lo que significa un segundo para mí, un segundo es una vida. Ahora por la
tarde quise ir a quemar, le pregunté a Mariora si iba a abrir la cocina y me
dijo: “Tú solo nunca quemaste. No, ahora no quemes”. No sé si significó lo
mismo que pienso yo, pero tampoco quiero decirle “no” a la ilusión.
Hablé con Pily. Ya le conté que dijo que me
escribiría y no lo hizo. Esperaba que lo hiciese yo. Bueno, ahora le escribo.
Será una carta larga. Mariora dijo que bajaba al pueblo a hacer las compras ya
subía. Se va a ir. Estoy esperando en el portal y escribiendo. Me importa unas
narices lo que piensen: Mariora aún no llega. Escribí la carta y así paso el
rato. Son las 8 y 20. Pensé que era muy tarde. No sé si Quico me verá
escribiendo. Hoy hay que ir a misa. No lo sabía. Con esto de obligatorio y no
obligatorio…
Yo voy a ir por Tere. Y, si esta tarde salgo,
iré hoy y mañana al baile. Tampoco él me dejará escribir si me ve. Voy a pasar.
No sé qué decirle. Me levanté, tomé la leche y, al mismo tiempo, puse un poco
de agua para afeitarme. Me imagino que se levante mi hermano y me diga:
“Tomaste mucho pan y no pensaste en los demás”. Si, en efecto, quedaba cerca de
media barra y ahora no queda más que un puñado. Pero se me ocurrirá
responderle: De tanto preocuparme por los demás, mira en qué me he convertido.
Y me parece que todo el problema comenzó cuando me quise volcar.
Si, ya veo que me equivoqué. Antonio habla muy
bien, pero cuando se va o incluso cuando hablo me gustaría contestarle que yo
creo en Dios, pero le haría daño. Hasta le pregunto si en verdad hay obligación
de oír misa. ¡Qué ridículo!, ¿verdad?. Voy a afeitarme. Y creo que va a
desconfiar. Ahora entré en cama y fui dos veces a coger la libreta. No creo que
pueda hacer tantos poemas. Son las diez y media y no tocaron las campanas de
San Pedro. Mariora y mi padre se acaban de levantar ahora. Creo que me engaño
otra vez. Se lo pregunté a mi hermana y ella me dijo que a mi padre, se lo
pregunté a él y me dijo que no. Al menos me distraje un poco, aunque me haya
afeitado hoy.
¡Demasiao!- dijo Quico. Tal vez no lo
sabía. Cuando Antonio habló conmigo me dijo que a mi padre le daba rabia verme
con 33 años y hecho un niño. Me gustó, claro, me gustó pensarlo así. Ahora veo
que no. Luego le contaré por qué. Ahora estoy en la habitación y no quiero que
me cojan. ¡Bah!. Olvídalo. Creo que lo que le quería decir es que debo ver para
mí en primer lugar. También recuerdo un día que me dijeron: “Tú lo que tienes
que hacer es atender la casa y los animales, hacer lo que se te manda”. Creo
que un día me dijo: “Buscar ya te buscamos nosotros”.
Hoy es sábado y también fui al baile, aunque
piense ir mañana. Fui. No fueron ellas, sólo… y su amiga. Hablé un rato con
ellas. Cuando empezó (le decía que al menos el bailar una me bastaría. Ella
decía que si pero más tarde). Sé que bailé la primera y le dije que si se
enfadaba al bailar otra, que bailar sólo una… bueno, eso. Bailó otra y la
tercera era “Hedí”, le dije que ya no le iba a pedir más. Ella me dijo que me
lo pedía ella. Y bailó. Me animó, también me dijo que debía ser yo mismo. Y
hablé con Manolo al salir. Me dijo que le contestase: si no lo fuera, no me
tocarías. Pero no me atreveré.
Me parece bien el pensar: Tú me lo
hiciste y parece que me lo quieres seguir haciendo. Me molesta el que me digan:
“te aconsejo”. Muchas veces no hace falta decirlo o tal vez soy yo que lo veo
en todos los sitios, pero porque me molesta. Guardé los animales y le puse
manzanas cortadas a los conejos. Fui a la habitación y me cambié. Después fui a
la tele (Ahora es domingo por la mañana. Todos durmiendo, puedo hablar
tranquilamente) donde estaba mi padre y le dije: Buenas noches, no contestó
nada. No es ya porque me molestara sino que no le pareció tan tarde. No sé qué
hora era, supongo que pasaría un poco de las diez. Total, me vine a la cocina
y, al cabo de un rato, llegó Malena preguntando si había cerrado todo, que lo
había preguntado él. Y es esa manía de decir “te aconsejo”…, ya parece escrita
en las palabras. Le respondí: Si, lo acabo de hacer. Pero no quedé conforme,
porque siempre habría una pregunta más. Además, ella me preguntó: “¿Seguro?”,
dos veces. Y yo siempre pienso que, en el fondo, mis hermanos lo saben, mucho
más inteligentes que yo, y me quieren ayudar. Pero no caer en ese miedo, o no
sé si es duda, aunque sabía que lo había hecho, ese no saber qué hacer.
Murmuré: Y si no que vaya él. Mariora me cortó diciendo que eso era
malcontestar. Y me molestó que fuera así.
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