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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



lunes, 28 de enero de 2013

Ahora es por la noche


 Me acuesto con pijama porque tengo un poco de frío. Me lavé la cabeza. Le cambié la hoja a la maquinilla, pero me he de afeitar mañana. Hoy por la noche no tengo ganas. Ya tengo preparada la carpeta para llevarle a Tere. Desde el domingo pasado vine preparando poder ir al baile, y más ahora que me dijo Antonio que le regalase la cadena a Susana, pero me parece que la obra de teatro y todo eso es mañana. Bueno, iba a ser un problema. Ya le diré, puede que no sea. Mi padre no vino. Supongo que no vendrá a dormir. Bueno, gracias a él puedo escribir. Que duerma donde quiera, ¿no?. Al principio estaba preocupado por que durmiera fuera, pero no le voy a dar ninguna importancia. No sé por qué pienso así, puede que esté con la tía. O que venga tarde. Bueno. Tengo sueño. Voy a dormir.
  Me di cuenta ahora que sólo estaba Mariora, porque papá durmió fuera y mamá está en Roma, de lo necesario que es pasar. Esta mañana intentó no hacer ruido, pero al fin y al cabo, se levantó ella con ganas y quien se la cargó fui yo.
  Un chico me dijo un día que a él también le tenían como yo casi, pero a él le gustaba, o sea, venía a portarse así, en una forma, queriendo. Yo no puedo hacerlo así, porque yo quería… Bueno, olvídalo. Habrá veces en que sí lo haré queriendo y nadie lo tomará en cuenta, pero otras que no lo haré, todos me lo llamarán. Cuando llegué ya tenía pensado hacer las camas y arreglar un poco, pero Mariora me lo quiso recordar. Después me dijo: “Dale de comer a los conejos, porque les di una hoja de verdura y la tragaron”. Pensaba: No puedo hacer dos cosas a la vez. Pero contesté: Ahora estoy haciendo la cama. Y me quedé tranquilo. Hice la mía y les cogí dos cajas de hierba, pero esa contestación me ayudó.
  Me confesé hoy para no darle tanta vía libre al problema sexual mío, y tranquilo. Ahora y cada vez veo más claramente lo que me dijo la hermana Lourdes. ¿Sabes?. Ya hay otra chica a la que le caigo simpático. No me preguntes cómo se llama porque le quise preguntar el nombre y ella me dijo que lo adivinara. De cinco letras y se decía en cuatro: Flora, y Flor, al final le dije María y Mari. Me dijo que si, pero al final que no y me enredó. Bueno, ¿por qué no se lo creo?. Ella me dijo que a veces me hacía el pesado. Ésa es la contraseña.
  Buscaba a Susana para darle la cadena, y también tenía ganas de bailar, no la encontré. Y a Ana tampoco. Lo pasé muy mal. Me caían antipáticos todos. Subí y escribí un poema. Bajé las escaleras y al rato me encontré con Ana que bailó. Después me encontré con Mari. Bueno, y lo había pensado dejar todo marchándome. Pero no, tú y yo bien sabemos lo grande de ese día. En Vilariño, había decidido ir por la tarde a ver el teatro. Al marchar de casa, llevé los últimos poemas que había hecho en una hoja aparte. Algunos no se entendían. Bueno, que los queme. Pero quien les puede dar sentido es Teresa.
  Ya en Vilariño y después de tres o cuatro obras yo fui hacia la parte de atrás del teatro. Ya iba a terminar, pero quería darle esas hojas a Teresa. Otro detalle que me gustó fue el repartir las entradas, aunque fuese con la única chica a quien no le conozco el nombre. Cuando estaba en los pasillos de escenario, junto a una de las puertas, saqué las hojas y le quise preguntar a un chico, no sé por qué me suena en aquel momento Víctor, tal vez porque fue él quien me preguntó un día si lo sabía, su obrita, pudo ser cualquiera. Le pregunté por Teresa y me respondió: “¡Ah!. ¿Es que quieres leer uno?”. Y llamó a Quico. Tenía uno bien escrito y lo leí. Parece que gustó. Me animaron todos.
  Ahora está lloviendo. Y pienso que ya era hora. Por la mañana bajé. A mi padre lo que más le asusta es que un día pueda perder lo que significó para él siempre la figura de padre, y ante todo emplea las manos. Al único que le puede tocar es a mí. Deja que se desahogue contigo. Sabes que por cualquier cosa está él encima tuya. 


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