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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



martes, 26 de junio de 2012

Y he visto sueños derrotados







 Y he visto sueños derrotados
por culpa de una mentira,
he visto muros levantados
conscientes y a toda prisa.

  Y me he cansado de ver
la miseria por las calles,
polvo que sabía a veneno,
juegos míseros, cobardes.

  También he visto mundos gigantes
de inocencias corrompidas,
que jugaban a ser guardianes
de otros sueños y otras vidas.

  Y después de ver… entiendo
que el futuro que nos aguarda
no es el mundo que deseo
sino el de una edad marcada.


Me gustaría que lloviese…




  Me gustaría que lloviese...
o que tronase hoy me gustaría.

Me asusta esta calma…
que no sé a dónde me llevará:
me asustan sus continuos parpadeos en silencio.

Una brisa suave acaricia mi ventana
y me detiene… y sé que es ella:
la soledad,
que también se asusta. Me gustaría que lloviese
o que tronase, pero no esta calma…
que unas veces me inquieta
y otras me ahoga.

Sólo el viento frío me comprende, si,
ese viento que siento temblar sobre mis piernas
y muchas veces me cierra los ojos y los comprende.

Hoy me intranquiliza estar solo,
no sentir el mundo
ni percibir siquiera su continuo movimiento a mi alrededor; hoy me ajusticia pensar que todo se ha parado
y que no ha de volver a moverse.

Me gustaría que tronase hoy…
si, que tronase y que su sacudida
fuera una forma de entrar en mí
y de relajarme. Seguro que me aceptaría como soy.

Pero sé que a veces lo que quiero es imposible…
porque para que fuera posible
necesitaría señales inequívocas y exactas que no hay…

Me gustaría que sólo un gesto mío
fuera capaz de transformarlo.


Era mi culpa

 “Era mi culpa por lo que le había dicho a Isabel, no sabía por qué algo se había cruzado en mi mente. Era el dejarlo todo para regar por la noche. Y, encima, el aparato de Mariora: no lo podía tener durante el día, siempre lo tenía otro. Había preparado los hoyos para regar después del programa, pero convencido que aún sería de día. Y me equivocaba. Sé que me levanté y fui a la habitación. Quería escribir un poema, pero llegó mamá y lo guardé. Le dije que no iba a escribir, pero sabía que era que sí y vio la libreta.
  Tenía algunos sucios. Más de malhumor. Entonces llegó Nacho y me dio más rabia aún. Varias veces pensé en estallar. Contarle toda la historia sería lo mejor. Pero en aquel momento no. A como estaba, ¡jo! tú bien sabes que daría todo lo que fuese por calmarla. Yo me decía: Tanta paciencia, tanto hablar con los curas, pero te olvidas de mí. Si, era culpa mía por no saber organizar el tiempo, pero un poema mío no se puede dejar para una hora determinada. Además, era yo la vida, ¡qué caray!. Llegaba a envidiar a Lourdes, a envidiar todos esos momentos de muerte. Y lloré, me daba rabia, porque tal vez sería un llorar de cobardes. En aquel momento sé que lo pasé muy mal. Varias veces me había parado a pensar un futuro muy oscuro. En un momento se paró y me preguntó: ¿qué te dije?. Y se lo expliqué desde mi punto de vista, pero pensaba “lo mismo de siempre”.   Hoy, al levantarme, no tenía ganas de hablar con nadie. Bajé a cortarme el pelo, suponía un esfuerzo el hablar con mi madre. Después subí, hablé con Malena, una pregunta, pero no me contestó. Después me dijo: “Vacía los cubos”. Y pensé: “Para eso, si”. Pero lo que más me enfadó fue cuando mi madre le dijo a Quico, hablando de Borreiros y de sus diálogos con don Manuel. Contestar no es bueno, pero cuando uno sabe que lleva la razón, no sería contestar en este caso. Eso me enfadó. O lo que dijo un rato antes: “Tú, ayer, me causaste extrañeza”. Yo pensaba: Y tú a mí. Todos parecen enfadados conmigo menos Quico. Pensaba mucho en contarle toda la verdad, pero también recordaba a todos cuantos me habían aconsejado que viviera mi vida. ¿Y ella?.
  Hoy sucedió una cosa curiosa. Es domingo, la una y media y sólo estamos mi padre, ella y yo. Primero, hace un rato, me dijo: ¡Ay!. ¡Cuánta falta me haría la moto para ir a Ramallosa a buscar jamón Cork!, ¡cuánta falta me haría Quico o alguien para que fuese!. Yo le dije que podía ir yo. Me ponía un pantalón sobre el traje de baño, los tenis sin calcetines y la camisa. “Tú tardas mucho en subir”, “tardas en cambiarte”. “Yo quería a Quico”. Al cabo de un rato, me dijo: “Bueno, vete tú”. Y fui. Después había que llevarle una pizza a Matilde. “Papá no va a querer”., “Mariora no está”. “Tú, en la bici no puedes”. “Andando tardas mucho”. Al final fuimos. Me da pena el que sólo pueda fijarme en aquellas cosas que puedan considerarse malas.
  Ayudadme, porque cuando yo empecé a escribir, quería contar estos tropiezos para así poder desahogarme mejor y no tener ira y odio hacia lo que mamá, porque siento que, a pesar de todo, sigue siendo a mí al que más quiere. No sé qué puede ser de mí mañana, creo que aún tardaré mucho en concebirlo. El miércoles, cuando vinieron las señoras a trabajar, me fui con ellas y cuando me iba a sentar a la sombra, llegó ella y dijo, gritando, que eran ellas quienes me hacían daño con tanto pobriño. Me fui a casa porque me mandó, y se quedó con ellas. “Yo también odio ese “pobriño” de Palmira, pero procuro pasar de él. Cuando a las nueve, fui hacia las gallinas, estuve con las señorass y me dijo Isabel que la bronca había sido tremenda. Yo le dije lo que me ocurrió con Quico y que lo prefería a él antes que a mi madre. Hablaba pensando en el mañana, aunque no lo espero. Me respondió que mucho me arrepentiría de esas palabras. Creo que no lo entendió.