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lunes, 26 de mayo de 2014

Le dije a Humberto que no jugaré con él


   y me quedaré escribiendo los poemas. Aún falta uno. Cuando te escribí a ti el trozo que comenzaba diciendo: “Perdóname…” ya lo tenía pensado en el coche pero en una forma de hablar con ella. Me supongo que sigo sin tener nada que ocultar. En el coche me puse a pensar en ellas. Creo que es algo que no he podido superar. Y eso que me dijo el chico de decoraciones: “¿Cómo vas a vendérselo a tu profesora?”. No supe responderle.
  Y tú, Begoña, porque viniste conmigo, porque acompañaste el tiempo del que disfrutabas en aquel momento, porque estabas de acuerdo. Tantas respuestas se encuentran contigo, tú sonreías mientras yo vagaba por aquellos senderos. Tú porque hablabas y yo sentía tu reflejo.
  Me identifiqué en aquellos pasos con la madrugada. Sé que ella siguió a tu lado mucho más tiempo que yo y te conoce de una forma más clara que como te conozco yo, pero siento que en aquellos instantes tú ya no eras como ella te había educado. No dudaría en rebelarme con ella si hiciese falta. Parecías sonreír, o tal vez el que sonriese fuera yo, pero había un lazo mayor. No eran sólo sus palabras a mi lado: sus ojos, sus atardeceres… todo conformaba un  haz de sueños que estaban conmigo. Ni tampoco era su presencia allí, todos los ojos del mundo jugaban el papel primordial aquella mañana.
  Hay palabras, muchas palabras que yo también olvidé para ese momento. ¡No me las digas!, déjamelo así: ni que ya pasó, ni que se apagó una estrella. No quiero que pase tan pronto. Si llegase a pensar que pudo apagarse, se destruiría del todo mi hogar. Aquel “si”, aquella palabra de aliento entre nosotros, ¡guárdamela!, quiero saber que siempre la tengo presente. Yo allí no estaba venado, como tantas veces pude pensar. Ya ves que esos detalles continúan manando para ti. Y tú y yo sabemos qué es lo que ocurrió en aquellos momentos. Ella para romper la distancia, ella para acercar nuestros deseos.
 Unos ojos que parecen tan misteriosos, que parecen tan ocultos, que todo cuanto hacen esconde su verdadera amistad. Nada puede interrumpirme, todo quiere hacerlo.
  Otra vez vuelvo a soñar con aquellos minutos. Yo sentí el calor de su corazón cuando hablaba, cuando reflejaba aquella esperanza. Hay palabras vivas para siempre entre tú y yo, hay palabras que jamás llegarán a conocer aquel fuego que tanto les hirió: son palabras que al fin han encontrado su camino. Allí, a tu lado, tuvieron la suerte de ver el vacío despeñarse: yo les dije que ya estaba lleno por ti. Por ti y no tenía lugar la duda; podía decirte tantas cosas, aquel momento tan especial… no pudo acabarse todavía si lucirá una nueva mañana en que pueda volver a verte, a conversar contigo, a compartir.
  A mí me hiciste feliz, yo sentí deber algo, no me digas que ya quedó saldado. Tal vez la mañana la tenía a mi lado mientras caminaba. La mañana vistió su candor de arco iris y no estaba tan lejos de tocarla. Ella también sabía quién eras tú y no quería sentirte intrusa, por eso había dejado su pedacito en tu corazón, por eso había acogido tus pisadas en su eternidad. No había entrado de improviso, tú misma habías combinado tu sencillez con toda su frescura. Parecías hecha de rocío y dos perlas oscuras. Parecía haberte querido, con ella la luna. Ya iba muriendo, pero era la luna blanca, la luna hermosa de la mañana. Quería verte esa última vez. No estaba ella sola contigo: había otra especie de canción, otra melodía que tú misma le habías dedicado.
  La noche fue quien había muerto, tú estabas libre: no pudo sacrificar tus fantasías. Otra vez volverá a estar contigo. Y los dos esperaremos, como en un principio. La lluvia quería compartir aquellos instantes tan agradables, pero era testigo desde el cielo, allí podía sentir tu libertad acariciando sus venas. Quiso quedarse en el cielo para más tarde, quiso junto a tu mariposa sentirse feliz durante unos instantes mientras oía tu voz, mientras recogía tus sueños: allí quería unirse también ella.
  Y tú, amor, porque pudiste conversar en ella, porque sus respuestas eran caricias en esa unión que tú siempre esperaste, en esa ilusión que siempre fue tu deseo, el fraternal abrigo de su alma.

  Y ahora contigo dejo todo lo demás: todo pensando en ti, para que veas lo que ganaste en unos segundos. Vuelve esa sonrisa, el anochecer no supo deshacerla. Supo recrear la agonía, supo avivar el fuego de la traición, del malestar, pero encuentra algo en ti hermoso que no le deja acercarse, que ya le tiene avisado.
  Ese temor que le comuniqué a Mayte por que vendría él, me lo tranquilizó diciendo que sólo venía a rellenar los papeles. La primera en acordarse fue Begoña, la otra Begoña sigue enfadada conmigo.
  Muchas veces me falta el valor. El valor más extraño: el de una palabra, el de un sentimiento… no sé cuál, pero a mí me falta. Es un poco de todos, un poco de ese saber que puedo comunicarlos. Pero me falta… entonces me pierdo, parece todo tan rápido. Me muevo a inclinarme aunque no quiera, porque mi nave sólo sabe sujetarse cuando está ella a mi lado: ese valor de que ha llegado, me parece que hay algo que no funciona muy bien. Pero él sabe que yo le quiero aunque haya algo que le impida decírmelo.
  Ir y venir como siempre es mi camino por el mundo. Ir para volver luego, pero tú y yo sabemos que allá atrás, en nuestro punto de encuentro ha quedado una semilla: tu semilla… porque a mí me habías alegrado sólo por ser quien eres. Una semilla, si, llegará a hacerse eternidad con el tiempo, no lo dudes. Yo le espero, ella me dijo que no tardará mucho en hacerse de mi tamaño; yo le espero, no porque siempre tenga que ser mi esperanza la que palpite, sino porque sabe que hay amor en el medio.
  Llamé a Pily. Me dijo que ya iba a llamar a las seis, pero no lo hizo o sí lo hizo cuando yo estaba fuera. Tampoco sé nada de Susana. Bueno, ya va a pasar el día.
  Me extrañó Conchi en Vigo. Estaba junto a Montse y a Pily, no la primera, y se acercó ella. Le dije que aún no me había dado el regalito y me dio un beso. Le pregunté por qué no en la otra y me lo dio en la boca… Me extraño, me pregunto por qué lo hizo así; creo que podré ir al magosto el lunes por la tarde, decía yo agosto.
  No sé qué me dirá si me pongo a escribir delante de ella, en la cocina. Bueno, ya me puse. Begoña tiene una mirada distinta de Teresa, me parece que todas son distintas entre sí, pero una característica especial en cada una de ellas me permite distinguirlas: una característica que brilla cada vez que les fijo mi vista en ellas, una característica muy inocente pero siempre sentimental. ¿Qué podría decir de sus miradas?. Yo te lo diré: Nada… es mejor sentirlas a tu alrededor sintiéndote rodeado de una dulzura característica.
Y saber que siempre puedes contar con una de ellas, para que esa moral que tanto recoges siempre no sufra por nosotros dos.
  Quiero pensar más en Begoña. Yo por aquella calle no sé qué pensaba, sólo ella podía darme un por qué. Pero allí estaba: callada, sonriendo, el amor joven, y sonreía más todavía… pero callaba, me dejaba soñar a mi manera la fantasía; no, no me sentía solo. Y aunque sin una respuesta convincente, aquellos instantes pasaban felices para mí. No sé dónde había visto antes aquel momento, pero ella me lo descubría por primera vez.
  Pily llamó. Me duele más el no encontrar sentido allí donde esté, en el lugar que ocupe: no sentirme satisfecho por haber llegado hasta allí. Siempre lo estoy, es verdad, pero debe llegar un día en que digamos: ¡Basta ya!. Y si hacia atrás hay muchos quiebros, nuestra solitaria barca se ha de encontrar varada y muda. Es ese no encontrar sentido el que te hace muchas veces empuñar las lágrimas, lágrimas azules que se sentirán perdidas si no me ven a mí. Me parece que hay veces en que me pongo a pensar que soy yo quien le da sentido a tantas cosas, cuando en realidad me lo pueden dar ellas a mí.


2 comentarios:

  1. -Parecías sonreír, o tal vez el que sonriese fuera yo, pero había un lazo mayor. No eran sólo sus palabras a mi lado: sus ojos, sus atardeceres… todo conformaba un haz de sueños que estaban conmigo. Ni tampoco era su presencia allí, todos los ojos del mundo jugaban el papel primordial aquella mañana.

    - Yo sentí el calor de su corazón cuando hablaba, cuando reflejaba aquella esperanza. Hay palabras vivas para siempre entre tú y yo, hay palabras que jamás llegarán a conocer aquel fuego que tanto les hirió: son palabras que al fin han encontrado su camino. Allí, a tu lado, tuvieron la suerte de ver el vacío despeñarse.

    -sabía quién eras tú y no quería sentirte intrusa, por eso había dejado su pedacito en tu corazón, por eso había acogido tus pisadas en su eternidad. No había entrado de improviso, tú misma habías combinado tu sencillez con toda su frescura. Parecías hecha de rocío y dos perlas oscuras. Parecía haberte querido, con ella la luna. Ya iba muriendo, pero era la luna blanca, la luna hermosa de la mañana.

    -La lluvia quería compartir aquellos instantes tan agradables, pero era testigo desde el cielo, allí podía sentir tu libertad acariciando sus venas. Quiso quedarse en el cielo para más tarde, quiso junto a tu mariposa sentirse feliz durante unos instantes mientras oía tu voz, mientras recogía tus sueños

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  2. Hacía tiempo que no me dabas toques de atención como éste, también mi culpa el no mostrártelos

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