Aquí en mi habitación
alumbrada por una
mustia làmpara
echo de menos el
fuego de tú amor,
aquel mar tranquilo
donde navegábamos tú
y yo.
La brisa fresca y dulce
que salpicaba
ligeramente nuestros cuerpos,
y derramaba nuestros
besos
sobre siluetas oscuras
que se revolcaban hasta
el amanecer
de un día cualquiera.
Aquella pasión
arrastrada
por el oleaje de
nuestros deseos,
y aquellos continuos
secretos suplicantes
ante aquella
avalancha de besos interminables
que convertían
nuestro amor
en un mágico
continente
donde atrincherábamos
nuestros cuerpos,
con la mirada perdida
en el firmamento.
Me besabas en
silencio,
excavando manantiales
de deseos,
y mis labios,
ansiosos de aquella
piel sofocada
por el olor de tus
besos
torturaban mis
entrañas.
Hoy, quisiera escapar
de tì,
pero en mis noches de
soledad
estás junto a mi,
tú corazòn se riega
por todo mi cuerpo
dejando mi alma
en un mudo silencio.
Sólo sé amarte,
Dime,
Dime cómo olvidarte!
¡Crujiente sirope con sabor a nostalgia!
ResponderEliminarLa nostalgia muchas veces es una devoradora sin escrúpulos ni arbitraje. Se lanza sobre ti y te hace débil, más de lo que eres en soledad
ResponderEliminarHay debilidades que son la constatación de fuerzas intrínsecas.
ResponderEliminarLa fuerza del amor es como la ola: te lleva, te arrastra, pero al mismo tiempo busca sacudirte desde los cimientos. En esos momentos debemos saltar para demostrarle que también somos dueños de lo que podemos sentir. Si nos envuelve y nos devora, sólo dejará de nosotros la fugacidad, pero sis penetramos hasta el fondo, allí nos espera la diosa y nos hará debilidad
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