Y el cielo me colmaba de sensaciones de amor teñidas de azul. Y el ser humano
mezclaba su armonía con el humo de sus pisadas, enmascarando con ello una
sensación de impotencia que no podía superar. El cielo me deslumbraba por
momentos: era tanto su ardor… y era tan profundo a la vez, que todo lo que yo
sentía y lo que soñaba era parte de un mundo interior. Me quise cambiar por él
comprendiendo su mirada, sus ojos claros… pero no pude, no pude cambiarme por
él. Y le amé… como una forma de mantenerme vivo, como una forma de no romper el
cristal que me unía al universo, pero mi silencio se hizo añicos al recordar. Y
es que él comprendía lo que había sentido en aquellos instantes.
Cuando leía este poema, me recordaba a esos instantes de embriaguez y ensimismamiento que siente uno cuando se deleita con el contorno de un paisaje o cualquier otra cosa que a ojos de un neófito pudiera parecer superflua y carente de sentido y que, al mismo tiempo, se hace también paisaje interior. Todo se interioriza en el poeta como en un vórtice en el que confluyen espacios. Es el primer alumbramiento hacia un nuevo ser en unión con la palabra: el éxtasis.
ResponderEliminarlobezno
El cuelo azul, la armonía del ser humano, el humo de las guerras y el ardor del cielo se juntan en un sólo sentimiento. Me agrada lo que me descubres de ese primer alumbramiento
ResponderEliminarDeleitanos con un nuevo alumbramiento, pués estamos ansiosos de ese fruto!!!!!
ResponderEliminarlobezno
Cada semana intentaré subir uno diferente, Lobezno
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