Esta noche me desperté y nevaba. Los copos del amanecer se estaban asentando sobre las ramas de los árboles y dejaban paso a un amanecer más limpio y trovador. Hoy goteaban como rocío en la noche, con su paso lento y que me embrujaba.
Y los que no alcanzan la rama se dispersan por el camino y se agolpan en él. Yo me escondo por un momento para ser testigo de lo que estoy mirando y cierro los ojos para que no me mire el alacrán, pero sigo aquí y ella lo sabe, que lo que sienta hoy se hará reino en mi interior.
Abro los ojos para paladear el sabor de sus dedos y quiero beberla, exprimirla contra mí como señal de complacencia. Y hoy la nieve limpia mis pupilas del malsabor del mundo.
Me detengo, respiro… la nieve tiene olor a una soledad embriagadora, a silencio. Y en un instante siento palpitar la libertad dentro de mí y le llamo nieve, como ella…
Y sé que todo lo que ella toque me pertenece.