se quedaba sólo en pensamientos. Hace tres o cuatro domingos
también recuerdo que, por la mañana, me llamó Lourdes, y me dijo que iría
por mi casa para ir a Vilariño conmigo. No tenía ganas de estar con ella,
pero le dije que viniese. Ahora que lo pienso, me parece que hice bien lo que
hice. Si hubiera sonreído con ella, mi casa sería una casa traicionera, por
fingir, y no reflejar lo que estaba deseando. Estaba de malhumor. Vilariño, que
iba a ser un encuentro feliz para mí, e iba a ir en bicicleta para jugar con
los niños, ahora ya no podía ser así por ella. No sé si lo que me empujó a
ponerme de malhumor fue el que, a la vuelta, iba a detenerme en casa de Paz y
Loli, aunque me parece que si, porque allí me quería entretener un poco.
Cuando ella llegó a mi casa, fui con la bicicleta de la
mano.
y se lo dije: Mira, Lourdes, yo te pediría que fueses a San Pedro
y no vinieras conmigo a Vilariño. A la vuelta me voy a detener y no quiero que
te sientas molesta. Si quieres, más tarde, cuando salga, iré por tu casa un
rato. Creo que si estás tú, no me sentiría tranquilo hablando, pues tú también
te retrasarías y tu madre llegaría a molestarse. Ella se fue hacia San Pedro,
pues estábamos a la altura del cruce y yo, montado, fui a Vilariño. Al llegar
allí me sentí más tranquilo, pues podía hablar con todas sin tener que estar
pendiente de ella. No quiero decir que fuera un plomazo, yo la entendía, pues
también lo había sido así. Si estuviera yo en su lugar, lo que me gustaría que
me hubiesen dicho, es si lo que sucedía es que ese otro, u otra en este caso,
podía estar siempre conmigo excepto allí y el domingo por la tarde. No sé si se
lo dije, porque después, a la vuelta, marchó ella y yo me quedé. Todo esto
viene de una historia muchos años antes, de cuando me enamoré- bueno, mejor que
utilizar esa palabra, utilizo la de gustar-, me gustó una chica (me parece que
eso ya lo sabes). Una vez me dijo mi madre que debía decirle a Lourdes que no
se hiciese ilusiones. Bety me había dicho eso en el dos mil el primer día que
la vi. Si, me gustaba, como me gustaban otras, pero era demasiado guapa. Y se
lo dije a Lourdes, ella me dijo que si, que no se las hacía. Aquel día me acordé
de ese episodio, porque al salir de misa se acercó llorando hasta mí y dijo que
si la iba a dejar…
No, Lourdes, yo no voy a dejarte, le dije la frase que le
había dedicado y le dije también que quería que me dejase por unos meses.
También sé que le dije que me parecía no estar preparado para salir con una
chica, pero creo que eso fue inconsciente, porque no era así como lo sentía.
Este enfado vino acerca del encuentro del domingo anterior. Debo decir que yo
también, en Murcia, pensé que allí estaba a gusto, pues, como todos éramos más
o menos iguales, podía hacer en la mente alguna parejita para casarse conmigo.
A Lourdes creo que le pasó igual, y me eligió a mí desde el primer momento.
Recuerdo un domingo en que era tarde y ella la vi metida en
el coche al pie de la casa, en La Romana. Y me acerqué a hablarle por la
ventanilla. No recuerdo qué le dije, pero sé que había visto dar un beso muchas
veces y era de las primeras veces que daba yo dos y ella otros dos, así me
podía quedar el sabor. Entonces me acerqué a ella y, cuando iba a marchar,
supongo que a lo mejor pude decirle que iba a ser otra clase de beso. Y le puse
la mano en la nuca. Le di dos, y quise que ella también me los diera a mí. No
sé si al intentar guiarle la cabeza le hice daño, pero, por sus gestos, me
parece que no. Ella hizo un gesto como si se quedara sin respiración y, con una
voz sofocada, me dijo: ¡Más no!, ¡más no!. En una primera idea de lo sucedido,
me pareció como si ella se hubiera sobresaltado por tenerle agarrada. Aquello
me enfadó, pero también pensaba que no valía enfadarse por una menudencia. Desde entonces, cuando se iba a
marchar, le decía: Si quieres, te doy un beso. Entonces, al menos las primeras
veces, parecía poner, al menos yo lo veía así, una cara como si me hiciese un
favor, y me decía: Bueno. Ayer vino Esperanza a buscar a Karina, que había
venido a pasar unos días; cuando llegó, había traído a la pequeña, y lo que
ella hizo primero fue darme la mano y preguntarme por la gatita de colorines.
Sólo fue un instante, pero fue maravilloso. Siempre dije que mi vida se iba
llenando de detalles, todos hermosos. Hace dos a tres meses vino a visitarnos
Esperanza, su hermana y me parece que sólo iban los hijos de Esperanza. Los
mayores quedaron hablando, y creo que Malena con Karina, el chico no sé si se
quedó con los mayores o con Malena., el caso es que yo fui con la pequeña, que
se llamaba Andrea, a recorrer el campo.
Le iba a enseñar los animales que había al fondo de la
finca, por el camino que va a piensos Biona, en pequeños alambres. Mientras
íbamos le iba diciendo: Si encuentro yo al gato de colorines, tú me tienes que
dar una sorpresa, y si lo encuentras tú, yo te la tengo que dar a ti. Fuimos a
la jaula aquélla y estuvo viendo los animales. En mi mente se desarrollaba una
batalla por lo que había dicho y pensado. Sin embargo, no pasó nada. Le dije
que era mejor ir a casa por si ya se querían ir. Siempre iba cogido de la mano,
de la mía. Aquella mano pequeñita y tan suave.
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