A lo mejor lo tengo escondido en el calcetín, debajo del
asiento. No lo debí hacer, no sé por qué lo hice. Quico también se enfadó. Y yo
me enfadé más aún. Me levanté y salí de allí. Me crucé con mi madre y a ella le
intenté contar lo que había sucedido. Pero iba enfadado. Mi padre, desde el
salón, gritó para que callase. Yo fui hacia la cocina, pero estaba fregado el
suelo y no pude salir. Mi madre abrió la puerta principal, ellos se lo habían
tomado a risa. Y me dijo que fuera a coger verdura al campo de
afuera. Yo, enfadado pero alto, le dije que ya la había cogido esta mañana, al
menos, dos veces. Vino detrás mía y me dijo que a ella le debía guardar respeto
y decirle si iba a buscar verdura. Así que le repetí que ya se lo había dicho.
No sé por qué me pasó eso. Ni qué pudo haber en aquella continuación para que
yo me pusiera así.
Antes de salir, cuando me encontré con mi madre, había
dicho que aquello era sólo un juego, para ponerse así. Y dijo que ni él ni yo
sabíamos perder. La culpa fue mía. Días antes, en la convivencia de Tuy, lo
había pasado bien, sobre todo gracias a una niña de doce años llamada Yoyi. En
todas las convivencias lo pasaba bien, excepto hace tres, a la última no había
asistido, así que en ésa esperaba encontrar a Pily o a Ana. Y no fueron
ninguna. Me dije que lo olvidara y lo pasara bien, pero creo que no pude
separar esa ilusión. En ésta última, no fueron tampoco, pero venía a pasarlo
bien. Cuando nos reunimos en el salón, ya había empezado a hablar con alguien.
Era Yoyi. Y hablé con ella. Fue pasando la convivencia y ella no se enfadaba.
Recordé la felicidad que sentía con las niñas de Vilariño y me pregunté qué
podía tener yo para ellas. Eso me hacía más feliz, había sido la primera
persona con la que había hablado. Conocí también a dos chicas de Fornelos, pero
yo ya tenía elegido a la principal. Cuando terminaba, le dije a Yoyi que me iba
a enfadar si al final no me daba un beso, y me lo dio, no le importaba. Creo
que el mayor impedimento para llegar a las chicas de Fornelos, era un amigo que
había ido con ellas. No sabía cómo pedirles un beso. El domingo, antes de la
misa, le dije a una de ellas: ¿Te importa si al final te pido un beso?. Dijo
que si, y me sentó mal. Luego hablé con la otra y me dijo que un beso de
despedida.
Al final no me lo dieron, decían que se marcharían después
de misa, inmediatamente, y quería pedírselo antes. Pero no pude. Son embargo,
después de la misa se fueron y bajé yo con ellos. Salieron por la puerta y me
dijeron que para otro día.. Me quedé triste por eso, pero busqué olvidarlo, y
entonces fue cuando le di un beso a Yoyi. Era lo que más me importaba. Después
conocí a Chus, cuando iba a poner la firma. Me encantó hablar aunque sólo fuera
un rato con ella. Me dio un beso y su dirección. Por la tarde, al llegar con
Ricardo, Delia y Pepita, se lo di a Delia. Pensaba ir al baile, pero mamá me
dijo, cuando iba a salir, que no pensaría ir al baile. Así que fui a ver a
Lourdes. No estaba y me quedé un rato jugando con los chicos de allí. Después
me dije: Ya oíste lo que te dijo don José Carvajal, la vida eres tú y no tu
madre. Y hoy va a ser la primera vez que le vas a mentir, pues vas a ir. Bueno,
no. Iremos y, si está Bety y Susy, nos quedamos.
Eran las siete y media. Entré, oí la canción de E.E.U.U.
por África "We are the world" y la quise bailar. Sólo terminé de
bailarla. Después pedí un trina y fui hacia la pista. Me encontré con Ana que
dijo que estaría el próximo domingo y me pediría a bailar. Y marché
contentísimo. Fui por la Romana, pero ya no estaban jugando los chavales, así
que me marché. En la Cabreira me encontré con Dely. Antes, cuando me gustaba ir
a misa a San Pedro, conocí a varias chicas, y me gustaba hablar con ellas.:
Dely era una, recuerdo que algún día estaba hablando con ella en la cocina de
su casa, sentado en un sillón. Al subir, me encontré con ella. Algunas semanas
antes, me había parado a la altura mis primos y le había acompañado hasta la
Cabreira, al final me había dado un beso, cosa que me sorprendió, pues ya
estaba casada. Ese día le conté lo que había pasado, la encontré con el hijo a
la altura de su casa, y se quedó allí. Yo me fui. El beso quedaba para otro
día. Hace tiempo comencé a guardar los borradores de mis poemas en un cesto que
colocaba cerca de mi cama. Un día fui a vaciar la basura y a quemar, y me
encontré con varios borradores. Los quemé también. Y me gustó hacerlo así, así
lo haría siempre, hasta que un domingo le di alguno a Teresa, porque le había
gustado, y desde entonces le di todos. Le dije que mejor así, porque conocerían
nuevos paisajes. También Julia me dijo que los guardaría, que le gustaban.
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