Llega la noche y las sombras
merodean ante mi
habitación,
bailando al son de
tambores,
tocando una vaga
canción.
Renacen los
fantasmas y las luces
reclinando están su
fulgor,
renacen los
sollozos huecos
y ratos de
desesperación.
Forman coro
junto a una hoguera
con llamas de oscuro
color,
las lágrimas mudan
sus vestiduras
por pedazos de
depresión.
Y el silencio
se hace eco del vacío
y marchita su potente
voz,
que se esconde entre
los suspiros
del crepúsculo
corazón.
Allí estaba
yo, al centro atado
con lianas firmes de
espeso grosor,
hasta el fondo de mi
polvo se apartaba
y moría en el cemento
del cañón.
- 1982 -
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