No naciste para estar
parado,
inmóvil.
Tu alma es como la
mía, como la de un niño:
te gusta conocer más
y más paisajes.
Te alimentas de esos
ojos que proporcionan las palabras:
de esos ojos…
distintos, de nuevas miradas.
Es ese llenar el
tiempo.
¡Oh! Un ojo llevado a la boca como aceituna de anchoa...
ResponderEliminarFausto nos vuelve a dar su toque intimista pero a la vez sencilla: nos vierte en una niñez casi obligada. Y él es libre, poseedor del universo: la palabra es su universo. Interesante camino
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