Mi
madre llegó enfadada porque Sol cojeaba de una pata. Creo que me cegué al
pegarle. Lo del pato lo supo cuando le dije que había pegado a Sol. ¿Por qué me
cegué?. Lo fui a enterrar al campo de afuera, y Quico vino después de un
rato. Ya había hecho un hoyo y yo me agaché a llorar. Lloraba de pie
mientras él me decía que el pato pudo morir de viejo o por una enfermedad. Me
dijo que eso era llorar por mí, que eso era de cobardes. Si, soy un cobarde. Tú
ya sabes todo lo que pasa. Me dijo que nadie me entendía, ni mis amigos. ¿Será
verdad?. ¿Entonces?. Mi madre estaba muy mal. Ahora está en la cama, pero
siempre digo que soy yo quien le va quitando años. Quico me dijo que en muchas
cosas de las que hiciera, debía convencerme que era inútil, y debía tenerlo
presente cada día. ¿Será verdad que me tomo las cosas tan a pecho?: esto pasó,
pero ahora llegará mi padre. Debía haber tenido presente que no podía dañar
tanto al perro. No quiero pensar que le pude haber fracturado una pata. Mi
madre fue lo primero que dijo. La tiene hinchada. Me cegué por el pato y olvidé
al perro. No, no quiero darme toda la razón. Soy un cobarde, si. Me dijo que me
quitará el dos mil, la discoteca los domindo. No me importó. Pensé en irme de
esta casa, pero también me da miedo. Me dices que yo tengo la culpa y no sé en
qué sentido. ¿O no lo quiero ver?. ¿Qué me pasa? Y vuelta a decirme que debía
de haber hecho una copia de los poemas que le di a don Celso. Que él se rio de
mí. Me dijo que los había perdido, eso era mentira. Y yo digo, ¿no te reíste
tú?. Y me callo. No sé decírselo. Sólo espero que me ayudes y que Sol no tenga
la pata fracturada. Me parece que siento pena de mí mismo. Mi madre quiere ir
al viaje que se va a hacer a Roma en Septiembre y yo sólo le estoy planteando
dudas. Antes pensaba que era Dios que me estaba pidiendo. ¡Qué iluso!. No digo
que no sea verdad, pero me parece que soy un iluso. Todos los días me vuelco en
ese trozo de vida, pero ahora me pregunto en qué medida lo hago. ¿O es sólo de
palabra?. Me quiso tirar lo que tenía sobre la mesilla. Sobres de Ana, un
recuerdo de Lence, y me tiró la libreta amarilla. Después salió al pasillo. La
recogí. Como me dijo don José Carvajal, esto es un hablar contigo. ¿Por qué es
así?. al suceder un lunes, la culpa es del baile ¿es malo aquello?. ¿Es mala mi
vida?. Ayúdame a que me pase pronto esto.
¿Por qué siempre me falta algo para contestarles?. Por ejemplo, mi madre,
cuando me dijo que el primer sitio donde tenía que enseñar los poemas era en
casa y comentarlos; cuando pude haberle dicho que ella era la única que se reía
de ellos?. ¿Por qué siempre le doy sentido a todo lo que hago, y después,
cuando me pongo a meditar, se la quito?. ¿Por qué todo cuanto pienso lo hago
por ellos, y después comprendo que la mitad no debí hacerlos?. A veces pienso
que ya estoy destinado. Es el miedo, ¿miedo a la vida?. ¿Cuántos tumbos damos
todos, Dios mío?. Creo que yo seguiré siendo igual siempre. Me gustaría quedar
escribiendo, pero no, voy a que me dé un poco el aire, a ver si puedo quemar
plásticos. Ya los quemé. Había ropa afuera. Desde hace algunos días, aunque
sólo fueran dos o tres veces, intenté limpiar la jaula de la derecha. Pero, hay
un detalle: ¿dónde pongo los conejos?. Pensé en la jaula de al lado, pero tenía
miedo porque había conejos mayores, y podía pasar cualquier cosa. Podía
ponerlos en el prado, pero temía a los perros. La jaula estaba sujeta con un
alambre. Fue ella y, la primera razón que me salió, fue la del alambre. Me dijo
que lo soltara y lo solté. La duda que tuvo ellas fue dónde colocarlos. Pensaba
que un miércoles, cuando viniera Isabel, podía hacerlo, pero ya sé: voy a bajar
una caja de cartón y guardarlos allí. La idea de la caja me surgió cuando te
empecé a escribir ahora, meteré verdura. No veo una caja; bueno, ya me las
arreglaré. Soy un animal, no comprendo cómo pude hacerle eso. Y el daño que he
causado.
Amados cobardes!
ResponderEliminarEn la cobardía, Raúl, siempre hay algo de arrepenmtimiento, pero por encima de todo lo que pueda sentirse hay una conducta que nos hace aprender
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo. Con lo de -amados cobardes- me refería a la ingenuidad, a la inocencia (amada inocencia que nos hace aprender). Es, al mismo tiempo, parte de un poema que me vino a la cabeza al leer tu relato; y que era, poco menos, que un alegato contra el patriotismo de bandera y la supuesta superioridad de los patriotas (si se les puede llamar así). Por otra parte todos hemos sentido alguna vez algo parecido a lo que tu describes, porque siendo inocentes también hemos asesinado la inocencia.
ResponderEliminarLa inocencia es un germen de pureza en el interior del alma y es algo que llena por sí sola, pero es algo para conservar ahí, en el alma, pues el tiempo te va enfrentando a diferentes realidades que te hacen madurar. Perder la inocencia es dejar una parte de ti en el camino
ResponderEliminarLa inocencia es una flor de juventud - para dar su fruto luego es marchitada-. Por ultimo sólo queda la condena del inocente como reos de nuestra propia desafección.
ResponderEliminarSe puede vivir la inocencia toda la vida, pero cierto es que es una flor que como todas las flores tan sólo nos deja el aroma. La inocencia se deshoja en el camino
ResponderEliminarbravo!!!! Grandioso comentario!!!
ResponderEliminarlobezno
El devenir de la vida nos alejó, Lobezno, pero Raúl todavía conserva ese espíritu de poesía que deja una huella por donde va
ResponderEliminarJean! Por tus comentarios observo que eres una persona afable y obtimista. Sigue así!
ResponderEliminarlobezno
Me sigue encantado tu libro "No Hay Silencio". Ónice también es una maravilla. Tengo que centrarme un poco en los otros y ya te comentaré...
ResponderEliminarlobezno
Un poeta saca las fuerzas de su interior; me alegro haber llegado al tuyo, lobezno. Nadie ha dicho que el camino sea fácil, pero sí, merece la pena recorrerlo
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