Pequé
cuando te deseaba,
siempre quise romper el hielo
que me mantenía unido
a esta carne
y confesarte que a
veces
no quise, pero una
fuerza interior
me obligaba.
Pequé
porque aparecías ante
mí como un ser nuevo
y hermoso, siempre
quise romper el cristal
que me mantenía unido
a esta carne.
Y escribí,
me hice escritor por
ti
porque
necesitaba confesarme.
Decir que te violé
sin saberlo,
que esculpí tu
rostro.
-1991-
Ahora pienso que esos pecados eran una obligación, una consecuencia de nuestra naturaleza, y que el pecado no se corresponde con un verdadero mal.
ResponderEliminarMuchas veces sólo es abriendo una puerta cuando se descubre la segunda, y de la segunda la tercera... como es verdad que cada una tiene una connotación especial. Pecar es reconocer que estamos vivos, veces una manera de enfrentarnos a nuestra naturaleza fugaz y sencilla a la vez. Todo lo que peleemos contra nuestra naturaleza nos llev a apartarnos del camino. Nos cuesta asumir que sólo estamos de paso
ResponderEliminar¿Quieres decir que cuanto más pequemos más vivos nos reconocemos y, obviamente, la pureza se aparta de la vida?
ResponderEliminarNo me refería a eso, Raúl, pues pecar muchas veces se convierte en un túnel sin salidad, o con difícil solución a veces. Te lo pinta primero como una resignación, una especie de justicia, pero te va alejando de ti y de tu SER. Debemos pues ser conscientes de ello. Si retrocedes, es tiempo que has perdido, si te quedas es tiempo que pierdes... por tanto sólo te queda un camino. Pecar siempre es una forma de retroceder, pero no es el fin del mujndo pues nos enfrenta a nuestra naturaleza
ResponderEliminar