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jueves, 11 de octubre de 2012

Hoy lunes por la tarde vinieron Isabel y Palmira


 Después de comer, yo me fui a escribir a máquina y me decía: No le importará, voy a escribir dos folios. Además, me dijo en aquella riña que cuando vinieran Isabel y Palmira no bajase con ellas, por lo que les pudiera decir o, más que eso, por ese “pobriño” o “siéntate a la sombra”. Bueno, me quedé arriba y pensaba: Termino esta hoja que empecé y bajo. Tengo que ir a buscarle el vino y la gaseosa. Escribir así en verso es más rápido y muchas veces me pareció corto el tiempo que empleaba en cada una, así que seguí escribiendo.
  Al cabo de un rato, cuando ya estaba terminando, me gritó desde la casa para que fuese a buscar de beber. Ahora tenía que estar con ellas. “Te prohíbo que en horas de trabajo vuelvas a escribir. Mira, te levantas temprano y, desde que papá se marcha a las ocho y media, hasta las nueve y media tienes tiempo. Y así madrugas. Hoy yo me marché a las nueve y media”. También me pongo de malhumor en estos momentos, pero ahora estoy en disposición de pasar. Ya estás mirando a otro lado. Esta noche, siempre con lo mismo. “Seguro que no estás prestando atención”. Estoy siempre en un tris de chillarle a la cara: “¿Y yo, qué?”.
  Sé que lo pasé más mal ayer, pero hoy no importa. Esta mañana me desperté cuando se iba mi padre, y mamá también estaba levantada. Fui a la cocina a tomar leche, pero sólo quedaba un poco y prefiero dejarla. Después quise ir arriba a escribir y creo que se lo dije por el pasillo. La primera cara que puso fue de disgusto, aunque fui. Pensé que no había abierto a las gallinas.  Mañana, que tengo que ir a Vigo, seguiré grabando.
  Ayer por la noche, pensé en Ana. Y pensé en ella por la vez que me animó a hablar con Quico. No le doy mucha importancia a lo que ocurre, pero me parece muy variable. Es lo que me contaba Teresa de los cuatro Quicos.

  Por la noche, yo tenía una libreta, bien puede ser ésta o una hoja para escribir un poema. Y él llegó, y encendió la luz, y me dijo: “No te pongas las gafas para escribir porque voy a apagar la luz”.
Y se está media hora con ella encendida. No entiendo la razón por la que puede hacerlo así. En cambio me admira, porque llegó mi padre y dijo que apagase; apagó pero encendió más tarde. Cuando gritó un rato más tarde desde su habitación, la apagó definitivamente.
  Lo que recuerdo bastantes veces, es lo que sucedió en Vilariño al marchar. Teresa también se iba en coche. Sólo le llamé y ella les dijo a los del coche: “Esperad un momento”. Y se acercó a mí. No sé qué fue lo que le dije, a lo que sí quería señalar es al beso. Lo entendió, sin decírselo, y me lo dio. Después fueron hacia la puerta, pues debieron haber sacado el coche y, refiriéndose a mí, me dijo: “Pero me voy a enfadar contigo, tú me estás haciendo siempre muchas gamberradas”. Y se fue hacia el coche. Yo le contesté: “¿Pero no dirás que no te quiero?”. “¡Ah!. Eso si”. Y me marché contento. También me gusta mucho cuando me dice Julia: “Tenemos muchos poemas y aún no he tenido tiempo de leerlos”. Casi siempre empiezo así para decirle que no le he dado la sorpresita. Yo sé que ella no se enfada. Aunque algún día me pongo a pensar y qué pasaría si alguna de mis amigas me quisiera para reírse de mí. No tengo respuesta. No la sé. ¿Qué tengo yo que no puedo ver eso?. No lo sé tampoco.
  Y me fijo en Lourdes. Ella confía en cuantos viven allí. Yo les vi reírse, pero ella no deja de confiar. Lo que es cierto es que a mí me dan muchos momentos felices, sólo me fijo en eso. No sólo en eso porque a ellas también les quiero. Cuando estoy con ellas me gusta hablar, creo que son las únicas que pueden darle sentido. Ellas me ayudan. No, no me hagas dudar.
  Ya sé quién eres tú y por dónde quieres meterme. Lo empecé a hacer todo por ella y, aunque a veces me diga para mí mismo “vete a la mierda”, bien se sabe que no me refiero a ella, pues la realidad es que seguiré volcado en todo cuanto me diga. Hablando con Manolo, llegué a decirle, acerca de eso, una idea que se me ocurrió. Le dije que, en el fondo, volcarse no está bien, pero es tomar muy en serio lo que alguien te diga. Pero si en ese momento te dicen otra cosa, y te debes volcar en ella, te enredas. También es una idea interesante, me parece a mí.
  Ahora se me acuerda el hecho que creo que dije antes de que mi madre un día me diga una cosa, y otro día me diga la contraria. Supongo que si le pregunto, me dirá que lo dijo sin pensar. ¿Pero cómo tomárselo, entonces?. Me quedo callado siempre que llego a este punto. Lo que sí siento es como si le gustase decir “toda la mañana escribiendo”. El caso aparte es el de las gallinas y los conejos, bueno, éstos últimos menos. Les doy pienso y maíz a la mañana, a la tarde, y maíz a la noche. Cierto es que me gusta abundar más en el maíz porque es más barato. Suelo darle trozos de pan y el cubo verde cuando está lleno. Ahora no ponen mucho. Hay una que salta al campo siempre, pero no sé, porque no veo que ponga huevos fuera ni le oigo cantar. Mamá está convencida que pone fuera, me gustaría que así fuese. Hoy miércoles sí tuve la ilusión porque sólo está Malena en la cama. Por la mañana, cuando le dije a mi madre que iba a escribir arriba, lo aceptó. Quiero terminar de grabar y hace un rato subí arriba para escribir a máquina y no despertar a Malena, pero temo que llegue mi madre y diga que estuve toda la mañana arriba y Malena le diga que si. Prefiero bajar y encerrarme en la habitación. 

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