y me dijo que me pusiera el gorro. No sé dónde está, pero a ver quién le dice que ya consiguió lo que quería y es que temiese cualquier movimiento suyo, que tuviese miedo. Y así está arruinando mi vida. Creo que lo malo es no escuchar mis razones. Yo sé que dejaría de mentir. Llegó él por la cocina. El gorro estaba debajo de los jerseys en el armario. Menos mal. Hoy, cuando iba a misa, vi más claramente lo que me contó Víctor en el bus a Fátima. Cogí a Pedro, que pasaba justo por aquí cuando yo salía, y fui con él hasta el cruce de San Pedro. Le pregunté sobre ayer, también había ido, y le conté lo que me pasó hasta San Pedro. El me dijo como todos: Tantas chicas, aunque no con una persona de Ramallosa, a él parece que le gustó de verdad. No creo que después me llame plomo. Con todos los de aquí, hace mucho que pasó de edad esa palabra. Pero cuando iba a Vilariño, pensé en Víctor. Y es verdad, ¿a Pedro le puede interesar que Fulanito, que él no conoce de nada, hablara conmigo?. Cuando le vea, pienso hablar con él.
Nadie me dio un beso en Vilariño, al final me
consideré una lapa detrás de Tere. Hasta le quise contar lo de la caída, pero
no se lo conté. Ni le entregué los poemas. Bueno, pero en la misa estuve
animado. Me llama la atención una de las dos hermanas, delgaditas, hoy estaban
fuera y, como llegué tarde, me quedé afuera y, aunque quise entrar, al final no
me moví, era distraer. La morenita, va mucho de blanco y negro, me miró dos o
tres veces, aunque yo no hice nada. Recuerdo que muchos domingos que estoy dentro,
a ella la veo en un banco a mi lado. Muchas veces recuerdo darle la paz. Hablo
y no conmigo mismo, eso creo que lo hago, en el fondo, porque hace que miren
para mí. Al ir a comulgar, fui con Teresa, que estaba en la fila en ese
momento. Hoy viene mi madre. Bueno, tampoco fueron muy negativas estas dos
semanas. Cierto que hubo sus más y sus menos, pero ya pasaron. Hoy traje la
carne picada, y todo. Pelé, herví, más me preocupé por las flores. Las regué
esta mañana y ahora parece que tienen mejor cara. Grabé la cara que me había
quedado. Ayer bailé con Paz, Loli no había ido, con Ester, con una amiga suya
que no quería. Lo peor fue el no ver a quienes esperaba. Pero bueno, eso me
ayudó a pedir. Bailé con una de Porriño, se llamaba Pily. Supongo que me ayudará
a reconocerla otro día el que llevaba unos pelos como Malena, y unas gafitas
redondas. Al final bailé con, creo que es Angeles, bajita, un poco gordita y
muy cariñosa, aunque no me acuerdo muy bien de su nombre. Hoy va a venir mamá.
Sólo Mariora y yo en casa. Manzanas es lo que abundan y, antes que me lo digan,
las como. Pero cortadas, porque enteras le afectan a los dientes. Creo que una
de las cosas que hace Quico y me parece muy bien es no tomarse las llamadas.
A todo meter, hacer esperar aunque sea al que
llama. O cuando comía alguna vez nueces, me molesta que Mariora piense que como
sin pensar en los demás. Ya sé que le gustan a ella y a mi madre.
No sé si te conté las manzanas que cogimos él y
yo. A mí me dijo: “Coge las del suelo, que están bien”. Y yo me pregunto: Si
caen, se golpean; pudren más pronto. Hoy fue él a buscar unas oscuras que
habían quedado amontonadas y me preguntó que qué había hecho durante el día y
suponía que perdiendo el tiempo, lo sé hacer muy bien.
Le pude decir que al ir a las 10 menos bastante
Rosa no estaba y cuando fui a las diez y algo seguía sin estar, así que le dejé
el cacharro. La rueda estaba pinchada, fui a lo de Chicha, con la de Quico y
bajé. Cuando subí eran las doce y algo. Aún por la mañana estuve quemando un
rato, pero tuve miedo y le dije que había estado cogiendo y puse arriba.
“Inútil, que no sabes. Inútil, no sirves para nada, un rato: inútil”. Terminó
diciendo que fuera arriba y bajase las mías. A lo más que le dije fue: de las
que cogimos tú y yo. Cuando me preguntó por qué no las había cogido, le dije
que había arriba pudriéndose. Fui arriba y aún saqué bastantes podridas de lo
que hizo él. Pero no se lo dije. De todas formas, ya no tuve tanto miedo.
Incluso cuando llegó y pitó, tuvo que abrir Malena que iba con él, y yo fui
casi al final. Me preguntó y le respondí que apagando la tele y la luz. Me dio
la impresión que él no quería oír eso.
Paró el coche, y ya había salido, de pie
delante de mí. Sé que dijo una palabra, quería atemorizarme. Le respondí lo de
la luz y me la repitió. Murmuré un “bueno”, pero creo que no me lo oyó. Pues
aún lo repitió una tercera vez. Pero todo esto me sirve para entender y poner
en práctica cuanto antes, que ya tengo menos, pero todavía un poco, y tengo que
desterrarlo. Pues aún quería que subiese para que viera la caja de podridas. Y
luego bajé, pero ya no dijo nada. Ahora marchó a buscar a mamá. A ver si se
gana el nombre de mamá…, para siempre. Debe traer un gripazo o una afonía de
campeonato. Prepararle leche caliente. Le trajo llaveros. Le voy a llevar yo el
de Fátima a ver si se entera. Pero ya me mandó a la mierda al guardar el coche.
“Cierra la puerta”, “queda abierta”, “las dos manos”, “de mierda”. No se lo voy
a dar, ya pasaron el valor de los llaveros. Los tiene sobre la mesa. Voy a
llevárselo. Se los puse, pero no se enteró. Tal vez después al contarlos
pregunte de quién es el otro. Fue a la cocina a tomar esa leche y Mariora le
dijo lo de la leche ir un domingo, que quería bajar a Ramallosa (debió ser algo
que le dije de que el sábado llenaba un cacharro para no coger el domingo). “Y
encima se ríe”. “Y encima se ríe”. Tengo ganas de meterme en la cama. Por culpa
de él. Me cago en diez, si se diera cuenta. Me voy a meter en la cama. Nada
puede resultar bien. Si se metiera la lengua en el culo.
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