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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



domingo, 30 de diciembre de 2012

Y a veces no me dejan salir las voces



  Y a veces no me dejan salir las voces         
de su interior. Fuera, en la calle,
ya no me atrae el confuso sonido de los sables 
que se baten en duelo
y me acribillan de silencio
y de cólera…
pero con ellos quisiera estar yo.
Guerras clandestinas que aprietan mi alma
y mi espíritu…
se aprietan contra mí.

  He dejado ya de sentir la prisa del tiempo
y sus necesidades…
me considero más vital…
pero a veces no me dejan salir las voces
de su interior.

  Sables de ausencia y de miedo,
sables de materias inertes
que me enfrentarán al destino último
y hoy se escuchan sin cesar.

  He dejado de creer en las fantasías
deseando que se cumplan los sueños
que un día imaginé…
y mi realidad me hace más cauto. Un día soñé con ella…
sumido en mis papeles de porcelana
y de vidrio. Y me arranqué de ellos…
para soñarte…
y para soñarme después…

  pero a veces no me dejaban salir las voces
de su interior…
en calma.

               -2009-


Pensaba ya terminar la hoja para regar los tomates


 y los pimientos de arriba, cuando ya los estaba terminando, llegó hasta mí enfurecida. Y dio comienzo la historia interminable que ya conoces. Una de las cosas que oí, era: Después, cuando veas el sol, entras. “¿O sea, tú me quieres decir que, en vez de escribir por la mañana, escriba con el sol?. ¿Y por qué no me lo dices con las palabras?. Después, que si este recado, o el otro, y todo eso. Nunca llegué a estar de acuerdo contigo. Y supongo que voy a sentir desorientado mucho tiempo. Hace días que no te escribo. En la fiesta de la Junquera devolví, ¿sabes?. El sábado, un corte de digestión. Lo dejo aquí porque me parece que ya te lo dije. El domingo no fuí y la tarde la pasé en cama. ¿Para qué oírlos?. El lunes fui, aunque se quejó mi padre, pero no bailé nada y lo pasé mal. Pero lo olvidé mientras volvía a casa al menos sé que el próximo domingo iré a bailar. Se me ocurrió una idea. Y es que todos esos poemas que hoy hago, pero los tiro porque no me gusta lo que digo o porque es un tema muy monótono, te los digo a ti. No quiero, cuando tire esos recuerdos, cuando les diga que ya les recordé otro día, que se vayan simplemente con el sabor a una mal partida. Eso no, quiero que sepan que han convivido conmigo unos instantes, y eso significa parte de una vida a mi lado. Quiero que sepan que se irá un poquito de mi amor con ellos, y luego, cuando le llame, os traerá de nuevo a mi mente. Me parece que te voy a dejar así.
  El último día de la fiesta de la Junquera, más o menos en el medio del tiempo, comprendí que Paz y Loli no habían ido, aunque Carola me hubiese dicho que si. Le gusta decirme mentiras, bueno, fue la única que no me dio una foto. Me senté en el murito al lado de un chico del grupo y le dije que me dedicase una lenta cuando saliese, pero al final no pasó nada. Al llegar a casa, escribí. Me la dedicas, y yo podré estar con quien quiera en el tiempo que ella me deje soñar. Sabré que es mío ese espacio, y la distancia que me separó de ella ya no existe. Y durante ese tiempo tendré tu palabra a mi lado para decirme que podrás apoyar mis ilusiones. Nosotros dos juntos, estos pasos los acabamos de idear nosotros mismos. Y este lugar señalará eso que siempre he deseado. No te olvides de dedicármela. Te espero.

    Pero no tenía ganas de escribir. Teresa estaba triste, le había muerto un amigo. Intenté un poema de ánimo. Piensa en todos aquellos momentos felices, habla con él, todavía sigue vivo si puedes contarle todo lo que te enseñó en un instante (Supongo que quedaría mejor decir “en esos años”). Yo quisiera animarle, decirle algo, pero también sé que te han herido. Ana ya me ayudó a vivir más tranquilo. Sé que hubo un día en que mi madre, al ver que discutía, me dijo: “Tranquilo”. Y me marché, pero decía: Si, así es como tengo que estar. Y tengo que olvidarte para serlo. Un día me arrepentiré; bueno, un día. Pero me sigue molestando el tono. El que, a veces, para llamarme, lo haga con una especie de alteración. Pero bueno, eso parece que es normal.
  Un día sé que apagué la luz del pasillo porque estaba encendida, y él me dijo: “Vamos a tener que andar a oscuras. No gastan tanto”. Creo que lo aprendí como una lección. Lo que no entiendo es lo que produjeron los animales en mí. Creo que yo también me estoy volviendo un animal. Creo que te conté aquella vez que dejé el maíz a la puerta del gallinero para coger una gallina que estaba en la basura, y al volver estaba el pato en el maíz. Cargué con mi pierna y le arreé una patada. Después me arrepentí. Me decía que me estaba volviendo un animal. Y cuando pillo a la gata gris subida a la cocina. Otras veces pienso: “Claro que me gustaría decir si porque si, pero hay algo que me lo impide. Me dijo mi padre me parece que por la tarde guardara las sillas. Y guardé dos verdes, pero quedaron tres de madera. No sé si fue porque me mandaron otra cosa o qué me pasó por la mente, pero eso nunca lo podré explicar. Y me dijo: “Ponte algo y sal fuera”. Y yo, inocente, pensé que era para meter la mesa. Para otra vez aprenderé. Porque me parece que tiré muchos poemas que no escribía.
   Dame ánimos en eso de grabar, a él le gusta el bien grabado, sobre todo cuando se marche mi madre. Hoy domingo fui a Vilariño. Vi a Teresa y a todos y, al entrar, Lence me dijo que fuera hacia delante. Y fui con Paco. Nos colocamos en el banco junto al altar, no enfrente, con Jacinto y Tere. Después pedimos los cuatro. Al salir y subir en bici fue también especial porque me encontré con Natalia, Vanesa y Melina. Me dijeron que les subiese. Y arriba me dieron un beso. Ya no estaban enfadadas.
  Pero al venir a casa me pregunté si había abierto los animales. Una niebla cubrió mis ojos. Al llegar a casa vi que no los había atendido. Pero me parece que nadie lo vio. Tenía pesadez de cabeza yo. Bueno, no pasó nada. El chico que murió era amigo de Susana, estuve pensando en no ir, pero Teresa me animó a que si. No me fijé, pero a ella también le había dolido aquella muerte.
  No me acuerdo de nada de lo que hice esta mañana. Estoy afeitado, pero no lo sé. Ni si tomé el desayuno. Pero quiero salir. El chico era primo de Susana. Pero fui al baile. Allí me encontré con Bety y estaba también Ana. Al final se enfadó otra vez, porque primero me dijo que bailaría al final me dijo, se lo pregunté las que yo quisiese, pero bailé tres y me pareció cansada, así que bailé una con Bety y después volví. Creo que me insinuó que bailase con ella. Me da algo así como un dolor de cabeza, como si siempre estuviera con lo mismo. Le dije que ella no sabía bailar y se enfadó. Me dijo que esperase hasta el próximo. Sólo me queda uno, porque el segundo me voy a Fátima.


miércoles, 26 de diciembre de 2012

Sé que le dije: Te pido un juramento

  Sé que le dije: “Te pido un juramento al señor ése”. Y tuvo ganas de pegarme. No le tengo miedo al daño que me pueda hacer, sino al verla así. Igual que a mi padre, cuando me pegó en el coche cuando cerré un poco fuerte la puerta, supongo que nunca lo entenderé. Pero también pensé que necesitaba desahogarse. Cogimos a Mariora en Vigo, no habló nada. Si fuese otra, tal vez si. Pero eso ya no importaba. Al llegar a casa, Mariora dijo que suponía que él vendría enfadado. Yo les conté el tortazo, pero lo dejé, no sé qué es lo que quería con ello. Cuando iba a montarme en el coche, pensé: “Hace ya mucho tiempo que no voy con él en el coche. Supongo que soy mayor y no se pondrá tan bestia como antes. Pero ya ves”. Cuando entré en la cocina después de haberle dado verdura a los conejos, a él no lo noté tan enfadado, y me extrañó. Mi madre me dijo: “Él, cuando habló con el dentista, le dijo que suele estar hasta las doce”. Y ya me tranquilicé. Porque ésa era la mentira. Ella dijo varias veces que si había llegado a la una y media. Pero ya estaba más tranquilo. Cuando me enfadé al regar, porque no podía escribir, cuando salí, me dije: “Tranquilo. Ella lo que quiere es ponerte nervioso”. Quico le cortó diciendo que le llamase a Charli. Y pasó todo. Aunque supongo que, por una o por otra razón, continuaron hablando de eso, y yo con ellos. Eso es lo que más me aturde de Quico, la facilidad con la que cambia, ahora parece que quisiera mostrarse duro. Y creo que así ya no lo puedo entender. Me asusta decir esto, la verdad, porque Ana y yo luchamos por lo contrario. Esto lo voy a decir por las veces en que me he creído derrotado. Sobre todo aquella que le dije a mi madre que yo también había pensado en matarme. Se me ocurrió un día. Y es que yo no llego, según me parece, a nada. Eso, Malena que se sulfure con esos humos en otros lugares. Aquí ya nada. Ahora se metieron todos en la habitación, porque mi padre y Quico fueron a la adoración nocturna. Ahora puedo escribir tranquilo. Se me ocurrió pensar que ahora tal vez pueda salir el domingo, porque a mi madre le gusta juzgar pero conociendo. Lo de aquel momento fue una rebelión de un pesar que tenía, pero yo no lo voy a olvidar tan fácilmente, nunca lo olvidaré. Y no es por ira. Me parece más a hipocresía este modo de vivir y siento que al final tendré que hacerme como él. Pero sólo sé que mientras pueda resistir resistiré.

  Y seguiré siendo así durante mucho tiempo. Quería escribir algo bonito, pero no tengo ganas. Pienso si, el problema sexual, en mí, es que soy uno de esos enfermos que lo tienen tan marcado. No sé, pero tampoco le doy importancia. Yo sigo luchando a corto plazo, que es al día. Es ese seguir el que me aturde tantas veces. Si es mi momento, si todo se considera un momento, ¿por qué tiene que estar tres horas chillando?. El sábado, ayer, tomé un bocadillo por tomar algo. Veo que sigo sin tener una personalidad propia. El bocadillo y me bañé, aunque no sé qué fue lo primero que hice. Estaba preparado para irme, y pasó un pequeño mareo por mi mente. No le di importancia. En casa de Eladio tomé una pequeña taza de café, esperaba que me despertase o que me lo quitase. Bailó la hermana de Fernando, no tenía yo muchas ganas de bailar. Después, cuando llevaba ya sintiendo frío un rato, fui a la casa de Eladio a buscar la cazadora. Y, como allí había reunión, me quedé un rato. Antes de ir, y cuando estaba en la fiesta, me senté a ver si se me pasaba el mareo, pero fue a más y devolví.

  Estaban cerca Mari Carmen, Loli y Paz, y llamé a la primera. Me fui detrás de la capilla y vomité. Les dije que no se lo dijeran a nadie, pues el domingo quería salir. Cuando fuimos a la casa de Eladio, a la fiesta, bailé con Loli, varias. Muchas veces, son unos simples detalles los que me alegran un poco más. Ir a Ramallosa, y saber que alguien se va a fijar en mí. Por eso a veces voy corriendo, o me gusta llevar la bici de una mano nada más. Cualquier chica, que me mire. Sé que Loli tiene novio, pero me encantó allí porque, estando con ella, le dije en un instante que, como la música era mala, iba a sentarme. Ella se sentó al lado mía también, porque estaba cansada. Me hace sentir una felicidad que no encuentro en la realidad. Acaso ella siga siendo tan maravillosa conmigo en todas las ocasiones, pero también son detalles que llegan sin nombre impreso en ella y me hacen sentirla un poco más cerca de mí.

  Ya por la mañana, cuando estaba en Vilariño y me sentí mejor, tenía intención de ir al baile por la tarde. No sé si irían Bety y Susana, y Ana estaba enfadada, eran los únicos alicientes. Por eso, cuando de comida sólo tomé un puré y mi madre me dijo que no iría al baile por la tarde, que como era un mentiroso no iba a salir, le dije que no saldría.

  No sé quién me dijo que sería bueno acostarme un rato por la tarde. y yo pensé: “No quiero atender a los animales, así que me acostaré”. Ahora por la noche quiero ir a la fiesta, si va Quico. No se te ocurra, tampoco es buena esa contestación. Si le pasa algo no lo perdonaré. Di que no hay diálogo. Bueno, para redondear. Eso ya lo haces contra mí. Y me da pena, porque nos educasteis lo bastante bien para echar todo al tajo por una tontería. Supongo que será bueno el que me quede en casa y no vaya a la fiesta. Mañana, mi padre no va a venir en todo el día, supongo que podré escribir. Además, mañana también hay fiesta. Por un lado, lo entiendo, pero a veces siento que no sé responderle. Como ahora me acaba de decir Quico, para el próximo año no le quitas el chaquetón, el sudor no hace nada malo, pero el frío sí. Supongo que no tengo tantos proyectos para hoy, Loli puede esperar.   Ahora, un poco más tarde, entró Quico en la habitación, a arreglarse. Yo tenía abiertos los ojos. Me preguntó: “Jose, ¿qué tal ve eso?. El dolor de cabeza”. Son esos detalles los que más me mantienen unido.

  Esta mañana, cuando desayuné y le atendí a los animales, me disponía a subir a escribir a máquina. “Son las ocho y media. Sólo me caben para dos”. Y me llamó ella. Ven un momento. “Riega aquello, como si lo viera. Pero ahora tengo que escribir. Es el tiempo para eso. Escribo a lo máximo tres hojas y bajo. Entonces regaré cuanto quieras. Pero si no voy se va a poner de más malhumor. Además, puede que no sea para eso. No tiene por qué ser rotundamente así”. Al final, fui. “Riega los tomates”. “Ya lo sabía. Estoy enfurecido y no puedo hablar. Jo. Ya lo sabía. Y ahora no puedo escribir. ¿No ve que yo riego de mejor cara después de escribir?. Bueno, apura. Riegas los tomates, subes, escribes una hoja y sigues regando, a lo mejor ocurre como ayer, que se fueron a la playa y pude escribir”. Ayer me encontré, cuando bajaba a la reunión de Sabarís, a don Isidro, el salesiano que me dio Literatura. Me preguntó por los poemas, me dijo que tenía que dejárselos. Me animó, ahora ya no eres tú sóla quien los quiere pasados”. Regué los tomates, tenía la mente en escribir esa hoja a máquina, pero intenté regar todos. Quería utilizar el cubo para que llegase a todos, pero ella se asomó y me dijo (o no sé si fue ella). Usé la manga con el cuidado de que le llegase a todos. Después subí.


sábado, 22 de diciembre de 2012

Me preguntó si quería que lo cortase ella.


 Podía yo hacerlo mal, le dije que sí. Fui a buscar la sierra al sótano. Pensaba: ¿Más inútil todavía?. Cuando subí, estaba en la lavadora. Le dije que lo hacía yo y empecé a cortar. Después apareció ella. Hasta me cuesta a mí. Déjame. Yo estaba enfadado, porque sería el inútil. Y murmuré: Mejor callarse. Mamá lo oyó a medias: “¿Qué dijiste?”. Me callo- le respondí. “Pues hasta que no digas la verdad no vengo”. Ya lo terminé. No me costó tanto. Después de ocurrir todos los enfados, me da pena el escribirlo. Ella habla ya como si lo hubiese olvidado, supongo que el que falta soy yo. Al mediodía llegó mi padre y, cuando iba a comenzar la película, yo pensaba: Quico va a la otra, no importa que pregunte o no lo haga. A mí me falta personalidad. Supongo que a mí me dirá lo contrario porque soy más blando. Me dijo que sí.

  Antes de llegar a él, le pregunté a mi madre. ¿Vas a quedar tú en la cocina?, porque así termino la libreta a máquina que me queda poco. Y me respondió que bueno, que subiera. El decir que me quedaba poco era más bien una mentira. Me quedaban siete poemas y hoy no los iba a poder terminar.

  Hoy también me puso de malhumor, pero ya fue menos. Como todos los días me levanté a las ocho. Me da tiempo para abrir el portal y después ir a escribir. Siempre confié en que mi madre respetará ese tiempo para que pueda escribir. Varias veces me lo interrumpió con alguna llamada, pero podía seguir rescribiendo. Cada vez más desolado. Ya ves, me parece que son momentos críticos. No soy capaz de concebir que en un momento se pueda echar toda la vida por tierra y, al momento siguiente, estar tan tranquilo, y olvidarse. No sigo ese caudal. Me parece que estoy equivocado desde hace mucho tiempo. Pero ya viste, ahora parece que se ha puesto de moda el decir que tomo el pelo a todos, y sobre todo a ellos dos. Creo que lo tomo cuantas veces quiera y me salga de las narices, pero son en cosas que no quieren dañar a nadie, ni quieres entre mezclarse con cosas de barro o de la tierra, como dinero y cosas así. A mi madre le gusta decir que le tomo el pelo gastando el dinero en chupitangadas.

 Hoy, cuando marché a Vigo, me dijo que si a las cinco estuviera en el dentista. No sé cómo me metí en esto. Llegué a las diez y media y fui a visitar a Mercedes, y le gustaría que fuese a preguntar sobre los mimbres.

  Pregunté para ir allí. Quise hablar con alguien. Y un señor se ofreció a llevarme. También iba. Llegamos a las doce menos veinticinco, pero ya era tarde. No me esperé este recibimiento. “Juegas y tiras el dinero, ahora qué dirá papá. Otra vez perdón”. También ella me tocó. Hipócritas, jolín, me cago en la leche. Mierda. Empezó a decir que había llegado tarde, que nadie es capaz de estar en el Serén a las diez y media, y llegar a tiempo. Me hartó. Hasta que se desahogó diciendo que el domingo no iba a salir.

  ¿Qué hago?. Bueno, no importa mucho, porque hay fiesta. No era última. Que llegué diez minutos antes. Jo, y una se puso diciendo que todo era mentira. Tenía ganas de mandarla a tomar por saco. Le quiero pedir ayuda a todas mis amigas. No me creo poder resistirlo. Toda la tarde la pasé un poco preocupado, aunque al menos no me había prohibido lo que tanto había ansiado por la mañana. Me dijo que regase las plantas de la entrada. Al menos nombró a Malena diciendo que ella se había decidido a cuidar esa parte. Pero pronto rompí esa ilusión: lo decía sólo porque estaba yo, para controlar al tontito, se puede decir. Por la mañana, cuando había abierto el portal, me había dicho que eso lo haría al subir de Ramallosa (aunque la verdad era que no iba a ir). Ya sé, después de escribir a máquina. Me puse a regar con la manguera. Así, dijo ella, no porque el agua resbalaba. Me resbala igual con el cubo. Aquello no llegué a entenderlo del todo.

  Pero en esto que llegó Lita y se pusieron a hablar. Iba a ir a la iglesia, así podría escribir. Bueno, da igual, ocurrió todo eso, y por la noche llegó mi padre. Yo tenía mi razón, aunque mi madre no quisiera entenderla, pero eso iba a ser lo de menos. Estaba viendo la televisión en color, el baloncesto, pensé que lo iba a quitar pero no fue así. Cuando terminó salí a recoger verdura a los conejos, ya lo pensaba hacer yo, aunque ella me lo quisiese decir. Igual cuando llegué de Vigo. Me dio cien, las otras eran de la vez pasada. Quise ir a dedo, pero cogí el autobús. Si, vine a dedo. También me daba miedo el jurar en falso, siempre lo temí, pero me preguntó si había venido a dedo, que lo jurase. Le mentí. Aunque me dio un poco de miedo al principio, lo tuve que hacer así. Total, una de las cosas por las que chilló fue que había llegado tarde. Estaba convencida.

sábado, 15 de diciembre de 2012

De esa forma le copié alguna a Quico hace poco

Ayer fui al sótano a vaciar unos sacos (hace tiempo mi madre dijo que los vaciaría ella, y por eso lo dejé. En el saco se pudren, y lo peor es que no lo ves). Cuando subí le llevaba en los dedos una pulga, pero se me debió escapar. Empezó a buscar en mí y, un rato después, ya había descubierto nueve. Yo me reía, en el fondo estaba alegre porque le había distraído un rato.

  Cuando estaba regando, recordé algo que me parecía habérselo oído a mi padre: “Hay que mostrarse duro siempre”, pero sigo sin entenderlo. Lo que me anima muchas veces es llevar conmigo a Sulote: parece que es porque así me siento pendiente de algo. Esta mañana, cuando sacaba la bicicleta por la puerta, se presentó allí. Quería ir conmigo, pero iba a Ramallosa y no podía llevarle. Me acordaba de aquel día que se paró en los edificios de Montaña y, el último, que se paró en la Cabreira. Quería y no quería llevarle, al final decidí que sí, pero con la intención de que bajase hasta el pueblo, así podría subir a alguien. Al llegar, le tuve que bajar en brazos a la tienda. Cuando, más tarde decidí a subir y había recorrido con él un poco de acera cuando recordé que debía darle el cambio de las mil perchas a mi madre, tal vez las necesitaba. Y fui con él hasta la capilla. Ya se mostraba más tranquilo, sin miedo. Después regresé con él hasta casa: me gusta llevarle conmigo. Tal vez sea la distracción.

  Ahora por la tarde, no sé qué hacer mientras me quedo en casa. A buscar maíz iré tarde, no tengo qué escribir ni cesto que hacer. Tal vez haga algún crucigrama.

  Fui a buscar el maíz a casa de Isabel y después el pan a Ramallosa. Con el perro, ya no tuvo miedo por la carretera. Bajé a buscar el pan y, entonces sí le tuve que llevar en brazos desde los edificios hasta el principio de la acera, pero luego le dejé. Al subir me quedé hablando con Loli y bajé con ella hasta Ramallosa, pues iba a llamar por teléfono. Después se quedó con Mari Carmen Panteón y yo subí solo. Quería pedirle un beso, ella simplemente me había dicho un día: “Hace mucho tiempo que no te lo doy”. Y yo no tuve palabras.

 Todo está tranquilo, porque ahora ya no hay follones, pero hoy vinieron las jornaleras y fui a buscar el sombrero un rato más tarde. Entré en la habitación, allí estaba mi madre y me preguntó.

  Entonces abrí el armario y sólo metí la mano derecha para buscar. Ella me vio y me dijo: “La otra colgando. Pareces un inútil. Un rato antes, mi padre me dijo que recogiera la mesa. Quedaba el mantel, unas uvas, y no sé si algo más. Recogí las uvas y fui a buscar el gorro, quería llegar y terminar de recogerla. Sucedió lo de mi madre, fui al fallado, al sótano y a la habitación. Me parecía extraño que no estuviera allí. Lo encontré en el armario, bajo unos jerseys. Cuando salí a la terraza, para ir junto a ellas, me dijo él: “Te dije que recogieras la mesa y al final la tuve que recoger yo”. Estaba el mantel todo arrugado, pero sin recoger. Siempre me acuerdo de aquel sacerdote que me dijo que cuando yo tuviese la razón, una razón, lo dijese: sigo sin ser capaz. Esta mañana me quedé solo y escribí seis o siete folios a máquina, aunque salteados. Cuando llegó mi madre se enfadó porque en lo de Gloria, el señor también le había cobrado cuanto fui a buscar yo. Pero yo, si me hubiese quedado con ese dinero, supongo que lo sabría.

  Hubo un follón grandísimo, pero ya no me preocupo tanto. Siempre recuerdo eso de “lo hice por ti”, pero le dije que no me hubiese mandado a mí. No me parece verdad, aunque puede ser que fuesen días en que ella no me hubiese mandado el dinero. Supongo que lo malo de todo eso es que todos me siguen tomando por tonto. Cuando bajaba al pueblo no iba pensando en que me tomara el pelo con el dinero del pan y por eso digo “me parece”.

  Me parece que lo que antes escribí fue en miércoles. Mi madre está lavándose la cabeza y yo puedo escribir. Por la tarde vinieron las señoras. Ya había pensado bañarme el miércoles, porque vendría sucio de afuera. Más aún porque la correa del pozo me rozó el hombro y me dejó manchado de tierra. Aunque con agua fría, eso no me impidió para que no me tratase de bañar bien. Hoy por la mañana mi madre vino a ver si tenía pulgas en la cama, y quedó una mancha a la altura de mi espalda: creo que ayer no me froté lo suficiente. No me pareció mal que se enfadara, pero empezó a decir que nunca me lavaba y eso me hizo romper todo vínculo con aquel enfado. Ahora por la tarde, como no tenía pensado hacer nada, comencé a preparar un cesto. Llegó ella y me dijo que se podían hacer a tres tiestos. “Y se pueden colgar”, le afirmé. Le pareció bien, pero eso después.


domingo, 9 de diciembre de 2012

Cuando Malena dijo aquello


  
Cuando Malena dijo aquello, pensé: No será verdad. Pero bueno, ponla. Después, cuando era ya a comer, sólo había puesto silla para Quico, mi madre y ella. Y así lo dije preguntando por mi banqueta. Pero ya había la dura donde los pájaros y el suceso no pasó a más. Después de la película, cuando había metido esos vasos, me acerqué a Malena a decirle: “¿Y dejas que la recoja ella?”. Pero no lo oyó, se puso a chillar antes y yo tuve la culpa. Me dijo mi madre: “Vete a buscarle verdura a los conejos. Y cuando vengas, te daré otro trabajo”. Le quise responder que no hacía falta, que iba a hacer los mimbres. Pero no me oyó, seguía chillando: “Ya estás contestando. Que tienes 24 años”. Cuando entré vine a hacer los mimbres al fallado y por tres veces subió Malena. La primera escondí la libreta, después ya no y lo hacía con mala intención. Subió mi madre: la escondí. Ella dijo: “A ver si te limpias los pies al subir, que llenas las escaleras de tierra”. Instantáneamente contesté: “Pudo ser Malena, que subió tres veces”. “Pero ella no viene de afuera- afirmó. Víbora, que tenéis la lengua de víbora. Sobre todo tú”.

  Ayer, cuando llegó Quico por la tarde, me dijo que empezaban las reuniones en Sabarís. Fuimos los dos juntos y eso me animó. Nos separamos para la misa por Rosa en San Pedro. Él llegó, yo ya estaba preparado. Me pareció oír que se iba y yo había ido a buscar un pañuelo. No me fijé en que aún no debía de estar preparado. Le dije que había pensado que se había ido. “No sé si te haces el subnormal profundo”, pero sé que lo dijo en broma.

  También empiezo a dudar porque me dijo que ayer no vinieron las jornaleras porque no tenía dinero y fue una excusa decirles que no estaríamos en casa. Empiezo a dudar si no sería por la misa de Rosa. Ahora ya aprendí a pasar un poco de ella y todo me va mejor. Me gustaría, cuando empezase a chillar, ponerle ejemplos, incluso decírselos en el momento, pero siempre se me pasa la oportunidad. “Ahora vas a regar, me quedo yo en casa”. Bien, iré a regar, pero me parece que no hay nadie en la tierra que me impida dejar de escribir. Si es muy importante, incluso hay veces que no lo es, me meto en el baño a hacer del vientre. Si es importante, puedo llegar a fingir. Y si no, para ocupar el tiempo.   Y, al salir, si hay alguien en la puerta, guardo la libreta en el pantalón. Esta mañana, al marcharse Quico, me dijo: “Ahora vas a regar”. Yo me dije: “¿Qué hacemos?. Hace mucho que no regamos los tomates de abajo”. Pues vamos. Y los regué. Después unas dalias que había bajo la ventana de mi madre. Eso lo había dicho ella, pero ya que me quedaba de camino lo hice.

  Después subí y me dijo que me preparase a bajar para llenar antes la lechera. Fui a entrar al baño a hacer vientre y ella me dijo: “Nada de libretas”. ¡Bah!, sólo se supone. Muchas veces pienso que le es mejor pensar de esa forma. Y como tú lo piensas es lo mejor. Pues no. No tenía nada que escribir. Por eso no la bajé a Ramallosa.

  Quien me animó bastante en la Junquera fue aquella chica de la comisión. Me había sentado a escribir. Me preguntó: ¿Qué escribes?. Y se interesó cuando le respondí que un poema. Me dijo que le llevase algunos a La Junquera y ella me traería de su hermana que le gustaban mucho. También dijo que iba a poner mi nombre en ellos. También pasó Ricardo y me dijo que ya estaba escribiendo.

  Ahora quiero hablar de ti y no puedo. No sé qué es, se parece a una especie de barrera que me bloquea la mente. No sé si lo que quiere es alejarme de ti. Pero comprendo que no sabiendo, no le llego a dar respuesta a nada. Temo que mi respuesta sea un error. ¿Cómo voy a podérsela mostrar a nuestro alrededor, si en el fondo no tiene respuesta en sí?. ¿Cómo?. Sólo sé que quiero hablar de ti, contigo, decirte algo, y no puedo. No sé qué poder decirte aparte de lo que ya sabes.

  Es ese instante el que no me deja pensar, el que hace estar muda mi mente. Déjame salir de él. Sé que después voy a tener miles de palabras. Veo tan fácil todo, que me parece que también me hago en parte fácil como ella, sin tener mucho en cuenta la distancia de mis palabras. Y mojo todo lo que toco. Veo tan fácil la luz, el cielo, el paisaje, todo eso que me hace ver fácil nuestro alrededor y nuestra vida, para acabar sin saber por dónde concluir. Sólo hay una salida, y debo continuar mojando todo. Mojándolo… de muchas cosas, de muchas ideas: mojándolas tal vez sin razón. Hasta que llega el día de ver por qué la mojé. Y mojo todo cuanto he descubierto hasta ese momento.

  Cantando, en todos mis viajes quiero tenerte a mi lado. Canciones de amor, un día os quise, ¿sabéis?. No, no habéis pasado de mí. Y si es verdad que Chicha dijo un día de mí que yo era muy pesado, de ella lo creo, pues peor para ella, ¿no?. Menos los aguanto yo. Aunque me da pena que aquellas palabras no conozcan la realidad puras, si no me parece que serían muy buenas compañeras mías. Compañeras de toda la vida. Miro la luz y también quiero estar con ellas. No me importa lo que piensen quienes las pronuncien, para mí sólo están ellas a mi lado. Ellas mismas saben desembarazarse de todo el rencor que determina su origen. Quieren hacerse compañeras de la sonrisa. Todo ese malestar, ese tiempo perdido, y eso puede hacerle daño a quienes le sigan. Ellas mismas podrían estar satisfechas de todo lo conseguido hasta estos momentos. Cuando continúes, otra libertad les estará esperando.

  Hay algunos programas de televisión que sé que a mi madre le gustan. La verdad es que siempre que van a empezar me quedo intranquilo si ella no está allí para verlo. En el programa de José Luis Moreno cantaron la canción de No llores por mí Argentina. Recuerdo que antes me encantaba coleccionar canciones en una libreta: ésta también. Me gustaban sobre todo aquéllas que no rimaban, o sea, aquellas que no repetían mediante cuartetos y rimas, se hacían mimosas. Y ésta, cada vez que la cantaba, me hacía llorar. Hoy la oí y me dio pena haberla roto, a ver si intento recordarla. Me gustaba mucho antes jugar a la Eurovisión, por las noches, bajo las sábanas, las canciones que conocía. Aprendía a anotar las palabras por sus dos, tres, o incluso primera letra. Escribía más rápido. A veces. La aprendía de oír varias veces.