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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



jueves, 28 de marzo de 2013

Bajé, por encima de los conejos, una caja de carozos,


 debajo de ella. Tal vez estaba arriba y no la había visto. Subí. Debajo no estaba. Se puso peor. Le quise decir que se tranquilizara. No pude. Estaba chillando. En la habitación, arriba, me había enfadado conmigo por ese periodo en blanco. Tranquilo, no te sulfures. Le quise decir que no me pusiera nervioso. No pude. Me echaba la culpa. Arriba, el cuarto. Ya se tranquilizará. Entrar en la cocina será un martirio, pero ya estará más tranquila.
  ¿A quién echarle la culpa?. A nadie. Total, ¿para qué?. Seguirán llamándome inútil. Bajé a los conejos. Había caído dentro o debajo. ¿Cómo debajo?. Era un sitio imposible. En aquellas condiciones, no me digas que aún quedaba algo imposible. Encontré la hoz nueva. Hacía mucho que faltaba. Después el cuchillo: estaba en la caja de carozos, pegado en la esquina. Ahora, después de comer, me dijo: “En la estantería, encima del wáter, hay una flor rosa”. Y me cegué por la que hay enfrente.
   Cuando marchaba de la cocina Mariora comentó: “Ya verás cómo no se enteró”. Y volví, pero en la estantería no estaba. Me lo repitió, pero nada. Entró Quico al baño y le pregunté si sabía; junto al baño, en la pared, también hay una más pequeña y más baja.
  Casi nunca me fijé en ella, no sé si hace tiempo, porque nunca la utilizaba. Cuando él se la iba a dar, salía enfadada de la cocina. Y él se la dio diciendo: “Déjalo, ya ves”. Era humor, tal vez le hacía reír. Seguro que se toma en serio eso. Malena diciendo que quería entrar. Bueno, pienso que ya no podré ver a Isabel como antes. Hace un rato, después de escribir dos hojas a máquina (bueno, no es tal rato), bajé al pueblo. Fui hacia las gallinas y encontré a mi madre en la basura. Había ido a recoger las manzanas. Yo le dije que también iba. Fue mentira, si, pero el caso es que bajaba. Bueno, recogí con ella todas las del suelo y me apuntó: “Vas a regar el nabicol, todo lo que limpió Isabel”. Le respondí que ya regaba desde hace seis o siete y hoy también. Dijo: “Pero si eso no tocó agua desde que lo limpió Isabel. Eso es mentira”.
  No tiene derecho a decirlo. Y lo peor fue el callarme. Sé que estaba haciendo la segunda hoja cuando subió mi padre y no me dijo nada. Cuando vi que la máquina ya no hacía un ruido normal, quise escribir con la mano izquierda, todos los dedos, pero al dar con la mano derecha noté un ruido diferente.
  Espero que hoy, viernes, coincida con la llegada de la carta de Pily. Si me la mandó el martes, como me dijo, tiene que ser hoy. De todas formas, porque sé que seguro que el domingo irá. La historia terminará bien. Ya digo “seguro” porque ese “no ir” ya entra dentro de la suerte. Bueno, pero estoy seguro que irá. Ya empezó otra vez a escribirme y eso es algo que abre otra vez las puertas. Bueno, me iba a afeitar, no empezaba con el cotorreo. Ahora sí, andando la leche, ya me saldrán cosas para hablar contigo.
  Iba a ir a otro centro de Vigo en donde enseñaban obras con cuerdas y todo eso. El chico de Decoraciones me dijo que ya había empezado, que le preguntase a mi madre. Y yo veo lo mal que estamos de dinero. No se lo pienso decir, hablaré con el chico para decírselo, a no ser que hable ella, la cantidad de sobres que me trajo Mariora de Al Campo no los encuentro. Tanto esconderlos por temor a Quico. Tengo un sitio y creo que deben estar arriba, en los estantes que hay donde coloca las manzanas mi padre. Voy a ver.
  No. Sólo pienso en ti. Voy a llamarte. Hablé con mamá. No, no cambió nada. No sé qué hacer. No hago nada. Voy a escribir un poco. No subió del correo. Bueno, no importa: mañana. Pero ahora me acuerdo que mañana no estoy.
  Jo, para el lunes. Bueno, no importa, así empiezo una semana. Ya ves cómo soy. No está bien que te escriba sólo cuando se me ocurre algo. Me alegro que fuera a coger unas flores de donde está enterrado Ross. Las regué ayer, como todos los días, aunque aquéllas no lo hice tanto. Pero ayer estaban un poco pachuchas. Me pregunto si esperamos a Quico. Cambió, porque hace dos o tres minutos subí apurado: se me había ocurrido un poema. Al pasar por la cocina me dijo que pusiera la mesa. Le contesté: No puedo (cualquier mentira), subo a buscar una hoja. “Tú lo que quieres hacer es tu voluntad”-me aseveró. Pero no paré. Fui a la habitación y escribí. 


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