le pregunté si había cogido ésa y me dijo que si. lo cual me hace suponer que necesita que yo las riegue. Tuve una idea y fui a colocarle a las gallinas un cordel largo sobre una rama para poner dos colgaderos más de verdura. Los conejos siguen gorditos.
  Yo no sé si haré tanto ruido, al menos sé que sorbiendo no. No hay quien lo aguante. Nacho al mediodía y, por la noche, mi padre. Tuve que salir ahora de la cocina, porque siempre tengo ganas de gritar. Ya sabes como yo, ayer vi una película: “El hombre que amaba a las mujeres”, un narcisista, quise yo también hablar de eso. No pierde importancia, cuente lo que cuente, pero ahora siento que no me agrada mucho esa situación. El “Más juntos” de Ana, no sé cómo sigue. Pasó por una etapa que estuvo frío, y ahora parece que ya lo vuelvo a tener presente. Aunque no sé por qué, porque ya sabes que tocar así, de esta forma, no es lo mío.
   Bueno, ríñeme cuando veas que me salga del tema. Me gustará tenerte conmigo, aunque sólo sea por el hecho de pasarte a máquina. Si vieras mi lista de direcciones. Me parece que la noche estaba preparada para llegar a mi puerta. Espero una de Pily y otra de Alicia. Son las dos grandes. Tú ya las conoces. Me parece que yo tengo una enfermedad denominada pasión por la escritura. Escribir cualquier cosa, ya ves, como ahora, y me importa un rábano caer cien mil veces si puedo seguir escribiendo.
  La verdad es que me gustaría como novias muchas, pero me parece que lo primero que le pediría es ayuda. Ayuda para ser de verdad, no una imagen como lo soy ahora. Incluso a Santiago me parece que llevaré la libreta.
  Antes me gustaba contarle todo a los amigos o amigas con las que hablase, incluso personas mayores. Ahora no, no suelo hacerlo mucho. Bueno, da igual. Porque, al fin y al cabo, pienso que nada lograrían hacer. Solo acordarse de mí. El roce con ella apareció pronto hoy. Le empujamos el coche a Nacho hasta que pudo y habían caído unas habichuelas abajo. Los ratones habían roto la bolsa. Como me pidió una pequeña para recogerlos, le quise dar la del sótano, pero era muy pequeña. Fuí a por dos que había en los conejos. Una dijo que estaba sucia y otra porque sólo tenía un asa, aunque la utilizó al final. Encontró una tarjeta que ponía Escorpión, y dijo: Este eres tú. Y me la dio.
  Si, era verdad. Tesoreros, trabajadores, pero se deprimen cuando comienzan a verlo todo negro. Pensé en Alicia, ella y yo haríamos mala pareja, pero me parecería estar muy bien en ese ánimo, porque lo conocería. Además, no quiero hacerle mal.
   Voy a bajar a llevarle alguna bola. Se me coló un gato en casa. Bueno, me entretiene, da igual. Vamos a hacer aquello. Vino Chicho. Le di las bolsas a mamá. Vio las flores. Pero si no acepta mis defectos, siempre pudiéndose superar, las va a ver negras, ya las está viendo. Bueno, al final bajo en chándal. Creí que me iba a imponer yo porque tenía mucha ilusión, pero ya ves. Por ser sincero y decirle que el calzoncillo te cae. Podías habértelo puesto, guardado en la mesilla y utilizarlo otro día. Bueno, bajaremos otra mañana. Llevas el pantalón y la parte de arriba. Baja al perro contigo, para que no tengas que correr. Y lleva la hoja, por lo que se te ocurra. Me pondré duro para llevar este chándal. Ese siempre querer hacer rápido todo lo que te pide tienes que olvidarlo. Ya ves, antes quiso limpiar las habitaciones y te dijo que cogieses la escoba que estaba arriba, en la terraza. Tú le dijiste que en el sótano había dos antes de limpiar mi padre. Yo también lo sé, y es verdad, podían estar en donde los trozos de madera, pero fíjate en que te llamó, aunque pienses que se parece a alguna vez en que se lo llamó también a mi padre, piensa en esa diferencia entre tú y él. Ya ves, tozudo, todo eso, tú no le pudiste decir nada. 


sábado, 9 de marzo de 2013

Y todo lo que pasó desde ayer.


Las veces en que pensé en ti, en tu amor, en todo eso que compartimos. Sólo una cosa contigo: no te vayas aún. Ahora te iba a contar lo bien que me encontraba por que esta mañana no hubo ninguna clase de riña: mi madre bajó al pueblo y yo cogí la leche, el pan, estuve haciendo cosas y fui a coger manzanas. Hasta sé que antes de ir subió Quico al fallado con el cassette y dos cintas y puso la que titulo “Lúgame”. Primero una de Pía Zadora y M. Jackson y luego ésa que tanto me gusta.
  Cuando le vi ponerse a escribir a máquina en la mesa, me dije: Yo también tengo ganas de oír música. Me quedé haciendo alguna cosa más: recogiendo y ordenando un poco por ejemplo. Entonces ubió mi padre y me preguntó: “¿Qué buscas aquí?”. Estoy recogiendo un poco. Creo que añadió: “Vaya”, y se dejó estar. Se fue después. Y fuimos a comer. Luego marchó Quico y yo subí a escribir a máquina. Puse otra vez la canción ésa que tanto me gusta y la quise llevar al cuarto de Mariora por si se enfadaba  conmigo,así que bajé el aparato y las dos cintas. Incómodo. Intentando abrir la puerta de la habitación se me cayeron y me agaché. Salió mi madre que estaba en su habitación y, cogiéndome de los pelos, dijo: “A lo zorro, ¿no?. Yo la escondí y se la volviste a coger”. Y me enfadé. No pudo terminar bien. Siempre tiene que aparecer alguien jorobando la historia. Le dije, chillando, que había sido Quico. “Bueno, pregúntaselo a él”. Ahora me pregunto por qué no le dije que había sido yo.    Chillando, que no quiera venir ahora a mandarme que aquella vez reñí con él, al irme le mandé a la mierda y él no me dijo nada y creo que lo oyó. Que no venga a hacerse el amo que también me queda para ella.
  No se lo preguntará, pero en caso de que se lo pregunte a él, no me dirá: Perdona por tirarte de los pelos. Así que también se va a la mierda. ¿Es que siempre tiene que aparecer?. Yo, lo único que me tranquiliza es que es sábado y puedo  perderla de vista yéndome al fallado. Y eso todos los días, porque si tuviera que quedarme con como estoy, seguro que no volvería a dirigirle la palabra. Y que tengo aquí estos autodefinidos y dameros, que si no, pues no sabría qué pasaría.
  Hoy por la mañana vi que había quedado una gallina fuera, menos mal que no se enteraron. Me gustó el trozo que escribí sobre Pepi ayer en la otra hoja. Sé que lo leí una vez más esta mañana y me quedan otros días para recordarlo. Jo, la habitación está sin hacer. Pensaba bajar sólo a alimentar a las gallinas, pero tendré que quedarme en la casa limpiándola. Estoy pensando, no se me ocurre nada que contarte, me parece que va a ser mejor dejarlo para después.
 La verdad es que para mi cumpleaños quisiera que me regalasen un radio cassette, para mí y para Quico. Pero no termino de darme cuenta que todo eso son sueños perdidos. No sé cómo, de lo feliz que era hace uno o dos años, he pasado a ser tan esclavo como soy. Esclavo de todo, y ese todo fue lo que me ayudó antes a encontrar un puerto resguardado del vendaval donde poder ocultar todos mis tesoros. ¡Qué insospechada parece a veces la vida!. Bueno, me alegra saber que ya he terminado la hoja y mañana es domingo, no he perdido la esperanza. Fui a Vilariño. No le di un beso a Tere, estaba con gente y no quería ser un plomo. Mi madre le trajo de Andorra un reloj a Quico, a mí me quedará el de mi padre. Me lo puse hoy. Le llevé las dos cintas sin título a Paz y a Loli. Había hablado con Paz el anterior domingo y me pidió que le llevara la de S. Wonder. Al grabar el lunes cogí ésa y una de Berlín, y no sabía cual, así que le llevé las dos. Me encontré allí con Susana, la misa se la dedicaban a su primo. Salí del baño, quería entrar Quico, pero mi padre pasó para la cocina y no se dio cuenta, antes pasó al contrario pero despisté. Salió mi hermana y pensé que era él, pero ya pasó el peligro. Susana me dijo que Betty salía, aunque sin otra, pero podía ir. Me convencí que iría. Recuerdo que quería hablar contigo para que me tranquilizases. Quería que me dijeses que iría o que me dieses una esperanza. El collar se lo llevo para el próximo tercer domingo que irá. Le hablé del cuello, supongo que ya sabrá qué es. Bueno, da igual. Hablé con Manolo. Dudaba sobre si iría Betty con ellas. Buscaba una hoja en la carpeta y la encontré en el bolsillo. Mejor, así te cuento lo que quería. Esta mañana abrí la mesilla donde estaban los zapatos y comprobé si estaba la libreta. Encontré el papel y lo desenvolví un poco, no estaba. Entró Quico y le pregunté: Me la cogiste tú, ¿no?: la cadenita de Fátima. Me respondió que no. El caso es que estuve convencido un rato. Pero recordé que el papel tenía envuelta la cadena y, en desdoblez, el dinero. Pensé en pedirle perdón, pero no sé qué contestará. Le dije: Ya la encontré, estaba suelta. Y me quedé igual de tranquilo. Pero no sé por qué no le pedí perdón. Nadie lo hacía. Me faltó el valor.
  Me parece que a Bety voy a regalarle una especie de colgante de ésos que se ponen en la muñeca. Lo encontré en el fallado. Dime que me tranquilice, amor. Estoy como una regadera. Busqué la libreta como un loco. Después de un cuarto de hora de vueltas al fallado y a la habitación, volví al fallado y volví a buscar en la libreta. Y vi esta hoja, me di cuenta que no hay libreta, pero créeme, estoy como una regadera, como un colador. Pídeme que me tranquilice. Estoy en el baño, no hago nada, pero escribo. Aún no empecé y ya rompí el bolígrafo en la punta. Cayó un trozo. Todo empieza ayer. Pensé en hoy, iría al baile: iría Ana, Bety y todas y recordé que a Susana le había muerto el primo. Bueno, era la respuesta.
  No me importaría, no importaría. No quiero ponerme a buscar una hoja nueva. Dudaba ir, había respuestas de si y de no. Y creo que ganaban éstas últimas. Pero Paz me había dicho que le había gustado el último domingo, de blanco, pantalón y niki. Hoy iría ella, me bailaría dos, no una sóla como el último domingo. Hablé un rato con ella en su cara. Le conté problemas. No tenía que hacer nada y me dedicó todo aquel tiempo. Llegó la tarde. Le tenía que pedir a mamá un nike si quería ir de blanco. Subí con ella, le iba a planchar un pantalón a Quico. Dudé. Al final se lo pedí, un niki que había encontrado yo. Me dijo: “No, aquí tienes uno planchado”.
   Hablé con Manolo y luego fui a dar una vuelta por el pueblo. Pensaba volver y no lo hice. Vi a Bety y a la otra Susana. Y un rato más tarde, entré. Primero encontré a Bety, luego bailé con Paz (o primero con Paz, no sé), con Angeles, hablé con Mari Carmen Panteón. Total, que fueron todos. Bailé con Teresa, Rosi, aunque al final con Ana, pero lo bueno es que vi a Alicia, Pepi y una amiga suya llamada Xili (Auxiliadora). Bailé con las tres, dos, y creo que ahora tres. Me piensan volver a escribir, Alicia mañana, Pepi me dijo que me iba a dar un beso al final. Ana me dijo que se había enfadado por contárselo, pero ya sabes, estuve hasta las diez. Al final fui a buscar a Pepi, me dijeron que la buscara, di una vuelta y volví. Nada. Pero estaba con ellas, fui a decirle adiós a Ana y las perdí. Alarmado, me dirigí al ropero y allí las encontré. En la calle, al salir, se lo di.


martes, 5 de marzo de 2013

Se la entregué al mundo




  Se la entregué al mundo rosa         
y me la devolvieron
espina,
cubierta de llagas y de sombras
en el amanecer.

  Se la entregué al mundo savia
y me la devolvieron rota,
herida,
bañada en sangre.
Entonces le quise para mí
y con sus pétalos tejí mi cuerpo
y mi alma
y con su aroma mi vida.

  Se la entregué al mundo virgen
y ya no me la devolvieron.

                     -2008-


La esencia de tu amistad





Cada día, cada amanecer
noto la esencia de tu buena amistad.
Mis lágrimas conviertes en cristal.
Las tomas en tus hermosas manos
y con ellas me fortaleces para no caer.


  Con la esencia de tu buena amistad
                                               entregas todo de ti, por una alegría
en mi diario vivir.


Mis pesares llevas al abrazarme
y los tiras al olvido.


  Me entregas tu tiempo
y olvidas el tuyo.
Tapas tus tristezas
al compartirlas conmigo.



  Juntos reímos, juntos lloramos,
                                                         guardando los cristales
en el bello lugar dorado
dentro del corazón.


Damas quieren contento



  Damas quieren contento,
damas quieren cuidado.
Yo siempre fui un poco lento,
yo siempre fui un descuidado.

  Nunca supe ver en otros ojos 
el calor de las miradas
que en algo me apreciaron.
Damas quieren contento,
damas quieren cuidado.

  Si es del buen caballero
el don de la galantería
a la dueña de su agrado,
en más del rústico dado
hacer merced de su guisa
porque un cazador que apremia
a una presa mete mano,
pero un ser timorato
no halla fortuna debida.

  Damas quieren contento,
damas quieren cuidado.

Yo siempre fui un poco lento.
                                                        Yo siempre fui un descuidado.

    Del libro "Poemas de amor y juventud"


Fui a la cocina. Mi padre estaba arreglando la puerta de la cocina.


 Tenía abierta la trampilla de arriba y estaba colocando el sitio donde debe dar vuelta la persiana. Me preguntó: “¿Ya vienes de la habitación?”, enfurecido. No, vengo del  fallado. Creo que me lo preguntó otra vez, como siempre, no fue eso lo que me irritó. A la tercera vez de preguntármelo, le seguí contestando que en el fallado, pero mamá se acercó a mí y, casi empujándome, me dijo: “Calla y vete”. No me dio tiempo a decirle nada. Reaccioné más tarde. Si, eso es lo que queréis vosotros, que me calle. Y otra vez a decir mentiras. No entiendo por qué me dijo eso, que me calle.
  Supongo que antes también sería muchas veces así, pero me imagino que los padres no buscarían decir cosas al tuntún, sólo por discutir. Lo que ya comienza a ser ánimo es que mañana es sábado, o sea, pronto llegará el baile. Toda la noche, desde que me lo dijo hasta que me dormí, estuve dándole vueltas a ese “Calla y vete”. Y ahora llego al papel y lo resumo en tres palabras y, además, esa esperanza no la tenía ayer. También me joroban las indirectas. Hoy llegó mi hermana por la noche y yo estaba en la habitación. No tenía ganas de levantarme a cerrar el portal, pero sé que si ella se acerca a mí preguntándome si puedo ir a cerrarlo, iré. Aquel poema que decía que, quería ser libre para elegir, lo siento más cerca de mí. Llegó a mi habitación y me preguntó si sabía dónde estaba la linterna para ir ella a cerrarlo. Y yo pensé: No será verdad. Está en la cocina. Se la fui a buscar y, al venir, estaba hablando por teléfono. Se lo dejé en la puerta de su cuarto y entré en el mío. “Que lo pida, ¿no?. Debe de saber que yo no voy a negarme, al contrario, no puedo hacerlo, aunque sepa que de mayor me va a mandar a tomar por saco”.  Pero me cortó el segundo paso, me parece que dijo algo así como: “¿no vas a cerrarlo?”, digo algo así, porque sé que fue en un tono de ese tipo. No estuve de acuerdo con su salida, hasta murmuré: “Cerda”. Eso no lo tenía que hacer así. Había pensado: “Ya verás cómo vas a terminar yendo tú”.
   Aquella salida cierto es que me dolió mucho porque no la esperaba, pero pienso que ya me estoy acostumbrando. Hoy hay cine de medianoche. Nacho me preguntó si había y yo le respondí que si. El va a verla, supongo, yo también y supongo que si al final es tan grosera, podré escribir en la cama.
  No la vi, me dormía allí. Ya es de mañana, me parece que me sigue dando rabia ver a algún perro lleno de tierra, sobre todo las patas. Siempre es Mimo. Y hoy pasó una cosa graciosa por teléfono. Llamó un señor hablando que no se le entendía nada. Después de repetirlo tres o cuatro veces, le pude entender “migón”, podía ser una miga grande, la panadería y le entendí después hormigón. Se había equivocado. Primero dije “¿cómo?”, luego “no entiendo” y a la tercera me quedé callado.
   Ayer mi madre se disgustó y me dijo: “No puedes estar así todos los días. Tengo que mandarte a ese centro de Vigo”. Estando aquí en casa hago lo que puedo, no mucho la verdad. Claro, veo lógico que escriba a escondidas o esté sin hacer nada, creo que si encontrara ya esa libertad para poder hacerlo, sería otra cosa, pero bueno, más vale lo malo conocido que lo bueno sin conocer. Prefiero seguir así, aunque me disguste. Al menos,  no tiene que ir tanto a lo de Chicha o incluso a Ramallosa. El otro día me apuntó en un papel ir a Manolito y coger unos papeles en lo de Alfonso. Fui a Manolito y tenía que subir dos bolsas. Me preocupaba porque no podría subir en bici. Creo que se levantó mi padre al baño, pero ya no hay nada que temer. Volví a casa y, al llegar arriba, me había olvidado los papeles. Pero podía solucionarse, por eso no entiendo.
  A la hora de comer estaba en el fallado planchando y yo escribiendo. Me dijo: “Baja a comer que yo tengo que marcharme”. Le contesté: Bajo luego, si dejo la hoja en la máquina la estropeo. Pero también es una respuesta que me tranquiliza. Ayer por la noche no escribí nada. Y ahora, cuando fui a ver si había Ayer por la tarde llamé a Pepi. Hablé con la madre, porque ella está en un instituto de Vigo. Como ella me vuelva a escribir, pensaré que todo un tiempo valioso habrá sido perdido. Me recuerda un verso que decía: “Tenemos que rehacer el tiempo”. Pero aquella inocencia, aquella dulzura, todo eso se va igual que el tiempo y todo eso es lo que me hace llorar y me hace enmudecer tantas veces. Toda la ternura que me mantuvo vivo esperando tus cartas, ya me parecerá inútil. Me horroriza pensar que ha sido culpa mía que tú estés dormida y callada. Culpa mía será al fin de cuentas, me horroriza sólo pensar en ti. hervido la leche, estaba arriba del todo, menos mal que no salió. La segunda ya no subió y la tercera no sé. No, tampoco, vine a escribir para ver si subía, pero nada.


sábado, 2 de marzo de 2013

Ahora no, no me callo.

 Ya me callé teniendo la razón. Y él decía: “Pues si se olvidó, que lo diga”. Mamá le decía que podía haberme olvidado. Gracias por ayudarme. Bajé a buscar una gaseosa y me dijo: “Baja papel y lápiz”. Para más comodidad. Guarda botellas en bolsas, las de la esquina, se refería a unas del fondo, pero no lo sabía y pensé que se refería a las mías. “Las del fondo, cacho bestia”. Pero bueno, ya no me importa.
  Ahora, por la noche, tampoco sé por qué lo hizo así mamá. Le quise hablar del reloj negro de Quico. Como le trajo uno a Quico, el de mi padre me queda a mí. Me dijo que no lo tocara. Es verdad que antes jugaba con las manecillas del otro reloj que tuve. No sé si en verdad fui yo quien lo fastidié, me supongo que si, pero éste no lo pensaba tocar, pero se lo quise decir comentándole que no tenía tanta seguridad en la mano para mover una ruedecita. Pero no lo entendió así. Supongo que piensa que lo voy a tocar. Bueno, no es culpa suya, no le des más importancia.
  Ya encontramos las postales de Portugal. Mamá parece muy animada. Igual que comentaste antes conmigo tras la riña de él, “ya empieza otra vida”. Creo que ya diste el segundo paso en lo que se llama “edad”. Ahora nunca debes olvidar que ya llevas una razón. Cuando pasaba mamá me dijo:  “José Angel, cierra esa puerta si no va a pasar algo”. La luz encendida estaba ordenando las libretas. Pero voy a dejarlo. No hacía falta decirme: “si no te cortas las uñas no sales el domingo”. Me dijo que el calcetín estaba roto, le quise decir que ya estaba, pero me las cortaba sólamente con que me lo dijese.
  ¿Eso es lo que quiere?. Un huevo lo va a conseguir. Yo también sé ser duro. Después de que discutiera con mi padre, ahora parece que es quien quiere tomar las riendas. ¿Y aquellas lágrimas?. Je, je, me río yo. Mentira. El primer día salió, yo me quedé solo. La cinta la empecé a poner cuando estaba a punto de llegar. Y, cuando llegó, oía la de S. Wonder. Supongo que le gustará. ¡Bah! N pienses en nada de eso, que te la quitará. No gasta nada y, a los demás, no dice nada.
 “Bueno, que no, cómo se puso”.
  Hoy salió y, como el casette estaba en el cuarto, que ayer lo usó Quico, pues puse la de Vive. La estaba oyendo y también parece que habla conmigo: deja los complejos, manda todo lejos, tus sueños se realizarán, la vida no es así, te sientes solitario entre la multitud, se va desperdiciando tu juventud: Vive. También puedo ser yo ese sujeto.
  Pero llegó y la radio no estaba en la habitación. “La cogéis sin permiso”. Me parece que ni oyó, no quiso oír ni le va a hacer caso a aquello que le dije a mi padre de que vosotros me habéis hecho inútil. Cierto es que no lo dije con esas palabras, pero ¿y qué?, si no hay diálogo. Seguro que todo eso que le decían a los futuros matrimonios, porque lo oí aquí, de que hablaran padre y madre en sitios donde no estuvieran ellos, también se da aquí. ¿Todo lo tengo que hacer a escondidas?, ¿es eso lo… –iba a decir”que quieren”, pero voy a decir “que hay que hacer”?. Ahora estoy en el fallado, hace sol y no puedo estar fuera. Incluso aquí no estoy tranquilo. El miedo ya pasó. Y esta mañana, eran las nueve y dormía, le dejé durmiendo. ¿Para qué?.
  Pues no lo sé, porque después bajé, no tenía ganas de decirle nada, pero se lo dije. ¿Y qué?. Será por lo que me gusta subir andando, ¿no?. 
  Desde abajo  no había trozos de pollo, había que ir a la plaza, así que fui, pero allí tampoco. Me olvidé de pedirle a Alfonso unos papeles. Llegué a casa y le dije que bajaba al pueblo otra vez; con tal de no estar allí. Cuando subí, luego, sucedió lo de la cinta. Bueno, y ahora ¿qué?. Les diría la verdad el día de mi cumpleaños, pero voy a terminar pensando que está bien por un día. Y deben pensar que, con la comida y el dinero los domingos, me deben seguir teniendo dominado. ¡Qué asco!. 
  Pues no, ahora llegó Quico y debía bajar a demostrarle a que lo llevó él ayer, pero estoy mejor escribiendo. Y más porque a la mínima, me llamará enfurecida. Así fue, al rato me llamó Quico. “Dice mamá que te prohíbe subir más al fallado. Que pongas la mesa”. ¡Qué ridículo!, ¿no?. Me siento más impotente porque tenía pensado para mi cumpleaños un libro de dameros y una esponja que rascase. Ahora, después de comer, atendí a los bichos y subí, no pasó nada. Ahora voy a seguir el damero éste, pero después pienso usar la máquina.
  La usé, después bajé a casa y me mandó ir a coger verdura. Tenía ganas de contestarle ¿por qué?. Ya le había dado a los conejos y aún tenían y a las gallinas por la mañana, pero me dije: Déjalo. Vas a poner peor las cosas. No importa. Le coges a las gallinas y un poco a los conejos hasta la noche, aunque después le cojas hierba. No es necesario una riña ahora. No va a ser riña, pero ¿y qué consigues?, si no entiende por qué te portas así.  Déjalo. Y lo dejé.
  Me sigue molestando el que se pongan a comer manzanas delante, sea mi madre o sea quien sea. Yo las manzanas las tomo por la mañana cuando estoy fuera. No me gustaría nunca comer sorbiendo como hacen todos. Y aunque a veces me digan que como mal (el que a veces me ayude de la lengua para darle el último empujón a la cuchara, bueno, la mano, si, ¿y qué?, ya voy haciendo lo poco que pueda, pero es apoyar la cuchara en los labios para irla subiendo y que no haga ruido. No, pero lo que ahora me hizo tanta gracia y me hizo asomarme a su habitación acostada, sonriendo, no quita lo que pasó antes. Fui arriba a buscar un pijama y estaba el gato negro. Sentí odio por él y le quise pegar porque cagaba en la ropa, pero no, no hacía falta sentirlo. Encontré la parte de arriba del pijama y bajé.