Aquel día de madrugada clara
La tiniebla cayó del
cielo
y se hundió en el
fango del silencio.
La luz brilló potente
y una paloma surgió de él,
blanca y dorada.
Y el beso afloró la
belleza de una flor parda,
la alegría en una nube
en una estrella
fresca.
Me diste un beso
y la noche
desapareció de mi horizonte,
llegó en un ocaso y
quebró la noche.
Tus ojos de color
rubio se volvían cisnes en mi corazón de espuma.
Ya vives en mí…
por esa felicidad
extraída de la tristeza.
Y siempre que sueñe
no seré yo solo,
seré yo… y aquel beso.
Y me acompañará
cuando duerma.
Estará en el sueño,
en la nube,
en el velo del
recuerdo.
Un recuerdo fugaz,
pasajero,
pero su brillo
perdurará.
Porque
llegó en la noche
y allanó la bruma.
-
1982 –
Cambiaría el final para hacerlo más rotundo. Creo que le sobran versos, sobre todo al final, pero es más que una promesa de poema.
ResponderEliminarno es el escritor o el poeta el que pare un poema, es el poema el que pare a un escritor. Y desde este punto de vista la rotación del tiempo nos está pariendo a cada segundo. Significa que Fausto se está transformando; esperemos que su luz no decaiga
ResponderEliminarTodo es un charco de sangre y el poema llora cuando pegamos al recién nacido para que respire. Nunca decaerá si Fausto escribe como comenta Jean.
ResponderEliminarPara Fausto la realidad y la naturaleza son parte de un mismo todo. Y así se va desnudando para él, siendo naturaleza. Cada secuencia es parte de uno mismo, cada porción... El pero que le pongo yo a Fausto es que nos presente sus escritos a veces tan juntos, yo les daría algo más de espacio entre líneas en un intento de detener el paso del tiempo. Algunas veces me sorprende la fortaleza de sus versos, en su mundo de ilusiones
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