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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



martes, 5 de marzo de 2013

Fui a la cocina. Mi padre estaba arreglando la puerta de la cocina.


 Tenía abierta la trampilla de arriba y estaba colocando el sitio donde debe dar vuelta la persiana. Me preguntó: “¿Ya vienes de la habitación?”, enfurecido. No, vengo del  fallado. Creo que me lo preguntó otra vez, como siempre, no fue eso lo que me irritó. A la tercera vez de preguntármelo, le seguí contestando que en el fallado, pero mamá se acercó a mí y, casi empujándome, me dijo: “Calla y vete”. No me dio tiempo a decirle nada. Reaccioné más tarde. Si, eso es lo que queréis vosotros, que me calle. Y otra vez a decir mentiras. No entiendo por qué me dijo eso, que me calle.
  Supongo que antes también sería muchas veces así, pero me imagino que los padres no buscarían decir cosas al tuntún, sólo por discutir. Lo que ya comienza a ser ánimo es que mañana es sábado, o sea, pronto llegará el baile. Toda la noche, desde que me lo dijo hasta que me dormí, estuve dándole vueltas a ese “Calla y vete”. Y ahora llego al papel y lo resumo en tres palabras y, además, esa esperanza no la tenía ayer. También me joroban las indirectas. Hoy llegó mi hermana por la noche y yo estaba en la habitación. No tenía ganas de levantarme a cerrar el portal, pero sé que si ella se acerca a mí preguntándome si puedo ir a cerrarlo, iré. Aquel poema que decía que, quería ser libre para elegir, lo siento más cerca de mí. Llegó a mi habitación y me preguntó si sabía dónde estaba la linterna para ir ella a cerrarlo. Y yo pensé: No será verdad. Está en la cocina. Se la fui a buscar y, al venir, estaba hablando por teléfono. Se lo dejé en la puerta de su cuarto y entré en el mío. “Que lo pida, ¿no?. Debe de saber que yo no voy a negarme, al contrario, no puedo hacerlo, aunque sepa que de mayor me va a mandar a tomar por saco”.  Pero me cortó el segundo paso, me parece que dijo algo así como: “¿no vas a cerrarlo?”, digo algo así, porque sé que fue en un tono de ese tipo. No estuve de acuerdo con su salida, hasta murmuré: “Cerda”. Eso no lo tenía que hacer así. Había pensado: “Ya verás cómo vas a terminar yendo tú”.
   Aquella salida cierto es que me dolió mucho porque no la esperaba, pero pienso que ya me estoy acostumbrando. Hoy hay cine de medianoche. Nacho me preguntó si había y yo le respondí que si. El va a verla, supongo, yo también y supongo que si al final es tan grosera, podré escribir en la cama.
  No la vi, me dormía allí. Ya es de mañana, me parece que me sigue dando rabia ver a algún perro lleno de tierra, sobre todo las patas. Siempre es Mimo. Y hoy pasó una cosa graciosa por teléfono. Llamó un señor hablando que no se le entendía nada. Después de repetirlo tres o cuatro veces, le pude entender “migón”, podía ser una miga grande, la panadería y le entendí después hormigón. Se había equivocado. Primero dije “¿cómo?”, luego “no entiendo” y a la tercera me quedé callado.
   Ayer mi madre se disgustó y me dijo: “No puedes estar así todos los días. Tengo que mandarte a ese centro de Vigo”. Estando aquí en casa hago lo que puedo, no mucho la verdad. Claro, veo lógico que escriba a escondidas o esté sin hacer nada, creo que si encontrara ya esa libertad para poder hacerlo, sería otra cosa, pero bueno, más vale lo malo conocido que lo bueno sin conocer. Prefiero seguir así, aunque me disguste. Al menos,  no tiene que ir tanto a lo de Chicha o incluso a Ramallosa. El otro día me apuntó en un papel ir a Manolito y coger unos papeles en lo de Alfonso. Fui a Manolito y tenía que subir dos bolsas. Me preocupaba porque no podría subir en bici. Creo que se levantó mi padre al baño, pero ya no hay nada que temer. Volví a casa y, al llegar arriba, me había olvidado los papeles. Pero podía solucionarse, por eso no entiendo.
  A la hora de comer estaba en el fallado planchando y yo escribiendo. Me dijo: “Baja a comer que yo tengo que marcharme”. Le contesté: Bajo luego, si dejo la hoja en la máquina la estropeo. Pero también es una respuesta que me tranquiliza. Ayer por la noche no escribí nada. Y ahora, cuando fui a ver si había Ayer por la tarde llamé a Pepi. Hablé con la madre, porque ella está en un instituto de Vigo. Como ella me vuelva a escribir, pensaré que todo un tiempo valioso habrá sido perdido. Me recuerda un verso que decía: “Tenemos que rehacer el tiempo”. Pero aquella inocencia, aquella dulzura, todo eso se va igual que el tiempo y todo eso es lo que me hace llorar y me hace enmudecer tantas veces. Toda la ternura que me mantuvo vivo esperando tus cartas, ya me parecerá inútil. Me horroriza pensar que ha sido culpa mía que tú estés dormida y callada. Culpa mía será al fin de cuentas, me horroriza sólo pensar en ti. hervido la leche, estaba arriba del todo, menos mal que no salió. La segunda ya no subió y la tercera no sé. No, tampoco, vine a escribir para ver si subía, pero nada.


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