Ayer el silencio me ha dicho: "Oye, me estás preocupando"
y ha dejado caer sus arcadas sobre mí para
que me diese cuenta. No me
preocupa, no, que el silencio me hable;
al contrario, me reconforta.
Ayer el silencio ha estado junto a mí y me
ha hecho saborear la noche.
Y yo me he rendido ante las acuarelas que
él me dibujaba
porque eran más profundas que las que
imaginaba yo.
Entonces quise robarle un palmo de sus
dedos,
un palmo que me llenase de paz, pero no
pude
porque él me los guardaba muy adentro.
Por eso los bebí, si,
porque sabía que así podría llegar a
alcanzarle un día.
Ayer el silencio ha sido para mí.
Y es curioso que hoy no haya estrellas en
el firmamento
que me colmen de caricias.
No te disculpes, Adolfo, más bien yo que he tardado en contestarte
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