Tú y yo,
sentados bajo un
roble,
sumidos en el
silencio de las horas que pasan fúnebres.
La vida pasa… y
nosotros seguimos callados.
La brisa sopla áspera
y muerta ante nuestros rostros;
escondidos en la
noche del tiempo
sólo la soledad nos
rodea.
Tú y yo,
perdidos entre los
residuos de la vida, abandonados
en un tiempo diminuto.
El silencio merodea
nuestro porvenir,
la mudez cabalga bajo
nuestras miradas decaídas
y huyentes.
El capataz del
agotamiento laza mi cuello
y seca los corazones
del cariño.
Tú y yo, dormidos en
un sonido,
encerrados en una
caja,
llevados por el sino
amargo en un mar de sombras,
de charcos en el vacío
y penumbras.
Tú y yo, callados
ante el puerto del recuerdo…
tú me miras a mí,
yo te miro a ti
y sonreímos.
Una sonrisa asoma a
mis labios que rodean la muchedumbre.
Un grito de alegría
acompaña la casi
negra charca del presente.
Olvidando la tristeza,
dejando aparte la
monotonía
y matando la cobardía
del tiempo… agoniza
el candado de la
inquietud.
-
1982 –
Te lo he seccionado hasta la insensatez, para otorgarte otra mirada.
ResponderEliminarSentados bajo un roble,
callados ante una hoja,
sumidos en el silencio de las horas.
La vida pasa… y nosotros seguimos.
La brisa sopla áspera ante nuestros rostros;
sólo la soledad nos rodea.
Tú y yo,
perdidos, abandonados
en un tiempo diminuto.
Los dos, dormidos en un sonido,
encerrados en una caja,
llevados por el sino en un mar de sombras.
Le das una mirada más formada, es cierto, más sustancial, pero también me gusta el paso del tiempo que me aporta Fausto, la candidez del instante. No descarto que tú hayas sido un Fausto en otra vida. Te pongo un pero: "La vida pasa... y nosotros seguimos": son dos todos en una frase y para mí chocan. Estaremos vistiendo un cuerpo desnudo: según como lo sintamos serán los vestidos de cada día... hasta que la desnudez de su piel llene la totalidad
ResponderEliminarEso es lo que tratamos de hacer: desnudar totalidades!!!
ResponderEliminarBuscar la sencillez en los encrespados caminos de la montaña es acercarse al precipicio con humildad y consciencia, en donde el sendero se torna más vigoroso y rígido: ahí es donde de bemos dar ciertaamente el grado sublime de nuestra batalla. No pensar en el "después" sublimiza nuestro presente. Pero se construye desde una pequeñez que aceptamos, aunque pocas veces compartimos debido a nuestra naturaleza. Fausto es insustancial, onírico... por eso no le hieren los dardos de la humanidad
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