Damas de noche,
damas sin dueño,
damas decentes,
dulce veneno.
Damas que son
estrellas fugaces:
se encienden de noche…
son lunas de cobre
en el cielo salvaje.
Son damas de noche
y damas sin dueño,
despiertan de noche
y duermen los sueños.
Mi dama de noche,
mi dama encantada…
respeto tu nombre,
pero
¿por qué a mí me
llamas?
-2015-
Damas que defecan como palomas sobre nuestro sudario... Si te llaman es para que observes su pródiga manera de mancharte.
ResponderEliminar¿Quién no ha necesitado alguna vez de ellas?, ¿quién no ha sentido lujuria al ver las ahí, dispuestas?... ¿quién en la necesidad fisiológica de crearlas?. Muchas veces creer en ellas nos alimenta: ¿y quién nos juzga a nosotros si es así?, ¿por qué juzgarlas a ellas?. ¿Quién no ha tenido sueños infieles?
ResponderEliminarMe has contestado con un poema de absoluta fisiología y eso que mi comentario tenía algo banal e improcedente. ¿Quién no ha osado la infidelidad de los sueños?
EliminarCrees que eres libre y piensas: Yo vuelo porque me siento libre... y no es así: alguien precisa ocupar ese espacio que ocupas tú. El cielo necesita estar poblado, la tierra también lo necesita, el mar... pensamos que todo nos pertenece y somos nosotros quienes le pertenecemos. pero aún así nos seguimos intercambiando códigos unos a otros. Agradezco tus palabras. Creo que somos reos de nuestra propia infidelidad porque la vida algunas veces es infiel para con nosotros cuando nos permite adentrarnos en caminos equivocados
ResponderEliminarDeberías publicar comentarios en vez de poemas (poemacomentario). Me gusto lo de intercambiar códigos...
ResponderEliminarA ti te gustan los comentarios, a mí me gusta cómo me tiras de la lengua y cómo tengo que concretar los pensamientos. No sé al final lo que resulta de cada uno, pero seguir un hilo conductor es apasionante, sobre todo por los recovecos en los cuales se funde contigo. Siempre te dije que me gustaba que estuviera conmigo, porque nosotros parimos a quien escribe, aunque se equivoque al igual que todos
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