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Con estas palabras os doy la bienvenida y mi mayor agradecimiento a vosotros que sois los que hacéis posible que este blog se mantenga activo y vaya renovándolo cada poco tiempo. Mi deseo es que el contenido de este blog os aporte diferentes emociones y sentimientos. Un abrazo cariñoso también a todos los que estáis ahí y formáis parte de esta poesía y a todos los que quieren también formar parte de ella, a las nuevas incorporaciones: un abrazo de bienvenida a todos ellos



martes, 28 de junio de 2011

Se llamaban Natalia y Vanesa

  Ellas comenzaron a ser la feliz introducción para cuando llegase Teresa y fuera feliz, más aún. A veces les decía: "Bueno, ya no os pego más", y al rato volvía. Lo que me maravillaba era que no se enfadasen. Eran hermanas, pero Natalia un poco mayor. Todos los domingos me gustaba llegar pronto por ellas. Y jugaba también con las otras niñas. Si algún domingo no las encontraba allí, jugaba con las demás, pero en el fondo me sentía un poco solo. Las había llegado a querer también.  
  Varios meses estuve así jugando con ellas y, un domingo, al ir a subir en bicicleta desde el convento, las encontré y les dije que si subías a alguna. Ya había subido a alguna niña más, y me agradaba porque al final del viaje, les pedía un beso y me lo daban. Yo procuraba que todas fuesen niñas. Primero subí a Vanesa creo, y le iba diciendo por el camino que me atropellaría un coche, que la tiraba a la cuneta, que chocábamos con un muro. Y también le dije que al final me daría un beso. Me dijo que si, y me animé más. La dejé, me lo dio, y fui a buscar a Natalia. Le dije lo mismo, tal vez con un poco más de miedo, porque era un poco mayor, pero no importó. Así que también me lo dio.
   Al domingo siguiente también las encontré en ese mismo lugar, pero ahora llevaban a su hermana pequeña. Así que les dije si bajaban. A la primera que monté fue a la hermana pequeña, porque quisieron ellas. Y la bajé. Pero al llegar a la parte final de la cuesta, y la coloqué en el suelo, empezó a llorar y miraba hacia arriba. Le quise preguntar si había hecho algo, pero sólo lloraba. Me di cuenta que se sentía lejos de sus hermanas, así que le dije que las iría a buscar y subí la cuesta. Llegué arriba y se lo dije a Vanesa, así que subió y la bajé a toda velocidad. La pequeña intentaba subir la cuesta andando. Llevé a Vanesa y entonces ella dejó de llorar. No sé si entonces me dieron un beso, creo que si, las dos. Lo que no sé es si a la vuelta me lo dieron. Creo que en ese momento también. Bajé a Natalia y ella también me lo dio. Creo que les dije: "Ahora me lo das tú y a la vuelta te los doy yo", pero eso es sólo un truco porque también me lo dan ellas. Al principio fue dándole dos besos a Isabel Faria, que le dije que no era justo darle dos besos al aire, porque tal vez esperan darte uno y que tú le des otro. Todos ya sabían que había que dar cuatro, dos ella y dos yo.
  A la vuelta también las subí y me lo dieron. Esta vez subí primero a Vanesa y después a la pequeña. Entonces le dije: "Ya no estás enfadada, no vas a enfadarte más, ¿verdad?". Su cara era más alegre y me gustaba. Pero me dijeron que tardarían varias semanas en volver porque se iban. Mi madre seguía enfadándose conmigo y yo, muchas veces, no le encontraba razón, me seguía convenciendo de que fallaba el diálogo.

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