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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



miércoles, 9 de enero de 2013

Y en otro tono: Vete a darles verdura a las gallinas y a los conejos

A ti te molesta que yo no sea mayor. “¿Cómo?. Tú haces lo que se te manda -dijo mi padre. Para ser mayor hay que saber pensar.

  Después entré a casa.

  “¿Sabes si Chicha tiene tallarines?, ¿sabes qué son?. Le respondí: “Si, aquéllos pequeños”. Hablando se entiende. “No, son como fideos”. “¿Viste, Mariora?”. No sabe. Voy yo”.

  Estuve allí parado varios minutos. Incluso ahora estoy escribiendo en las escaleras, sin saber si va a ir o no. Sólo pienso que, si al final no va, puede que piense: ¿Viste?. Te encerraste arriba y no me lo recordaste. Lo que temo es cuando empiece a oír la máquina. Pero ahora voy a escribir. Quiero terminar la hoja.   Y escribí. Veía más el final pues quedaba poco.

  Me alegraba por Teresa. Podría llevárselo el domingo. Mi padre iba a llegar a comer y quería terminarlo antes. Pero no pude. Me quedó en la última. Y me da rabia. Pero me parece que oí que el viaje a Lugo es mañana. Si es así y van ellos, todo tranquilo. Recuerdo también antes de ayer, que se puso Quico conmigo como una fiera. Me pregunto si papá me había dejado la máquina. “No sé”, le respondí. Entonces no te dejó tocarla. Es por el episodio cuando le riñó. Yo no contesté nada en aquel momento. Me parece que hace días dijo que no me dejaba. Pero ayer ya la usé. El me lo preguntó y le volví a decir que no sabía. Me dijo: “Si la rompes, no me eches la culpa”. Yo pensé: Si es por eso, no te preocupes; pero no se lo dije. Y eso me parece que es lo peor, el no decirlo. Vino mi padre y me quedé sin escribir. Creo que voy a preguntarle si me la deja. Me doy un setenta por ciento. El caso es que cuando escribía pensaba que sería fácil, pero ahora ya lo veo más borroso. Lo que me parece que sí es verdad es que si no la bajo y la subo, no la rompo.

  No me decido. Voy a ver si termino la hoja antes. Antonio también me dice que voy a pasar más hambre que él. Y no sé, porque yo desde el principio había planeado otro camino distinto, ahora veo que sólo era ideal, que la vida era otra cosa. No estaba preparado. Y siento que ahora sí me he perdido.

  Vivo con miedo, es como si me educaran por el miedo. Las figuras de los padres, me gusta Eladio que les trata como hermanos. Yo quisiera aconsejar a muchos matrimonios, supongo que algo les orientaría. No sé quién me dijo que al final y transcurrido un tiempo, se olvida todo. Cuando recuerdo esto, lo primero que pienso es que tengo una boca para dialogar. Lo que sí tengo es la mente llena de imágenes sucias. Y todas me quieren turbar. Recuerdo uno de los últimos poemas que escribí hoy, que decía que mi camino venía a ser la religión. Y yo me pregunto si algún día lo pensé en serio. Me parece que nunca. A medida que paso las hojas, tal vez vaya cambiando alguna palabra. No quiero quitarle el significado, me parecerá ya dicha, o que hace mal rimando. A veces, frases, porque me parece que al principio tiraba más a las imágenes bellas o incluso palabras que yo mismo desconocía, como medio para ser poeta. Me parece que cuando se las dejé a Tere, le diré que coja, si quiere, las que más le gusten.

  A veces yo mismo me sorprendo de mi capacidad en aquellos instantes, al escribir. Pienso que me voy a estropear la vista, tanto escribir aquí arriba. O hacer crucigramas, o leer cartas.

  Al final, se lo pedí. Fui arriba no muy decidido y crucé la puerta para decidirme. Al encontrarme con él, se lo dije: “Ahora que ya la has estropeado”. Sólo terminé la libreta. Después bajo. Y dije: No está estropeada. Pero él no lo oyó bien y, desde abajo, preguntó: “¿qué has dicho?”. Que no está estropeada. Entré y la terminé. Después lo dejé. Ahora creo que no tengo derecho a contestarles ni otras cosas peores.

  Me dan pena, porque soy incapaz de ponerme en aquellos instantes pasados. Ahora empieza la película “S”. Quería verla, pero al final me he decidido a no verla. Me metí en cama y encendí la luz para hacer un poema. Pasó mi madre por el pasillo y comentó: “Ya está el poeta éste”. Me da igual en el sentido que lo haya dicho, me molesta. Puede que sea bueno, porque ayer, en un momento, me llamó “corazón”, y creo que “hijo mío”. Pero no es eso lo que me anima ya.


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