Además, había como algo en mí, como una pequeña ilusión
que me impulsaba a desarrollar mi vida y estaba clarísimo que yo la acogería a ella antes que a otra realidad. Aquellas palabras sin apenas valor debían ser palabras perdidas y yo me sentía con una cierta responsabilidad para volver a llenarlas y volverlas a su cauce normal. Ya me viera conocer capullo y eran espantosas sus consecuencias.
que me impulsaba a desarrollar mi vida y estaba clarísimo que yo la acogería a ella antes que a otra realidad. Aquellas palabras sin apenas valor debían ser palabras perdidas y yo me sentía con una cierta responsabilidad para volver a llenarlas y volverlas a su cauce normal. Ya me viera conocer capullo y eran espantosas sus consecuencias.
Esto no hacía más que caldear el fuego entre mis padres y yo. Además, parecía como si toda la realidad quisiera ayudarles a cargar sobre mí. Me sentía un poco más solo. ¿Y todos los ratos felices con ellos?: no volverían a ser lo mismo. No pasaba del todo, sino a veces un poquito, porque me dolía mucho más no encontrarme sin una respuesta convincente llevada a mis labios. Me empezaba a sentir dentro de mi plenitud un poco más vacío por no saber responderles. El silencio debía ser la mejor respuesta, si, y muchos me lo querían decir así, pero el silencio también tenía lugar para la duda y llegado a ese punto no sabía qué hacer.
Pily me mandaba algunos poemas suyos y me gustaban porque también en ellos se reflejaba la inocencia de un corazón. Su sonrisa podía decirme mucho más: en ella también estaban escritos todos aquellos sentimientos. Era un tipo de poema especial, como ella, no sé por qué pero había algo en ella que luchaba por formar pronto parte mía. Y aquella idea de pasar un poco de la realidad debía ponerla pronto en práctica porque todos aquellos poemas me recordaban algunos míos y a la vez querían unirse a otros más bellos para entre todos, todos juntos a la vez, unirse a mí para conquistar nuestra esperanza. y eso era tal vez un poco extraño, porque aquello al principio no me había gustado mucho, pero en cuanto había levantado la vista del papel y empezado a afrontar de nuevo la realidad, había comprendido que estaba naciendo algo nuevo en mí, un sentimiento desconocido y cada vez necesitaba más de ellos.
Muchas veces me había preguntado quién era Pily, por qué había querido la eternidad que se me presentase ahora de repente como esa estrella en mi ventana y penetrase tan profundamente en mi corazón como cruzando toda mi esperanza. Por qué había sido Pily y no Pepi o Rocío o Teresa o cualquier amiga más. No, no había respuesta: todas estaban esperándole. Ellas sí sabían quién les iba a seguir.
Amiga, perdóname. A veces me hago ilusiones sin querer o incluso sin estar convencido. Muchas de ellas soy yo mismo quien las desecho porque no quiero que convivan conmigo. Otras siento que soy todavía demasiado indefenso para echarlas de mí. sólo me gustaría escuchar de tus labios esa hermosa palabra de amistad: te quiero, te sigo queriendo… y que tengas un poco de paciencia conmigo. Sé que soy un latoso, un pesado aunque no quiera, pero solamente una sonrisa puede liberarme: una sonrisa y una palabra sincera, como tú ayer. Y comprendas que a veces necesito ser así.
Pero seguía existiendo la rebelión contra mis padres: yo también tenía que pasar un poco de ella. Sin embargo no podía ser así porque me había volcado en ellos y todo esto significaba mucho más que la vida, mucho más que la verdad. Yo les quería, si hay amor no puede haber incomprensión posible. La soledad en que me encontraba entonces era horrorosa: sólo por aquellas amigas podía resistir.
Les seguía haciendo la cama a mis hermanos. No obstante a veces me enfadaba con alguno y entonces pensaba que le hacía un gran favor haciéndosela. Cuando me enfadaba me volvía distinto y no la quería hacer… pero muchas veces al día siguiente me decía: "¿por qué no?: aquello fue una seña, si, pero se quedó impresa en el pasado. Ahora ya todo es distinto. Mira, la música contigo, todas las melodías que un día le hicieron soñar y las estrellas en el cielo. Vamos a hacérsela, no te enfades ahora"… y se la hacía.
No me importaba que ella no viese el por qué: había descubierto que era mucho más bonito saborearlo uno consigo mismo y darlo a compartir después en los más bellos y encantadores poemas, poemas sencillos que le llegasen a todo el mundo.
En la carta que le escribí a Pily le decía que mi madre cuando subía de la tienda solía venir preocupada por algo, y cuando no lo encontraba aquí y por cualquier razón se podía desahogar conmigo. A mí me gustaba que lo hiciese de esa manera pues significaba al menos para mí que había algo para lo que pudiese servir. Y me gustaba, aunque también me ofendiese. Ella no tenía por qué estar preocupada y yo me consideraba un poco parte de su vida. Mi padre cuando llegaba por la noche lo podía hacer con todos. Yo tal vez lo notaba un poco más a mi manera porque me veía como el más inútil. En verdad sin trabajo, sin ánimo alguno… ¿quién era yo?: a mí me gustaba ser así, pero ¿con quién lo hacía?. También yo tenía derecho a desahogarme: esa respuesta apareció en un primer momento.
En esta carta ya a punto de mandársela, no quería dejársela con aquellas pocas hojas. Además, lo que más me había aniñado era que había escrito en ese momento un poema y me había gustado mucho. También hablaba de la idea de mi depresión, pero con un toque especial porque sentía que me definía muy bien esa idea de pasar, concentraba de una manera fantástica su significado y sin coger detalles de los anteriores poemas. Además, también detallaba este otro concepto de necesidad. Y se lo escribí.
Cuando se la mandé me encontré que había descubierto la verdadera razón de todos mis actos: esa necesidad de desahogo. Por esa razón escribía poemas… porque mi amor necesitaba olvidar sobre un papel los momentos tristes y vivir los felices: por esa razón tenía las cartas y tantas amigas y daba un beso y quería sentirme querido. Tantas preguntas entregadas al vacío por ser sendas o al silencio por ser sendas… ahora podrían volver a mis labios porque ya había encontrado esa respuesta.
Y comencé a concluir muchas etapas en mi vida: había sido el tiempo en que me había enseñado esa respuesta el velador de mis sueños, el guardián de todas mis pisadas. Alguien me dijo que lo considerara como traidor porque no le lo había enseñado antes… así podría responderle a todas mis dudas que tanto me esclavizaban por momentos. No, no era verdad, yo no tenía por qué pensar eso y ella bien sabía por qué. Antes no estaba preparado para afrontarla y ahora poseía muchas más amigas a quienes poder comunicar mi nuevo descubrimiento. Y todas se sentirían un poco más felices.
¿Quién mejor que Pily para mostrarme ese hallazgo: ella me había conducido a él. Tenía necesidad de agradecérselo a alguien, pero la verdad es que no sabía a quién: agradecérselo a todo el universo a través de ella. Unos días antes me había mandado un poema: era especial lo que en él me decía.
A partir de ahora ya cambiarán mis amigas un poco, ya podrían cambiar… porque lo primero que yo haría sería enseñarles mi nuevo descubrimiento… para muchas sé que eso sería como retenerlas más junto a mí. Bueno, a eso no quiero responder, pues sería como volverme a hacer un lío. Pero sé que la idea de retenerles jamás había pasado por mi mente: es ahora la primera vez que las escucho. No es parte de una eternidad el someter: así Inter.`retado vendría a ser como un sometimiento.
La mejor idea era pasar. No quería, me resistía a quererlo así, pero debía ser lo más acertado. Me parecía dar la razón a tantos y tantos pasotas… que no lo entendía. El hablar en voz baja pasó a ser para mí una parte fundamental.
Un día en Navidad estaba sentado en la mesa con mis hermanos y no sé qué pasó entre mi hermana y mi padre. Ella se enfureció un poco y comentó entre dientes: "Hay que pasar un poco". No sé, pero aquello me gustó. Aquello en parte quería decir que yo no estaba muy equivocado al tener esa decisión. Pero nunca comprendí por qué ellos eran de esa forma. Tal vez yo estaba equivocado, quizás lo único que había aprendido ser importante era tener un trabajo, tener alguien que te quiera y te anime y caer bien en cualquier parte estando casi siempre rodeado de personas y sintiéndose cuidado por alguna forma por ellos: justo lo que yo no había conseguido jamás.
Ellos sí, ¿porqué iban a estarlo entonces?. No entendía el por qué, pero yo solamente me había quedado con aquellas palabras.
Por esos días yo estaba muy alterado. Se repetían las veces en que mi madre se disgustaba conmigo y yo, viéndola así, me desesperaba mucho más porque no sabía qué decirme. Casi siempre desembocaba en una misma idea: "tú estás recogiendo- decía entre dientes- justamente lo que has sembrado, lo que has venido sembrando en estos días". Yo no soy más que el producto de lo que tú has edificado. Jo, tú bien sabes que no me gusta estar así porque pasar de ti para mi alma sería como ir agonizando lentamente. Me desespero porque me veo incapaz de descubrir esa fórmula que me una de una vez. Tanto como mi vida ha ido descubriendo con el paso de los años… y llegas tú ahora y yo no sé encontrar esa respuesta esencial. Me haces sentir como un desgraciado, como un desviado de la vida. Me haces sentir como si todo lo que he ido descubriendo, todo lo que ha sido capaz de sostener una vida… fuese polvo. Si, polvo, porque toda mi vida es sólo eso. Siento que los sueños se van a desvanecer.
Varias veces recuerdo que tuve la intención de explicarle nuestra diferencia por carta, pero siempre me daba un poco de miedo al final y no lo hacía. Pensaba también aprovechar los momentos que estaba sólo con ella, pero también me encontraba con algo inoportuno… Al final me decía que no lo haría, pero incluso eso me desilusionada: debía esperar y luchar por seguir cambiando.
Me dolía, si, me dolía todo lo que se presentase ante mí. era como una semejanza a lo que la eternidad me presentara después… y no todo podía ser así. Me dolía pasar sobre todo, hubiera podido ser ella quien me había vuelto rebelde. Yo jamás había concebido ser para ella de esta forma: me dolía especialmente porque no le veía capaz de hacerme daño ni aún queriéndomelo hacer. Muchas veces le había oído quejarse de la vida… no sé por qué, pero ésa la mayor de las llagas que podían atravesarme. Como un corazón que vertía continuamente sangre a su alrededor y estaba cada vez más próximo de llegar a su fin aunque no lo quisiera. Y los peor de todo es que tampoco sabía qué hacer.
Por esa razón, por no saber contra quién pelearme, porque veía perderse el más valiente ánimo de mi vida, había perdido mi verdadera forma de ser y hasta quería rebelarme contra el mismo destino…. No podía haber cosas imposibles para mí: yo necesitaba encontrarla, aunque tardase toda una vida en sui búsqueda. Y aunque yo no tuviera ninguna posibilidad de volver a hablar con ella, de volver a entenderme con ella… yo quería cambiar va partir de hoy todo mi horizonte porque también lo necesitaba y así, que también sería un poco a mi manera, demostrarle en lo que pudiera un cierto agradecimiento por darme la vida y darle un poco más de amor.
La verdad es que esta decisión mía iba enrareciéndose cada vez más. Sentía muchas veces como la misma realidad opuesta a esta manera de actuar…
Lo que más me animaba a seguir insistiendo era el pensar, sabiéndolo con certeza, que a finales de año iba a haber una convivencia en Tuy y allí podría ver de nuevo a todas mis amigas y sobre todas a Pily. Y yo acudiría a ella deseando hallar una solución a todo aquel problema, tal vez la más rápida posible. También allí podría hablar con algún sacerdote de todo aquello que me pudiese ayudar: solamente aquél era el principal para mí y necesitaba una respuesta a todas mis preguntas… todas ellas eran de carne y hueso y por lo tanto buscaba una respuesta de igual medida. Ir… sabía que iría seguro. Cuando llegué a la convivencia me di cuenta que no había ido Pily: aquello reconozco que me deprimió un poquito, pero sólo fue al principio. Porque a Pily la tenía muy cerca de mi casa y de mí también. Y aunque me pusiera un poco triste, en el fondo era sólo un momento y no me preocupaba mucho, a veces me gustaba estar: también veía felicidad en él. Me gustaba que ella fuese así conmigo porque iba fundiéndome, a veces incluso llegaba hasta sus últimas consecuencias como en aquel día, pero era también cierto que la felicidad me esperaba en cualquier sitio. Y entonces sentía como un sabor más eterno y profundo. Pero aquello no era para ponerse así: si hubiera ido Pily seguramente me habría volcado más en ella y dejado a un rincón la necesidad de tener amigas. Y yo necesitaba tener más y más. Así que también allí estaba ella.
Pronto conocí a tres chiquitas y les vi amigas ya desde un primer momento. Eran también casi fantásticas.
Al día siguiente fui a hablar con don José Carvajal sobre el tema que me había llevado allí. Un momento antes había leído una especie de cuentecillo y yo casi llorando había sacado de él como una moraleja. No sé lo que era, era como una enseñanza, pero yo la había escrito casi llorando. Decía: "No se puede ya mejorar el pasado, creo que es mejor reparar el presente y proyectar un nuevo futuro".
Después fui a hablar con él: quería aclarar un poco esa situación. Le conté que una semanas antes había estado hablando con un sacerdote salesiano sobre aquel problema… y que me había tranquilizado mucho. Me dijo que ese problema sí que era doloroso porque afectaba más a toda la familia. Que no debía irritarme, porque era cuando ellos se daban más la razón… y que lo tomara todo con más tranquilidad. Después le conté un enfado que había tenido con ella: estaba en el fallado, donde tenía las cosas y los artilugios de planchar. Yo no sé por qué entré allí ni qué periodo del día era, aunque me parecía que por la mañana. Entonces ella me preguntó por los animales y yo me retiré de allí y me quise tranquilizar buscando otra cosa. Noté como si me estuviera atacando para irritarme y yo me debía mantener en calma. Le respondí de mala gana, como cansado de que siempre estuviera con lo mismo. Y me marché… pero al marcharme sentí algo que me decía que había hecho mal: la verdadera respuesta es que no quedaba conforme con aquel episodio. Mi tía tiene un campo al lado del nuestro y me había dejado ir a coger hierba para los conejos… y a mí cada vez me gustaba más ir porque me mantenía alejado por un rato de mi madre. Pero aquello tampoco me convencía mucho. Le conté también la idea que había tenido de escribirle una carta y mi temor al final…
Me tranquilizó. Me dijo que ante todo no me irritase. La idea de la carta le pareció fantástica: me pidió que no la dejase escapar. Ahí podría estar la mejor solución.
Y salí de la convivencia dispuesto a hacerlo.
Desde aquella convivencia yo necesitaba hablar de eso: una necesidad tan grande que parecía impulsada por la vida misma. Hablar de toda aquella esperanza… ya iba creciendo, me gustaba pensar que cada vez estaba más cerca.
No sé si fue aquella tarde o después que fui por casa de Isabel y hablé con su hijo. Él me dijo que parecía tonto, que la esperanza es lo último que se pierde, que todavía no me podía sentir derrotado. Entonces le conté aquel episodio del viaje a Fátima: lo mal que me sentí. Nadie podía entender lo que yo decía a través de él. Ella me conocía, al menos eso era lo que decía siempre; entonces, ¿por qué no entendía?. Algo estaba mal ahí… y yo en ese poema quería convencerme de eso mismo, quería animarme. Y lo había sentido de polvo. Le conté lo que allí había llorado: tal vez un poquito. Sin embargo él veía cada vez más cerca esa esperanza: a mí me reconfortaba pensarlo así.
Ya había cambiado. Bastaba únicamente una palabra para cruzar este aire y yo la tenía en mis labios. Don José me había dicho que pese a todo no dejase de escribir: era mi mayor desahogo. Todos vivían problemas semejantes, pero yo tenía, al menos él lo veía así, el don de expresarlos de una forma sugestiva y bella. ¡Qué no la alejase jamás de mí!.
Desperté aquel día con el deseo de rebelarme contra la realidad y terminar con aquel mal sueño. Pero no pude, soledad, tú bien sabes que no pude: parecían haberse guardado todos los disgustos para aquel día… se empezó a derrumbar toda aquella ilusión hasta desprenderse en el vacío. Me dolió, tú bien sabes que me dio el mayor miedo de toda la eternidad. Y escribí este poema.
Nos van a llevar a Vigo a ver a Quico en el hospital. Estamos todos en la verja esperando el coche (Malena y yo), mamá está arreglándose y Nacho fue a un primer viaje a Ramallosa a dar un recado de parte de mi madre. Yo estoy impaciente para decirle que cuando me pilló a mí él coche también se me hinchó la cara. Por las primeras noticias de mi madre Quico tiene hinchada la cara: eso me lleva a pensar que el hinchazón de la cara es a causa del tropezón del coche.
Por el camino fui pensando en todo esto, no podía pensar en otra cosa. Cuando llegamos estaba el coche de papá allí y en una ventana vi a una chica o mujer y le pregunté a mamá si aquélla era Mariora. Cuando entramos en la habitación había un pequeño pasillo y un pequeño cuarto de baño. Cuando llegué al cuarto había dos camas: en la de más al fondo estaba Quico, parecía dormido. Tenía una mancha de sangre por debajo de la mandíbula y otra sobre la ceja derecha un poco inclinada hacia arriba. Yo me quedé mirando un rato largo para él, porque recordaba las veces que le había chillado yo y ahora… tan calladito y silencioso. Ahora me dolían todas las veces en que yo le había gritado. Y también pensaba en la que él y yo habíamos reído o hecho reír.
Bueno, me dolía principalmente porque él había sido de los tres hermanos más que tengo, quien más había hablado conmigo y aunque tenía algunos momentos malos de riñas yo le perdonaba. Toda una vida pasó por mi cabeza en esos momentos.
Mi hermana le dijo a mi madre que había llamado Ana y que pedía hablar con Quico, aunque así no iba a poder… de todas formas habó un poco. Después llamaron por teléfono: era nuestra prima Chichita, hija de la tía Mª Esther.
Estuvo un rato hablando con ella. Había un sillón pegado a la pared que parecía muy cómodo sentado en él. Papá estaba sentado en él. Mi hermana mayor un poco más adelante estaba también sentada. A la altura de la media cama había un aparato de metal que tenía una bola de cristal en la parte más alta. De esa bola pendía un cordón que se extendía sobre la cama. Él tenía una mano, la derecha, sobre la cama, que dejaba ver el hombro; el otro estaba cubierto.
Dijo mi padre que varias veces habían ido a tomarle la tensión y que la última había sido hace un momento. Entonces dijo mi hermana que la habían notado 12 de tensión.
Un poco después todos estaban hablando cuando de repente Quico empezó a mover los dedos. Yo me admiré y le avisé a mamá, pero ella no me escuchó. Se oía muy fuerte la respiración de mi hermano. Mi padre dijo que sería mejor que se fuese conmigo y con mi hermana pequeña a pasear al Castro, pero yo le dije que no quería. Entonces mi hermano abrió los ojos poco a poco. En ese momento me pasó un escalofrío por el cuerpo. Entonces Quico levantó un brazo. Mi madre se lo cogió y le dijo que se estuviera quieto porque eso le dolía mucho. Quico le dijo:
- Me siento mal. Me siento mal. Hace un rato me encontraba como en un paraíso y ahora me siento mal.
Después de un rato intentó mover el otro brazo que tenía bajo las sábanas. Mi padre que estaba de ese lado se lo detuvo y le dijo que se estuviera callado porque así iban a ser tres meses.
- ¿Tanto?- dijo él.
En mi mente hay un pequeño transcurso de tiempo que no sé lo que pasó.
Mi hermana pequeña dijo si sacábamos el turrón que habíamos traído para darle un poco a Quico. Alguien se acercó al armario que había en la otra esquina y sacó una bolsa que habíamos traído de Ramallosa y la dejó encima de la cama. Después Quico empezó a temblar. La pierna la tenía estirada. Mi madre llamó por la alarma a la enfermera. Yo me asusté. Entonces mi padre nos dijo que saliéramos y salimos. Ya fuera yo estaba impaciente por que viniera la enfermera y en aquellos momentos de tensión hasta me parece que solté algún taco.
El pasillo no era muy largo. A la derecha de la habitación según se mira para ella había un espacio amplio y unas escaleras. Bajó un chico y yo le saludé. Pero después subieron dos o tres personas a las que no me acordé de saludar. Del fondo del pasillo aparecieron dos enfermeras. Una de ellas preguntó si había sido allí donde habían llamado. No sé si fue ella que lo preguntó o mi hermana que lo dijo.
- Una para esta habitación- dijo ella.
Me pareció un poco antipático así, pero lo dejé. Una enfermera, que se llamaba Olga se acercó y entró allí. Mi padre me dijo entonces que me fuera para casa de los abuelos. Por el camino iba mareado y con un odio conmigo que rompería lo que se me hubiese puesto delante. Hasta cerré el puño pensando eso. Me fui apurado para la casa de mi tía. Cuando fui a salir del hospital le pregunté a la portera:
- Olga… esa enfermera: Olga… ¿trabajó antes en la Cruz Roja?
- No, no…
- ¡Ah!, nada… era una simple pregunta.
Salí por la puerta vacilante y cerré la puerta.
Iba muy triste por el camino. Cuando llegué a casa de los abuelos subí los cuatro pisos a todo correr. Cuando entré les di un beso y esperé hablando con ellos. Ahora sólo pasaba una tuna por la calle y le pregunté a la abuela si era igual que la tuna que formaba mi padre. Me la explicó.
En la tienda de Chicha yo no quería detenerme a
hablar con ella, porque consideraba a la gente siempre esperando a ver una
cierta sonrisa en mí, para cotillear. Hablo con ella, si, pero ya no me gusta.
Podía ser muy niña. Me gustó también Rosa, una chica que vive un poco más abajo
del convento de Vilariño, en la otra esquina. Cuando iba al convento de
Vilariño me había acostumbrado a ir todos los domingos por aquel ambiente tan
joven. Podía jugar con los niños sin temer a los cotilleos, podía dar un beso
por la misma razón. Teresa me animaba mucho en este sentido. Y Julia también
fue algo especial, porque me dijo, después de un viaje a Fátima, que me iba a
dar una sorpresita, y me dio un beso. Un domingo me explicó que era muy besucona,
pero me parece que dijo que así, en Vilariño, de esta forma, no le atraían
mucho. Empecé a conquistar ya desde hace meses. Primero fue en
el cumpleaños, en el santo y en algunos días más señalados. Pero sé que
pronto va a hacer igual que Teresa. Aunque nunca tuve muchos amigos, exceptuando
a Felipe, amigos en el sentido de que pudiera hablar con ellos por ejemplo una
tarde, como ocurría con él cuando iba a Vigo, que me escapaba hasta allí o los
días de verano en que lo conocí o más tarde en Ramallosa. Hace poco tiempo
conocí a Eulogio, un chico que trabaja en Sabarís en una cristalería, y voy a
veces los sábados. Estuve más de seis o de siete meses desde el verano pasado,
y se preocupó. Esos son detalles. Juntos conocimos a Kika, una chica de
Santiago. Creo que se la presenté yo el verano pasado, un día que pasó ante su
puerta, y algunas veces hablábamos con ella. Hace dos o tres sábados, la
primera vez que fui después de esta larga ausencia, me dijo que iba ella a
marcharse el martes. Él había perdido el teléfono y ella lo había dejado en
Santiago. Fui el lunes a verla, a ver si llegaba a tiempo. Llegué, aunque a
punto para marcharse. Le saludé, me dio un beso, tampoco podía quedarme mucho
tiempo. Y fui feliz en aquel momento.
Lo que le duele más es la parte que corresponde al pie. Espero que se mejore pronto, tendría tantas cosas que decirle si hablara… A veces, acariciándole, le digo que me perdone y él me mira con esa cara de pena, me dan ganas de llorar.
El sábado iba a
mandarle una carta a mi tío, le mandaba algunos poemas. La dejé abajo, mi
madre la leyó. Le gustaron, quiere que pase todos a máquina. Al menos, ya sé
que no tengo por qué esconder la libreta. Tanto tiempo alejado de la vida, me
llevó a esconderla siempre y yo no podía encontrarme con ella cada vez que la
necesitaba. Dicen que era yo quien buscaba ese alejamiento, ahora ya hay algo
más que se puede decir. Y ese ser oculto que habla conmigo, ya podrá verse
liberado. Llegamos a tiempo para ver el nuevo día.
Por la mañana le felicité el cumpleaños y le dije que el regalo se lo traería por la tarde. Me contestó que no hacía falta pues sabía que no tenía dinero. Cuando terminé de grabar la cinta, a las dos menos algo, bajé a buscarle el regalo. No quería que me viese, así que dejé la bici en casa de Lourdes. Allí no había nadie afuera, así que me quedé más tranquilo, porque siempre temo el que empiece a hablar y no pare. Le compré el marco para una fotografía. Me lo enseñó Ángeles, pues yo no lo había visto. Ahora que van a hacer las fotos de la casa y las que le gustan a ella en un marco: me lo traje. Cuando llegó le pregunté si tenía una foto mediana, pero no supe decirle para qué y le respondí que para guardar yo. Después se la enseñé. Quico me dijo: “Entre los dos. Toma mi parte”, aunque sólo aparecieron cincuenta y eran cien más.
Los hice incómodo, porque sólo tenía una hoja, había una carta que no había terminado en toda la hoja, en las otras dos mitades dos poemas. Y creo que metí tres o cuatro más.
Pensaba ya terminar la hoja para regar los tomates y los pimientos de arriba, cuando ya los estaba terminando, llegó hasta mí enfurecida. Y dio comienzo la historia interminable que ya conoces. Una de las cosas que oí, era: Después, cuando veas el sol, entras. “¿O sea, tú me quieres decir que, en vez de escribir por la mañana, escriba con el sol?. ¿Y por qué no me lo dices con las palabras?. Después, que si este recado, o el otro, y todo eso. Nunca llegué a estar de acuerdo contigo. Y supongo que voy a sentir desorientado mucho tiempo. Hace días que no te escribo. En la fiesta de la Junquera devolví, ¿sabes?. El sábado, un corte de digestión. Lo dejo aquí porque me parece que ya te lo dije. El domingo no fuí y la tarde la pasé en cama. ¿Para qué oírlos?. El lunes fui, aunque se quejó mi padre, pero no bailé nada y lo pasé mal. Pero lo olvidé mientras volvía a casa al menos sé que el próximo domingo iré a bailar. Se me ocurrió una idea. Y es que todos esos poemas que hoy hago, pero los tiro porque no me gusta lo que digo o porque es un tema muy monótono, te los digo a ti. No quiero, cuando tire esos recuerdos, cuando les diga que ya les recordé otro día, que se vayan simplemente con el sabor a una mal partida. Eso no, quiero que sepan que han convivido conmigo unos instantes, y eso significa parte de una vida a mi lado. Quiero que sepan que se irá un poquito de mi amor con ellos, y luego, cuando le llame, os traerá de nuevo a mi mente. Me parece que te voy a dejar así.
¿Viste?. A mí también me molesta eso de que haya bajado del fallado a buscar agua en la botella porque me estuvo llamando y yo no le oía porque estaba en los conejos, dándoles unas ramas que había cogido de cuando fuí a llevarle la tijera grande de podar a Quico, pero eso de que haya bajado no le da derecho a decir: “Ya estaba escribiendo poesías en otro lado”. Al contrario, cuando le oí me disponía a entrar en casa y me apresuré en dirigirme al fallado, pero ya era tarde.
Bueno, espero, pero ¿cómo va a ser esa espera?. Ya entraron las amiguitas de Mariora. Tengo que salir. Bueno, guardaré los bichos. No me parece que seas tú, Padre, no es tu estilo. Pero déjame seguir hablando contigo cuando quiera. Es que si no sé una palabra, no quedo contento. Entré en la cocina y le oí hablar. No sabía que fuese conmigo, ni le escuche: ¿Por qué no quisiste oír?. Era meter las sillas. No quisiste oír. “¡Bah!, él qué sabrá”. Quiso rematarla. Quiero bañarme. Pero estoy esperando por si alguno quiere entrar en el baño. Y me fijé que no entraran. Entonces por si quiere Mariora que le abra el portal a ellas, pero me voy a cansar. Tanto le cuidaba a Mariora a veces que le veía entrar, o levantándome sólo para ella y mi padre, o bajando al fallado, para esto. ¡Qué indiferente parece algunas veces la vida!. “Es tu obligación”, dicen. Pero otras veces, como hoy, me quiero quedar en cama y nadie dice nada. Son todos contra mí, nunca llegaré a entenderlo.
I ¿Escribir?. No sé por qué…
pero pienso que siempre ha sido lo mío. Cuando me decían mis amigas,
algunas de ellas, que estaban escribiendo un diario, pensaba yo: "¡Qué
suerte!. Poder escribir en los momentos de tristeza". Y me conformaba con
escribir algunos poemas a veces. Al principio escribía bastantes, supongo que,
entonces, me distraía mucho más de otras preocupaciones; seguirían existiendo,
pero ya de otra manera. Me había animado, sobre todo, ese algo por lo que
luchar.
Pero bueno, no quiero hacer de todo esto un diario, porque supongo que es
muy monótono el ir escribiendo día a día. Ahora que estoy trabajando en estos
mimbres y barnizando en el fallado, aprovecharé a veces para subir y escribir
un poco. No podría citar a todas las amigas que tengo, pero sí me gustaría
recordar algunas. No sé por qué soy así, pienso que la vida se me pone cuesta
arriba, y sigo como siempre. No, nada de tonto, baboso o el inútil de siempre: eso
es lo que supone mi mayor condena. Pienso que sigo queriendo a mi madre por
encima de todo, aunque sólo sea inconscientemente. Pero es algo que sigue
tirando de mí. Lo peor del caso, es que ya crearon hábito en mí muchas de las
cosas que antes hacía por ella. Así también lo empecé a hacer yo. Bueno, ya
estoy con el mismo rollo de siempre. No, no es así.
En esto me ayudaron mucho las amigas. La primera que tuve, si, me acuerdo
de ella, se llamaba Isabel y era de Cangas. Se casó, lo sentí; pero bueno, empecé
a aceptarlo como parte de la vida. Además de Pily, era maravillosa Ana. Con
ella descubrí miles de cosas, aunque esté esperando un beso todavía. Bueno,
ella fue quien me explicó la razón por lo que tanto discutía con Malena. Le
quería explicar mi punto de vista sobre los padres, y di en el clavo. Creo que
a veces me doy cuenta de muchas cosas antes de que lo sepan mis padres; mi
madre, sobre todo, que es con la que hablo más. Y eso mismo que le había
contado a Ana, lo vi en otras palabras hablando Quico con mi madre. Él le dijo
que Malena ya está empezando a hacerse una pollita.
No sé si ella se daría cuenta de lo que sucedió en aquel silencio, aunque
fuese pequeño. Me acordé de Ana. Tengo sus cartas, no sé cuántas veces las
habré leído ya. Me gusta Ana, aunque creo que la razón por la que no pienso en
algo más, es porque las veo a todas demasiado guapas para mí. Nunca sé qué
contestar cuando me preguntan cuestiones como ésa. La verdad es que no sé qué
es eso, porque me gusta más el vivir por detalles, los detalles felices que me
dan todas ellas. Por eso me gusta ir al baile los domingos. Creo que ahora no
sabría dejarlo, aunque creo que es malo ir tantas veces, porque hay muchas a
las que puedes ver todos los domingos, y no sé qué pensarán de mí. Pero bueno,
eso no me importa, ya me voy separando de ellas. Ana, la chica que me enseñó a
bailar, me animó mucho, y me gusta sentirla allí, aunque creo que le estoy
empezando a caer pesado. Allí sí que me gusta recordar a Loli, tenía detalles
realmente encantadores y, a pesar de que tiene ligue, sigue bailando. Eso me
encanta. Me molestaría que no fuese sincera, pero no tengo que preocuparme por
eso, porque lo es. Otra, en su lugar, ya me hubiera echado a patadas. Tiene
detalles maravillosos, como cogerse de mi brazo como una pareja, o esa sonrisa,
o ese "¡Es broma, hombre!". Si, es broma, no lo dice en serio. O
bailar muchas seguidas. Muchas veces me vuelvo a preguntar por qué no soy un
latazo para ella. Teresa y Julia, las dos Antonianas. Teresa me da un beso todos
los domingos. Me gusta cuando dicen ellas que no se casarán hasta dentro de
varios años, o tal vez nunca.
Pero el mayor problema sigue siendo cuando sube mi madre del pueblo. Era más
fácil cuando estaba solo en casa, porque tenía miles de tareas por hacer. Ahora
cuando llega, a veces me pilla en la habitación porque Quico me ha llamado o
porque estoy terminando una cama. Y lo peor es cómo se pone. Se enfada, puede
que tenga razón, como eso que dice de que huele mal la habitación (no puedo
estar lavándome a todas horas), pero me gustaría que supiese el cómo me pongo
yo en esos instantes. “Se ponen a andar”- dice ella, y se queda tan tranquila.
Pero no es sólo eso.
Me gustó mucho cuando me dijo Quico un día: “Así se pone siempre”. Bueno,
eso fue lo que más me ayudó a que ahora esté más tranquilo y, aunque sea
despacio, note el ir a menos ese estado nervioso. Creo que acertó la hermana
Genma cuando me escribió aquel análisis. Quico, sé que un día lo vio, y me dijo
que era una bobada, pero yo creo que también lo entendió un poco. Fue él el
único que me vio llorar un día en que me enfadé con mi madre. Lo que me da más
rabia es que todos esos enfados no harían falta si hubiera un poco más de
diálogo entre nosotros. Supongo que se lo diré un día que se enfade conmigo,
porque el detalle en que ella calló y me llamó más la atención, fue aquél en
que estaba un sábado mi padre, ella y yo viendo la televisión después de comer.
Yo salí a cortar hierba para los conejos y, un rato después, se plantó un señor
en el portal llamando por ella. Fui a ver, primero pensé que sería a pedir,
algo que le da mucha rabia, el señor insistía en que quería hablar con ella
para algo de pintar una casa en Playa América. Lo que pensé en aquellos
instantes fue: “Si, ya. Tienen tantos trucos los que quieren pedir”. Bueno, no
me parece. Pero el caso es que ella está durmiendo. Tal vez le haga un favor si
le digo que venga más tarde. Sé que se levantará ella, y habrá alguna razón
para echarme la bronca, pero creo que esto no debe impedirme el que lo haga yo
por ella. Puede ser que no me lo agradezca, pero sé que tú si.
Y así lo hice. Le dije que viniera más tarde. Después, cuando a ella le
encontré de pie, se lo dije. Pues se enfadó. Me dijo que era un señor sin
trabajo al que ella le iba a decir esa casa para pintar o algo parecido en la
playa. Y descargó todo. Creo que el mayor impedimento que tengo es el miedo que
me da hablando con ellos. Me quedo callado, y ahí ya estoy perdido. Hasta que
le dije, en medio de lo que gritaba ella y gritaba, que lo había hecho por ella
y me había parecido bien. Ahí se calló y se fue. Más tarde me dijo dónde vivía
el señor y que le fuera a avisar. Desde hace tiempo, me duele el gritar con
ella, o el mandarla a freír churros, el no hacerle casi y, sobre todo, el mandarla
a la mierda, es algo que no debería existir, pero pienso que es algo que lo
necesito para no volverme loco.
Me da mucha rabia, porque a partir de cuando me dijo la hermana Genma que
era a mí al hijo que más querían porque me veían más indefenso, ya lo empecé a
notar más claramente en ella, aunque se enfrentara la presencia de Malena. Y sé
que las discusiones con Malena iban a acabarse un día (a veces, deseé que le
salieran las cosas mal, algo de lo que me arrepentía más tarde, y no quiero
volver a pasar). Pero Malena me estaba separando de ella, y eso era más difícil
de concebir. Otras veces, cuando mi madre estaba tranquila y se acercaba a mí,
sobre todo para quitarme pulgas, era lo que más le entretenía, aunque también
se mostrase un poco preocupada por eso, entonces veía que ella seguía
queriéndome a mí tal y como me lo había dicho Gemma. Pero era una duda mayor,
porque contraponía muchas cosas conmigo, a mí me gustaría explicarle todas,
pero a tal había llegado mi ceguera, que cuando ella se enfadaba, una pregunta
que no tenía respuesta, y yo ya no veía tener derecho a vivir. No sé, pienso
que soy muy irregular.
Me quedó más en la mente una pregunta que me hice cuando ella, discutiendo
conmigo, me dijo que los hijos también deben perdonar a los padres porque ellos
también eran humanos y tenían sus errores. ¿Por qué?. Siempre decían que era
palabra de Dios, y todo eso iba a misa. Yo creía en ellos, confiaba plenamente
en todo lo que me decían, volcándome, así llegaría a comprender mejor las
cosas. Hasta que un día vi que se equivocaban, y ahora me decían todo eso.
¿Por qué yo estaba hecho un mar de dudas?. ¿Habría sentido
para esperar un empezar de nuevo?. Así era, y así lo hice. Pero, ¿y todo el
periodo anterior?, ¿y todos los enfados?, ¿y todas las preocupaciones?. Aquello
me parecía tiempo perdido, lo que tanto era objeto de quejas por parte de mi
madre. Me molestaba lo que llamaba tiempo perdido para mí. El estar escribiendo
o, simplemente, pensando. Me daba rabia el que, por ella misma, no viese la
parte buena de todo ello. Podía decírsela, pero odiaba decirle cualquier cosa
cuando estaba así, enfadada, porque era como si le doliese más. No estaba
conforme con ser de esta forma, pero ¿qué más podía hacer?. Echaba de menos el
diálogo, ahora me iba haciendo más falta que nunca. ¿Qué había pasado conmigo?,
¿por qué discutía tanto?, ¿era un niño?, ¿por qué siendo niño me hacía
preguntas de una persona mayor?.
Muchas veces me pregunto si será necesario hacerme tantas preguntas,
cualquier otro puede vivir la vida sin preocupaciones ¿por qué yo no?. Sin
embargo, cada vez siento que me resulta más imposible desembarazarme de todas
ellas. Los primeros días, creía completamente en la confianza, y era demasiado
inocente. Cuando hablaba con otras personas y les decía si tenía o no razón, no
buscaba la intención de decir cosas de mi madre. No conocía el que la gente se
divirtiese hablando de los demás. Yo sólo lo hacía porque eran mis amigos,
todos eran mis amigos, el mundo era un universo de hermanos y confiaba en
ellos. Sólo quería que me ayudasen a luchar por la vida. Ella era algo hermoso,
lo había descubierto en el primer poema. Muchas veces, pienso si algún día
podrá cambiar todo eso. Hoy, por ejemplo, es miércoles y vinieron Isabel y
Palmira. Nunca busqué nada malo al hablar con Isabel. No sé al principio cómo
fue, pero lo que más me llama la atención de ella, es que tiene algunos
detalles que me encantan. Hace unos días, cuando estaba el camino que está
frente al pozo lleno de hierba, vi a mi padre intentando cortarla. No lo hacía
bien, dejaba salir un trozo del suelo. El año pasado fui yo quien la cortó con
la azada, a ras del suelo, pero buscando la raíz de la hierba con el fin de que
no volviera a crecer. Me quedó muy bien, y este año también lo pensaba hacer
yo, el caso creo que era que me asustaba ver una hierba tan alta. Me dio rabia
ver a mi padre, lo primero que pensé fue que lo
hacía para echármelo luego en cara, yo había oído de él muchas veces palabras
como “tonto”, “inútil”, “baboso”, y algunas otras. Pero ésas sobre todo, ya no
sabía qué pensar. Me quedaba callado, y eso era lo peor, me daba miedo
contestar, es cierto, pero el comenzar a decir casi siempre: no, lo que pasa…
no quería decir que les quitase la razón, podía ser simplemente una manía mía.
Eso fue lo que me trajo quizás más de cabeza. Aún no podía
luchar por superarme, me desanimaba más fácilmente. A mi padre le hacía caso,
aunque intentaba pasar un poco de él, pero ya no le daba tanta importancia como
a ella. Seguía volcado, pero ya no me tomaba tan a la tremenda sus palabras.
Mi madre decía mucho que “rezaba”, y para ella, este rezar mío suponía todo
aquello que murmuraba después de cualquier hecho que sucediese, casi siempre
estando ella en medio. Decía que era mi odio y mi ira; alguna vez pudo ser así,
pero la verdad es que desde el principio lo utilicé como un medio para
superarme. Para comprender en qué había fallado, e intentar superarlo para otra
vez. Pero claro, del dicho al hecho hay mucho trecho, por que no sé cuánto duré
con este pensamiento; más tarde, supongo que un poco influenciado por el
ambiente, me decía: “Viste, eres tonto”, “porque eres tonto”, y cosas así.
Aquello estaba mal, pero lo hacía inconscientemente y no me daba cuenta.
También intentaba hacerlo por ella. Hasta que hubo una persona que me lo hizo
reconocer: Antonio, un señor de Sabarís, pero con corazón de niño. Me dijo que
eso era como tener piedad de mí mismo, y que eso no conseguiría más que
anularme la voluntad. Hasta que me lo creyera un día y no encontrase más
solución que decir que la vida no tenía sentido. Y él fue quien me ayudó a irlo
olvidando poco a poco de mí. Y fue el que me ayudó a ver más claramente a la
persona de Quico. Reforzó más la idea que tenía. Ana, en una carta, me dijo que
me estaba separando de mi familia por los poemas y las fantasías, pero había
una persona que se había dado cuenta y no lo quería así… y era Quico. Antonio
me había dicho que era el único hermano para poderme echar una mano de mayor.
Recuerdo que en cuanto empecé a oír eso y quise reconstruir lo que se estaba
desmoronando, también había riñas y enfados, pero no había por qué tomárselos
en serio. Duró varios meses. Muchos recados que me mandaba a ir a buscar
cualquier cosa, lo empecé a hacer gustoso. Muchas veces, me decía “gracias”, no
hacían falta entre él y yo, tal vez con otro si. Ana, cuando me dijo eso de
Quico, añadió también que yo le interrumpía, me oponía: que es como era yo.
II
Y lo comprendí todo eso, ésa era la amistad por la que tanto había soñado.
Y ahora había muchas más, me ayudaban todas a salvar la monotonía. En muchos
poemas y palabras y diálogos, decía gustosamente que todo esto era mi mundo. No
sé, pero no quería sentirme separado de mis padres sobre todo de ella. Había
empezado a escribir poemas con el fin de una especie de meditación o
razonamiento, lo alegre quería eternizarlo, sobre lo que me ocurría, pero para
buscar muchas salidas, muchas más, no una sóla, pero salidas en el sentido de
encontrar más cosas buenas para hacer, supongo que al principio pensé que la
vida era mucho más fácil y todo esto siempre estaría conmigo para ayudarme.
Me parece que era como un medio para desahogarme de lo que pasó en Murcia.
Allí creo que llegué a ver tan desilusionado todo, que llegué a sentirme
inmerso en una tempestad, en la cual me veo perdido hoy. La culpa no es de
allí, lo sé; tal vez el que había despertado o el que había vuelto a nacer.
Pienso que había llegado completamente equivocado y, supongo que lo que todavía
me ocurre ahora, que a veces me pongo a pensar en muchas cosas de la vida que
aún no conozco, y me deprimo. No tiene mucha razón en ponerse así, pero es que
lo que me parece es que no sé todavía pensar en lo que será después. Muchas
otras veces me convenzo de la necesidad que tiene el baile para mí. Suelo ir
todos los domingos, aunque a mi madre le mienta algunas veces, debe ser por el
contraste del ambiente. Allí me siento distinto. No sé qué chica me dijo que iban
allí para encontrar novia o novio. La verdad es que no sé cómo, nunca conocí
esa experiencia, creo que me da miedo conocerla. Me parece que soy demasiado
tímido. Uno de los recuerdos más aciagos que traje de Murcia, que es el que
dije que aún me duraba hoy, allí, creo que empecé a buscar la felicidad por mí
mismo, mi propia felicidad, y lo equivoqué con el placer. Pero eso fue a más.
Necesitaba decírtelo. Creo que por eso sobre todo ahora soy tan tímido
con las chicas, y tenerlas como amigas. A lo más que voy a darles es un beso. Y
me pongo tan rojo o me quedo callado cuando un chico me habla de alguna
relación con la mujer. Tanto que oí hablar a mi hermano de un amor platónico,
creo que soy demasiado platónico. No sé si narcisista sería la palabra
adecuada. En Vilariño, me acerco a muchas, o en otro sitio, tal vez lleve esa
intención, pero soy de esos que disfrutan mirándolas. O incluso con llegar a
tocarle una pierna. O ver a alguna chica por debajo de las faldas. Esto es algo
que nunca le dije a nadie, sólo a un sacerdote en Fátima. Siempre que veo la
televisión ansío ver algún desnudo. Es mejor cuando lo recuerdo a solas.
Creo que el problema sexual me viene por etapas, después de una dura, una
tranquila. La verdad es que se me hace muy difícil dominarlo.
Comulgando todos los días, haciendo de cada semana una vida, creo que se va
mejorando un poco. Pero siento que ahora estoy en un periodo malo y, el dolor
que siento al no verlo sometido, me hace deprimir un poco más. Esto no cabe
duda que ayuda a caldear el ambiente para que me irrite, pero creo que ya he
aprendido un poco a dejarlo de lado, aunque en este momento mismo me sienta muy
mal. Siempre estaba convencido que era la falta de distracción; distracción
porque no me gusta estar toda la mañana o una tarde haciendo algo solo.
Por esa razón me gusta cuando vienen Isabel y Palmira. Me gusta estar con
Isabel, no es tan vieja aunque al principio fuera más atracción por verla, con
esas ansias tan platónicas. Ahora ya va desapareciendo, aunque puede que
todavía queden algunos restos. A mi madre creo que ya le molesta que me guste
trabajar cuando viene ella y, el resto de la semana, ni golpe. Bueno, tampoco es
así, tan crudo, como ella lo pinta. Me gusta, si, porque estoy acompañado, sí
puede haber algo de platonismo, no me doy cuenta, tal vez sea el sentirla a mi
lado. No me siento solo. Muchas veces digo que me gusta variar, comer entre
horas, por ejemplo, y si es algún trabajo, poder sentir que puedo parar y
escribir un poema o ir a algún sitio. Cuando empecé a contarle algo, al igual
que hago con todos, no lo hacía con esa intención, al contrario, quería
superarme y poder hacerlo cada día un poco más. Mi punto de vista, y también el
suyo, quizás buscaba la experiencia en todos los casos. Que me dijesen que
hacía algo bien; bueno, no creo que sea tan malo, además, yo sabía que no era
el que lo hacía más bien, pero eso me animaba a hacer más cosas. Me acuerdo el
día aquél que me dijo lo del camino, cuando un día antes mi padre había estado
cortando, el día siguiente, lo hice en toda la tarde. Y fue por ella. Cierto es
que ya lo pensaba hacer un día, pero me creo que si ella no me hubiese dicho
eso, seguiría igual. Ayer miércoles estuvo limpiando con la guadaña ésa larga
la hierba de la parte entre el camino y el muro y me dijo que fuera
amontonando, por ejemplo, encima de la pila que habíamos hecho unos días antes,
unas semanas. Y así lo hice, animado, como siempre. Quería hacerlo un poco
apurado, porque si queda para el último día, para otro, me olvido.
Llevaba tres montones recogidos y ella miró hacia mí y me dijo: “Hiciste
mucho”. Ése fue otro detalle que me animó. Además, ella dice que su hijo es
igual que yo, pero yo no veo a Isabel como una persona que vaya con chismorreos
a tu espalda. Ella me dice que le parece extraño, que yo no debería tener
ningún problema porque me tratan como un rey y, encima, me lo tomo así. Me
pregunto siempre si a un rey le ponen tantos quebraderos de cabeza. Palmira es
el único punto negro de los miércoles. No sé, pero las señoras mayores siempre
me traen mala espina. No sé, no; sí que lo sé. Siempre vestidas de negro,
siempre les gusta andar con chismorreos; además, lo que si me molesta de
Palmira, es ese “pobriño” tan común en sus labios. Tal vez lo malo mío es no
saber decirle basta. Algunas veces lo dice delante de mi madre, y ella se queda
tranquila, como si lo aprobase. Recuerdo de un miércoles, no sé a qué vino
aquel suceso, pero Palmira se dijo, refiriéndose a mí: “Pobriño”, y mi madre le
dijo: “No le diga eso, Palmira, lo hizo mal”. Yo me quedé plantado, sin saber
qué pènsar… lo primero fue que mi madre parecía de acuerdo con ella. Y me
destrozó. No sé, hay tantas cosas que no comprendo. Mejor dejarlo. Total, no
vale la pena desconsolarse por eso. ¿Por qué se tiene que apiadar de mí?. ¿Soy
yo, en verdad, el que les da motivos para que lo hagan así?. ¿Cuáles?. ¿Es sólo
porque quiero ser diferente?. No sé qué tiene de malo. Quiero ser diferente,
si, ¿y qué?. no creo que la vida sea bella como vosotros la vivís. Veo que a lo
mejor si, para vosotros, pero yo no. Yo no quiero luchar sólo por mi vida. Los
poemas quiero que sean mis ayudantes, ¿qué tienen de malo?. A mucha gente parece
que le sienta como un tiro el oír nombrar esa palabra, o una sonrisita de ésas
que son tinieblas por dentro. ¿Y qué?. yo siempre dije que era completamente
sincero en mis poemas, ¿por qué no los ven, en vez de reírse de ellos?. Sé que
un día yo le fui a dar una libreta de chistes a Teresa, para un viaje que iba a
hacer y mi madre los vio. Yo le dije que eran para Teresa. Y ella abrió la
libreta en sentido opuesto donde tenía escritos algunos poemas. Me dijo: “Ésta
no. Dale, si quieres, éstos sueltos”.
Me pregunté por qué lo había hecho así, y me dije: “Si es por el temor a que
se rían de mí, te considero una hipócrita. Los únicos que se han reído de ellos
diciendo “sus poesías” con gesto despectivo, has sido tú y papá. A mí me
gustaría darle más todos a Teresa que a ti, a Teresa o a cualquier otra de las
amigas. A ellas les gusta y si no, las leen. No sé qué tienen para reírse de
ellas. En cambio, no están de acuerdo contigo”. Me molestaba cuando decía “sus
poesías”, alargando el sonido de cada sílaba, con un gesto que me daba rabia.
¿Por qué no entienden?, ¿es que soy un ser de otro planeta?, ¿o no debí nacer
aquí?. Entonces, ¿qué hago con todo esto?. Yo encontré algo más por lo que
luchar, y no quiero dejarlo abandonado, fue él quien me ayudó a mí. No escribo
con otras palabras que las vuestras, ¿por qué no queréis verlas?. Sé que hace
tiempo, una tarde me pidió unas cuantas para leerlas. No dijo nada. Pero en
esos momentos es cuando siento que la realidad está en calma. Poco dura todo
ese tiempo, no dura nada. Tengo miedo siempre. Muchas veces me arrepiento de
ser yo. Ya no cuento cosas por ahí, sólo mis amigas lo saben. Ellas me ayudan.
Antonio no está conforme con que yo lo haga de esta manera. Ya le quebré
bastante mi cabeza cuando quería encontrar un trabajo. Ahí me desanimaba mucho
porque era cuando menos llegaba a comprender a mi madre. Muchas veces se
enfadaba, y decía que se iba a morir, que rezase porque me iba a quedar solo,
tal vez con todo lo que me dejase al morir, pero yo le iba a extrañar mucho,
porque no tenía que esperar nada de mis hermanos. Recuerdo que pasaba yo muchos
días con verdaderos quiebros de cabeza. Pensaba en un amigo que se llamaba
Felipe. Tenía varios puestos de pesca. No era como yo en cuanto a la religión,
pero eso era lo de menos para mí. Podíamos ser excelentes amigos sin tener en
cuenta ese tema. Mi madre también a eso le ponía pegas, y un día le planteé el
trabajar para él en algún puesto, el de mi pueblo, por ejemplo. Ella dijo que
no, porque pudiera ser que faltase dinero y lo tuviese que poner ella, por lo
de la religión y por cientos de cosas más. Dirás que tenía razón, bueno, pero
yo no lo entendí así. Pasaron varios meses, creo que un año y pico, y después
me dijo que le parece que él había tenido problemas, pues el puesto quedaba
junto a la capilla.
“Ahora me lo dices. ¿No podías habérmelo dicho antes?. Me heriste. Yo,
durante meses anduve buscando un por qué y tú me lo dices ahora. Siento que
todo el tiempo que pasaba en ello, fue tiempo perdido. Eso es algo en lo que tú
y yo no coincidimos del todo. ¿Por qué distinto?. No me he creado una vida
aparte. Algún día comprenderás todo lo que hacía por ti. Pero ¿quiere decir
que, para ese día, todo el tiempo anterior estará perdido?.
Bueno, olvídalo, la vida no te pide más que la recorras. Pero no puedo, yo
necesito encontrar ese sentido que encontré desde un principio. No quiero que
la vida me la den así de molida. La vida hay que luchar para conquistarla. Un
día me planteó el poner un puesto de la ONCE, junto a las cabinas telefónicas.
Vi su buena intención, quería ayudarme a encontrar una ocupación.
Inmediatamente, pensé en mi madre. Querría que ella estuviese allí, pero no
estaba, tenía que pensarlo por mí mismo. Le dije que me parecía fantástico, e
intentando ponerme en la mente de mi madre, de lo que ella me había enseñado,
le dije que suponía que fuera antes para los ciegos, o cómo a un niño como yo,
sin apenas molestias, me iban a poner ahí. Y se enfadó mucho: “parecía tonto”.
A todo decía que no y ponía pegas.
Nada de esto me parece nuevo… porque ya se lo he contado a tantas, que me
sigue pareciendo monótono. Sólamente me anima el saber que puedo ayudarle a
alguien, aunque sea a muchos kilómetros de aquí en este mismo momento. Y
también me anima el saber que a partir de ahora puedo sentarme para contarte
algo cuando me encuentre en un momento de baja moral. Siempre lo quise,
¿sabes?, siempre soñaba con escribir todo esto, sobre todo porque así puedo
olvidarlo todo pronto.
Al lado de Quico, yo era como si empezase a aprender. Mi madre era muy
amiga de echar todo por el suelo. Había veces que se lo decía a Malena, y
Malena salía por la puerta para entrar luego o cambiar de tema. Lo malo mío era
que no sabía qué hacer, porque siempre llegaba a la misma solución: el diálogo.
Me daba pena, y aún eso es poco. Yo no sería así, sólo si ella lo quisiese.
Entonces era cuando me daba más cuenta de la presencia de Quico en todo eso.
Quico se daba cuenta de que yo me inclinaba cada vez más.
Era verdad lo que le había dicho Ana. Una chica que creo que era su novia,
pero yo no lo sabía, me preguntó por él y yo. Después de responderle le dije
que era al hermano que más quería. Ella, en aquel momento, me respondió, aunque
no me acuerdo de las palabras concretas, que él también estaba muy preocupado
por mí. Cuando sí era realmente tonto, era cuando reñía con él. Pero bueno,
supongo que así le digo que no sé esa ayuda, aunque también me parece que ya lo
sabrá. Fue Ana quien me había enseñado eso, y me gustó más hablar con ella, eso
debe ser para mí estar enamorado. O es que aún no he llegado a esa edad. Pero
sobre todo, era mi madre quien me apenaba más, me había metido en una red casi
sin salida, pero ese casi ya había aflorado y para siempre tendría la ayuda de
Quico. Un día, me había dicho mamá en la mesa que el único hijo que le quedaba
que pudiese parecerse un poco más a ella era yo. Me dijo que me había visto
capaz para todo eso, porque Mariora y Nacho ya eran mayores, tenían novio y
novia, trabajo y ya no paraban tanto en casa. Quico ya había comprendido el mal
en el que yo estaba cayendo y ponía una cierta distancia por el medio. Y Malena
era demasiado pequeña. Así que era yo el que quedaba. Aquellas palabras me
sobrecogieron el alma. Era el mejor regalo que podía hacerle. Pero siempre echaba
muy de menos el diálogo. Me gustaría explicárselo, pero supongo que lo que
pasaba era que, cuando sentía esa realidad en calma, confiaba en que hubiese
aprendido ella algo más. Y cuando se volvía tormenta, me reñía a mí mismo por
no haber sabido conservar esa calma. No sé por qué te digo esto, me estoy
metiendo en una sima, mejor vete aprendiendo de cada cosa. También veía ese
cuidado de mi madre, y me llegó a dar asco el ser así y no tranquilizarla, pero
llegaba un día en que me faltaba haber hecho algo en el campo, aparecía el tema
del trabajo, el tiempo perdido… y me entristecía ser todo de esta forma.
Cuando aquello de los ciegos se lo presenté a mi madre, empezó a poner
pegas, las mismas que había puesto yo. Cuando hablé con Antonio más tarde, este
tema ya me empezó a preocupar. ¿Qué es lo que quería ella, si a todo decía que
no. Decía que me esperaba poner una librería en el pueblo, ¿cuándo?. Antonio me
llegó a decir que él tampoco entendía mucho a mis padres. Y todo esto se
contrastaba con lo que me decían de que encima de que me trataban tan bien, yo
era así. y yo volvía a discutir de bajo: “Como un rey, si, como un rey que va
al desastre. Me pregunto yo: ¿un rey tiene tantos problemas?. Yo confiaba en
vosotros, en que era palabra de Dios, en que tú siempre decías la verdad, hasta
un día que me di cuenta que era falso. Mira, déjalo, no importa. Encima de que
te tratan así. Pero yo no quiero que me traten así. si ahora me apego tanto a
mi madre, el día que ella falte ¿qué?. no esperes nada de tus hermanos. ¿Pasar
hambre?. No voy a saber qué hacer. Tendría que tomar ejemplo de todo lo que
ocurre. También, a veces, tienes tú la culpa. Esos olvidos, o tal vez esos
descuidos, me parece que tengo la mente muy atolondrada y me la quieren
atolondrar más. Parte de razón, aunque no esté de acuerdo con toda, la debería
de tener Isabel. Ella me dice que ahora no tengo problemas, que cuando los
tenga, me los plantee. Pero es muy difícil eso, yo no estoy del todo de acuerdo
con eso. Pienso que es mejor irlos alisando hoy y cada día. No es toda la vida
llana, porque en la misma vida hace falta una combinación de todo, pero será
una forma para ir superando obstáculos. Para que viva preocupado por algo. La
poesía jamás la dejaré. Habrá todas las discusiones sobre ella que tú quieras,
pero ella me ayudó un día a estar aquí hoy. No sé por qué dices que ella es
tiempo perdido. Te haría falta el conocerla. Te haría falta el conocerla. Pero
no, tú no la quieres conocer. Me pregunto yo si el papel de madre es tan
difícil. No tengo sólo madre, sino también padre. Él tanto hablar de ella,
supongo que viene a significar en un inconsciente, que me he volcado en ella y
la quiero. Recuerdo un día en que me enfade y recordé aquello que un día me
dijo de que yo no quería a nadie. Entonces, chillando, le dije que sí le
quería. Ella me respondió que ya sabía que yo le quería. Pero siempre me he
negado al diálogo entre ella y yo, paz en el alma, serenos.
Creo que si algún día le quiera decir algo, mejor es guardarlo para cuando
esté enfadada conmigo y decírselo. Me gustaría poder decirle lo que paso yo por
ella. Creo que es cosa de la edad. No sé si es porque soy demasiado niño o
demasiado viejo. Con mi padre no tenía tanta relación, sólo algunas veces los
fines de semana, que me acercaba a él para pedirle algo. Pero esto ya no me
gustaba tanto, porque ya lo había empezado a hacer de mala gana. Me molestaba
el que a la hora en que podía hacer algo mal, no me preguntase, sino que
juzgase por su cuenta. Si, había veces que era un mentiroso, muchas tal vez,
pero la mentira era algo que me servía muchas veces como excusa o como defensa.
Cuando decía que voy a este sitio, seguramente fuese mentira, porque mi madre
concebía el ir a visitar a alguien como un medio para perder el tiempo. Y yo no,
yo lo necesitaba, podía ser ese ánimo que me faltase. Lo necesitaba porque la
vida se podía estar poniendo muy cuesta arriba o no tardaría mucho en hacerlo.
Necesitaba, como lo hacía en la comida, comer entre horas, no pensar que la
vida fuese toda una monotonía de tristezas. Por eso todo lo que pensaba en esos
instantes era malo, necesitaba olvidarlo y lo tenía tan a flor de piel. Además,
sabía que había alguien dispuesta a hacérmelo olvidar. Creo que lo primero que
aprendí fue a tomar las cosas a la tremenda. Y a desconfiar, pero esto mismo no
debía tener cabida en mí puesto que yo no era así. No me gustaba la mentira,
pero sentí una necesidad tan grande de ella que llegué a hacerla mi amiga. Y
muchas veces era que en mi casa, sobre todo con mi madre, que si se era un
mentiroso ahora de pequeño, se sería también de mayor. Yo no sé qué pensaba en
esos momentos, pero supongo que me diría que ahora la mentira se había hecho
una necesidad. Era cierto que me gustaba, sobre todo porque seguía volcado en
ella aunque menos (creo que ése es un mal que nunca podré curar) y porque
dañaba mi espíritu que quería ser completamente sincero, pero siempre me decía
que hay un momento en la vida que es necesario hacer uso de ella. Recuerdo que
hubo alguna vez más en que me quise matar o veces en que me decía “cuando se
muera mi madre y yo me quede solo, pues me mato. Total, creo que ya aproveché
la vida, y más aún cuando dejo un mensaje. Espero que le ayude a alguien.
Sobre todo se lo contaba a Antonio cuando hablaba conmigo. Él me decía que
eran ideas ridículas. No estaba pensando en lo que decía cuando pronunciaba
esas palabras, porque otras veces, cuando se calmaba la tempestad y volvía a
serenarse todo, yo me decía: “Antes sí podía hacerlo, sí me hubiese decidido, porque
no encontraba salida, pero ahora creo que ya es tarde”. ¿Qué iban a ser de
todas las amigas?. A Mari Carmen un domingo le pregunté qué es lo que les podía
dar yo. A ella sólo le hacía una seña, y era capaz de salir de un grupo de
amigos que fuesen a un sitio determinado (Me había pasado una vez que iba con
Rosi y Nieves directo a la habitación donde ensayan en Vilariño, en el teatro).
Te hago una seña, o un saludo, y tú ya sabes que te quiero dar un beso. Y tú
tienes novio, eres joven y guapa, tienes una vida para vivir, y tienes trabajo.
Yo quién soy: todo lo contrario, y tú me lo das y no te importa. Yo ¿qué te
doy?. Ella me dijo que la confianza. No sé por qué, pero me extrañó. Me quedé
mirándole y le dije: ¿Es tan grande eso?. No se la pido a nadie, no tengo que
llamarle a la confianza para que venga, supongo que va impresa en cada palabra,
¿por qué hay alguien que se fija en ella?. Aunque yo no entendí muy bien
aquella respuesta, me maravilló. Era algo que debían conocer todas las amigas,
por eso nada de lo que digo me resulta extraño. Todo esto me serviría, en el
fondo, para intercalar sonrisas en la vida, por eso de saborear de todo y tener
salgo a lo que agarrarme cuando sintiera desprenderse el suelo. ¿Por qué razón
iba ya a desprenderse?. Entonces me daba más rabia aún mi postura hacia mi
madre. No comprendía qué es lo que quería ella. Muchas veces decía que yo en
casa lo que tenía que hacer era cuidar las gallinas, los conejos y regar en los
veranos. Eso lo hacía mal siempre. No quería hacer sólo eso. Quería hablar,
escribir, viajar y había muchos enfados con respecto a esas tareas. No sé,
¿para qué meterme en detalles?, ¿sabes que cada uno lo vas a hacer una
eternidad y no vas a encontrar una salida?. A mi madre la iba conociendo un
poco más.
No me acuerdo qué es lo que me decían, me debía acordar, pero me preguntaba
muchas veces que si mi madre había estado educada entre monjas, y mi padre
también, ¿Por qué ahora eran así?.
Me resistía a creer, mejor dicho, no lo creía que ellas tuvieran la culpa.
Siempre me decía que, cuando era joven, vivían en otra época. No quería decir
que estuviese anticuada, no, sólo me decía que tal vez no tuviese todo
preparado. Ella me decía muchas veces que era bueno el ir a misa. Y lo era, ya
que estaba todos los días en casa podía asistir. Pero ahora me doy cuenta que
ese tema me hace estar muy a las faldas de ella. Siempre me gusta darle las
gracias a Dios, creo que es culpa mía todos los disgustos, pero Él siempre está
conmigo. Yo confío en Él, Él me enseñó todo lo que sé y lo que tengo. Pero ir a
misa todos los días es algo con lo que no estoy de acuerdo. Bueno, déjalo, no
vayas a ofender a los que sí piensan de esa forma. Estoy de acuerdo que es
bueno el ir todos los días, pero ahora, cuando se es joven como yo, no le veo
sentido, mi punto de vista creo que es bastante reducido y no puede ser de otra
forma. Me decían muchas veces: “Te pegas una vida de reyes”. Yo me callaba. O
las viejas de por ahí, que lo hacían con intención de cotilleos.: “Tu madre
debe de estar contenta contigo. Le haces las camas, le barres la cocina, le
pelas patatas”. Cada vez odiaba más todo eso. Los primeros días, si, yo me
alegraba y tal vez me quedaba un poco dormido. Pero me despertaba cualquier
riña de mi madre. Muchas veces, tenía razón en enfadarse, pero el mal que veía
era que no se ponía en disposición para oír o escuchar, y eso no estaba tan
bien. Me daba miedo contestar y nunca quedaba de acuerdo con ser de esa manera.
O ese “te pegas una vida que escoñas” que me decía a veces Quico. Bueno, me lo
dice últimamente y sólamente se lo oí, que yo no me acuerdo, dos veces. Ayer,
porque cuando terminó la película yo me lavé los pies y me fui para cama. Él
pasó por la puerta y me vio acostado. Entonces me lo dijo. Y hoy. Yo pensé que
era la una, pero eran las doce y entré en la habitación a escribir un poco. Y
me lo dijo. Pero a mí me cuesta más ser como él, porque estudia bien, muy bien,
puede encontrar trabajo mejor que yo y no se le alborota la cabeza cuando mamá
chilla.
Dice que vivo bien, si supiera todo lo que paso, pero él es quien más me
ayuda. Hace unos días fuimos a un entierro, yo quería ir en la fila, pero me
gustaba más ir con él, y fui con él. Al entrar en la iglesia quería ir hacia
delante, pero él dijo que subiéramos arriba y subí con él.
Nunca me gustó cantar de alto porque lo hago muy mal, pero allí lo hice.
También hubo algunos momentos en que reí, amor. Ya sé que no se debe hacer eso,
pero allí estaba él y me había dado cuenta que me quería. Después, a la hora de
comulgar, quise ir, pero él me dijo que con toda esa carretera de pecados, de
broma, no podía. Comulgábamos por él en la convivencia. Y entendí aquella
postura. Quiso ayudarme a romper un poco con toda esa unión que me había
enseñado mi madre. Cuando salimos fui hasta casa con él contento. Íbamos
tirándonos la carretera de un lado para otro de la carretera. “Si cae en la
carretera, te preparas…”- me decía. Yo iba satisfecho. Pero ahora eso no puede
quedar así. y pienso que, el día que me falte él, que no esté a mi lado, volverá
a florecer ese apego que empiezo a aborrecer. Espero que el decírtelo me ayude
a irlo olvidando poco a poco, o alejando de mí. “¡Tranqui, tranqui!”- le dice
Quico algunas veces. ¡Si yo pudiera decirle eso también!. Pero me sigue
asustando el verla de malhumor o enfadada. Parece como si siempre la tomase
conmigo. No sé por qué todo es así. Llegado a este punto, no sé encontrarle un
sentido a la vida. Me acuerdo mucho de Ana, le echo de menos, creo que éste es
todo el amor que puedo ofrecerle. Me gusta escribir cartas, y recibirlas
también, así sé que si algún día quiero levantarme la moral, me puedo sentar a
leer alguna, y recordar al mismo tiempo. Últimamente son las de Ana las que más
cojo, no sé por qué puede ser. La verdad es que me gustan todas, aunque muchas
pienso y sigo pensando que son demasiado guapas para mí. No sé si son
enamoramientos los que siento yo. Simplemente, me gustan. Estar con ellas,
hablar con ellas, sentirlas a mi lado, al menos sé que si alguna vez me tienen
que llamar pesado, me lo dicen y en paz. Antes me gustaba Odila, una chica de
aquí cerca. Hasta que pasó todo. El tiempo no me conducía a ella, la encontraba
poquísimas veces, no era muy dada a hablar un rato, tal vez porque siempre la
encontraba en sitios de paso.
La hermana de Costas, Begoña, también la consideraba amiga, aunque no había
hablado mucho con ella. Pero hace meses la encontraba todos los domingos en el
baile, y le sacaba a bailar.
Ella me pareció una gran amiga, aunque no lo supiera. Creo que tenía
razones para pensar que era un plomo o decirme que no, alguna vez me lo dijo,
supongo. Pero muchas veces, me decía que no y, al final, terminaba bailando con
ella. Su hermana creo que bailó también alguna vez, pero no tanto.
Otra que me gustaba allí era Rosi, aunque al principio la hubiese
considerado por gorda y fea. ¿Quién?, ¿ella?. ¿Quién era yo para decir todo
eso?. Era yo más feo que ella, y me decía que con el chico que más le gustaba
bailar de todos era conmigo. Poco a poco fui comprendiendo lo bobo que había
sido. Si, era gorda, ¿y qué?, yo era feo y ella no me decía nada. Y hablaba a
veces de más y no me aclaraba nunca y ella me escuchaba, ¿quién era yo?. Lo
imbécil que había sido.
Me gustaba también Rossi. Y Teresa, la hija de la tienda de la Cabreira,
aunque al principio siempre me decía que no, un día me dijo que el día que
menos lo pensase me diría que si. Y así fue unos domingos más tarde. También
tuvo un detalle bonito Rosi, la de Vilariño. En la dedicatoria me puso su firma
más un beso. Yo le dije que a ver cuándo se cumplía. Se puso muy roja. En aquel
momento recordé lo mal que había oído hablar de la gente de Benavente. Mala
gente decían.
Pero yo no juzgaba así a las personas, la veía como una amiga. Me dijeron
que no tuviera muchos roces con esa gente, pues eran muy traicioneras.
Reconozco que al principio me dio miedo. Pero yo no creía en esas cosas.
Recuerdo que a Rosi le dediqué un poema mío de los primeros días. Me gustó
mucho el hacerlo, pero no fue propiamente mío porque ella me dijo que se lo
hiciese a una guitarra, pues ella le quería mucho, y lo que hice creo que se
podría denominar más un encadenamiento de palabras bonitas, aunque todas ellas
vinieran de un sentimiento más interior. Cualquiera de los roces que yo había
tenido con ella habían sido simples saludos o palabras muy variadas. Yo nunca
la vi como todo eso que me decían, aunque creo que procuraba alejarme de ella.
Su sonrisa me decía que no debía temer. Cuando le dije “a ver cuándo se
cumplía” yo no pensaba de ella nada malo. Para mí era una amiga más.
No fue sólo en aquel momento cuando había oído eso. Mucho tiempo atrás
había empezado a oírlo, incluso habían tenido alguna riña con mi hermano. Pero
yo no era como ellos, y no quería ser así. Cuando llegaron las Navidades, ella
me dijo que ya se lo podía dar. Aquellas palabras me sonaron muy bien. Era lo
que yo había estado esperando.
Un poco más abajo del convento de Vilariño, vivía un amigo de
Quico, Suso, con siete hermanos, seis de los cuales eran chicas. Eran más
pequeñas que yo, la mayor creo que tenía quince años. Me gustaban los niños. No
sé si era para olvidar aquellos años o para sentirme querido. Lo cierto era que
cada vez era más tímido y no quería volver a ser como antes en ese tema. Muchas
veces me había parado a preguntar por qué lo hacía, y no sabía contestarme,
pero odiaba el día en que lo conocí y aquella soledad que me hizo refugiarme en
él. No sé si en el fondo me agradaría poder volver a aquellos tiempos. No lo
quería, era mi mayor quebradero de cabeza, quería que me lo hiciesen olvidar,
pero ya se había convertido en una lucha a vida o muerte, y uno de los dos
tenía que retirarse. Yo quería que todos me ayudasen a acabar con él.
La verdad es que me mostraba muy reacio a pedir un beso, siempre temía que
me dijesen que no, por eso buscaba a las amigas. Conchita, un día que fue sola
a Vilariño, siempre iba con alguien, aquel día no me acuerdo muy bien si fue
sola o los demás se marcharon. Cuando terminó la catequesis, creo que fue
entonces, le dije que viniera a dictarme un poema que había escrito para
pasarlo a limpio. Yo me senté y ella se puso a mi lado. Me dijo: “Cierra los
ojos”. Creo que en aquel momento pensé en un regalo. Y los cerré. Entonces me
dio un beso en los labios, diciendo: “te quiero”. Yo siempre había considerado
ese tema como un plano secundario: llegaría la edad. Tal vez pensaba que sería
el tiempo quien me la traería. Y, en un segundo, quizás me imaginé que sería
aquél el momento. No me fijé en quién pronunciaba aquellas palabras. Yo también
lo dije. Y se lo di. Nos dimos varios. Después ella se retiró a otro sitio y yo
terminé el poema. Reconozco que en aquel momento tenía ganas de meterle las
manos por debajo de las faldas, supongo que estaba atontado por la televisión,
pero una fuerza me retuvo.
Tal vez el estar en el convento, pero creo más bien que Dios me permitió
dominarme. Si lo hubiera hecho, me hubiese convertido en un esclavo de ese
recuerdo, como tantas veces lo era y aún lo soy de muchos otros. Después se
marchó. No sé por qué aquello me lo creí y al domingo siguiente, cuando le vi,
le pregunté si me seguía queriendo y ella me dijo que no.
No sé dónde leí que a los Escorpiones les gustan más los
amores por momentos que los monótonos. A esos amores por momentos, yo los
entiendo por detalles felices. Si es así, creo que está en lo cierto y estoy de
acuerdo con él, pero no así con el resto de la apreciación, amores monótonos lo
considero aquél para toda la vida. No estoy de acuerdo porque quiero casarme, y
me gustará ese amor pues yo lo iré llenando de detalles. Me parece que lo que
más me gusta en este momento de mi vida es la música, y uno de los sueños más
deseados que tengo es que cuando me case, procuraré tener una mujer que le
guste, pues me agradará estar muchas tardes, todas ellas, sólo bailando, o
pasar varias horas en una discoteca para bailar, agarrado por supuesto. Otros
amigos los conocí porque iba con mi hermano a unas reuniones en Sabarís con dos
Celso, del grupo de la J.U.M., un sacerdote. Iba con él, estaba de acuerdo con
mucho de lo que decía, pero había muchas otras con las que no estaba. El dar un
beso, ellos lo consideraban como un signo de atracción sexual. Si, podía ser
verdad, pero yo no estaba de acuerdo. No sé, tal vez lo fuera pues muchas
veces, cuando me ponía a recordar cosas para caer, el beso era casi una parte
esencial. No sé quién me había dicho hace tiempo cómo se mordía. Tal vez lo que
me había pasado en Murcia con Conchita, se repitió aquí al principio, cuando
estudiaba en los Salesianos, con la hermana pequeña de Felipe. Espero que me
perdone. Recuerdo que le quería a Sandra. Sandra era su hermana de diez u once
años. Bueno, “le quería” no es la palabra adecuada, me gustaba hablar con ella,
no sé si alguna vez le di un beso. Siempre guardaba con vergüenza todas esas
ocasiones en las que me había desviado. Iba a ver a Felipe a un kiosko que
tenía en la alameda por la tarde y, a las siete más o menos, llegaba ella.
Bueno, sigamos con el relato del que hablaba. Aquella familia era pobre. A
mí no me importaba eso, pero saltaba a la vista. Era una casa vieja de cosas
viejas y revueltas, aunque parecía que aquello les era suficiente para irse
manteniendo. El único que daba para vivir era Raúl, el mayor debía tener
catorce o quince años. No sé dónde trabajaba, pero me dijo que ganaba sobre
quince mil al mes. Su padre me parece que sería pescador. Tenía cara de ellos.
La tercera, me imagino que por edad, se llamaba Lucy y marchaba durante casi
todo el amo a estudiar a Santiago. Venía algunos días en las vacaciones. No sé
cómo empezó, pero recuerdo que ella me dio un beso en los labios. No se podría
decir en la boca, porque era un beso bastante inocente. Recuerdo muchos días,
domingos que iba un momento hasta su casa, en que me sentaba con ella sobre las
rodillas mías, y me daba muchos. Ahora recuerdo que cuando pasó con Conchita,
también estaba delante Rocío, la penúltima, y se lo di a ella. Cuando estaba
con Lucy, al menos una vez, estaba también Rocío.
Otro día que llegué allí y se asomó Rocío a la ventana. No sé si estaban
los demás, ni si le di un beso de aquéllos, pero sí sé que se lo di en el
cuello. No veía nada de especial en eso, muchas veces me dije que no lo haría
más, pero Lucy me dijo que a muchos otros solía dárselo de esa forma. Tal vez
sucediera lo mismo con Conchi.
Pero, ¿por qué había dicho te quiero?. ¡Bah!, era mejor olvidarlo, era un
detalle más. Debió ser la televisión la que le había puesto de esa forma. Todas
se enfadaron conmigo menos Lucy. Seguía yendo todos los domingos allí a veces
con la excusa de hinchar la bicicleta. Pero aquella aventura no fue más que
eso. Cuando marchó Luci, yo dejé de ir por una temporada. Un domingo, cuando iba
a Ramallosa, me encontré con la madre en la parada del autobús, frente a la
plaza, y me dijo que hacía mucho que no les visitaba. Y fui algún día,
indirectamente; siempre preguntaba por Lucy.
En Vilariño, siempre recordaba aquel detalle en que yo les había dado
un golpecito en la cabeza a algunas niñas, y todas corrían detrás de mí. Así
era casi todos los domingos. Conocí también a las gemelitas Gloria y Mari,
María del Mar. Todas ellas me daban un beso. Lo pasaba muy bien así. Ellas
bailaba en el grupo de rondallas que encabezaba su padre, Teodoro. Uno de los
recuerdos bonitos que tengo, es un día de Navidad, en que también me dio un
beso su madre. A veces, hoy, cuando veo que lo necesito, se lo pido, y ellas me
lo dan; al principio, después de los primeros meses, me daba la impresión que
un poco enfadadas, o disgustadas tal vez. No lo digo por mal, por que cuando se
lo preguntaba me decían que no, pero lo cierto es que aún eran muy niñas. El
día que me sucedió aquel episodio, no me daba cuenta, pero fray Joaquín nos
vio. Al domingo siguiente me dijo que Conchita me quería y yo le dije que
ojalá. Creo que lo que le pasó a Conchi fue que se enfadó, porque aquel día, en
el cuarto, cuando me dijo eso, yo me quedé sorprendido, y le pregunté: ¿Por
qué?. tenía que ser por algo de mí, porque supongo que por guapo no debe ser. A
lo que me dijo que sí era por algo que le gustaba, por algo de mí. Isabel vivía
en el barrio de Golada. Se llegaba a él por un camino que se desviaba de la
Cabreira.
También fui considerando amigos a los chicos de allí: Cesáreo, Guillermo y
los hijos de Isabel, Jonny, algo así, Jose y Miguel, Bruno era muy pequeño. No
me acercaba mucho a las chicas, aunque supongo que sería por el temor de que no
me aceptasen. Hablaba con ellas, saludando o cualquier otra tontería, pero nada
más.
Una de ellas, María, me pareció bastante tranquila para darle un beso. Y
soñé con ese día. No se lo pedía, tal vez estaba esperando el momento oportuno.
No lo veía como algo de vida o muerte, no le daba tanta importancia, aunque
empezaba a comprender que ellas si. El día de mi santo fui por allí, como
muchos domingos, para salir con José y les encontré jugando en la parte
interior de la casa de Isabel. Cesáreo, Guillermo, no sé si uno o dos chicos
más y su amiga, ahora no me acuerdo cómo se llama. Consistía en pasarse una
cerilla encendida y a quien se le apagase debía elegir entre dos opciones. Una
de ellas era una pregunta y la otra era darle un beso a alguien. Y lo quise
aprovechar. En la primera ronda se le apagó a Guillermo. No quería que
desconfiasen por hacerlo a propósito para mí. Eligió el beso y le dio uno en
los labios a la chica que estaba con María, doce, trece o catorce años le
hecho, bueno, todos eran más o menos así. Aquello no lo entendí, porque para dar
un beso se solía dar más en la cara. A la siguiente ronda quise jugar con la
cerilla y le obligué a apagarse conmigo. Cesáreo me tenía que decir. La primera
vez recuerdo que caí dos veces, elegí pregunta y le preguntó a la chica si le
gustaba. No me gustó mucho aquella pregunta, pienso que ella no me gustaba a
mí, pero dijo que no. Yo le di la mano. la segunda vez ya le dije darle un beso
en la cara a María. Ella se puso roja, y a decir que no. Al rato se fueron
todos y yo me quedé preguntándole a María por qué no. Alguien me parece que se
quedó conmigo, pero no me fijé en él. Después de un rato, ella dijo “Bueno” y
me puso la cara. Y yo le respondí: ¡ahora si!. Esto lo había hecho varias
veces. Creo que lo que buscaba era que me repitiese que si o me dijese: a ver
¿me lo das o no?. Eso supongo que me haría un poco más feliz. Se lo había hecho
a Rosi y lo hacía varias veces en el baile para bailar con alguien. Me dijo:
Bueno, pues no. Y se marchó.
No se fue en el mismo instante, pero yo aún le dije que me lo diera, o se
lo diera yo, que había sido broma. Pero se fue. Creo que me fui a jugar a las
cartas. Cuando me marchaba , la vi y se lo dije otra vez, pero ahora supongo
que sería con un gesto más apenado. “Hoy que es mi santo”, me dijo que no y se
fue. Yo también.
No sé si aquel día me fui, como solía hacerlo, con Miguel. Él me acompañaba
hasta el camino que llevaba a la Cabreira. Tampoco me acuerdo si hablé con él
sobre el tema, o me lo dije hablando conmigo mismo, pero me parece que lo que
dije o pensé fue que ella era todavía muy pequeña. Había sido culpa mía.
Supongo que aún no habría llegado la hora. Tampoco valía la pena quebrarse la
cabeza por eso. “Olvídalo”, creo que me dijo Miguel. “Ella se lo pierde”,
comenté yo. Cuando llegaba disgustado a casa, creo que la mayor parte de las
veces,. Buscaba tranquilizarme escribiendo. Así lo hacía y, después de
escribirlo, se podía decir que ya había vuelto a la normalidad, tal vez después
de un viaje. Así describía yo aquellos momentos.
Me enfadé, eso era cierto, pensé que ya se había roto mi relación
con ellos, al menos, para mí era de esa forma. Pero, aunque ya no me gustara
relacionarme con ellas, me quedaban los chicos y los momentos que podía pasar
allí, ya no iban a necesitar de ellas. Creo que fue Miguel quien me dijo que
casi no me conocían. Aquello me dolió, por todo ese tiempo que hablé con ella e
intenté que lo hiciese ella también. Lo tragué, pero no estaba del todo de
acuerdo. ¿Por qué volver?. Si eran de esa forma, ¿para qué hablar más con
ellas?. Me daba pena no ser uno de ellos. ¿Era tanto un beso?. Tal vez mi
ilusión debería de modificarse. ¿Eso quería decir que ya jamás debería cruzarme
en su camino?. Era ella quien no debía hacerlo, porque me daría asco. Yo la
había visto como una persona ya joven, y todavía era una niña. Nunca llegaría a
entrar en ese grupo. A partir de ahora, cada vez que viese a alguno de ellos
recordaría aquel mal rato. No debía cruzarlos en mi camino. Era demasiado
chiquilla. Comprendí que los muchachos, llegada una edad que solía ser aquélla,
comenzaban lo que se dice a ser mayores. Nunca supe qué era eso, supongo que
debe tener relación con su órgano genital, creo que se dice así. Y cambian en
la misma forma de ver la vida.
Tal vez a ella le hubiese ocurrido igual, se encontrara en esa etapa.
Supongo que sería eso, cuando una es niña todavía, no se hace tantas preguntas.
Lo mejor sería olvidar aquel episodio y mirar que la vida continuaba, aunque
cuando pensase en aquel barrio o lo recordase sintiese una espina. No te preocupes.
Creo que el tiempo todo lo acaba por sepultar.
Porque le dejes de hablar a María no quiere decir que se haya acabado todo
aquello para ti. Acaso tendría razón todos cuando comentaban los chicos con los
chicos y las chicas con las chicas. Bueno, debe ser verdad que ella se está
convirtiendo en mujer. Algún día recordará aquello. No sé qué pensará entonces,
me importa bien poco. ¡Bah!, ¡Un cuerno! ¡Olvídalo!. Un no no destruye el
mundo. Sé que el domingo siguiente fui allí, aunque no si fue aquel día u otro
cuando me acerqué a aquel cuarto, y les vi jugando a lo mismo. Y me marché de
allí. Me llegaba a dar asco. No merecía ni mirar aquello. Fui a jugar a las
cartas y recuerdo que Mucha me dijo que no lo tomase en serio, que se estaba
convirtiendo en mujer, y empezaba a cambiar. Yo le dije que me lo había
imaginado, estaba volviéndose muy rara. Y allí quedó la cosa. Sé que días
después jugaba con ellos al escondite. Eso creo que enraizó más mi inclinación
por las niñas. Desde hace tiempo, yendo a Vilariño, llegaba a las diez y cuarto
y comenzaban a llamarme la atención dos niñas que siempre llegaban más o menos
a esa hora. Y empecé a hablar con ellas, a hablar y a jugar, no sé qué hilo
misterioso hizo que me fijara en ellas. El primer paso para acercarme a ellas
fue el preguntarles el nombre. Me ayudó mucho el olvidarme de tantas veces,
pues eso me hacía preguntárselo más. Y, no sé como empecé, les di un golpecito
con los dedos en la cabeza. En aquel momento, no conocía a nadie que se pudiese
enfadar. Aquello no les disgustó, al contrario, se lo tomaron como un juego,
que era lo mismo que sentía yo cuando lo había hecho. Y me echaba a correr con
ellas detrás de mí. Se enfadaban, pero era un enfado infantil. Les empujaba en
los columpios. Así ya tenía alguien con quien hablar, una amiguita; bueno, dos,
que me hacían olvidar otras muchas discusiones.
Se llamaban Natalia y Vanesa. Ellas comenzaron a ser la feliz
introducción para cuando llegase Teresa y fuera feliz, más aún. A veces les
decía: “Bueno, ya no os pego más”, y al rato volvía. Lo que me maravillaba era
que no se enfadasen. Eran hermanas, pero Natalia un poco mayor. Todos los
domingos me gustaba llegar pronto por ellas. Y jugaba también con las otras
niñas. Si algún domingo no las encontraba allí, jugaba con las demás, pero en
el fondo me sentía un poco solo. Las había llegado a querer también.
Varios meses estuve así jugando con ellas y, un domingo, al ir a subir en
bicicleta desde el convento, las encontré y les dije que si subías a alguna. Ya
había subido a alguna niña más, y me agradaba porque al final del viaje, les
pedía un beso y me lo daban. Yo procuraba que todas fuesen niñas. Primero subí
a Vanesa creo, y le iba diciendo por el camino que me atropellaría un coche,
que la tiraba a la cuneta, que chocábamos con un muro. Y también le dije que al
final me daría un beso. Me dijo que si, y me animé más. La dejé, me lo dio, y
fui a buscar a Natalia. Le dije lo mismo, tal vez con un poco más de miedo,
porque era un poco mayor, pero no importó. Así que también me lo dio.
Al domingo siguiente también las encontré en ese mismo lugar, pero ahora
llevaban a su hermana pequeña. Así que les dije si bajaban. A la primera que
monté fue a la hermana pequeña, porque quisieron ellas. Y la bajé. Pero al
llegar a la parte final de la cuesta, y la coloqué en el suelo, empezó a llorar
y miraba hacia arriba. Le quise preguntar si había hecho algo, pero sólo
lloraba. Me di cuenta que se sentía lejos de sus hermanas, así que le dije que
las iría a buscar y subí la cuesta. Llegué arriba y se lo dije a Vanesa, así
que subió y la bajé a toda velocidad. La pequeña intentaba subir la cuesta
andando. Llevé a Vanesa y entonces ella dejó de llorar. No sé si entonces me
dieron un beso, creo que si, las dos. Lo que no sé es si a la vuelta me lo
dieron. Creo que en ese momento también. Bajé a Natalia y ella también me lo
dio. Creo que les dije: “Ahora me lo das tú y a la vuelta te los doy yo”, pero
eso es sólo un truco porque también me lo dan ellas. Al principio fue dándole
dos besos a Isabel Faria, que le dije que no era justo darle dos besos al aire,
porque tal vez esperan darte uno y que tú le des otro. Todos ya sabían que
había que dar cuatro, dos ella y dos yo.
A la vuelta también las subí y me lo dieron. Esta vez subí primero a Vanesa
y después a la pequeña. Entonces le dije: “Ya no estás enfadada, no vas a
enfadarte más, ¿verdad?”. Su cara era más alegre y me gustaba. Pero me dijeron
que tardarían varias semanas en volver porque se iban. Mi madre seguía
enfadándose conmigo y yo, muchas veces, no le encontraba razón, me seguía
convenciendo de que fallaba el diálogo.
Yo les quería plantear la razón
que había tenido y, si era
errónea, con diálogo supongo que se podría ir mejorando. Las indirectas eran
sobre todo las que yo consideraba más culpables. Y pensaba así porque eso de
"adivinar tú lo que va a hacer el otro", lo continuaba "incluso
antes que lo piense él". Y yo me decía: "Eso evita más el diálogo.
Cierto que tal vez me falta mucho para se el chaval despierto que viviese
atento a todos esos detalles, pero tú eres mi madre y, ya que dices que me
conoces muy bien, te irás dando cuenta. Yo prefiero que me lo pidas, aunque sea
mil veces, va a ser igual que me lo pidas como un favor". Quiero que me lo
pidas, de esta forma puede haber algo más entre las relaciones de nosotros dos.
Al principio costará igual que cuesta cualquier cosa, pero ya sabes que el
tiempo para mí sólo es un amigo. Muchas amigas me querían hacer comprender lo
que eran las indirectas. Hace poco me pasó una cosa curiosa. Me corté un poco
con el cuchillo cuando iba a bajar a Ramallosa, pues mi madre no estaba. Y fui
a la tienda de Gloria a buscar dos barras. Y, como me llevaba muy bien con
ella, casi todos los domingos, cuando bajaba, iba a estar con ella un rato
largo, más o menos una hora o algo así, yo la veía sola y no haría nada si
fuese a hacerle un poco de compañía a la vez, podría distraerle un rato y
distraerme también yo.
Fui allí y le
comenté lo del corte. Yo era especialista en todo eso pues solía hacerme varias
más con la maquinilla de afeitar, con la hoz, un cuchillo y creo que algo más.
Ella me preguntó: "¿Quieres que te traiga alcohol?. Se podía haber
preocupado por eso y me agradó, pero yo no le había ido a pedir alcohol.
"No hace falta. Me eché arriba agua oxigenada. No encontré alcohol, debía
estar el bote acabado, aunque sólamente había ido a ver el armarillo del
botiquín. Tampoco había encontrado algodón. Me lo había echado casi a ojo.
También si dejabas caer agua por directamente sobre la herida, te escuece un
poco pero es buena. Y eso también lo había hecho. Pero ella ya había ido a
buscar alcohol y un trozo de algodón, y lo había sacado. Le dije:
"bueno", pero me quedé un poco ofendido porque yo no se lo había
pedido, y aquello me decía que yo también usaba las indirectas. Me trajo
también una tirita y me la puse, cuando cogí las barras, subí pero no estaba
del todo de acuerdo. Cuando mi madre obraba con ellas, y sucedía algo que no
alcanzaba a entender, discutía conmigo mismo y me preguntaba: "¿Por qué yo
era así?". La mayor preocupación que podía tener conmigo mismo sin hacerle
caso a la realidad, era preguntarme un por qué, y no encontrarle una respuesta
concreta, una respuesta que también me respondiese a mí mismo. Y eran muchas,
en todos los momentos. Sobre todo cuando veía a mi madre en este estado. Me
daba cuenta de todo lo que decía por mí. Discutía cada vez más con Malena, pero
ella, muchas veces, intentaba su predilección por mí. Pero sin querer
demostrármela o decirte. Llegué a pensar que podía aprovecharme. Ganar, así, en
mi odio hacia Malena. Odio tampoco es la palabra adecuada, era rabia, rabia por
una injusticia. No estaba de acuerdo que de esa forma hiciesen retrasar más el
día que se hiciese moza y saliese de ese ambiente.
Sé que un domingo ella dijo que iba
a salir con Isabelita y mi madre le dijo que no, aunque para no ponerlo tan
claro le dijese que iban a ir al baile, que aquello no estaba bien, que ellas
ya eran mayores y se iba a sentir distinta y otras cosas. Al final, quedó en
casa, aunque mientras hablaba ella parecía no entenderlo.
Y cuando me hablaba mi padre, tenía
otro punto de vista, quería saber si estaba en lo cierto. Decía para mí:
"Vosotros decís que yo os odio, decís que yo miento, entonces ¿por qué
nada de lo que escribo posee un solo gesto de rebelión?. Las primeras si, pero
ahora ya no estoy en ese tiempo. Creo que estáis confundidos y me da pena porque
no poseo la varita mágica para volver todo a su cauce. Siempre me pregunto por
qué yo soy así. Puedo aprovecharme, claro que si, pero no es así la vida. No me
conduciría a nada práctico. Muchas amigas me decían que había que pasar de
todo. Yo no podía hacerlo así tan bruscamente, pero quería ponerme en
disposición de llegar a conseguirlo. Aquel "Vete a la mierda" de un
día, llegó a parecerme como la principal escala que me desligaba de ellos, que
no me hacía enfadar cuando ellos estuviesen enfadados. No sabía contestar y
decir el error, y me sentía muy mal. Después, cuando estaba más tranquila, le
comentaba la verdad de lo que había pasado, y me sentaba mal el que ella no
reconociese el error que había tenido. Eso de reconocer el error también me lo
empezaron a decir a mí, que no lo hacía, que siempre tenía razón, que todo lo
hacía bien y perfecto. Cuando utilizaban palabras como ésta última o decían que
me quería hacer Dios, eso era para mí utilizar el nombre de Dios en vano, y me
enfadaba mucho más. Me preocupaba, porque con toda la formación religiosa, al
menos muchos gestos de convivencia, me los había enseñado ella. A veces me
decía que tenía que tener mucha paciencia. Me seguían molestando las palabras.
Ellas creo que me hacían alejar cada vez un poco más de mi padre: "al
inútil ése qué le vas a pedir". Yo me preguntaba muchas veces si en verdad
era inútil. Y, a veces, para reñirme, me decía: ¿Ves, eres tan inútil?. Y me
preguntaba, ¿quién es el culpable?. Mi madre, muchas veces me había dicho que
cuando llegase el periodo en que me quedase solo en casa y, a la comida,
llegase ella, se lo contaría, y abriría el diálogo.
Me iba a costar, eso lo sabía, pero
de ese momento dependía toda una vida, tanto me habían dicho que cuando me
quedase solo en la vida me iba a morir de pena y me iba a acordar mucho de mis
padres, que me lo había llegado a creer. Y cuando llegaba mi madre al mediodía
y sabía que iba a quedarme solo para decírselo, me daba miedo.
Y no sabía hablar con ella en esos
momentos. "Sólo le dices que quieres explicarle por qué eres así, muchas
cosas que ella no sabe, y yo te aseguro que las palabras te saldrán en la
boca". Pero llegaba del pueblo y muchas veces se enfadaba o venía triste,
el caso es que, llegado el momento, me decía: "Bueno, déjalo. Total, ¿para
qué?. Cuando le dices algo y está tranquila, algo que tú crees que es nuevo o
será nuevo para ella, ella te responde: "Ya lo sabía. Yo ya sé cómo eres
tú". Seguro que ella ya lo conoce, pero se porta así para prepararte para
el día de mañana. "Déjala, esperamos meses y ya me dirás". El caso es
que siempre estaba esperando. Me procuraba distraer.
Muchas veces hacía algo que yo
creía que estaba bien para
todos y mi padre me lo criticaba. Entonces yo decía: la mejor forma de mandarte
a la mierda es no decirte nada y dejar que tú lo reconozcas por ti mismo. Debe
ser por tu misión de padre, por la que te encuentras tan serio. ¡Bah!, déjalo.
Total, ya se dará cuenta. No es que yo no reconocía mi error, sí lo reconozco y
vosotros lo debéis de saber muy bien porque me conocéis. Sabéis que para la
próxima me esfuerzo en no caer. Creo que me estoy volviendo loco y diré siempre
que la culpa ha sido vuestra. Bueno, que es mejor cambiar ahora. No queréis
pensar que lo puedo hacer por vosotros. Una vez me dijiste, hablando de la
familia, supongo que sería eso: “Tuve que elegir y creo que elegí mal. Ahora
vuelvo a reparar el valor de aquellas palabras. Por las mañanas, solía hacer
dos, tres o cuatro camas, pelar patatas, coger algo para los animales y combinarlo
con escribir un poco. Siempre lo mismo. No era monótono, porque el ritmo lo
marcaba lo que tuviese que escribir. En una convivencia, dos José Carvajal, me
gustaba confesarme con él, me decía que rezase, que pidiese y, sobre todo, que
la vida era mía. El problema mío no debía tener tanta importancia. Además, no
hablé de él mientras paseaba conmigo.
Lo de mi madre, que problemas
siempre había, aunque también debía de poner un poco de ilusión en arreglarlos,
pero había otros muchos valores que debía poner en práctica: respeto,
obediencia, etc. Debía seguir cultivándolos, no enfadarme con ella por no
encontrar una respuesta inmediata. La misma solución no iba a ser inmediata,
pero la grandeza debía residir en buscarla sin olvidar aquellos valores.
Me gustaba hablar con muchas
amigas, aunque al llegar a casa tuviese que inventar algo. Me acordaba de las
palabras de mi madre, pero me daban pena, yo parecía un cruel con todas ellas,
sin embargo, intentaba poner toda mi voluntad en ello. Una tarde, mientras sembraba
unas flores, le oí comentar conmigo: “Los sacerdotes me dicen que te pregunte y
que tenga paciencia. Yo no sé qué hacer contigo”. Y me marché de allí,
murmurando. ¿Tú crees que el diálogo es sácame la moto, o déjame quitarte algo
o, incluso, cuando están todos en casa, decir que hay algo que hago bien?. No,
yo tengo muchísimas cosas más importantes que todo eso. Otras veces, hablando
con Isabel o incluso con papá, les dices que soy un guarro, que no me lavo. Si,
y eso también tiene una historia. Cuando estaba en Murcia, y no encontraba
lugar entre todos los chicos que había allí, observé que, al salir de la
habitación de los chicos por la mañana, había que hacer cola, y a todos les
gustaba ponerse el primero de la fila o pronto para salir e, inconscientemente,
fue lo que asimilé. Eso me hizo pasar poco tiempo por el baño, y todo eso. Pero
ahora me doy cuenta, como tú dices mucho, que no te gusta que no nos lavemos. Y
empecé a bañarme más. Un día, hablando conmigo, una mañana, me dijiste que ya
no aparecían las sábanas tan sucias, síntoma de que me lavaba más. ¿Es que
ahora te has vuelto una hipócrita?. Una vez, de esos días que me solía bañar
todos, me dijiste: necesito entrar y tienes que bañarte tú todos los días. Ese
día pensé que no era bueno hacerlo todos por esa razón. Te molestaba que
cerrase la puerta con pestillo, pues muy bien. A veces la dejaba abierta y
comencé a intentar hacerlo todos los días. Pero tenía muchas visitas, no podía
bañarme en paz, luego venías tú diciendo…
La cerraban todos. Además, si no la
cierro ¿qué?, se extendía el olor, ya sé que era malo, me lo echabas en cara. A
todo se juntaba el problema de las gallinas. Mucha culpa de lo que había en
ello era mía, porque tal vez no las visitaba tan frecuentemente. Pero, cuando
las recontaba, pensaba llevarles algo. Siempre que veías fuera alguna, decías
que ponía fuera. Pero yo ya no podía estar todas las mañanas pegado a la
ventana, como hacía al principio.
Hacía las
cosas de casa, escribía, tal
vez había días en que no salía, pero la principal razón por la que estaba así,
no pasaba del todo, pero lo podía hacer, serían menos las dificultades, la
principal razón era el inútil, el baboso, tú lo más que dijiste a veces fue
inútil, pero dicho por ti me afectaba más. Además, no comprendía por qué
escribir era perder el tiempo. Puede que fuese porque yo debía trabajar un poco
más que los demás, ¿por qué no hablaste conmigo?, o porque querías enseñarme
algo, ¿lo qué?. Sólo sé que muchas veces decía que tenía que guardar las cartas
o lo que quisiera escribir para la mañana, porque me molestaba cómo os poníais
cuando me lo veíais hacer. Y decía: No. Eso no os importa. ¿Por qué os va a
importar lo que pienso yo?. Seguramente pensáis que yo soy como vosotros,
cuando pequeños, ¿por qué entonces me convencisteis de que era y me había
vuelto un niño?, ¿diez o más años menos?. Cuando hablaba con cualquiera, una de
las palabras que consideraba más ciertas eran las tuyas. Y echaba siempre mano
de ellas. Me gustaba estar a su sombra. Y me acostumbré a esa faceta y mis
poemas se desviaron conmigo. Ya no sabía si era adulto, niño o viejo. Por una
parte me sentía ya cansado de la vida. No le tenía miedo a la muerte. Pensaba
que si algún día me encontraba en peligro de muerte, la acogería con mucha
tranquilidad. Pero también me sentía muy niño, porque era lo que oía, porque
era como reaccionaba.
Me gustaba ver
que alguien hablase conmigo feliz y me volvía loco para hacerlo. Sin darme
cuenta yo, aunque fuese sólo una palabra, a eso le llamaban hacer el tonto. “Si,
filliño”, siempre recordaba lo mismo. O decirle a mi madre cualquier cosa, que
me hubiera pasado o hubiera inventado, cosas para hacerle sonreír. Te decía:
“Mira los gatos”, hacía algo curioso.
Pero lo hacía sólo para ti, para
seguir viéndote tranquila. O verte sonreír. O, simplemente, alegre. Si hubiese
podido decírtelo. Ahora se estaba alejando esa probabilidad. Claro que tenía
una cara de asesino cuando estabas sentado a la mesa y, sin estar papá, te
enfadabas porque había que echar los perros o cerrar el sótano. Siempre quería
saber si todas esas riñas que hacía contra mí mismo, o esos comentarios, si,
muchos eran sarcásticos- eran o no necesarios. Y siempre las indirectas. “Sería
mejor…”, “Habría que ir a buscar…”.
Muchas veces, a lo mejor limpiando
el sótano, me decías: “Lleva este bidón que está lleno de agua, pero vacíalo un
poco en ese cubo”. Y lo vaciaba un poco. Pero un poco y quería llevarlo menos
pero casi lleno. Tú me chillabas: No. Vacíalo más porque así no puedes. Vacíalo
un poco más. Yo lo vaciaba pero cuando salía a vaciar el agua a la hierba me
decía: Ahora nunca sabré si podía o no vaciarlo como yo quería. Cuando riego,
lleno el cubo más aún y recorro más espacio. Y a veces no vacío nada por el
camino, o poco, pero ahora ya no sabré si podía o no hacerlo. En aquel momento
estaba convencido que si. Teníais muchas formas de lanzar las indirectas.
Cuando marchabas a Ramallosa y, tal vez, decías una, al mediodía encontrabas
que no la había hecho. Cuando la hacía, bastantes veces ni te fijabas en ella y
no me decías nada y, si no la hacía, había podido ser porque no te había
entendido o, entre otras cosas, no me había dado tiempo. Pero siempre esperaba
que me preguntases algo. No, tú decías que esperaba que te marchases para
sentar el culo. Y no era verdad. No sabía contestarles. Poco a poco fui
aprendiendo.
Un día, oí de Quico, de algo que creo que me
dijo, que muchas veces ellos utilizan la mentira para sacar la verdad. La
mentira, por la que yo tenía miedo y les consideraba tan justos; esa mentira
que, si te veían indispuesto, se grababan. Alguien, a veces, iba al armario a
coger algo. Quedaba yo como el culpable, me quedaba solo. Al principio, me
gustaba tomar mantequilla con la leche, y tomaba. Y se empezaron pronto a
molestar, así que me dije, igual que el bañarme. A partir de hoy, pan sólo.
Pasaron días antes de que me volviesen a echar la culpa, pero volverán. Y yo me
quedaba callado. Cuando me preguntaban por qué me callaba algunas amigas, yo
les decía que a alguien le ayudaría.
A mí ya me animaban ellas,
una necesidad que no merecía olvidarse por nada del mundo. El otro día, volvió
a decir ella que era yo el que devoraba la mantequilla. Estaba mi padre
delante. Y le dije aquella historia. Se callaron.
De todo, de quien primero
aprendí a pasar fue de la gente. Mi madre me había dicho que ella era muy
cotillera. Eso me hizo comenzar a considerarme diferente. Mis poemas, mis
amigas, y cultivé esa nueva faceta. Yo tenía que diferenciarme de todos. Así
debía comenzar a vivir yo.
Tal vez me enfadaba mucho lo
que decía mi madre de que el ruido del baile dañaba mi cabeza, me
aturdía. Comprendo que lo dijera pensando en mí de una forma, pero no le
entendía. Me gustaría que me lo preguntase. Creo que fue en una riña cuando le
dije que debería preguntármelo. No sé si fue ese día u otro cuando me lo
preguntó. Le podía decir muchas cosas: era otro mundo, tal vez el que podía
completar mi forma de ser. Había conocido a muchas chicas, y ellas se podía
decir que eran mis enclaves para bailar si me sentía desafortunado. Podían
haberme llamado plomo, pienso ahora, aunque me enfadara si así lo hicieran, en
aquellos momentos tomaba los días como nuevas vidas. Creo que era mi lucha
contra aquella tentación. Y cada domingo era una nueva vida más especial aún,
pues debía resumir toda la semana. Supongo que era verdad y debía ser verdad
eso que me decían muchas amigas de que no todos los días iban a ser felices.
Para mí lo eran, siempre había guardado algún detalle. Me animaba mucho el
pensar que Dios seguía estando conmigo. Entonces, ¿cómo podía pensar que debía
tener la razón mi madre?. Ahí llegaba un punto que sí que me trastornaba. Me
inclinaba más por la felicidad. A veces, también escribía poemas allí. Si me
aburría, o pasaba un largo rato sin hallar a alguna, tal vez la historia que
más recuerdo es la que me sucedió un domingo. Había conocido a la chica que me
había enseñado a bailar, Ana, pero eran uno o dos domingos después, y sólo
recordaba que tenía las cejas y el pelo moreno, y éste le llegaba al cuello.
Ese día vi a una chica por la espalda bailando con un chico. Para mí que era
ella, después bailaría conmigo. Y esperé.
Terminó la música y fui hacia
ella. “Hola, Ana”. No era ella. Me sentí muy mal y fui a un banco a escribir.
Un poema que hablase de Ana y la esperanza de que ella estaría allí. Y bajé. A
la primera chica que vi, necesitaba convencerme de que era verdad y busqué a
Ana, y la encontré. No todos los días sucedían cosas así de bellas, pero
cualquier detalle era preciso para alegrarme, aunque fuese el último cuarto de
hora. No obstante, algún día lo pasé mal, pero supongo que fueron poquísimos,
porque cualquier cosa bonita me lo hacía olvidar, aunque fuese un poema. Y
pienso que tenía aún muchos para escribir.
Un día sé que entre gritos le dije que podía
preguntarme por qué era de esta forma, pero estando solos. Entonces me dijo,
ahora estamos solos en la cocina, siéntate y dímelo. Pero era yo el que no
estaba en calma en esos instantes, y tenía miedo. No era del todo miedo, creo que
era más temor a cómo reaccionase ella. Era verdad que procuraba poner todo mi
empeño, y varias veces había comprobado que parte de culpa era que no me
fijaba. Y desde entonces cambié. Pero ahora me fijaba demasiado y tardaba
mucho. Eso me traía de cabeza. No sé si fue Antonio quien me riñó diciendo que
no había por qué pensar en los dos extremos. Había que hallar un punto
intermedio. Yo le decía que lo que quería era ponerme más nervioso aún. Me
quejaba de que me gustaría haber sido otro, cualquiera de mis hermanos, o
cualquier otro. Y me decía que no quería vivir en estas condiciones. Pero
reaccionaba, y decía que no debía pensar eso. Dios me había dado todo lo que
tenía y todo lo que iba encontrando. ¿Por qué traicionarle?. ¡Bah!. Ya había
pasado su hora. Sé que un día le comenté a Quico que en el 2000 escribía
poemas. Él me dijo, exclamando: ¡Hasta allí!. Si, muchas veces pensé cómo me
verían los demás. Pero eso era lo me menos. Debía empezar a ser yo. Creo que lo
único agradable de mi madre que tuve en este sentido fue un día que iba a ir a
la tienda de Chicha sin camisa y ella me dijo que debía de tener menos
vergüenza que ella. Iba aprendiendo a no hacerle tanto caso.
Me acuerdo el día que le pregunté a Quico por
qué se ponía así, y él me dijo que siempre se ponía de esa forma. Tenía
detalles preciosos. Aquel día me dijo quecomulgaríamos en la convivencia por
Olimpio, era la primera convivencia después de haberme convencido de aquella
vinculación de Quico conmigo. Supongo que él ya debería saberlo, pues lo había
comentado con varias chicas, aunque en aquellos momentos no pensaba que se lo
habrían de decir. Aquella convivencia, el domingo y a la hora de comulgar en la
capilla, me encontré con Quico en dos filas distintas, una iba paralela al
altar y la otra se cruzaba. Entonces él y yo nos cruzamos, él me dio un
golpecito en el brazo, sonriendo y yo no pude hacer menos que dárselo a él. Un
día le vi leyendo, bueno en ese momento no la leía, la libretita roja donde
tenía frases. Y la libreta de poemas.
Me gustaría también intentar
consolar a los demás, a los que por alguna razón viese tristes. La verdad es
que me apenaba ver a la gente, a la juventud sobre todo, porque los mayores que
no conocía tenían reacciones muy dispares, ver a toda esa gente seria. Quico
también es un poco como yo. Pienso que, a veces, le gusta gastarme bromitas,
aunque yo algunas veces me las tome
en serio. Recuerdo que antes del accidente, me aficioné a coger pequeñas
cantidades de dinero. Ahora me molestaba que eso siguiese siendo un gesto de
desconfianza para mi madre. A mí me gustaba mostrar mi sinceridad para que
tuviesen confianza en mí. Y, así, me gustaba entrar en la tienda de Chicha
cuando no estuviera nadie, recuerdo que empezaban las tentaciones de llevar
algún bolígrafo o algo así, ya que tanto los necesitaba, pero siempre me decía
que no podía hacer eso. A José, el chico de la Cabreira, le cogía cintas, y
terminaba de pagarlas más tarde. Me dijo que yo le parecía sincero, el a mí
también, porque el primer día le dije, por equivocación 125, y él me respondió:
No, 225, con una sonrisita. Y la identifiqué con las traicioneras. Pensaba: Es
amigo de Quico, pero mío no. También era un traicionero en estos casos, porque
entonces me decía que me aprovecharía de todos ellos, sólo hablarles para
satisfacer mis gustos. Un día que sólo estaba su madre le dejé 125 y el sábado
siguiente le di el resto. Entonces, para mí, empezó a considerarme
sincero.
O andar en el monedero de
mamá, sólo para coger uno o
dos duros, ya sé que ella se preocuparía. Pero para llegar a esto, todavía
habían quedado secuelas de aquello. En Murcia me parece que tenía aún esa
manía. Bueno, comprobé que la tenían muchos de allí, así que pudo ir
desarrollándose. Lo cierto es que pude reprimirla al poco de llegar allí.
Bueno, me estoy haciendo un lío. No, después del accidente, las facilidades que
encontré fue para reprimirlo. No me gustaba hacerlo. En Murcia tampoco me
gustaba. Tal vez, y creo que si, a lo máximo que llegaba era a coger algún
bolígrafo o, tal vez, alguna libreta. A mí era a quien le solían coger. Éramos
más de cien chicos y aquello fue por lo que lo pasé mal. Aprendí a no hacerlo.
A veces, entrando a lo de Chicha, me daban ganas, pero retenía mis impulsos. No
sé si cogía algo en el colegio de Vigo, creo que no, pero donde sí cogía era en
el Rastro, una tienda que vendía cintas enfrente del colegio.
Los primeros días no, pero
después me acostumbré a llevarme más cosas. Entraba con la cartera, la bolsa, y
llevaba algunas de cada vez. Hasta que un día me cogieron, creo que eso fue lo
que me enseñó más para dejar de hacerlo. Dejé de ir por ahí, sentía vergüenza
de lo que había hecho. Desde entonces no me acuerdo de más. Si, cuando iba a
jugar con Isabel los domingos, dos de ellas le cogí a José cinco duros. La
primera vez tenía en la mente ganar un poco más y devolvérselos. Empecé a
perder, pero un momento de buena suerte llegué a ganar cerca de veinticinco. Y
me confié en que podía seguir, pero se torció, y perdí un poco. Entonces me
marché. La segunda vez fue casi igual, pero perdiendo desde la primera partida.
Y también me fui. Te voy a contar lo que sucedió hoy, a Nacho hace años le
echaron los Reyes un juego de la bolsa. Era un juego de compra-venta, desde el
principio se le dio muy bien a Quico. Ahora Nacho está en la mili y vino a
pasar unos días Karina, la hija de Esperanza. Hoy quiso jugar a la bolsa,
llevaba muchos días sin hacerlo y quiso también ya Quico, Karina y yo. Lo que
quería hacer, puesto que no iba a ganar, era poner un poco de risa. Y compraba
siempre, no me importaba quedarme sin dinero, si había que pagar, vendía y
volvía a comprar luego. Quico y Karina se partían de risa y eso me animaba.
“Parece tonto, lo tenía a 30 y compra ahora que subió y es más caro”, todo eso
me animaba.
Reconozco que
adolezco siempre de querer ganar. Pero no llevaba esa intención, así que no me
preocupaba. De vez en cuando decía que hacía trampas. No lo hacía a propósito.
No sé, me salía así. Tampoco lo hacía consciente para que no descubriesen mis
intenciones. Puede ser que fuesen ramalazos de querer ganar, porque a ellos les
parecía en serio. Se juega con cuatro empresas, BP, H. W, y KLM. Una de ellas
bajó a 0 y yo, que tenía cuatro, tuve que pagar. Pero lo único que me
importaban eran sus risas. Vendía a la banca, después compraba más. Era el
“loco”, el “bobo”, etc…, pero todo era un juego. Vigilaba el tener más que
Quico, compraba más, aunque pareciese querer ganar, no era ésa mi intención.
Karina le preguntó a Quico si yo era Scorpio. Su hermano también lo era y lo
había descubierto por lo tozudo. Eso me enfadó, pero al rato volví a sonreír y
no lo tomé en cuenta. Era como reírme de mí mismo, de lo que había llegado a
pensar.
Quizás el punto negativo,
sin caer conscientemente en cuenta de ello, era esa cierta manera de vigilar.
Quería tener más que él. Me parece que lo hacía por ganar, pero el caso es que
no llevaba esa intención. Llegó la última carta por destapar, las empresas
subían y bajaban, y yo seguía comprando. Quico dijo: José Ángel gana en estas
dos empresas y yo gano en estas otras dos. Falta por destapar una. Puedo
arriesgar todo a estas dos últimas cartas con las que gano, pero en BP me gana
él y sé que en las cartas había muchas. No sé, ¿qué os parece si
repartimos dos más a cada uno y seguimos jugando?. Yo dije que no, pero Kari
que si. “Como es democracia- dijo-, si”. No sé qué me pasó entonces, qué cambió
en mí, decidí jugar todo al BP y H, de las que tenía más que él. Pero no quería
que supiesen mi jugada. Y seguimos. Destapó su carta y vio que hubiera ganado
él. Pero ya no valía. Así dimos una ronda destapando los tres. Cualquier dinero
que tenía lo gastaba en acciones. Seguían riéndose, pero creo que ya no lo
hacía por reír, sobre todo a partir de la carta que se levantó. Me tocaba
levantar a mí, tenía dos y mil y pico de pesetas, así que lo gasté al BP y al H
y no sé cuántas H, cinco o seis. Entonces no sé qué le pasó a Quico, tal vez
vería que tenía muchas más BP que él y quiso ver mis cartas. En las dos, los BP
subían 100. El dijo que cómo tenía yo eso en la mente, sólo quería
ganarle.
Me enfadé y chillé: A lo mejor lo tengo escondido en el
calcetín, debajo del asiento. No lo debí hacer, no sé por qué lo hice. Quico
también se enfadó. Y yo me enfadé más aún. Me levanté y salí de allí. Me crucé
con mi madre y a ella le intenté contar lo que había sucedido. Pero iba
enfadado. Mi padre, desde el salón, gritó para que callase. Yo fui hacia la
cocina, pero estaba fregado el suelo y no pude salir. Mi madre abrió la puerta
principal, ellos se lo habían tomado a risa. Y me dijo
que fuera a
coger verdura al campo de afuera. Yo, enfadado pero alto, le dije que ya la
había cogido esta mañana, al menos, dos veces. Vino detrás mía y me dijo que a
ella le debía guardar respeto y decirle si iba a buscar verdura. Así que le
repetí que ya se lo había dicho. No sé por qué me pasó eso. Ni qué pudo haber
en aquella continuación para que yo me pusiera así.
Antes de salir, cuando me
encontré con mi madre, había dicho que aquello era sólo un juego, para ponerse
así. Y dijo que ni él ni yo sabíamos perder. La culpa fue mía. Días antes, en
la convivencia de Tuy, lo había pasado bien, sobre todo gracias a una niña de
doce años llamada Yoyi. En todas las convivencias lo pasaba bien, excepto hace
tres, a la última no había asistido, así que en ésa esperaba encontrar a Pily o
a Ana. Y no fueron ninguna. Me dije que lo olvidara y lo pasara bien, pero creo
que no pude separar esa ilusión. En ésta última, no fueron tampoco, pero venía
a pasarlo bien. Cuando nos reunimos en el salón, ya había empezado a hablar con
alguien. Era Yoyi. Y hablé con ella. Fue pasando la convivencia y ella no se
enfadaba. Recordé la felicidad que sentía con las niñas de Vilariño y me
pregunté qué podía tener yo para ellas. Eso me hacía más feliz, había sido la
primera persona con la que había hablado. Conocí también a dos chicas de
Fornelos, pero yo ya tenía elegido a la principal. Cuando terminaba, le dije a
Yoyi que me iba a enfadar si al final no me daba un beso, y me lo dio, no le
importaba. Creo que el mayor impedimento para llegar a las chicas de Fornelos,
era un amigo que había ido con ellas. No sabía cómo pedirles un beso. El
domingo, antes de la misa, le dije a una de ellas: ¿Te importa si al final te
pido un beso?. Dijo que si, y me sentó mal. Luego hablé con la otra y me dijo
que un beso de despedida.
Al final no me lo dieron,
decían que se marcharían después de misa, inmediatamente, y quería pedírselo
antes. Pero no pude. Son embargo, después de la misa se fueron y bajé yo con
ellos. Salieron por la puerta y me dijeron que para otro día.. Me quedé triste
por eso, pero busqué olvidarlo, y entonces fue cuando le di un beso a Yoyi. Era
lo que más me importaba. Después conocí a Chus, cuando iba a poner la firma. Me
encantó hablar aunque sólo fuera un rato con ella. Me dio un beso y su
dirección. Por la tarde, al llegar con Ricardo, Delia y Pepita, se lo di a
Delia. Pensaba ir al baile, pero mamá me dijo, cuando iba a salir, que no
pensaría ir al baile. Así que fui a ver a Lourdes. No estaba y me quedé un rato
jugando con los chicos de allí. Después me dije: Ya oíste lo que te dijo don
José Carvajal, la vida eres tú y no tu madre. Y hoy va a ser la primera vez que
le vas a mentir, pues vas a ir. Bueno, no. Iremos y, si está Bety y Susy, nos
quedamos.
Eran las siete y media.
Entré, oí la canción de E.E.U.U. por África “We are the world” y la quise
bailar. Sólo terminé de bailarla. Después pedí un trina y fui hacia la pista.
Me encontré con Ana que dijo que estaría el próximo domingo y me pediría a
bailar. Y marché contentísimo. Fui por la Romana, pero ya no estaban jugando
los chavales, así que me marché. En la Cabreira me encontré con Dely. Antes,
cuando me gustaba ir a misa a San Pedro, conocí a varias chicas, y me gustaba
hablar con ellas.: Dely era una, recuerdo que algún día estaba hablando con
ella en la cocina de su casa, sentado en un sillón. Al subir, me encontré con
ella. Algunas semanas antes, me había parado a la altura mis primos y le había
acompañado hasta la Cabreira, al final me había dado un beso, cosa que me
sorprendió, pues ya estaba casada. Ese día le conté lo que había pasado, la
encontré con el hijo a la altura de su casa, y se quedó allí. Yo me fui. El
beso quedaba para otro día. Hace tiempo comencé a guardar los borradores de mis
poemas en un cesto que colocaba cerca de mi cama. Un día fui a vaciar la basura
y a quemar, y me encontré con varios borradores. Los quemé también. Y me gustó
hacerlo así, así lo haría siempre, hasta que un domingo le di alguno a Teresa,
porque le había gustado, y desde entonces le di todos. Le dije que mejor así,
porque conocerían nuevos paisajes. También Julia me dijo que los guardaría, que
le gustaban.
Lo demás oscuro que
guardaba en el corazón se
quedaba sólo en pensamientos. Hace tres o cuatro domingos también recuerdo que,
por la mañana, me llamó Lourdes, y me dijo que iría por mi casa para ir a
Vilariño conmigo. No tenía ganas de estar con ella, pero le dije que viniese.
Ahora que lo pienso, me parece que hice bien lo que hice. Si hubiera sonreído
con ella, mi casa sería una casa traicionera, por fingir, y no reflejar lo que
estaba deseando. Estaba de malhumor. Vilariño, que iba a ser un encuentro feliz
para mí, e iba a ir en bicicleta para jugar con los niños, ahora ya no podía
ser así por ella. No sé si lo que me empujó a ponerme de malhumor fue el que, a
la vuelta, iba a detenerme en casa de Paz y Loli, aunque me parece que si,
porque allí me quería entretener un poco.
Cuando ella llegó a mi casa,
fui con la bicicleta de la mano.
y se lo dije: Mira, Lourdes, yo te
pediría que fueses a San Pedro y no vinieras conmigo a Vilariño. A la vuelta me
voy a detener y no quiero que te sientas molesta. Si quieres, más tarde, cuando
salga, iré por tu casa un rato. Creo que si estás tú, no me sentiría tranquilo
hablando, pues tú también te retrasarías y tu madre llegaría a molestarse. Ella
se fue hacia San Pedro, pues estábamos a la altura del cruce y yo, montado, fui
a Vilariño. Al llegar allí me sentí más tranquilo, pues podía hablar con todas
sin tener que estar pendiente de ella. No quiero decir que fuera un plomazo, yo
la entendía, pues también lo había sido así. Si estuviera yo en su lugar, lo
que me gustaría que me hubiesen dicho, es si lo que sucedía es que ese otro, u
otra en este caso, podía estar siempre conmigo excepto allí y el domingo por la
tarde. No sé si se lo dije, porque después, a la vuelta, marchó ella y yo me
quedé. Todo esto viene de una historia muchos años antes, de cuando me enamoré-
bueno, mejor que utilizar esa palabra, utilizo la de gustar-, me gustó una
chica (me parece que eso ya lo sabes). Una vez me dijo mi madre que debía
decirle a Lourdes que no se hiciese ilusiones. Bety me había dicho eso en el
dos mil el primer día que la vi. Si, me gustaba, como me gustaban otras, pero
era demasiado guapa. Y se lo dije a Lourdes, ella me dijo que si, que no se las
hacía. Aquel día me acordé de ese episodio, porque al salir de misa se acercó
llorando hasta mí y dijo que si la iba a dejar…
No, Lourdes, yo no voy
a dejarte, le dije la frase que le había dedicado y le dije también que quería
que me dejase por unos meses. También sé que le dije que me parecía no estar
preparado para salir con una chica, pero creo que eso fue inconsciente, porque
no era así como lo sentía. Este enfado vino acerca del encuentro del domingo
anterior. Debo decir que yo también, en Murcia, pensé que allí estaba a gusto,
pues, como todos éramos más o menos iguales, podía hacer en la mente alguna
parejita para casarse conmigo. A Lourdes creo que le pasó igual, y me eligió a
mí desde el primer momento.
Recuerdo un domingo en que
era tarde y ella la vi metida en el coche al pie de la casa, en La Romana. Y me
acerqué a hablarle por la ventanilla. No recuerdo qué le dije, pero sé que
había visto dar un beso muchas veces y era de las primeras veces que daba yo
dos y ella otros dos, así me podía quedar el sabor. Entonces me acerqué a ella
y, cuando iba a marchar, supongo que a lo mejor pude decirle que iba a ser otra
clase de beso. Y le puse la mano en la nuca. Le di dos, y quise que ella
también me los diera a mí. No sé si al intentar guiarle la cabeza le hice daño,
pero, por sus gestos, me parece que no. Ella hizo un gesto como si se quedara
sin respiración y, con una voz sofocada, me dijo: ¡Más no!, ¡más no!. En una
primera idea de lo sucedido, me pareció como si ella se hubiera sobresaltado
por tenerle agarrada. Aquello me enfadó, pero también pensaba que no valía enfadarse
por una menudencia. Desde
entonces, cuando se iba a marchar, le decía: Si quieres, te doy un beso.
Entonces, al menos las primeras veces, parecía poner, al menos yo lo veía así,
una cara como si me hiciese un favor, y me decía: Bueno. Ayer vino Esperanza a
buscar a Karina, que había venido a pasar unos días; cuando llegó, había traído
a la pequeña, y lo que ella hizo primero fue darme la mano y preguntarme por la
gatita de colorines. Sólo fue un instante, pero fue maravilloso. Siempre dije
que mi vida se iba llenando de detalles, todos hermosos. Hace dos a tres meses
vino a visitarnos Esperanza, su hermana y me parece que sólo iban los hijos de
Esperanza. Los mayores quedaron hablando, y creo que Malena con Karina, el
chico no sé si se quedó con los mayores o con Malena., el caso es que yo fui
con la pequeña, que se llamaba Andrea, a recorrer el campo.
Le iba a enseñar los animales que había al fondo de la finca, por el camino que
va a piensos Biona, en pequeños alambres. Mientras íbamos le iba diciendo: Si
encuentro yo al gato de colorines, tú me tienes que dar una sorpresa, y si lo
encuentras tú, yo te la tengo que dar a ti. Fuimos a la jaula aquélla y estuvo
viendo los animales. En mi mente se desarrollaba una batalla por lo que había
dicho y pensado. Sin embargo, no pasó nada. Le dije que era mejor ir a casa por
si ya se querían ir. Siempre iba cogido de la mano, de la mía. Aquella mano
pequeñita y tan suave.
Al
volver, le dije que le iba a enseñar los gatos; bueno, ya se lo había dicho antes y nos habíamos
encontrado a Claudia. Vimos al gato negro en el campo que está cubierto de
silvas que hay junto al garaje, en el poste que está más cercano al naranjo.
Después ya se querían ir y nos encontrábamos todos frente la caseta. Esperanza
le dijo a Andrea: Dale un beso a José Ángel que nos vamos. Me lo dio. No sé qué
sentí en ese instante, fue algo maravilloso, y lo idiota que había sido. Y se
fue, y me quedé esperando al día que volviese. Le dije a Andrea, antes de irse,
que para cuando volviese, le guardaría a la gata de colorines. Hace una semana,
al comenzar la anterior, quedó Karina para estar con Malena. No me importaba,
pero no me quedó un grato recuerdo, pues el último día que estábamos aquí,
jugamos a la Bolsa. Yo jugué, pero como no quería ganar, pues de vez en cuando
soltaba una gracia y se reían. Lo malo es que fui juntando empresas y vales,
sin querer. Llegó el final, y era yo el máximo rival de Quico. Como se reía él,
cuando las acciones estaban a 100 no las compraba, y cuando subían a 200 si.
Faltaba una carta y dijo que yo ganaba en dos, él en las otras dos. Entonces
comentó que iba a poner cuatro cartas más. No se qué cambio se produjo en mí en
ese instante, jugué a ganar. Y, al final, creo que fue por una carta que no
levantó o jugó al revés, yo estallé. Y me enfadé con él. Él se enfadó también,
y ése fue el recuerdo que me fastidió toda la semana de Karina. Tenía ganas de
decirle a Quico que lo olvidase, pero no me acordé de decírselo. Me gustaría
que no lo tomase en cuenta.
Cuando vino Esperanza a buscarle, trajo a un niño y a una niñita pequeña. Ella
lo primero que hizo fue venir a mí y darme la manita. Me dijo que era Andrea,
no me acordaba de su nombre. Me preguntó por la gatita de colorines, y yo le
dije que se había ido, no sé si vendría por la noche, porque ya no la había
visto más. No era del todo verdad, pues unas semanas antes la había visto, por
unos instantes en el campo del castaño con el gato negro. Pero unos instantes,
porque me iba a coger para los conejos.
Un instante nada más, pues se tenía que ir, pero creo que me despertó. A partir
de la convivencia que hubo el pasado fin de semana, 6 y 7 de Julio, llevo
cuatro días sin caer en ese problema, sin caer ni preocuparme. A mí me parece
mucho tiempo. Algunas veces pensaba que parte de culpa de ese malestar la tenía
él. Fui a afeitarme y, sin darme apenas cuenta, volví a caer. Tenía ganas de
echar todo por el suelo, pero me recuperé y me dije que sólo era un punto de
apoyo. Ahora ya me sentía en condiciones de volver a empezar. Me parece que el
artífice de estos cuatro días fuiste tú, amor, todo lo que me haces escribir.
Quico, a veces, me sigue pidiendo dinero. Antes sí le daba más a regañadientes,
porque lo que compraba a veces eran sobres y sellos, y siempre me gustaba
comprar alguno sabiendo que me iba a quedar un poco. No tengo grandes
necesidades. Ahora no me importa quedar sin nada. Claro que, desde el
principio, se pusieron de moda los escondites secretos, porque a él no le
gustaba mucho pedir, aunque creo que yo era muy fácil a dejar. Pero muchas
veces pasó que me olvidaba y no sabía dónde lo había dejado. Y reñía con Quico.
Ahora también los uso, aunque no son secretos, los guardo en un sitio sólo.
Quico me los pide a veces. Bueno, si son bastante anormales, en el armario
doble, en la parte izquierda, contra ese mismo lado hay unos estantes. El de
abajo, es para libros muy diversos, sólo de lectura, otros fichas, otros
antiguos, y algunos más. El segundo, empezando por abajo, es más para libros de
lectura, y en una esquina, delante de ellos, hay una cajita de plástico duro
con unas monedas antiguas, me las echaron los Reyes hace dos años. Debajo de
esa caja guardo dos monedas de cien. No tengo miedo por él, porque ahora me
falta dinero, y él me dice si ha sido o no, pero me gusta controlar cuánto
llevo.
A
mí también me hace mucho daño cuando pasa algo o le digo algo a mamá y ella,
como suspirando o lamentándose, dice: ¡Ay, Dios mío!. Un día sé que fui a
cortar hierba con la hoz, ella me vio y lo dijo. Sé que muchas veces le digo
que voy a cortar hierba con la hoz y me dice que les coja verdura. Que lo hace
como ella cree que es por mi bien, porque antes más o menos cada vez que iba a
cortar hierba, me cortaba la mano, me hacía un corte. Como cortaba con la derecha
lo hacía con bastante potencia.
Esta exclamación es la que me trae más de cabeza, pues empieza a formular
preguntas en mí. No está mal que lo diga, ella sabe que está bien, y tampoco
debería contestarle, como muchas veces he creído. Lo que tendría que hacer es
aceptarle tal y como es.
Bueno,
no, porque aceptarle ya le acepto. Me parece que es un detalle que no va a
cambiar. Bueno, no es malo. Lo que si me parece malo es abusar de él y ella, a
veces, lo hace. Hoy, cuando vino mi padre al mediodía, ella le informó sobre
una comida que están preparando todos los amigos de antes. Y creo que le
preguntó sobre algo. Mi padre respondió. En menos de un minuto, dijo cinco o
seis exclamaciones. Hasta que mi padre se cansó. Creo que es algo que no va a
cambiar, así que déjame que hable contigo. Eso es lo que comienza a ponerme
nervioso siempre. Escribiendo, me gustaría pensar que puede ser perder el
tiempo, o poder darle una razón de lo que yo pienso, pero creo que nunca va a
ser posible. Esta tarde, subí para coger mimbres para una bandeja, y se me
ocurrió algo para decirte, así que me senté a escribir un poco, para intercalar
detalles y no hacer todo monótono, pero ya sabes. Quico iba a ir a una
fiesta a Gondomar con Paco y Costas. Quería decir que no, la fiesta era muy
lejos y, además, fiesta es para mí ir todos los días al baile. No sé qué dije,
me supongo que debió de ser si, a cómo se pusieron. Mi madre me dijo que irían
cinco en el coche, que ahora venían las de Ramallosa y que me iba a perder. Mi
padre dijo que no, como siempre. De todas formas, yo no prensaba ir (Bueno,
también sé que si no me dicen nada puede ser que hubiera ido), pero aquel
momento me hizo pensar. A veces, por la mañana, el hecho de sacarle la moto.
Un
día que me enfadé, el día tan famoso, le dije que se la había empezado a sacar
queriéndolo hacer como un favor que facilitase ese entendimiento, pero para mí
lo había tomado como un deber, que yo se la sacaba porque era su hijo y debía
obedecer. Creo que no le dije toda la verdad, pero me pareció una tontería
porque, al igual que el primer día, yo me dejo estar en cama porque estoy
cansado o cualquier otra cosa, y la saca mamá.
A
veces, cuando va a marchar, entra en la cocina con todo preparado, me pregunta
si saqué el cajón y la correa para la moto y le digo que si, aunque me da un
poco de miedo sacarlo, porque un día se llevaron la correa de la moto. Pero
bueno, llega a la cocina y me pregunta si sé dónde están las gafas. Pueden
estar en la habitación o en la cocina. Casi siempre suelo ir a la habitación,
si ella no viene de allí. Es más normal que estén allí. El problema es dónde.
Lo peor son todos esos días que me dice, mientras sale de casa, vete a buscarme
las gafas que están en la habitación. Yo siempre pienso que no me dará tiempo. Ayer
dijo mi padre que había una plaza de conserje en varios sitios. Ojalá que lo
consigas. Mi madre dijo que iba a hacer todo lo posible para que no escribiese,
pero creo más bien que ella me quiere aquí.
Me
cuesta pasar ahora del problema sexual. Como mucho tiempo le hice caso, ahora no quiere perder su
oportunidad, ayer por la noche aún estuvo un rato conmigo, pero me dormí
pronto. Y esta mañana, mientras Quico estaba en el baño oyendo una cinta. Ahora
coge las mías, ¿sabes?, y eso me anima. Como me dijo un día, tiene algunas
canciones buenas, pero yo creo que es toda. No las grabé todas para él, aunque
tú sabes que la mayoría de las canciones si. También hice algún detalle para
mí, como el pensar que cada cinta puede llegar a ser una vida y grabar “E.E.U.U.
por África” en todas, en casi todas. Hoy he vuelto a caer. Me temo que ya no
hay lucha. Que lo ha destrozado todo el día de ayer. Bueno, no pienses eso,
mañana es sábado, vas a ver como lo conseguirás de nuevo. No te pongas así. Ya
me estás pareciendo de ésos que no creen en la esperanza. Además, ¿crees que
eso que dices tú mucho “o todo o nada” puede verse en la vida?. No, hombre, en
la vida hay que luchar por conseguirlo. Ya has oído eso muchas veces, ¿no?.
Bueno, ya sabes que no debes desanimarte. Ahora vas a decirle cualquier cosa a
Malena y se pone en ese plan insoportable.
Llegó hoy mi madre de Ramallosa en la moto y un montón de ramas con hojas atrás
para adornar la iglesia; esta tarde debería ir. Le pregunté si iría y me dijo
que si. Pienso que estas preguntas, aunque parezcan tontas, llegan a agradar.
Creo que me dijo que eran camelias, aunque a mí no se me dio por aprenderlas. A
ella sé que le gustaría, a mí también me gustaría mostrarle que quiero aprender
y me fijo, pero estoy más preocupado por la vida. Bueno, no es ésa la razón,
pero yo no encuentro otra mejor. Nunca quise ser de ideas únicas, pero tampoco
acepto que me las metan a la fuerza. Y me resulta extraño, porque yo siempre
podría conseguir la meta que me propusiese. Lo primero que me dijo ella al
detener la moto, fue; ahora no recuerdo las palabras justas, pero no fueron.
“Habría que traer” o “¿Sabes dónde hay”; creo que fueron: “Ya sé que no hay
ningún cubo”. Eso me sentó como un tiro, y le pregunté. “¿Quieres que te traiga
un cubo?”. Pero estaba de malhumor. No debía haber dicho aquello. Después le
dije que no había terminado la bandeja porque faltaba un agujero, y ella me
dijo: “Claro, pues no tenías nada más que hacer. Seguro que, al marchar yo,
sentaste el culo para escribir”. No sé por qué, pero me fastidia, y creo que es
por el tono. Lo noto muy por encima y no estoy de acuerdo con que sea así la
mejor forma de llevar una familia. Me parece que eso será lo que guíe mis
mentiras. Recuerdo que en la convivencia, un rato antes de que nos fuésemos,
antes de la comida me parece, un chico me preguntó: ¿Cuántos besos llevas?. A
ver quién da más. Yo ya he dado cinco. Aquellas palabras, no les di mucha
importancia, cuando hube llegado a casa, creo que a partir de ellas se gana uno
la fama de besucón. Le conocía, había ido ya a muchas convivencias, y creo que
le dije que ya veríamos, pero lo que me ocurre a mí es que el significado de un
beso no es un dar por dar. En aquel momento estuve de acuerdo con él, pero
después me di cuenta. Tampoco quiero decir que sea algo por algo. Antes iban
más amigas y daba más. De quienes me quedó la pena fue de aquellas dos chicas
de Fornelos, aunque me dieron la dirección, pero pasaron cinco días y estoy
indeciso.
Las
únicas dos que pudieron darle un sentido fue aquella chica de Pontevedra y Yoyi, aunque Yoyi no me
diera la dirección, pero espero encontrarla otra vez pronto. Es un beso sólo
para las chicas especiales. Como ya estamos en verano, ya empezó la época de
fiestas. El otro día fue la de San Pedro. Como Nacho está en la mili, fui con
Quico. Antes, cuando iba Nacho, quedábamos para una hora en un lugar, para
volver a casa. Ahora, el primer día que fuimos a San Pedro, me dijo Quico: Tú
vuelve cuando quieras. Ya eres mayorcito para necesitar de niñeras. Volví sobre
las dos y pico. Allí encontré a Loli y sólo ella bailó tres, aunque salteadas.
Me parece que ya te lo dije; además, no es esto lo que te quiero decir. Ayer
cuando llegó Quico, dijo: Voy a la fiesta de Gondomar, ahora vi que también te
lo dije. Bueno, ahora por la tarde, Quico salió, creo que fue a la reunión de
San Pelayo, y me dijo: A las once estate preparado, no sé si dijo para ir a la
fiesta. Unos segundos después reaccioné y le dije: ¿A la fiesta de Gondomar?.
No, no voy a ir; no recuerdo si le dije algo más. Él me respondió: Pues si tú
no vas, yo tampoco. Me molestaría que fuese así. Estoy intranquilo. Y me quedé
siguiendo con la bandeja, pero pensando. No quiero que por mi culpa, no vaya
él. Tiene muchas más conocidas que yo y le doy más derecho a la vida. Cuando
más tarde llegó mi madre, estaba animado con la bandeja. Y, después de un rato,
se lo dije: ¿Me dejas ir a la fiesta?. Quico me recoge a las once. Fue culpa
mía. Hice mal la pregunta. Ella me dijo: ¿Todo el día sin hacer nada, se marchó
por la tarde y ahora vendrá para ir a la fiesta?. No vais a ir. No sé qué más
dijo. Yo murmuré: Es culpa mía. ¿Qué es lo que harías tú?. Quizás no te
importaría y al final irías a Gondomar. Haces bien. También yo lo haría. Me
gustará que vengas y vayamos. Así, siendo un monigote y siendo todos tan
parecidos ¿cómo esperas que entienda la vida?. Pediré para que te vayas. No
merece que pierdas un poco de paciencia por mí. Total, va a ser algo que se va
a echar contra mi vida. Me bañaré y me lavaré la cabeza como si fuera a ir,
pero eso también lo podría hacer si me fuese a quedar. No mereces perder el
tiempo por mí. Déjame feliz a mi manera. Una manera que la vida me exige, así
que no estoy enfadado. No importa, vete tú. Tú tienes que disfrutar.
Mi
fiesta, ya te dije, es ir a la discoteca 2000. Y aún quedan otras fiestas.
Seguí haciendo la bandeja, pero ya estaba preocupado.
Más tarde, debían ser las ocho más o menos, le pregunté a mi madre si
necesitaba el jabón. Me iba a lavar la cabeza y a bañar. Y así lo hice. Cuando
terminé y entré en la cocina, ya estaban tomando sandía y mi padre pescado. Mi
madre dijo que se iba a levantar a ver qué había, mientras yo me había sentado
en el sillón largo. Le dije que no, que sólo tomaba sandía. Yo no quería que se
levantase. Dijo que iba a hacer un bocadillo o un sándwich y mi padre, ya lo
sabes, como siempre. No sé qué fue lo que dijo, pero ya te lo imaginas. Yo,
amedrentado, reconociendo que no debí de haberme bañado, le dije:
Entonces no hagas nada, me voy. Aquello fue peor, mi padre entonces se
sulfuró. No debí decirlo, bien, entonces dime qué haría. ¿Qué es lo que
queréis?. Tengo que venir, y el tributo es oír todo esto. Entonces, ¿qué
queréis que haga?. Si me quedo, a oír sandeces parecidas, y si no, preces. ¿No
te molestabas por que hubiera entrado ahora?. Entonces digo que me voy y
también tengo que oír preces?. ¿Sabes cómo estoy yo ahora?. Más tarde vino
Quico y, cuando le pregunté, me dijo que no iría. Me quedé mucho más tranquilo.
una frase que me traía de cabeza en mi padre, era ésa que decía “No sé si es
tonto o se lo hace”. Y me parece que yo tenía razón, porque yo era el origen de
ese comentario, pero me caía como un flechazo, aunque no lo hacía con esa
intención. Y me callaba, yo no sabía qué poder decir. Me quedaba dudando, no sé
si ellos necesitaban cada día para aprender un poco más, y hasta dudaba que lo
quisiesen. Un día estaba jugando con un chico y una chica (bueno, un día, no,
perdona, fue hoy, no sé por qué te lo dije de esta forma). Fue en la
Romana, había ido a Ramallosa por la tarde a buscarle la bici a Alfonso porque
se me había pinchado esta mañana. Paré allí cuando subía con la bici porque les
vi jugar al baloncesto, lanzando un balón. No recuerdo cómo se llama el chico,
pero me dijo que yo le gustaba a ella. Me quedé sin saber hablar. Puede que eso
fuera cierto, en realidad me gustaba pensarlo así. Pero aquellas palabras lo
que hicieron fue profundizar más en mi duda. Puede que por eso la encontraba
siempre al lado de Lourdes, y por eso la veía a veces en el 2000. No importa,
no sé si soy un iluso cuando espero que la chica que me quiera me lo diga.
No sé por qué no he de ser yo, pero me parece que debe ser porque a mí me gustan todas. ¿Y
si es verdad?. ¿Cómo acercarme a ella, si así lo fuera?.
Muchas veces me siento deprimido. Hace poco fue la convivencia y hace unos días
le quise escribir a Fernanda y le escribí un poco, hoy rompí la carta y le
quise escribir otra, también la rompí, no tengo ganas de nada. Estoy escuchando
la radio, pero el día no se da para más. Y encima caí. Estoy deshecho. A ver si
grabando consigo levantar la moral. Voy a llamar a Pily, a ver si me llama más
tarde. Malena y Quico se fueron al mercado. Creo que lo que más me deshizo fue
el caer. Tenía el propósito de comenzar desde el lunes. Pero bueno, ayúdame a
recomponerme. Ayer rompí las gafas, ¿sabes?. No, fue el sábado. Fui a Ramallosa
a buscar la bici que se me había pinchado por la mañana, me dijo Alfonso que
por darle mucho aire a la rueda delantera. Me paré en la Romana a jugar un poco
al baloncesto allí y se me cayeron. Me dio el balón. Un señor pasaba por allí y
me las colocó, el cristal. Me sentí destrozado. Cuando subí a casa, subía
también Quico y él me dijo que el arreglo era gratis. Y me levantó la moral. Mi
padre ayer por la noche, cuando se lo dije, me dijo que le diera el resguardo y
yo me quedé aplanado. Esta mañana, me dijo mi madre que, a lo mejor, lo tenía
mi hermana, tal vez sí, pues había sido ella quien había ido conmigo a recogerlas.
Ahora quise llamar otra vez a Pily, pero tampoco he tenido ganas. Voy a buscar
para los animales y, después, escribir a Fernanda, no, a Ana, a Fernanda, me
parece que era la mayor. Ayudadme, más deshecho estoy ahora. Salí afuera, y
encontré al pato blanco muerto. Le di una soberana paliza a Sol, porque era el
único que parecía tener más miedo, pero aún así, no sé. Llevé al pato a la
cocina, y Doc tuvo miedo, pero no tanto. Además, de los últimos que se metían
con él sólo era Sol. ¡Ay, Dios mío!. Un día pensé que él día que matasen al
pato, me suicidaría. No tengo valor para hacerlo hoy, hay una estela de
felicidad detrás mía. ¡Ay. Dios!. ¿Qué hago?. Llamé a Pily. Ella me va a llamar
ahora. Gracias.
Pero yo
temo cuando llegue mi madre. ¿Y mi padre?, Dios mío, ¡qué tormenta!. No sé qué
puedo decirte. Ayúdame.
Ya
hablé con ella. Ya estoy un poco mejor. Creo que el problema es que estoy
demasiado ligado a ellos. Recuerdo el día en que me dijo que buscara un puesto
de albañil. ¿Por qué no?. Creo que lo que me atormentan son estas cuatro
paredes. No pude escapar. Decía que lo haría, decía que eso ya se hacía más
fácil para mí. Decía que sólo bastaba un paso, tal vez hacia la aventura, pero
sentirse libre era más que el sentirse aferrado a esto; a cualquier cosa; todo
va resultando igual cada día. Ni la tierra vale para echarme una mano cuando la
necesito, ni el polvo quiere llevarme con él, sólo el amor tiene fuerzas,
fuerzas para soñar. Pero lo siento lejos… Me sigue pareciendo malo el matarse
por una traición, pero siento que va a ser mi compañera. ¿A quién podría
llamar?. ¿Quién puede llegar hoy?. ¿Qué hago?. Quise quitarme la idea del
suicidio de la cabeza. Pero siento que la vida continúa. ¿Quién quiere
atormentarme?. ¿Qué me pasa?. Hoy cambio, y mañana sigo igual. ¿Qué hice?,
¿perder el tiempo?. No quiero parar. Aún es muy pronto, soy joven todavía, ¿qué
es eso que me arrastra?. Reñir por culpa mía. Me gustaría recordar todo mi
alrededor, y fundirme en él. Desde aquí, no puedo, estoy viviendo, pero no
quiero morir. Viene la tempestad, todo se alborota. ¿Hablaré después?. Quiero
saber que sí pudiera. Todavía no conozco lo que puede ser mañana. Creo que la
armé. Nadie sabe lo que va a pasar ahora. Yo sí. Nadie sabe, creo que es mejor
que nadie sepa. No sé si es mejor o peor, pero siento que el huracán se hace
más grande. Seguro que soy débil para todo lo que pudiera dar. Y hasta tampoco
sé si puedo ser yo en estos instantes. No sé qué puedo hacer. Muchas veces me
dije que tal vez mañana, pero el huracán viene hoy. Siento que estoy demasiado
aferrado a él. Y quizás lo busco. Me parece que siempre he formado parte de él.
El pato muerto ¿quién lo puede saber?.
Mi
madre llegó enfadada porque Sol
cojeaba de una pata. Creo que me cegué al
pegarle. Lo del pato lo supo cuando le dije que había pegado a Sol. ¿Por qué me
cegué?. Lo fui a enterrar al campo de afuera, y Quico vino después de un
rato. Ya había hecho un hoyo y yo me agaché a llorar. Lloraba de pie
mientras él me decía que el pato pudo morir de viejo o por una enfermedad. Me
dijo que eso era llorar por mí, que eso era de cobardes. Si, soy un cobarde. Tú
ya sabes todo lo que pasa. Me dijo que nadie me entendía, ni mis amigos. ¿Será
verdad?. ¿Entonces?. Mi madre estaba muy mal. Ahora está en la cama, pero siempre
digo que soy yo quien le va quitando años. Quico me dijo que en muchas cosas de
las que hiciera, debía convencerme que era inútil, y debía tenerlo presente
cada día. ¿Será verdad que me tomo las cosas tan a pecho?: esto pasó, pero
ahora llegará mi padre. Debía haber tenido presente que no podía dañar tanto al
perro. No quiero pensar que le pude haber fracturado una pata. Mi madre fue lo
primero que dijo. La tiene hinchada. Me cegué por el pato y olvidé al perro.
No, no quiero darme toda la razón. Soy un cobarde, si. Me dijo que me quitará
el dos mil, la discoteca los domindo. No me importó. Pensé en irme de esta
casa, pero también me da miedo. Me dices que yo tengo la culpa y no sé en qué
sentido. ¿O no lo quiero ver?. ¿Qué me pasa? Y vuelta a decirme que debía de
haber hecho una copia de los poemas que le di a don Celso. Que él se rio de mí.
Me dijo que los había perdido, eso era mentira. Y yo digo, ¿no te reíste tú?. Y
me callo. No sé decírselo. Sólo espero que me ayudes y que Sol no tenga la pata
fracturada. Me parece que siento pena de mí mismo. Mi madre quiere ir al viaje
que se va a hacer a Roma en Septiembre y yo sólo le estoy planteando dudas.
Antes pensaba que era Dios que me estaba pidiendo. ¡Qué iluso!. No digo que no
sea verdad, pero me parece que soy un iluso. Todos los días me vuelco en ese
trozo de vida, pero ahora me pregunto en qué medida lo hago. ¿O es sólo de
palabra?. Me quiso tirar lo que tenía sobre la mesilla. Sobres de Ana, un
recuerdo de Lence, y me tiró la libreta amarilla. Después salió al pasillo. La
recogí. Como me dijo don José Carvajal, esto es un hablar contigo. ¿Por qué es
así?. al suceder un lunes, la culpa es del baile ¿es malo aquello?. ¿Es mala mi
vida?. Ayúdame a que me pase pronto esto.
¿Por qué siempre me falta algo para contestarles?. Por ejemplo, mi madre,
cuando me dijo que el primer sitio donde tenía que enseñar los poemas era en
casa y comentarlos; cuando pude haberle dicho que ella era la única que se reía
de ellos?. ¿Por qué siempre le doy sentido a todo lo que hago, y después,
cuando me pongo a meditar, se la quito?. ¿Por qué todo cuanto pienso lo hago
por ellos, y después comprendo que la mitad no debí hacerlos?. A veces pienso
que ya estoy destinado. Es el miedo, ¿miedo a la vida?. ¿Cuántos tumbos damos
todos, Dios mío?. Creo que yo seguiré siendo igual siempre. Me gustaría quedar
escribiendo, pero no, voy a que me dé un poco el aire, a ver si puedo quemar
plásticos. Ya los quemé. Había ropa afuera. Desde hace algunos días, aunque
sólo fueran dos o tres veces, intenté limpiar la jaula de la derecha. Pero, hay
un detalle: ¿dónde pongo los conejos?. Pensé en la jaula de al lado, pero tenía
miedo porque había conejos mayores, y podía pasar cualquier cosa. Podía
ponerlos en el prado, pero temía a los perros. La jaula estaba sujeta con un
alambre. Fue ella y, la primera razón que me salió, fue la del alambre. Me dijo
que lo soltara y lo solté. La duda que tuvo ellas fue dónde colocarlos. Pensaba
que un miércoles, cuando viniera Isabel, podía hacerlo, pero ya sé: voy a bajar
una caja de cartón y guardarlos allí. La idea de la caja me surgió cuando te
empecé a escribir ahora, meteré verdura. No veo una caja; bueno, ya me las
arreglaré. Soy un animal, no comprendo cómo pude hacerle eso. Y el daño que he
causado.
Vino
Mariora y también me lo llamó cuando lo supo. No sé cómo pude tener esa reacción, aunque sí sé que podía
estar haciéndolo por ella. Mirad en qué me he convertido. Llego a preguntarme
si en aquel momento pude tener un poco de razón. Me gustaría poder tener la
dirección de don José Carvajal, para pedirle consejo. Creo que se lo voy a
pedir a Fernanda. Me siento incapaz. Subo al fallado para escribir y el primer
sitio donde voy es a ver si hay alguien que me pueda descubrir. Ayer, cuando mi
madre me estaba diciendo cosas, en los conejos, creo que pude estar tranquilo
porque me puse a pensar en otras cosas. Mi padre salió y dijo que hacía muecas.
No era verdad y tuve fuerzas para decírselo. Dijo que cualquier subnormal,
adora a la madre. Creo que se refirió a mí, ¿y yo no?.
Por la tarde vinieron los primos de Ponferrada, no quería estar con nadie. Por
la noche pregunté si aquel plato de sopa era para mí. Me senté a tomarlo. Por
la tarde había tomado siete u ocho manzanas o más, y no tenía hambre. Terminé
la sopa, pero no me quise levantar. Entonces mi madre trajo tres trozos de
pollo y patatas. Le dije que no tenía más hambre, a lo que me parece que
respondió: “Ésa tampoco es la manera de ponerse”. No sé si dijo que aquello ya
había pasado, pero lo dio a entender. Y, cuando me gritaban, había pensado: ¿No
podía darme un ataque y dejar todo esto?. Mi padre un día dijo, gritando, que
no hacía nada, creo que era eso lo que me roía. Al primer momento que me gritó,
en los conejos, le respondí: Ya había pensado en matarme. Creo que nunca
llegaré a comprender cómo puede ser una amenaza. Ahora me puse a pensar y me
dije que me gustaría que mi madre supiese que lo hice por ella. Pero no creo
que ésa sea toda la verdad. Hay algo más, un odio, un odio inconsciente, me
parece que puede ser a todo. Ahora hablaré con las amigas sólo eso, quiero
saber quién duerme conmigo, qué es lo que me pasa. Estoy afuera cortando las
ramas de los conejos, siempre pensaba que mamá las quería para colocar encima
de lo sembrado, hasta así se lo había dicho a Isabel. Pero ayer me dijo que las
cortara; no sé si me indicó empezar por las grandes, pero así lo haré. El sol
quema. Debería ponerme el sombrero, sin embargo no quiero hacerlo. Me da igual.
Creo que le escribiré a Ana y le pediré ayuda.
Recuerdo
que mi padre decía a veces: “Mira, odio hacia nosotros es lo que sientes”. Pero
ésa no puede ser la explicación, porque a ellos les quiero, y tú lo sabes. Me
parece que es odio hacia todos los problemas, la rabia también se vuelve odio.
Lo que me da más asco, es que tuve que fastidiar a un perro para darme cuenta
de todo esto. Allí está. Ahora es mi hermano.
elperro está tumbado, la pata hinchada. Me parece que se la rompí. Va a llamar
a un veterinario. Pero llegará tarde. No importa quién sea, me parece que ya no
hay nada que hacer. Se contraponen las ideas: hoy descubro una y al rato
siguiente descubro que es mentira. No sé si estoy loco. La verdad, creo que no
me importaría.
Ya
pasó todo, ya pasaron dos días. Me da pena lo que haya pensado Pily de mí: unai
definición sólo son tres palabras. Lo que me da asco es que haya llegado a este
punto. Siempre me pregunto por qué y sigo teniendo miedo por lo que puede
pasar, si aquello se podía haber solucionado sin que le hiciese daño al perro.
Me porté como un salvaje. Y hasta me reía, me reía de pegarle. A veces llego a
pensar si tenía que ocurrir esto: en aquel momento quería matar. Sentía lo que
él me había quitado, eran dos o más años. Un perro no habla. No sé si me
perdona. Tiene miedo de mí cuando le acerco la mano, y se levanta y se va con
aquella pierna hinchadita. Me llego a sentir impotente. Me pregunto muchas
veces si habrá alguien que me acepte con ella o con él, saben quién soy y como
soy. Creí que de nada valen las ilusiones. Quien de verdad late en todos
nosotros es la vida. Y yo no sé cómo la he concebido. ¿No había nadie que
pudiera avisarme de esto?
El
miércoles por la tarde vinieron Isabel y Palmira. Estuvimos terminando de
recoger las patatas del campo de afuera y después vinieron a limpiar unos
tomates que hay junto a los cuadrados antes del camino que va hasta las
gallinas, y me dijo: “Esto sí que da pena. tu madre los compra con todo su
amor, y ahora están todos muertos”0. Aquello me apenó de verdad. ¿Todos
muertos?- le pregunté. “Todos no, pero una parte si. Lo que puedes hacer es
cuidar los que todavía están vivos”. Aquello sí era culpa mía. Muchas veces me
había propuesto regar, pero pocas veces lo había hecho. “Todos los días no,
pero día si y día no, por ejemplo”.
La
culpa era mía. Recuerdo que mi madre me dijo varias veces que lo que más le
gustaba a ella eran las flores. Por lo menos regarlas todos los días. Me quedé
pensando en eso día si y día no. Pero la verdad es que regaba a veces, aunque
podía ser insuficiente. A partir de hoy, espero tu ayuda. Mi madre me pregunta
a veces por qué le hago más caso a Isabel que a ella.
No
es eso, pero tampoco creo saber explicarlo. El detalle que me agradó sobre Sol,
fue antes de ayer que le oí a mi madre decir que la pierna había bajado un poco
el hinchazón. Ojalá sea verdad y se cure. A veces voy a acariciarle y, al
principio, tenía miedo, pero ahora ya se deja.
Lo que le duele más es la parte que corresponde al pie. Espero que se mejore pronto, tendría tantas cosas que decirle si hablara… A veces, acariciándole, le digo que me perdone y él me mira con esa cara de pena, me dan ganas de llorar.
También
el rediocasette de Mariora. No quiere que se lo cojan sin permiso. No sé si se
enteraría cuando yo lo cogía y quedaba solo en casa. No quería estropearlo.
Malena también lo cogía y Quico. Cuando supe que lo quería con permiso, se lo
pedí varias veces. Hoy, cuando bajé del fallado, estaba en la cocina solo y
quise ponerlo. Pero llamé a Mariora por todos los sitios: arriba, abajo, dentro,
fuera. No respondió. Así que pensé que se había ido.
Y
cogí el aparato con el fin de decírselo después. Más tarde, cuando lo tenía en
la habitación, me enteré que estaba en el baño de mis padres. Cuando salió, me
chilló: “Lo voy a esconder, ya te dije que no quiero que me lo usen sin
permiso”. No sé si podré decirle la verdad, en aquel momento no pude. No por
que no quisiera, también me daba miedo. El mismo día que ocurrió lo del pato,
me señaló otro detalle. Creo que fue ese día por la tarde, que yo estaba
enfadado y mi madre me parece que me dijo: Fue en aquel momento. Esto yo nunca
lo he entendido, en aquel momento me dijeron: Nunca más al baile, ¿quiere decir
que puedo volver?. Me parece que así no entiendo la vida. ¿Quiere decir que la
vida es más tranquila simplemente pasando de esos momentos?. Y otra pregunta:
si en la mente de la persona está la voluntad de cambiar ¿qué debería hacer?,
¿esos momentos le dejan?. Ese decir “para otra vez procuraré no hacerlo” ¿cómo
se puede interpretar así?.
Fue el miércoles, cuando vino Isabel, que me animó a regar más a menudo. Y lo
que siempre pienso es que si ahora mi madre me dice que riegue los tomates en
un tono alto, va a destruir parte de lo que consiguió Isabel. Observé un
detalle con Quico el otro día, que mi madre le mandó hacer algo y él hizo
aquello. Me parece que yo me armo muchas veces el lío porque intento descubrir
algo de más allá, o imaginármelo simplemente, y tal vez no puedo responder a
las dos cosas.
Hoy, como es sábado, bajé a Ramallosa a buscar la leche.
Después de un rato esperando fui al almacén, pues mi madre estaba allí. Llegué
y, como es en un piso más bajo, el aire me parecía más a cerrado y, un poco
preocupado, le pregunté: ¿No te afecta el aire de aquí?. Ella me dijo si era
distinto. Pero, cuando estuvo sola conmigo, me gritó: ¿Cómo vienes con esa
pinta?. Ya te dije que eres feo, encima con esas barbas (del miércoles), y con
la camisa abierta con el cuello lleno de pelos.
Le respondí que no importaba, pero me parece que siempre es
esa respuesta la que me priva a veces. Ayer noche había que darle de comer a
los perros, y Quico no estaba, así que fue Malena. Cuando terminó el programa
iba a empezar una película S. Yo la vi un día y fue la que me hizo caer,
aturdiéndome. Siempre decía que no la quería ver, pero al final siempre me
decía que se estaba muy bien en aquel sillón y acaso me convencía yo mismo y me
repetía de que en la cama, sólo en la habitación, es más fácil caer. Pero mi
padre dijo: Esta película no es para ti. Creo que aquél fue el camino que
siempre había esperado.
Eso me hacía irme, porque en la cama, sólo eran, aunque
bastantes, menos que ver la película. Además, ahora ya tengo la base de
aquellos cuatro días. Salí de allí y fui por la cocina. Creo que Malena también
fue conmigo, el que sí se fue mi padre a decirle a Malena que preparase la
comida para los perros. Y yo me paré allí por si Malena quería que le ayudase.
Entonces mi padre me vio y dijo: “Ayúdale a Malena”. Y cambiando de tono,
siguió: “Bueno, eres inútil. Vete a la cama”. Yo me dije: Puedes aprovecharte
de eso, como puedes hacer… Peno
no, me molesta, porque a Quico le tenía ayudado. El jueves regué los pimientos
y algo más. Por la noche, el kiwi y lo de abajo. No sé si fue esa noche cuando
regué la franja lateral. Y esta mañana volví a regar los pimientos y las
fresas, el camino a las gallinas. Lo quiero dividir en cuatro; el camino a las
gallinas, la franja, el pozo y lo de abajo, cuando lo de abajo riego los
injertos y cuando el pozo riego la franja y el camino que baja del mismo. Y que
me aburro, porque llegué a casa y no sé qué puedo hacer ya que da mucho el sol
y tengo miedo por la cabeza, voy a contarte algo más.
El sábado pasado bajé a las nueve y
media más o menos con las manzanas.
Se las pensaba llevar a Eulogio, al igual que el sábado pasado le llevé seis
ciruelas. Así le hacía una visita. El día aquél tuve que esperar por que él
había salido, esperé cerca de una hora más o menos. Hoy no llevé una camisa con
bolsillo, como la vez anterior, llevé el niki blanco y los guardé en los
bolsillos. Llegué allí y no estaba, así que fui hacia Belesar, pero al llegar a
la cuesta di la vuelta. No había llegado, así que planeé ir a Bayona a ver a
Pilar y me detuve a preguntar por Ramona, que se casó y había ido a Suiza. No
les escribo, no sé por qué, pero pienso que ahora tendrán otras preocupaciones.
Se había ido hace tres meses. No era antipática la señora que estaba allí.
Fui a Bayona. pensé que la calle Virgen de la Roca
era donde está el monumento, pero no, es la primera que hay yendo a la Virgen.
Pregunté varias veces: al último que le pregunté, ya en donde debía ser su
casa, fue a su abuelo y apareció su madre. Les dije que le tenía que matar, en
parte, porque estaba enfadada conmigo.
En ésta última, como la vi, cuando ya nos íbamos a
ir me quedé atento a ella hasta que terminase de hablar. “No niegues que le
querías dar un beso”. Bueno, es verdad, pero se marchó de allí y yo me fui. Me
dijeron que le mataría si la madre me dejaba. Aquello me animó.
Le iba a preguntar por Yoyo. Le hablé en una carta y
entonces ella me dijo: “¡Ah! tú debes ser Ángel”. Aquel detalle me animó.
Después me vine. No me paré en lo de Eulogio, porque no estaba. Fui a hinchar
la bici y le di a Julia las dos manzanas, una me la había comido yo.
Muchas veces, al guardar cien pesetas, me gusta comprar
sellos. Mariora me trajo ayer de Alcampo, el hipermercado, un lote de sobres.
Muchas veces, es verdad que cuando me dice Nacho: “¡Abre el portal de fuera!”…
y yo no me lo tomo a mal, porque me parece que siempre me buscara a mí para
abrir el portal, pero también pienso que a mala gana pero lo hago, aunque me
pase murmurando todo el rato.
Me animó el ir a Bayona a ver a Pilar, aunque al
final no la encontrase. También ella es mi ánimo, aunque personal muchas veces,
el que no siempre coincide con una idea que tengo desarrollada en algún poema,
por ejemplo ésa última que dije de que no la encontrase en aquel lugar, como
fui a una carrera.
Hoy me agradó un poco a la hora de comer, porque mi
padre buscaba el colador, a mí me había dicho Malena que me sentase a la mesa.
“Para no estorbar, supongo, porque esto siempre lo dicen”. Mi madre se enfadó,
y dijo: “Estas mujeres que no saben ordenar…” y Malena estaba delante. Salió a
la terraza y me dijo a mí: “No te rías”.
El detalle ese de que me pongo el vaso más pequeño,
el que no le pone a nadie, o los cubiertos de igual forma; esto ya hace tiempo
que no me molesta. En muchas comidas que soy yo quien pone la mesa y me los
pongo a propósito. Un bolígrafo lo gasté todo escribiendo la primera libreta.
Éste que tengo creo que es el que continúo. Y ya se me está acabando.
Teniendo el cristal roto, me dicen que estropea la
vista; sin embargo, por ahora, yo no noto nada.
Mariora me dice que el papel lo tiene mi padre y él
me dijo hace tiempo que no lo tenía. A veces, en el pueblo o en cualquier otro
lugar, se quedan todos mirando hacia mí. Y eso me gusta.
El domingo pasado vi a Susana en el baile. Ya tiene
novio y le pregunté por Bea, le dije que viniera para éste. Ojalá sea así y
traiga a Susy, porque tengo ganas de verla. Este domingo creo que haré como la
otra vez y entraré sólo para ver si está, aunque antes voy a ir por casa de
Isabel para terminar de grabar la cinta del viernes, pues me quedó un poco, no
sé si iré por los edificios de Montaña.
Hoy vi a Cheli y a Merche. Chelo ya sé que está
enfadada. ¡Bah!, no me importa, porque se está volviendo igual que las otras.
Merche me dijo que también, pero no me lo creo, porque estoy seguro que la próxima
vez que la vea en el césped, me dejará pasar una tarde fantástica. Con Lupe y
Gloria, las dos gemelas de Gloria, la peluquera, una llamada Ana y otra más. Me
ayudan, porque así ya me siento olvidado de eso de las piernas y todo eso,
aunque en el fondo lo piense y caiga pensando en ello, pero es más el hecho de
sentirlas jugando conmigo.
Hace varios domingos, salía del baile y, al pasar
por allí, había varios jóvenes y estaba también Anita. Algunas veces que estoy
con ellas, les digo que me den un beso y me lo dan: así me siento feliz. Merche
también me lo dio un día, así que no creo que esté enfadada. Ese día le dije a
Ana que me diese uno y me respondió que otro día, porque ése había mucha gente.
“Tú también piensas como chica mayor”, me dije. Y me fui contento.
El domingo, el otro o hace dos, no
me acuerdo, me gusta que se sientan felices conmigo y
me dijo Lupe o Gloria, creo que Lupe, que iba a dar un concierto con la que no
me acuerdo el nombre. Pero el defecto que tiene es que habla muy alto, y su
madre no quiere eso porque molesta a las vecinas. No quiero que hablen así,
pero al final me olvido y me quedo embobado mirando cómo ellas se sienten
felices. Ese día la llamó y se fue. Tengo miedo de que pueda quedarme un día sin ella.
Lo que si me trae de cabeza es lo que me dijeron los chicos de la Romana de que
yo le gustaba a la rubia, no sé si ya te lo dije. Me da igual, cierto es que a
veces pienso que me gustaría que así lo fuese, pero me parece que no sé lo que
es estar enamorado de alguien, de una persona sola. Me gusta compartir todo lo
que tengo, y saber que ella también lo quiere hacer así conmigo. Hay algo en
ella que le dice que era esto lo que esperaba. Poder encontrar a alguien así,
abierto, jamás querré hacerle daño. Y le diré que también estoy aprendiendo a
abrirme. No lo sabe, pero ella ya me lo había dicho hace mucho tiempo. Siempre
fuimos dos y ahora podremos ser más. ¿Por qué no?. Así en todo el universo. Me
distraeré pensando que tú ya latías en mi interior mucho antes de que nuestro
amor fuese engendrado. ¿Qué importa?, también es tiempo tuyo y me ayudará a
encontrarte. Se hará más maravilloso nuestro encuentro. Como le dije a Ana,
ahora parece que he perdido la afición por la poesía y me gusta más lo que se
dice prosa que poesía. Esto último lo hice con esa intención. Pero no te
preocupes, volverá cuando yo le llame. Estoy a las puertas del fallado, con los
mimbres, y varias veces oí que iba a subir alguien, así que guardaba la libreta
en un cesto altito que tengo aquí y me ponía a desliar un mimbre fino. Ahora
subió mi padre y no se enteró. Bueno, subí porque no estaba puesta la tele, y
sólo por verla yo no importaba, pero ahora ya está puesta. La apagaron y no hay
que hacer ruido porque mi madre y Gil están durmiendo. Subí, pero no hacía
nada, así que voy a hablar un poco contigo.
Me dijo don José Carvajal que siguiese escribiendo
porque el escribir es bueno, hablar con alguien es un hablar con Dios. Yo le
respondo que, al menos, así lo intentaba, me gustaría que tú fueses en verdad
mi receptor; bueno, me gustaría no, porque en una parte sí lo eres.
En una y en todas, porque siempre dije que hablaba
con el amor. Siempre te llamaba con un nombre en mayúscula, por respeto y para
diferenciarte. No sé si hago mal si alguna vez no cumplo esa palabra. Muchas
veces me dicen: en mayúscula, que hablas con Dios. No quiero ofenderte cuando
no lo hago así, no es una falta de respeto, es casi lo mismo que ocurrió con la
hermana Reparadora, en Tuy, ahora me acuerdo que si te lo dije. Pensaba
decírtelo otra vez.
Jo, y la próxima convivencia es en Diciembre.
Pensaba pedirle a mi hermana la radio, para terminar de grabar hoy, pero con mi
padre me da miedo. Bueno, no importa. Pensaba dejarlo mejor para el domingo,
pero lo que voy a hacer ahora va a ser ir a casa de Isabel en bici y grabar
allí. Mi madre está dormida y eso tal vez me facilita las cosas.
Fui allí, grabé lo que me faltaba y luego la
escuché. Después me dijo José que la pusiera para escuchar él y sólo escuchó un
poco pues se tenía que marchar. Dijo que me la compraba, pero creo que lo dijo
porque necesitaba una cinta, porque otras canciones son lentas y a él no
le gustaban. Después vine a casa. Lo primero que oí cuando vi a mi madre fue
qué había ido a hacer. No regaste nada. Nadie fue a buscar la carne de los
perros. Fui a Chicha pero no estaba. Entonces fui a la tienda. Allí si tenían.
Pero iba discutiendo.
No puedo hacer sólo lo que tú quieras. Ya viste
aquel chico que sólo hace lo que dice su madre. La vida es una y yo estuve a
gusto. Que te miento, bueno, ¿y sabes por qué?. Además, yo me aburría, no tenía
ninguna idea, iba a perder el tiempo y aquello me aterró.
Quería terminar de grabar la cinta. Cuando dijiste
lo de la carne, no estaba yo sólo en casa. “Con esa pintita me gustaría que te
viesen las amigas del 2000”. A mí también. Cuando llegué a la tienda del Spar,
vi a Mari Carmen. Cuando iba a San Pedro, me gustaba más que las demás. Y me
agradó estar allí. La pena que me dio fue el estar sudando. Cuando iba a llevar
a Sulote, me dijeron que no lo llevase. Bueno, pues no lo llevo. Siempre es
malo el preludio. Te sientes indeciso, sabes que es un momento que va a pasar,
pero su camino va transcurriendo mansa y lentamente por entre tus manos. Te
sientes indeciso, te vuelves turbulento. Es un poco, pero ya numerosa, a
preguntarle el por qué de ese mañana.
Ése con quien hablo yo es ese alguien que siempre me acompaña, siempre está
conmigo. Me enseña todo lo que él aprendió, sabe que la confianza es la
principal fuente para llegarse a conocer, y dispone totalmente de ella. Ese
alguien que llegó a mí igual que llegaste tú, de improviso, como dejando
saborear de todo lo que puede traer. Confiando, eso si, fue lo primero que me
mostró. Me enseñó la sinceridad. Ese alguien, si, hoy ya nos conocemos y no
quiero que se vaya. Le digo que el camino no es para recorrerlo solo, le digo
que me perderé si no llega a tiempo, el sabe que se ha hecho sinceridad el
tiempo para los dos. Ese alguien con quien hablo cuando me encuentro vacío, ese
alguien venido tal vez de las estrellas, porque también le aterra el vacío y
lucha contra el silencio. No necesito darle un nombre, me gusta tal y como es.
Tal y como me ha hecho a mí. Me parece que el hecho o la manera de llevarse tan
bien Malena y Quico con mi madre, y yo no, sabiendo que tengo mayores
posibilidades que ellos es que después de cualquier riña o discusión de hacer
ella con alguno, ese alguno ya vuelve a hablar de nuevo con ella. Yo también lo
tendría que hacer, pero no puedo, tengo miedo de dónde pueda salir.
Esta mañana, me desperté pensando que eran las diez,
como ayer nos quedamos hasta muy tarde… fui a ver qué hora era: las nueve menos
veinte. Así que me volví a la cama. Después sonó un despertador. No sé si fue
antes o después, supongo que antes, siempre tiene que ser así, se levantó mi
madre y dijo que le abriera a los perros. Me parece que les abrió ella. Me fui
a afeitar. No quería hacer ruido, pero, sin querer, parece que todos los ruidos
queréis venir conmigo en esos momentos. Subí a buscar una camisa y. como estuve
levantando unas y otras, se me cayó la tabla que las sujetaba. Así se rompe
después y no funciona, se escangalla. Cuando llegó hasta donde estaba yo, dijo:
¿qué te cayó?. Le dije que la tabla. Te levantaste a las ocho de la mañana
haciendo ruido. Yo podía haber dormido perfectamente hasta las nueve. No, tú
tuviste que hacer ruido. ¿Le diste verdura a las gallinas y a los conejos?.
¿Tienen agua?. Siempre haciendo ruido. Todavía son las diez de la mañana. Le
dije que había calculado entonces mal la hora. Bajé enfadado. “Creo que el mal
que me roe por dentro es el decir “Bah, déjalo, da igual”. Salí al campo y ella
se asomó a la terraza. Me preguntó ¿a dónde vas?. Me dijiste que fuera a buscar
verdura. Con la ropa limpia no. ¿Tienen agua las gallinas?. No tendrán, después
he de ir yo a ver. Si tienen, se la puse yo hace varios días. ¿Qué le diste a
los conejos?. Pienso. ¿Pienso?, ¿cuándo lo compraste?. El viernes. Había sido
ella quien me había dicho: Si, vete a buscarlo.
Hoy, mientras venía de Vilariño, me puse a pensar
que es ella quien me quita las ganas de vivir. A veces me da por ocupar mi
tiempo libre, tiempo en que me siento con toda la naturaleza a mi alrededor,
pudiera también pensar a favor mía, en pensamientos que intentan buscar el
poder ayudarme, aunque casi siempre sea el mismo tema, siempre espero que le
agrade. Venía tarde, si, porque tanto si me quedo en Vilariño como si voy a
visitar a alguien, busco que ese domingo o ese rato tal vez, sea la distracción
para toda la semana, el poder sentirme rodeado de un mundo que, en verdad,
quiera tener presente tanto si me siento deprimido como si espero alguna
depresión. Todos los domingos suelo llegar tarde, sé que todo se atrasa en ese
día. Hoy fue especial. Ayer no supe mentir. Eso es lo malo que tengo yo. Todos
suelen hacerlo de una forma más tranquila. Y tienen más, muchas más razones que
yo. Me parece que eso tampoco sirve y yo, menos. Cuando marché y vi a mi
padre escribiendo en la terraza, quería ir a casa de Isabel para terminar
aquella cinta, a mi padre le podía decir la verdad, aunque no hablara de ella,
antes solía ir algunos sábados a pasar la tarde con José, pero en aquel momento
no lo recordé. Además, tenía miedo que me dijese que no. Y la fastidiaba. Así
que le dije lo del recado. Por el camino me pesó habérselo dicho, porque él no
me iba a decir que no, pero ya no podía volverme atrás. Isabel también me dijo
que aquello estaba mal, yo me reía, ya era momento pasado, no habría de volver.
Pero, aunque en el fondo me pesara, ahora ya carecía de importancia. Pasé un
rato feliz allí. Por la mañana le había dicho a Mariora lo de la carretilla
roja. Y recordó que Isabel le había dicho que no sabía, o no se acordaba, dónde
la había visto. Creo que fue eso lo que fundamentó mi mentira. Pensaba que si
le decía lo de la cinta, me diría que no. También tramé por el camino que la
mentira fuese en el sentido que ella fuese a su casa. Pero Isabel me dijo que
ya había ido. No importaba, ya se me ocurriría.
No podía pisar en la cocina porque el suelo estaba fregado, aunque podía hacerlo ya que
nadie me veía, pero volví a mamá y me dijo que le llevase el rojo a su
habitación. Cuando marchaba por el pasillo, oí a mi padre: “¿Pero no habíamos
quedado en que…”. Y me dije: “Ya estaba preparado”.
Pero iba en dirección a su cuarto y quise fingir no
haber escuchado aquello. “Bueno, no importa. Ya sabes qué hacer. Tú vete si ves
a Betty”. Me da pena, porque noto en mi madre algunos detalles que veo que me
sigue prefiriendo: está casi pendiente de mí en la mesa, o lo primero de lo que
corta si es sandía o así me lo da a mí y si estamos en el salón y son galletas,
también son para mí; y si llego y quedan pocas me las ofrece a mí. Me dio pena,
porque en algún momento pudiera haber habido algún roce entre ellos. Y yo, el
culpable de esa discusión. Cuando le llevé el monedero, me dio doscientas
pesetas y me fui. Iba pensando en eso, sólo en eso. Me dio pena. La vida podría
ser distinta. No sé quién me dijo un día que la mejor forma de enseñar era
dando ejemplo y también añadió que haz que te conozcan los demás por tus obras.
Un día me había dicho que mis padres llegarían a conocerme por lo que hiciese,
así lo quería, aunque muchas veces me planteaba el que por algo que hiciera, me
decía: “Si te conozco más de lo que tú piensas”. Pero entonces todo esto se
mezcló con otra idea que venía manejando desde hace tiempo, y era que no soy
como creía un viejo, sino un chico y la vida tengo que asumirla yo mismo.
Llegado a este punto, siempre me encontraba con el
mismo lío: sin trabajo, sin voluntad, ¿qué buscaba?. Envidiaba cualquier
trabajo. Mi madre me dijo que me metería de albañil, yo murmuraba ¿por qué no?.
Pero ella no lo hacía y entonces pensaba que era muy duro. Siempre, cuando
estaba solo a veces, y ese día por el camino, me preguntaba: ¿Vivir mi vida,
independizarme de ellos?. ¡Bah!, olvídalo. No sé, pero me parece que puedes ir
acercándote. Como dijo don José Carvajal, no quiere decir que dejes de hablar
con mamá o un día no puedas hablarle de todo. Pero, ¿y esos momentos que están
enfadados y se equivocan tantas veces?. Creo que el decir “no reconoce que lo
hizo mal” no es la solución, porque me parece que nadie lo reconoce. Ni él ni
ella muchas veces, y yo apostaría mucho más por ella. ¿Qué consigo con eso, si
a nadie le es válido?. Pero, en mi interior, yo sí quiero reconocerlo para
evitar caer otra vez. Reconozco que hay muchas cosas que quedaron mal hechas
por mi parte.
El reconocer, aunque pienses que no valga en la
realidad, es un maravilloso don del alma. Reconocer para ayudar luego a
encontrar otros errores que pudieran quebrarse sin ti. Reconocer es una
parte del futuro que te aclara el camino y es un paso que te profundiza aún más
en el conocimiento de ti mismo. Reconocer es también reconocerte a ti, a tu
alrededor, es pregonar, reconocer debe ser lo que se llama amor. Con unos
brazos sinceros y puros, que merecen encontrarse en cualquier sitio, en todos,
en donde quiera que pueda imaginarse que se encuentre. Es merecer de esa misma
forma. Me fui a la casa de Isabel, a por la cinta que le había dejado a José.
Por el camino iba pensando en el baile. Bueno, ya sabes qué hacer. Vas allí, y
hasta las siete y media estás con las niñas aquéllas o con el padre de Rosi,
que estará en aquel aparcamiento. Y, después, entramos. Si están, quedamos, si
no están, pues ya veremos, bailas un poco y luego vamos a ver a Lourdes o por
allí. Por pasar la tarde. Hoy no quiero sentirme solo. Hoy en mi destino tiene
que haber alguien. Las palabras, la distracción, el estar con alguien me
recordará a ella. Ya sé que estará pensando en mí y alguna vez se preocupó, no
quiero que me encuentre solo. Pero no pienses eso, tú la vas a encontrar. Solo
no te vas a sentir nunca. ¿Te acuerdas de Encarnita?. Me da pena. Era más
bajita que yo, si, parecía un grandullón a su lado. Era tu amiga, hasta que un
día te dijo que no y comprendiste que ya se había hecho mayor. ¿Qué le había
hecho yo?. Tal vez le molestó que bailase siete u ocho más o menos cada
domingo. No lo sabía, en aquellos momentos, la vi como una chica que empezaba a
ir, la verdad es que no era muy guapa que digamos, sólo quería ayudarle a
entrar en el ambiente. No sé si bailaba mucho, yo sentía que no. ¡Bah!.
Olvídalo. No hace falta que vayas por donde ella, te va a saludar, pero me
imagino que no va a ser muy bueno el recuerdo. Sus dos amigas, ¿o tres?, no me
acuerdo; ellas eran muy antipáticas. Olvídalo.
Entré más o menos a las siete y media. Allí estaban Susana y Betty ya no me acordé de la pregunta.
No hacía falta preguntarles, les cogía o les decía mi intención, y sé que, tras
una sonrisa, iban a bailar. “Después tú”, y ella me decía con los ojos: “Si,
después yo”, también sonriendo. O con gestos: “Si, si; no, no estás cansada,
pero si. A bailar”. Y los chicos delante. Eso me hacía feliz. ¿Marcharme dentro
de un rato?. Ahora no puedo. Bailaba una y después me iba. En un rato, ella me
dijo que no, pero no seria. “No, que estoy cansada”. Y le respondí: Bueno,
vengo después. Y bailaba con otra. Pregunté la hora, y me dijeron las nueve y
media. Bailé y me fui. Lo último que le dije a Betty es que, bueno, me iba
volando.
Muchas veces, hablando contigo, notarás que voy
gradualmente alzando el vuelo, alejándome de esta tierra, la tierra que tal vez
me da la vida. No, no me alejo, yo soy un ave y me alimento de un interior que
fluye. No es difícil captarme esa sensación, porque me dicen que mis ojos
parecen iluminarse y aflora esa sonrisa de siempre para ella y yo. Y me uno más
a la vida, allá sé que me espera el horizonte y él me la volverá a enseñar,
para que pueda seguir volando. No es raro que sea así, siempre lo estaré
esperando, me ocurre muchas veces, yo quiero ser el pregonero de esta ilusión y
para mí es realidad. Sólo así me sentiré en paz, con ella, oyendo cuanto me
recuerde que puedo ser. La esperanza vendrá vestida de felicidad. Alzaré más y
más el vuelo, así llegaré a sentirme más libre. Quiero que me comunique con eso
que él y yo siempre hemos querido ser. El pasajero de las altas copas, por un
momento quiero vivir. Y esos altos vuelos no es que sólo los tenga contigo, es
que solamente los quiero tener contigo.
Hoy no sé cómo me enfadé. De aquellos dos conejitos
que habían quedado, dijo mi madre que habían muerto los demás porque se les habían
mojado las patas, tanta suciedad acumulada porque el primer día me dijo que el
conejito había muerto de matafogos (es una hierba que les hace daño, mortal
para ellos) y que tenía que desinfectar aquel cuarto donde dormían, así
que lo había cerrado. Creo que fue el viernes, o tal vez el jueves, cuando lo
había limpiado ella, porque recuerdo que al día siguiente me alegró de que no
hubiera muerto ninguno.
El día que murió uno de estos dos me parece
que fue el domingo, recuerdo que debía ir a algún sitio sin falta. Creo que
también lo pensé porque tenía la ropa limpia. Además, eso de que si lo dejaba
allí fuera podrían andar los perros con él me daba miedo de eso y en un primer
momento no quise que se enterase mi madre, aunque si se lo pensaba decir. Me
acuerdo que pensé: Lo guardo en esta bolsa, aquí en la parte de atrás de la
madera con una pequeña maderín vertical (antes era una caja, pero ahora sólo le
quedaba esa base y el resto del esqueleto. Allí habían dos bolsas con carozos
de maíz y telas de araña). Lo dejé en la bolsa y metí el borde de la misma por
debajo para que no pudieran sacarlo de dentro los perros o los gatos. Y me
decía: Espero que dure así hasta mañana. Ahora voy a misa, vendré casi a la
hora justa para hacer las camas, atender los animales y comer, y por la tarde
voy al dos mil. Me parece que no lo cogerán los perros. Ay, es verdad, que ayer
fue lunes, pensaba que había sido domingo, dijo que el avión vendría uno de los
tres días a hacer la foto. Creo que fue lo que me distrajo. Era su santo. Esta
mañana quiso que fuéramos Quico y yo a misa. Me dijo que si y yo, aunque en un
principio dije que no, terminé diciendo que bueno. Y fuimos, pero ocurrió que
al salir a las ocho y veinte, el conejo estaba allí, mordido. No sé qué fue lo
que dijo, me molestó más al venir que me dijo: “Ahora lo primero que haces es
cogerlo e irlo a enterrar”. Ya lo pensaba hacer, por eso me molestó. Pero no
importó, lo que me molestó fue lo que dijo después. Le dije que había muerto
ayer, porque estaba convencido que ayer había sido domingo. Ayer no, ese conejo
lleva ahí más de una semana. Se murieron todos seguidos, ése murió cuando yo
desinfecté la jaula. Y fui a enterrarlo: Si quieres, di que fue el año
pasado.
Debí contestarle, y lo debía hacer siempre. Recuerdo que ayer, cuando por la noche salimos, en
Bayona, cuando aparcamos el coche, al principio no quería ir con mis padres
(Jo, qué aburrimiento, sin hablar). (Bueno, sólo es un rato). Cuando íbamos por
la acera, yo fui detrás, porque iba a mi paso, tranquilo. Ella se volvió, y me
dijo: Eres tú quien se margina. “Si, quizás, antes si”. ¿Te das cuenta?. Ahí
quedó la cosa.
Cuando estábamos bebiendo, que Quico me cogió
un papel que llevaba en la camisa y me pidió el bolígrafo, que no lo llevaba,
contando que a veces me despertaba a las horas de la mañana para escribir, yo
intentaba estar alegre, con los demás, y miré a mi padre, no sé por qué. Él
estaba intentando esos ojos de mirada fija para intranquilizarme. Pero me dije:
¿Qué crees que haces así?. Y no pasó nada más. Ahora hubo una discusión con
Quico, más que una discusión, una riña. No salí muy contento de ella. Cuando
iba a hacer la primera bandeja, me dije: ésta por ser la primera. No sé cómo
saldrá, pero veo qué tal. Mamá me dijo que bien, pero a mí no me terminaba de
gustar del todo. Hoy me dispuse a hacer otra, pero estudiando cómo podía ser.
Después de más o menos una hora, vi una posible solución. Empecé a hacerle
agujeros, y Quico me llamó para que le sacase la escalera. Me enfadé, pero dije
“después la termino”. Y salí. Fui a buscarla al sótano y no estaba. “Voy a los
conejos y me queda de camino a la caseta. Pero arreglé aquello y no sé si
estará. Bueno, voy a la caseta y luego allí”. Fui a la caseta y no estaba.
“Ahora recuerdo que la coloqué en los conejos”. Pero iba un tanto enojado. Se
la llevé y me dijo que le buscara la tijera. “Creo que la he visto en los
conejos”. Pero discutí. “Jo, no sé, creo que las usó papá”. Cuando le traje
una, iba a llevarle la escalera. “No, la llevo yo”. Comprendí que se había
enojado e intentando calmar un poco, le dije: “Así lo llevo con la azada y hago
fuerza”. Me respondió: Eso lo tenías que haber hecho hace nueve años”. Y me
fui, disgustado. Lo que me admiró tal vez tanto como el que más, fue un día que
estaba haciendo la habitación y, sin querer, leí una carta de mi hermano. Y
digo que me extrañó porque a mí me habían dicho un día que mis palabras eran
bonitas porque hablaban de algo poético, pero él… no sé cómo definirlo, tal vez
porque hablaba con la intención de aconsejar, todas intentaban aclarar un
problema. Y eso me señalaba más a lo que podía ser la sinceridad. No eran
muchas las amigas que buscasen eso, no, no es verdad, alguna vez todas lo
hicieron, lo que me admiró fueron aquellos consejos. Esos si eran de verdad.
Mis consejos eran vulgares, a veces hasta ni tenían salida. Y los dejaba sin
acabar. No sabía acabarlos. Todo se quedaba en las intenciones. Se volvían
niños, como yo, y eran tan distantes, que les era mejor perderse.
No
sabían, se contentaban con lo de siempre. Se hacían ridículos, debías ser tú mi
auxilio. Mis palabras querían hacerse apoyar, trataban, pero no encontraban a
nadie. Sentían, a solas, que ya había pasado el tiempo, sentían que su llegar
era siempre un llegar tarde. No habían nacido para mí, estaban muy lejos,
muchas veces intentaba consolarles. Ponían toda su buena intención, pero ahí se
quedaban.
“Tú siempre me enseñaste, tú siempre fuiste mi
compañera. No sé qué decirte, tal vez por que oigas mis equivocaciones,
aprenderás la verdad. Ya sabes cómo soy: nunca en el mismo sitio. No podré
responderte a eso que buscas, tú me ayudarás a mí. Muchas veces me dicen que no
reconozco mis errores, y yo, que siempre he aprendido en la educación de
callarse, me callo. Y no puedo decir nada, porque si sigo algo “me parte la
cara”. Con mi madre es distinto, pero es también la misma tensión. Me admiró
siempre la facilidad de mi hermana, Malena, por que cambie de tema. Sin
embargo, hoy estaba mi madre limpiando una esquina del césped y me pidió la hoz
que había comprado. Le dije que tenía que estar en los conejos. Sobre la jaula,
en un estante, sobre el pilón, no estaba. Entonces se desahogó: “Doscientas
pesetas tiradas, soy yo la que trabaja en la Ferretería y estoy muy cansada de
aquello, pero no puedo dejarlo porque se necesita el dinero”. Ya no era tanto
el efecto de eso sobre mí, pero me fui enfadado. La usé una vez, si, pero la
dejé sobre los conejos, varias veces dije que no la había usado, pero lo dije
porque cuando la usaba, la dejaba sobre los conejos. “La ves tirada y no la
recoges”. El defecto mayor que tengo en esos instantes es que necesito bastante
tiempo para fijarme bien, porque los ojos se clavan en cualquier cosa. A la
caseta, al sótano, después fui a los conejos otra vez, pero ya iba pensando que
no tenía por qué decir eso, porque no sabía cierto si había pasado eso. Pero
bueno, eso lo dice siempre. Después de varias vueltas y de preguntárselo a
Quico (a él creía habérsela dado, pero no sabía cierto que era este día, o ayer,
pero me decía: Ya verás como no la tiene, el culpable soy yo, sólo falta eso).
Me dijo que no, y me deprimí un poco más. Después de buscar un rato más, me
asordé: Solían caer entre las rejas donde comen los conejos. Y fui. Allí
estaba.
Se la enseñé a mamá y me preguntó dónde estaba. Le contesté: entre las rejas. Ya levantó un poco la voz:
“No, en el abono”. “Entre las rejas”, volví a decir. “Enséñame el mango”.
Me dije: “Llega la hora de que me dé la razón”.
Esperé, porque hablaba por teléfono. “Me caerá a mí,
pero no estaba donde tú dijiste; además, tú también buscaste en los conejos”.
Cuando terminó de hablar le di la hoz. La cogió diciendo “en el abono”.
Cuando veía, me alegré: iba a reconocerlo. Me dio la razón pero me dijo: “Aquél
tampoco era su sitio”.
Cuando ayer venía de fiesta, venía pensando en un
posible poema, pero lo quise dejar para esta mañana y se me olvidó. Venía de la
fiesta con el callo del pie doliéndome. Sólo bailé una, pero no lo pasé tan
mal. Prefiero guardarme para las fiestas de mi pueblo.
¿Qué puedo decir cuando dejan de escribirme?.
Pensaré que fueron solamente un paso en la vida. Ya las habré perdido para no
volverlas a ver, pero se irán con una sonrisa y yo me quedaré pensando qué será
del viento cuando no las encuentre conmigo. Nunca he pensado que las he perdido
para siempre. No sé qué me pasa estos días.
Mi tío Eduardo me escribió hace varios meses. Muchas
veces me he puesto a escribirle y he terminado rompiendo la carta, a veces
hasta ni empezada. A Teresa, a Ana, y a otras, con unas ganas grandes de
escribirles, y nada.
Oye, seas quien seas, quiero que sepas que solamente
te haré una pregunta, una palabra. No importa lo que haya que esperar: días,
meses, incluso puedo esperar un año delante de ti, inmóvil, serio,
contemplándote. Sólo te hará una pregunta, un instante del que puede depender
todo un mañana sin tiempo, indefinido. Esperaré, no me habías dicho nada y
quiero ser libre para soñar. Quiero poseer el mundo en esos instantes, mientras
espero. Todavía no he perdido la ilusión. No querré grandes elocuencias, no;
una palabra, quiero que seas tú lo que tenga que decidir en este instante. Tú
le puedes dar a una hora el valor de un segundo, pero quiero que sepas también
que puedo ser despiadado, traicionero, podré mirarte de reojo sin estar
tranquilo, tal vez porque no puedo olvidarte.
Te dije que había hecho una bandeja, y si no, te lo
digo ahora. Si, una bandeja, al principio no sé cómo la quería, pero más o
menos entendí el esquema. Con dos asas para coger. Y la hice.
Varios mimbres se rompían, sobre todo al intentar
doblar por debajo: a pesar de eso algunos quedaron bien así. Y al rematar por
las asas, quedaban mal doblados porque había que meterlos por los espacios y se
quebraban. Uno de ellos quedó sin darme cuenta por detrás. Y me repetía: Para
la próxima lo haré más estudiado y lo haré mejor.
Y empecé otro, me mareaba, en sentido figurado,
contando los agujeros y predisponiendo los remates. Empecé por una esquina.
Mañanas enteras empleaba, para fijar cada vez más la atención. Con la regla, el
lápiz, la goma, hice los agujeros y preparé unos mimbres. Recuerdo que, cuando
iba a empezar la primera, me decía: No sé cómo saldrá, la idea la tengo, pero
sería mejor viendo un esquema. No sé cómo quedará por arriba, pero
resolví: hizo los agujeros a voleo, da igual como salga, siempre será la
primera.
Había comenzado ésta segunda con mucha ilusión.
Entre ayer y hoy y no sé si antesdeayer, terminé de rematar por abajo, ya con
el asa, incluso la procuré hacer un poco baja porque le gustaba más a mamá. La
hacía en la cocina, señalaba los agujeros para otro lado. Llegó a casa y me
dijo: “Tráeme la tijera para cortar el asa, así quedará mejor”. Pero me enfadé:
Ahora que me había hecho ilusión, pero no me salió más. Mariora me dijo: La
ilusión la puedes tener ahora. Antes de cortarla me dijo que el asa le había
quedado muy alta, así que le traje la otra para comparar y había quedado
más baja, la cortó. Jo, yo no quería los mimbres para esto. Tenía ilusión en
tenerlos, para hacer, pero sigue sin escuchar. “Queda bien, ¿te gusta?”, todo
cosas demasiado superficiales.
Otro detalle muy curioso que podría añadirse a
lo de antes de darse por sabida sin
ver. Hoy miércoles sólo vino Palmira y ya le entendí en cuanto a ir a lo de
Chicha. El otro día se marchó mi madre y en la merienda les di vino Montefiel
tinto porque Palmira dijo que le daba igual y por no gastarle dinero. Esta
marca me parece que la tomaron un día. Cuando llegó mamá no le pareció bien,
porque a ellas les gustaba más el gallego de la tienda.
Hoy sólo vino Palmira y, cuando llegó mi madre, ya
había merendado: “¿Le trajeron el vino y la gaseosa?. Seguro que le dieron
Montefiel”. Subí arriba a escribir un poco y, al rato, me llamó: ¿Dejas el
regar para mí?.
Otro detalle fue una palabra que dijo mi hermana
Mariora al comer: es que tú parece que nos quieres hacer inútiles a todos. Me
quedo mirando tantas veces. No sé qué: un espejo, un mueble, un espejo sirve.
El mirar pudiera ser un investigar en secreto, un admirar todas las cosas. O un
hacer nuestra la realidad. Cuando empezaron a morir los conejitos, yo me decía:
al menos quedará uno para acompañar a la coneja. No sé qué puede ser si se van
todos. Y antes de ayer quedó uno. El día de ayer vi que no había muerto y me
quedé tranquilo. Pero hoy me he levantado antes que todos y fui a verlos, está
muriendo.
¿Y ahora?, ¿quién es el culpable?. Mi primera
respuesta es yo y entonces comienzo a preguntarme qué es lo que pasó ahí. Mi
madre me había dicho: “Tengo que desinfectarlo”. En aquel momento tenía esas
mismas palabras en la cabeza y no otras. Digo esto y, en el mismo momento,
siento que no es toda la verdad, sólo me queda preguntar por el culpable… y
buscar ayuda porque yo me siento incapaz
Hace tres días empezó la fiesta en Sabarís. De todas
formas, no lo pasé tan bien. Y me dio pena, porque me parece que sigo más el
qué dirán que a lo que hago yo. Sólo bailé con una, al llegar, conocida. A las
dos y media nos fuimos. Vi a Ana Belén, pero me pareció todavía una cría.
Quería hablar con ella. Si, aunque no supiese de qué, pero la noté como si
escapase. “Bueno, allá tú”, pensé. No tenía tantas ganas, me dolía más el pie.
El segundo día, antes de ayer, no fui. Y ayer fui a Ramallosa. Al principio,
cuando me dijeron que Lourdes quería venir conmigo, pensé que iba a ser el
escollo que no me dejara bailar. Sin embargo, no fue así. Ella fue con dos
chicos de allí y, ya en la fiesta, estuve con Teresa y me dio un beso. No sé si
fue ella quien me animó. Me llamaron la atención dos chicas, no sé por qué,
sólo sé que estaba con ellas Marisol, de Gondomar, y Mari de Madrid. Y
bailaron. Lo pasé bien allí. Fue Marisol quien me dijo que enseñara a bailar a
Lourdes. Y fue lo que hice, aunque le fuera muy difícil, no terminó de aprender
de todo. Me parece que le animé un poco más. Y a las dos menos algo más o menos
encontré a Susana y a Betty. Un rato antes, Lourdes fue a saludar a una chica y
le dio un beso. Así que me metí yo y también se lo di. Bailé con ella, aunque
quedé de bailar con sus dos amigas.
Por la
tarde, había pasado un poco por el baile. Bailé una o dos con Rosi, me lo
prometió Lina y la amiga de Ramona, pero me fui a las nueve. A Rosi la vi en la
fiesta, pero no tenía ganas. Cuando terminó la fiesta, yo aún quería bailar,
pero tengo que guardar las ganas para hoy. No van a ir Betty y Susy, pero sí
aquellas tres, o las dos. Le seguiré enseñando a Lourdes.
Por la noche de ayer, mientras Quico fue al baño, me
acordé del hecho que tuve con la chica de Madrid. Me parece que, en el fondo,
no sé lo que es el amor y también me parece que yo lo baso, sobre todo, en las
cartas. En vez de decirle “dame la dirección”, le pregunté si le gustaba
escribir. Me respondió “no mucho”, así que ya no pensé más en eso. Escribí un
rato, no quiero que piense que lo dejo abandonado. No puedo hacerlo, a pesar de
todo, sería un cargo de conciencia, un detalle que es la primera vez que
conozco, un sentimiento que lo primero que hizo fue buscarme, simplemente
porque era diferente de los demás. Y creo que yo siempre estaré en disposición
de escucharle, pronto llegaba su hora y ya le esperaba desde hace mucho tiempo.
Lo que sí voy a querer va a ser desarrollar todas tus palabras… que es
desarrollarte también a ti. Y me doy cuenta que todos esos instantes vienen
para vivirlos, acaso también para llenar después un punto en el mañana, pero
algo que sólo quiere ser eso: un instante que tiene que irse. Llegará tu
recuerdo, si, porque tú has confiado en él, y eso es algo que en realidad nunca
podrá olvidarse. Pero ahora tiene que irse, compréndelo, tal vez mañana… tal
vez mañana le gustará recordarte a ti quién fue en el día de hoy. Me di cuenta
que no tenía por qué temer.
Mariora marchó, dijo que iba a estar varios días
fuera. Le pedí el radio-cassette y me lo dejó, así que hace un rato le pregunté
a Quico: ¿cuántos días va a estar Mariora fuera?. Y él me respondió: ¿a ti qué
te importa?. Nada, nada, y me fui. Sé que debería habérselo dicho, pero me
acordé de una de las caras de Quico que me dio Teresa: respuestas que te dejan
cortado.
Ya por la mañana hubo un roce: yo venía de Ramallosa
y, por temor a que me lastimara el dedo, quise buscar las sandalias y se las
pedí a Quico, pues las tenía él. Se las pedí pues, y Mariora dijo: “Cuando tú
le pides algo a él, te lo da y no te pregunta. Debe pedírtelo porque le duele
algo o lo necesita”, yo le había dicho si quería o los necesitaba. Al
final, me los dio un poco enfadado o molesto, y no quedé tranquilo.
Antes sí tenía oído que ella me ayudaría de mayor o
si lo necesitaba. Puede ser verdad. En la fiesta, no sé si fue Mariora quien me
dijo que, en comparación con Lourdes, yo no tenía nada. Lo primero que le dije,
hablando de mí, fue que también me había atropellado un coche.
Ayer por la noche tuve un tropiezo con
mi madre. Por la tarde tenía ropa a secar y me dijo que me pondría un niki que
había allí. Al llegar la noche, cuando iba a empezar un programa, una película
que le gustaba a ella, le pregunté si lo había planchado. Y, como siempre hace,
se levantó y dijo que me lo iba a planchar. Eso enfurecía a mi padre. No
comprendí por qué hacía eso, podía hacerlo Quico. Todavía me lo sigo
preguntando. Al ir con ella al fallado, al estar allí, me decía lo de siempre:
No esperes a nadie, todos se irán, como no te líes con Lourdes. Bueno, ya sabía
pasar. En un momento, se me escapó una palabra, no sé cuál, pensó que era
“bueno”. Me ofendió más una riña que tuve por la noche con Quico. Cuando se
acostó, encendió la luz de la mesilla para leer. Tenía puesta una cinta. Yo,
con miedo, porque si me pongo a leer suele apagar la luz, cogí las gafas y una
libreta. No hizo ningún movimiento extraño y eso me alegró. Pasaron dos
canciones y le dije si la cinta era mía. “No”, no me importó, porque yo se la
iba a dejar de todos modos. Me dijo: “Malena me grabó la cinta tuya en una para
mí, pídesela a Malena”. Y yo eso se lo creí, pero (había apagado la luz) seguía
corriendo la cinta y recordé que un día me había pedido una cinta por la
canción: “devuélveme a esa chica” y era ésa. Por lo tanto, era mía. Pero,
¿por qué me mintió?. “Lo mío todo también es tuyo. Ahí lo tienes, puedes
cogerlo cuando quieras. Excepto el dinero, todo está a la vista. Pero, ¿por qué
te pones así?”. Pasé un rato buscando la respuesta. Después me dormí.
Hoy, cuando me levanté, fui a ver el aparato y era
mi cinta. Pero lo de más tarde fue peor. Bajé a Ramallosa y subí. Un rato
después me dijo Quico que fuera con él a lavar el perro de las Damas y me puse
el pantalón de bajar al pueblo, claro. Él me dijo: “ése no que hay que
arrodillarse”. Cogí el verde y me lo empecé a poner. Creo que le oí que la ropa
debía de ser vieja y vi, me fijé sobre el sillón el pantalón del chándal.
Y le dije a Quico que lo podía llevar. Él me
respondió “claro que si”. y, sin saber por qué, le contesté: entonces, ¿por qué
me dijiste el nuevo?. Creo que se lo debí hacer bromeando, para no verle tan
serio. Pero se enfadó más, ese gesto de rodear el cuello con las manos, pues lo
hizo.
Me da pena, me duele, no sé cómo se puede romper
este lazo, pero no me extrañaría, aunque no quisiera que así fuese, que ahí se
haya roto un poco. Después tuve unas palabras con él y no me dio gesto de estar
enfadado, tal vez porque debe olvidarse en cuanto ha pasado.
Pero, cuando estábamos en casa, fui a la habitación
a barrer y él también. Saqué las alfombras y las sacudí en vertical desde la
ventana. Él me dijo: Sal fuera para sacudirlas. O lo haces bien o no lo haces.
Me dio miedo. Y siguió, porque barrí mi parte y le pregunté: ¿quieres que
barra tu cama?. No sé qué me respondió, pero fue una de esas respuestas que te
dejan cortado. Y llegué a pensar que el lazo se había roto.
Me gustaría escribirle a Ana, para pedirle consejo,
pero me parece que estará enfadada. Mi padre, casi al mediodía, le dijo a
Malena que llamara a mis abuelos, porque era el cumpleaños del abuelo, según le
apuntó mi madre. Yo, desde el pasillo, la puerta, no sé si porque no lo había
oído o porque intentaba el diálogo un poco más, le pregunté a quién. Mi padre me
dio un empujón con el pie a lo bestia. “Claro, de la única forma que sabes
hablar. Y, conmigo, te gusta más, ¿no?”. Pero después me calmé.
Hoy va a ir Betty y Sussy. Y dejé las alfombras
fuera, ahora las fui a sacudir y mamá estaba en la habitación. “No quiero ver
las alfombras aquí fuera. Todo el día llevan. Que vean la mierda. Se fue hacia
la ventana y yo murmuré: “calma” o “bueno”, algo así, pero s volvió diciendo
que estaba rezando. Y pensé: “Es lo único que tengo para poder pasar”.
Después subí a escribir. Mamá estaba en el cuarto de
baño, lavando y pidió el jabón flota a quien estuviera abajo. Esperé un rato
por si estaba mi padre, pero al cabo bajé y pensé: No sabes lo que te
pierdes.
Déjame contarte todo el momento en que he estado
pensando en ti. Es tuyo, yo sé que quiere rehacerse un nuevo día entre
nosotros. Déjame contártelo, quiere encontrar su sentido. Quiere hacerse lazo
en la vida, quiere saber quién fue su pregonero. Déjame contártelo, tú
fuiste el motivo de su nacimiento, y ahora quiere saber tal y como eres.
Comprender qué fue de ti en esos momentos y
convencerse que tú también estabas con él con él para esos instantes. Cuando
bajé por la tarde a buscar el pan, iba pensando. Me gustaba su hola, aquella
mirada. Me gustaba un futuro, sin pasar el tiempo, siempre un futuro que
supiera decir si a sus pasos. Me gustaba todo aquello que invadía mis
pensamientos en aquellos instantes. Me gustaba todo lo que pudiese decir, tal
vez lo estaba imaginando.
Aquel sábado fui y estaban ellas, también
vino conmigo Lourdes, pero ella, al llegar, no quiso bailar porque le veían. Yo
lo pasé fenómeno. No sólo bailé con Betty y Susana, con alguna más, después a
las dos y algo se fueron, me trajeron hasta la entrada de San Pedro. Cuando
marcharon, todavía quise bajar a esperar a Quico, pero me detuve a hablar con
Mario y él ayudó a persuadirme. Mario es, creo que el único que me cae bien de
por aquí, es más sensato. Estuve esperando por Quico primero en la carretera,
después arrimado a una casa y luego en el portalón del campo de fútbol,
charlando. Muchas personas me preguntaban por la fiesta, me habían visto muy
animado. Y siempre les contaba lo de Betty y otros bailes. Mis palabras, aunque
sinceras, tienen odio muchas veces. Odio en bruto, se descargan con toda su
furia, como fuego. Una llama que se enciende de pronto, tan de repente que
parece que quisiera quemar todo su alrededor. Sin embargo, no quiere herir a
nadie, sólo quiere explotar en mi interior. No me hace odiar, no, es así porque
nadie parece escucharle y él sabe que me lleva a mí. ¿Por qué odiar?. No, es
más inocente que todo eso. Es como una especie de rabia para sí mismo y su
explosión se la hace olvidar por un momento. Muchas veces, me gusta intercalar
el sentido de poder hablar con vosotras, no quisiera nunca sentirme
separado de todas las palabras que pudieran ser sentido de esa forma. Capaz de
descubrir cada vez más, capaz de sonreír. Vosotras sabéis muy bien cómo es mi
corazón cuando está a vuestro lado. No me dejes callarme cuando quiero decirte
algo. O tal vez intente que tú sepas qué es aquello que yo no consigo decir. No
me dejes, hazme abrir la boca para estallar toda esa furia que llevo dentro.
Corroerá mis entrañas y, por no saber liberarse y dejar esa prisión, se llegará
a hacer odio. Y será por ti algo que no debía tener razón de existir.
Dímelo todo, si hubo solamente una mirada, necesito
reconocer que esa primera estuvo equivocada. Déjame decirte que es algo
especial lo que yo siento por ella. Que muchas veces la necesito encontrar en
mi forma de vivir. Déjame decirte que es la enseñanza que quiere ocupar un
sitio en mi alma. Quiero hablar, si tú estás ahí, me sentiré más seguro. Quiero
reconocer que mi equivocación iba creciendo, y podía sublevarse. No me dejes
callarme, un segundo puede ser la expresión de todo un tiempo, un tiempo
indefinido, quizás el que faltaba. Me gustará pensarlo así. Y que tú vas a
ayudarme. No sé por qué te miro tantas veces, son unos ojos que se clavan en
ese hogar que es su morada y parecen investigar, no te preocupes, no cambies tu
mirada por temer ese futuro. Puedo pensar en tantas cosas, quiero pasar el rato
hablando con ellas, ¿tienes que ser tú quien intente saltar?. Bueno, tú, pero
no te espera nada. A veces me siento ridículo, muchas de las veces, quiero
chillar y no puedo, mi voz se hace entonces más delicada, y me sigue pareciendo
igual. ¿Todo?. No, es ridículo el no conocer lo que puedes conseguir. Me siento
llevado, manejado, ordenado sin rumbo fijo. Estaré equivocado, me gusta que me lo
hagas reconocer. Mientras voy andando, si, tú vienes a invadir mi mente.
Llévame contigo. No, haces mal, debes volver a la realidad, piensa que este
momento indeciso ya pasó. No consiguió apartarte de la raíz. No, debes volver.
No tengo que decirte nada. Tú ya sabes cómo me dejaste aquel día. Ahora te
espera, debes volver. No va a decirte nada. Tú ya sabes qué es lo que puedes
conseguir, solamente será esa ayuda necesaria para recordarte por quién luchas.
Así irá contigo. Haces mal si te duermes. Es mejor descansar un poco. En la
fiesta de Ramallosa del sábado, cuando estaba bañándome, llamó Lourdes, quería
ir conmigo. Me enfadó, porque había pasado todo el día pensando en Betty y en
Susana. Pero fui a buscarle. Lo que me molestó fue que corrí hasta su casa, y
estaba viendo la televisión con su madre y sus sobrinos. Fue aquel ambiente,
como si yo estuviese allí porque era mi novia. Cuando hablaba con Lourdes me
decía que era mi amiga, yo creo que más bien el problema comenzaba en su madre
y en todos los de su alrededor. Ayer fui al 2000, el tercer sitio donde
estarían ellas, y las encontré, pero me dijeron que no. Toda la tarde Bety
bailó alguna, pero Susana no.
Casi al final tocaron dos lentas y conseguí bailar
una con cada una. Bety me dijo que estaba molida por los días de fiesta. “¿No
me lo podías haber dicho antes?, le pregunté. Y también se la hice a Susana.
Eso me gustó, ya me conocen un poco más. Y me marché.
Bailé con Manoli en Nigrán. Y comprendí que estaba equivocado. Se te olvidó decirme la razón.
Y he pasado las horas dudando. No te preocupes, he aprendido que eso ocurre en
todos los lugares, aquí también tenía que ocurrir. No te preocupes, lo
entiendo. Si me lo hubieses dicho antes, antes lo hubiera comprendido. Es eso
lo que más me duele, el saber que pude herirte creyendo que era una broma. Yo
sonreía, quería que tú también.
La espera es lo de menos, se puede decir que no
existió contigo. Sabes que yo me convenzo de algo, y eso es cualidad
indispensable para que lo pase bien. Procuraré que esa cualidad no hiera a
nadie, y a ella menos. Alguna vez no ocurrió eso, pero bueno, poquísimas,
procuro olvidarlas lo antes posible y convencerme de otro detalle tan precioso.
Las cintas las grabo para Quico. Quiero que sean
mías, pero quien las va a oír va a ser él. Hay muchas cosas que no quiero
recordar. Me llega a dar asco muchas veces el haber vivido para ellas. Ayúdame,
no quiero ser una marioneta. No las podré olvidar nunca. Sólo separarme. Decir
“quiero” no vale. Ya viste, a veces, un animal recuerda su origen. Me gustaría
que todo fuera como ayer, y no puedo. Es una herida. Pensar que ya se prendió a
mí me llega a turbar.
No, hay tantas cosas que merecen ser olvidadas. Y
yo, ¿por qué no olvidarme a mí también?. Porque sé que estoy aquí hoy. ¿Y
mañana?. No merece la pena hacerse tantas preguntas. Soy tan pequeño, me parece
que voy creciendo a costa de ellas. Me pregunto qué más me espera. Ahora no lo
sé. Siento que no tardarás mucho. Voy comprendiendo tu ausencia. Es muy difícil
de explicar. Esperas un coche y no viene. Entonces decides responderte que
todavía no ha llegado la hora de que venga. Y sigues esperando impacientemente,
no sabes a dónde mirar para que se apresure.
Es esta mañana. ¡Alégrate!. ¿Quién crees que va a
estar contigo para este tiempo?. No debes salir, si en rutina, aprovecha lo que
te puede enseñar, como tú le dijiste un día. Y esos momentos que quieren
turbarte, ¿para qué?: aprovéchalos a ellos también.
Todo es importante, y tú tienes la suerte de conocer
ese todo. Todo se ha de marchar un día, no lo olvides, eso ya te lo he dicho
otras tantas veces.
¿Viste ayer, cuando ibas por la calle?. La lluvia
moja a todos y, cuando son copillos pequeños, es más dura, pues se van
amontonando. Ellos no se asombran por nada, no conocen esa capacidad, aunque
cada uno tiene su alma; ellos también conocen ese todo. Injusticia hay en todos
los sitios, ¿o es que crees que hay quien no lo sepa?. No importa, ya vuelves a
estar solo. Todo parece estar desarreglado. Nada en su sitio, te ibas a ir,
podemos ordenarlo. No me digas que soy bueno. No, no lo soy, todavía estoy
luchando. Tal vez mañana; si, yo nunca he perdido la esperanza y ese mañana
acaso vendrá muy atareado. En serio, quiero encontrarle y encontrar en él
tantas de las respuestas que un día tuvieron sentido.
No sé quién decía que todavía estoy en el camino. Si,
es algo así la vida. No parar nunca. Aprender que no se debe dar un paso por
perdido. Quiero conseguirlo, muchas veces, si vieras mis esfuerzos, me gusta
encontrar muchos sentidos en mis palabras, todos ellos serán buenos, y quiero
desechar que, aquel día, no los deseché, como tuve intención de hacerlo. Que
puedan servirme de apoyo tantas veces como necesite sentirlos a mi lado, para
que siempre vayan recordándome de dónde nací, ese qué es lo que hago tan
particular que salta a veces ante mis ojos.
Conocer todo, si, me parece que es bueno eso, porque
te permite conseguir una vida, eso que a veces creíste imposible. Podremos
saludar todas las cosas, conocemos su origen, sabemos qué hacen aquí, conmigo;
mejor estando a mi lado, me parece que nunca he podido soportar estar solo,
vacío y callado, sin nada que escuchar.
No puedo estar tranquilo. He
recibido gritos, enfados, porque el escribir era perder el tiempo. ¡Y ahora me
dice que los pase a limpio!. Cuando me tiró la libreta en la cocina, porque,
según dijo, no podía estar la cocina tan llena de cosas, rompió varias hojas
separándolas de la libreta y algunas por el centro. Ayúdame a serenarme.
Por la mañana le felicité el cumpleaños y le dije que el regalo se lo traería por la tarde. Me contestó que no hacía falta pues sabía que no tenía dinero. Cuando terminé de grabar la cinta, a las dos menos algo, bajé a buscarle el regalo. No quería que me viese, así que dejé la bici en casa de Lourdes. Allí no había nadie afuera, así que me quedé más tranquilo, porque siempre temo el que empiece a hablar y no pare. Le compré el marco para una fotografía. Me lo enseñó Ángeles, pues yo no lo había visto. Ahora que van a hacer las fotos de la casa y las que le gustan a ella en un marco: me lo traje. Cuando llegó le pregunté si tenía una foto mediana, pero no supe decirle para qué y le respondí que para guardar yo. Después se la enseñé. Quico me dijo: “Entre los dos. Toma mi parte”, aunque sólo aparecieron cincuenta y eran cien más.
Le gustó, me dio otro beso y dijo que
le podíamos decir a mi padre, cuando llegase, que aquello había llegado en un
paquete a sui nombre, señalando a la chica que aparecía en la foto, y
preguntarle quién es. Me pareció bien, y así le animé a mamá. Cuando llegó él,
yo le iba a decir que lo hiciese, pero cuando había subido todo, se enfadó
conmigo, como suele hacerlo. Porque quise sacar los perros a la azotea.
Ya los había sacado antes, pero no sé
quién fue el que abrió la puerta. Yo los intentaba volver a meter, pero a él le
molestó y me echó de allí. No fue eso lo que me dolió más, pues eso enfadó a mi
madre, y así expresó su molestia. Cuando pasó lo de Quico, fui a buscar en el
armario pues había guardado en una libretita doscientas pesetas.
El domingo, cuando Quico iba a salir,
me pidió dinero, mamá también. Sé que quiso y no quiso, hubo un enredo y estaba
convencido que no, por tanto él me las había cogido. Pensé mal de él y era
mentira, pues se las había llevado el domingo. Lo bueno es que no discutí con él,
seguro de habérmelas cogido. Ahora voy a terminar el cesto.
Muchas veces recuerdo eso que me dijo
Teresa: “por lo que ellos nos dan comida, etc”, pero cuando llega el momento,
me quedo siempre intranquilo. Después de lo que pasó con mi padre, al volver a
la cocina me acordé de decírselo pero no tenía ganas: no quería hacerlo.
Ahora por la tarde se rompió la paz.
Yo estaba en la cocina terminando la bandeja. Muchos mimbres quedaban demasiado
pequeños. Cuando ella empezó a doblarlos recuerdo que los doblaba para ver
cuánto tenía que meter. Pero no lo hice así. Esto se debe a que hubo alguien
que aturdió una especie de ilusión. Creo que es lo de mojar el mimbre cada vez
que quiera enredarlo. Me dice que de tanto mojar se vuelve oscuro y, en cuanto
a la madera, se dobla. La madera, sí lo he visto, pero el mimbre no y no lo
comprendo, porque si se moja debe secarse y volver al color natural. La
bandeja, la hice con un cubilete de agua caliente y una esponja, como me la
empezó a hacer. Se rompían, aún en donde estaban secos y me di cuenta de que,
si no lo hago de un tirón, si vuelvo atrás, se rompen. Quise dejarlo para más
tarde, porque ya estaban muy dañados, o que lo terminase mamá y así se lo dije,
pero estaba en el baño. “No lo voy a hacer, no sé si le dije por ahora o
no”.
Se puso triste y me dijo: “Recoge
arriba si no lo piensas tocar más”. No pude resistir eso, así que volví y le
dije: “No es que no lo piense tocar más, lo dejo para más tarde”. La culpa fue
mía, por cortar los mimbres algunos demasiado sin darme cuenta, pero me extrañó
esa postura.
Ayer, cuando llegó del pueblo, un poco
más tarde, dijo que había dejado la tienda. Me afectó más en un principio,
porque significa no grabar tanto, pero pronto me recuperé porque puedo, aunque
no tanto, además, puedo ir a casa de José a hacerlo. Lo que más me afectó fue
por la tarde, cuando ya estaba sentado a la mesa para festejarlo. Había ido a
bañarme con agua fría.
Empezaron a oír unos chillidos entre
mi madre y mi padre, con lo peor para ella, que siempre es la más débil.
Llegaron a la puerta del baño, giraron la manivela y, como si estuviera
cerrado, pegaron dos golpes a mano abierta, supongo que sería mi padre. Me
levanté diciendo: Pero si yo me había decidido a dejarla abierta. ¿Cómo decirle
“Pero estaba abierta”?. Después llegó Malena diciendo: “A la mesa”. Me sequé y
salí.
Cogí el batón, a pesar de que le
molesta, porque era más rápido. Entré en la cocina. Mamá estaba llorando.
Mi padre, enfadado. “¿No comes?” le preguntaron varias veces. “Ahora tomo un
poco”. Quico comió y yo no quería enfadarle también, iban a comer todos. Varias
veces me detuve un rato, porque mamá no comía. “Me sigues dominando”, me
repetía. Pero también pensaba que lo que quería era guardarse. Para el chocolate.
Y seguí comiendo.
No tenía intención de
comer. Lo cierto es que no me fijé para los demás, porque Mariora dijo que no
había comido. Al final, ellos marcharon y quedamos Mariora, Quico y yo. Ella
dijo: “No debimos comer nada”. En mí también resonó esa pregunta, pero no sabía
de qué iba la riña.
Hoy por la mañana, me
levanté, escribí a máquina y regué. Ya en casa me preguntaron si había comido
una magdalena. Quedaba una y alguien la comió. Yo no voy por ahí. Cogí aquellas
dos peras para mamá y Nacho al llegar a casa, sin preguntar, se comió una. Ayer
sí que comí una y lo hice a escondidas, pero era de un plato donde había seis.
A mí a veces también me gusta hacerlo, pero siempre me queda.
Avellanas, hay un bote grande;
chocolate de leche, mamá no toma; manzanas de la huerta, mantequilla, un
bocadillo por la tarde si queda o, hace unos días fue por la mañana, pero
quedaba. Esta mañana se enfadó mi madre porque ayer quedaba un bote lleno y un
poco de otro. Y hoy, cuando quiso ir a buscarlo, sólo quedaba el medio vacío.
La magdalena, bien pudo ser Doc ayer: en la cena aquélla lo pillamos comiendo
los chorizos, aunque estaban atrás del todo en la baldosa. Pero no tengo
fuerzas para decírselo. Yo le dije que no había sido y que a mí también me
gustaría encontrar al culpable. Quico, esta mañana, a esa pregunta contestó:
cosa tiene que estar (pensé que a mí no me iba a nombrar, pues creo que me
conoce que yo no voy por ahí) entre Nacho, Malena y José Ángel (a mí me nombró
el primero).
Bueno, bien. Tú crees que es algo que
comenzó a partir de ahora. No, es algo que ya lleva toda su historia cumplida.
¿Por qué no te preguntas por qué ayer forjé en mi imaginación que te referías a
mí?. ¿Crees que a mí me gusta?. No, ahora no quiero que me conozcas. Cuando le
dije que lo de las magdalenas no había sido, tú me dijiste que no te referías a
mí. ¿Viste?. Eso es lo malo. Yo ahora no voy a decirle que a mí me eduques de
una manera distinta. Y por compadecerme tantas veces.
Si, lo hice por ti, todo lo hago por
ti. Y tú me dices que no se parecen en nada unas peras a unas magdalenas. Ahora
me doy cuenta que no merece hacer nada por ti. ¡Cuánta razón tenía don José
Carvajal. Yo quería apurar lo de los poemas porque sentí que tú querías verlos
pronto porque habías sentido que, a partir de ellos, llegarías a conocerme
mejor. ¡Qué equivocado estaba!. Me das pena. ¡Porque yo veo una relación tan
clara…!
Creo que lo malo es eso, que yo lo
veo. Y tú me parece que lo quieres ver, pero en el fondo prefieres pensar lo
contrario. Bueno, está bien (Ahora vino Malena a vaciar el cubo, pero como ella
es tonta, le pude engañar haciéndole creer que andaba buscando. Ahora voy a
dejarte, pues temo que venga quien falta). Me dijiste que subiera rápido porque
se cortaba la leche, sólo para tenerme más vigilado, ¿no?. Entonces ya cambian
las cosas. Siempre me dices que cuando mueras no se me ocurra llevarte flores
al cementerio. No sé cómo será la vida cuando ocurra eso, pero ahora siento que
ni tú ni nadie me lo podrá impedir por la vida que me conseguiste.
No es que sea mío solo, como aquello.
Pero me gusta poder sentirme como la voz de todo un pueblo, la voz que nunca
podrá callarse. Vosotros vais a ser mis testigos. Mi pequeño grupo preferido,
para realizar mis pensamientos.
Ahora estaba haciendo una bandejita
redonda y empezó a ladrar Blas. Me enfadé, salí y le quise pegar, pero se me
escapó, así que le lancé una piedra, pero no a lo bruto, sino como si quisiese
dársela aunque desde lejos, y tuve tan mala pata que le di en la cabeza. Salió
Malena gritando, y yo le decía que no había sido. Pero entonces sí me dio pena
de mí mismo. Lo de esta mañana fue porque bajé a Ramallosa a buscar la leche y
el pan, y me habían vendido un cesto. Yo entré en la tienda enfadado por lo de
mi madre y sólo estaba Carlos. No tenía intención de saludar y supongo que él
también debería estar molesto, aunque se lo dijera más tarde; cuando cogí la
leche, me dijo: “Se dice hola”, o algo así. Yo le respondí: “Hola. Pensé que
estabas enfadado”.
Al llegar a casa y darle el dinero, un
rato después me preguntó: ¿te dijeron algo?. Y se lo conté. Pero lo hice mal,
porque empezó a chillar: “Al entrar siempre se saluda. Igual que a las personas
mayores siempre se les trata de usted. Aquel día, en Tuy, no debiste llamar as
la hermana Reparadora por “tú”. Tú no tienes nada que ver con lo que me pasó a
mí. Los días que vaya y haya mucha gente, pues me pondré a despachar. Y mañana
puedo volver. “Pero todo esto con muchas más palabras. Yo me sentí muy abatido.
Le mezclé a lo de la discusión por la magdalena. “Yo eso no lo digo por ti sino
que se lo dije a todos. Además, no sé en qué se parecen unas peras a unas
magdalenas. Ahora estoy yo en casa y vas a salir a regar esas dalias”. Sin
embargo ahora por la tarde estaba en la mesa de la cocina preparando un cesto
y, al pasar Quico porque iba a salir, me dio una palmadita en la espalda de
ánimo. Casi por la noche, me dijo si quería ir con él a la fiesta de Camos, iba
Eladio. Como dijo Eladio, hoy es más bien cuando comienzan: Camos, Donas, etc,
hoy son en Donas. No hablé con nadie allí, pero yo pensaba más bien en las de
hoy cuando me enteré que eran las de Donas. Escribí varios poemas. Y me sentía
mejor por saber que no estaba en casa. Me siento extraño esta mañana. Es algo
que me parece que no estoy aquí en estos momentos. No me duele nada, pero
tampoco pienso en nada. Voy a escribirlos.
Por la mañana le felicité el
cumpleaños y le dije que el
regalo se lo traería por la tarde. Me dijo que no hacía falta pues sabía que no
tenía dinero. Cuando terminé de grabar la cinta, a las dos menos algo, bajé a
buscarle el regalo. No quería que me viese, así que dejé la bici en casa de
Lourdes. Allí no había nadie afuera, así que me quedé más tranquilo, porque
siempre temo el que empiece a hablar y no pare. Le compré el marco para una
fotografía. Me lo enseñó Ángeles, pues yo no lo había visto. Ahora que van a
hacer las fotos de la casa y las que le gustan a ella en un marco, me lo traje.
Cuando llegó le pregunté si tenía una foto mediana, pero no supe decirle para
qué y le dije para guardar yo. Después se la enseñé. Quico me dijo: “Entre los
dos. Toma mi parte”, aunque sólo aparecieron cincuenta y eran cien más.
Le gustó, me dio otro beso y
dijo que le podíamos decir a mi padre, cuando llegase, que aquello había
llegado en un paquete a su nombre, señalando a la chica que aparece en la foto,
y preguntarle quién es. Me pareció bien, y así le animé a mamá. Cuando llegó yo
le iba a decir que lo hiciese, pero cuando había subido todo, se enfadó
conmigo, como suele hacerlo. Porque quise sacar los perros a la azotea. Ya los
había sacado antes, pero no sé quién fue el que abrió la puerta. En aquel
momento los intentaba volver a meter, pero a papá le molestó y me echó de allí.
No fue eso lo que me dolió más, sino que eso enfadó a mi madre, y así expresó
su molestia.
Cuando pasó lo de
Quico, fui a buscar en el armario pues había guardado en una libretita
doscientas pesetas. El domingo, cuando Quico iba a salir, me pidió dinero, mamá
también. Sé que quiso y no quiso, hubo un enredo y estaba convencido que no,
por tanto él me las había cogido. Pensé mal de él y era mentira, pues se las
había llevado el domingo. Lo bueno fue que no discutí con él, seguro de
habérmelas cogido. Ahora voy a terminar el cesto. Muchas veces
recuerdo eso que me dijo Teresa: “por lo que ellos nos dan comida, etc”, pero
cuando llega el momento, me quedo siempre intranquilo.
Después de lo que pasó con
mi padre, al volver a la cocina, me acordé de decírselo, pero no tuve ganas, no
quería hacerlo. Ahora por la tarde se rompió la paz. Yo estaba en la cocina
terminando la bandeja. Muchos mimbres quedaban demasiado pequeños. Cuando
empezó a doblarlos recuerdo que los doblaba para ver cuánto tenía que meter. Yo
no lo hice así. Esto se debe a que hubo alguien que aturdió una especie de
ilusión que yo tenía. Creo que fue por de mojar el mimbre cada vez que quiera
enredarlo. Ella dice que de tanto mojar se vuelve oscuro y, en cuanto a la
madera, se dobla. La madera, sí lo he visto, pero el mimbre no; y no lo
comprendo, porque si se moja debe secarse y volver al color natural. La
bandeja, la hice con un cubilete de agua caliente y una esponja, como ella la
empezó a hacer. Se rompían, aún en donde estaban secos y me di cuenta de que, si
no lo hago de un tirón, si vuelvo atrás, se rompen. Quise dejarlo para más
tarde, porque ya estaban muy dañados, o que lo terminase ella, así se lo dije,
estaba en el baño. “No lo voy a hacer, no sé si le dije por ahora o
no”.
Se puso triste y me dijo:
“Recoge arriba si no lo piensas tocar más”. No pude resistir eso, así que volví
y le dije: “No es que no lo piense tocar más, lo dejo para más tarde”. La culpa
fue mía, por cortar los mimbres algunos demasiado sin darme cuenta, pero me
extrañó esa postura.
Los hice incómodo, porque sólo tenía una hoja, había una carta que no había terminado en toda la hoja, en las otras dos mitades dos poemas. Y creo que metí tres o cuatro más.
Ahora por la mañana
está lloviendo. Me acordé del toldo, habría que quitarlo, porque se estaba
mojando, pero quise terminar de pasar los poemas. Hace un rato le pregunté a
Quico, que estaba en la cama, aunque despierto, si me ayudaba a quitar el toldo
y me dijo que no. Supongo que será mejor. Él tiene sueño y, además, oí la
cisterna de la habitación de mis padres, aunque sólo está él en casa. Y si fue
él quien se levantó, pues eso, ¿no?. No me podrá llamar inútil por no haberlo
quitado.
¿Viste?. Ahora entré en la habitación
y, al primer sitio donde miré fue a Quico que estaba sentado en la cama. Se
ponía el traje de baño. Me quedo un rato mirando al bañador, porque pensé que
se lo pondría sobre el calzoncillo, aunque no era así. Él me miró, y me
preguntó: “¿Qué pasa?”. Yo le contesté esto que te dije a ti y él siguió: Ten
cuidadito, José Ángel, ten cuidadito. Yo debía estar satisfecho, la mayoría de
las cosas, menos papá, me las piden por favor y cuando me dicen algo, dicen mi
nombre, pero, aunque puede que me lo digan con esa intención, sigo teniendo miedo
y, así, no puedo estarlo.
¿Sabes qué es lo malo?. Nadie le da
valor a lo que yo hago. Incluso la más pequeña molécula del mundo tiene un
sentido, y yo sé que también hay una misión que comienza a partir de ella. Y la
ilusión es lo que le moverá, algo que jamás debería abatirse; al contrario,
darle alas. Todo debe tener un sentido, tal vez esté bien dado aquél que
nosotros seamos capaz de darle. Veremos que la imaginación también tiene un
sentido.
Y así, enlazando y enlazando, aquí
estamos ahora, como producto de todo un proceso. Y ese algo ha formado parte de
nuestra vida alguna vez, algo nuestro que quiere desenvolverse en el aire que
le vio crecer. Ese algo, con nosotros. Cualquier cosa puede ser el centro de la
vida. Cualquier cosa puede edificar un paisaje. Ese secreto nos moverá a
encontrarlo. Ahora, en esta época de fiestas, no me acuerdo mucho de hablar
contigo. El domingo, cuando fui sal baile, lo pasé fenomenal. Y no fueron
ellas. Con Rosi no bailé, al principio no sé con quién lo hice. Me parece que
todo cambió al encontrar a Ana. Recuerdo que al principio no bailé porque no
quise ser un pelma.
Me encontré con esas dos chicas que
decían: Yo soy Ana, yo soy Ana, y sólo querían reírse. Yo, sereno, les
respondí: No, Ana está allí. Y se fueron. Espero no volvérmelas a encontrar. Lo
pasé muy mal con ellas. Para lo único que hablan, es para decirme eso, cuando
me las encuentro. Eso me animó a pedirle a ella. Y bailé. Después me dijo: Voy
a enfadarme contigo. ¿Por qué?- le pregunté sonriendo. Bailas muy separado.
Creo que ella debió notar que me puse rojo, porque ella también cambió un
poquito. Yo le decía que me dijera cómo. Aquello me alegró
muchísimo. Bueno,
sólo bailé una con ella así. Yo recordaba, no sé si fue con ellas al principio,
que se acercó. Y a una chica más que me cogió por los hombros alrededor del
cuello. Pero no bailaba así porque sentía que le iba a dañar a quien lo
hiciese. Pero bueno, va a venir el próximo domingo.
Y esa diferencia que late entre el
tiempo, sólo quiero que la llenes tú. De esa forma me sentiré capaz de viajar
sin caminos y de imaginar sin espacio, qué alegría al pensar que no habrá
noches borrosas ni estancias interrumpidas. Me sentiré capaz de ver todo llano.
Ya no habrá miedo, te iré a buscar y tú mismo verás que mi cambio ha sido
tremendo. Tu sonrisa me dirá que debo volcarme en ti cada vez que esté a tu
lado, y ella misma me dará cada día las fuerzas necesarias para quererte cada
día un poco más.
Después de bailar con Ana, bailé con
cuatro o cinco desconocidas más. me parece que mucho de lo que me mueve tal vez
a llevarme mal con Malena, es que cuando mi madre le dice algo porque hay una
cosa que hizo mal, en vez de quedarse a escuchar, le sale por la tangente, y le
distrae, en los gatos, cantando o, incluso, yéndose. Cada vez que lo veo,
siento una especie de angustia dentro de mí y me pregunto si eso lo verá. ¿Qué
le será más grato a ella?. Pero tampoco tienen respuesta. Yo puedo hacerlo, no
me cuesta nada, pero no soy capaz. Y eso me parece que es lo que me revienta.
¿24 años?. ¿Quieres saber cómo se
porta un chico de 24 años?. Prepárate. Siento que a mí me están envenenando.
Terminó la película y fui hacia la cocina: Recoge lo que queda, me dijo Malena,
yo ya recogí bastante. Estaba limpiando la cocina y eso me agrada. Quedaba el
mantel y unos vasos. Cuando salí a la terraza, dijo mamá: “Ya recojo yo lo que
queda”. Me parece que entré a la cocina ya envenenado.
Antes de poner la mesa, yo me había
puesto a terminar el cesto ovalado. Cuando mi madre me había dicho que tenía
que terminarlo, me dije a mí mismo: ¿Cómo quieres que lo termine en el mismo
día?. Siempre está mi padre diciendo: Ya se sacaba el tiempo. Ahora ponte a
regar. O tú con los recados. Y no me digas que es que ayer estuve escribiendo,
porque ésa no es razón. Necesitaba
escribir, pero bueno, eso tú no lo entiendes. Y empecé a terminarla. Bastante
tiempo después, le dijo Malena a mamá: Voy a poner yo sola la mesa. Un rato
antes le había mandado a buscar aceite al sótano. Ella dijo: Vete tú, que me
quedo terminando esto. Le contesté: ¿No puedes ir tú?, porque había desligado
dos mimbres y temía que me rompiese. No sé qué dijo mi madre en ese momento,
sólo sé que fui yo rabiando. Aquello me fastidió, creo que ahí comencé a
sentirme envenenado.
Cuando Malena dijo aquello,
pensé: No será verdad. Pero bueno, ponla. Después, cuando era ya a comer, sólo
había puesto silla para Quico, mi madre y ella. Y así lo dije preguntando por
mi banqueta. Pero ya había la dura donde los pájaros y el suceso no pasó a más.
Después de la película, cuando había metido esos vasos, me acerqué a Malena a
decirle: “¿Y dejas que la recoja ella?”. Pero no lo oyó, se puso a chillar
antes y yo tuve la culpa. Me dijo mi madre: “Vete a buscarle verdura a los
conejos. Y cuando vengas, te daré otro trabajo”. Le quise responder que no
hacía falta, que iba a hacer los mimbres. Pero no me oyó, seguía chillando: “Ya
estás contestando. Que tienes 24 años”. Cuando entré vine a hacer los mimbres
al fallado y por tres veces subió Malena. La primera escondí la libreta,
después ya no y lo hacía con mala intención. Subió mi madre: la escondí. Ella
dijo: “A ver si te limpias los pies al subir, que llenas las escaleras de
tierra”. Instantáneamente contesté: “Pudo ser Malena, que subió tres veces”.
“Pero ella no viene de afuera- afirmó. Víbora, que tenéis la lengua de víbora.
Sobre todo tú”.
Ayer, cuando llegó Quico por la tarde,
me dijo que empezaban las reuniones en Sabarís. Fuimos los dos juntos y eso me
animó. Nos separamos para la misa por Rosa en San Pedro. Él llegó, yo ya estaba
preparado. Me pareció oír que se iba y yo había ido a buscar un pañuelo. No me
fijé en que aún no debía de estar preparado. Le dije que había pensado que se
había ido. “No sé si te haces el subnormal profundo”, pero sé que lo dijo en
broma.
También empiezo a dudar porque me dijo
que ayer no vinieron las jornaleras porque no tenía dinero y fue una excusa
decirles que no estaríamos en casa. Empiezo a dudar si no sería por la misa de
Rosa. Ahora ya aprendí a pasar un poco de ella y todo me va mejor. Me gustaría,
cuando empezase a chillar, ponerle ejemplos, incluso decírselos en el momento,
pero siempre se me pasa la oportunidad. “Ahora vas a regar, me quedo yo en
casa”. Bien, iré a regar, pero me parece que no hay nadie en la tierra que me
impida dejar de escribir. Si es muy importante, incluso hay veces que no lo es,
me meto en el baño a hacer del vientre. Si es importante, puedo llegar a
fingir. Y si no, para ocupar el tiempo. Y,
al salir, si hay alguien en la puerta, guardo la libreta en el pantalón. Esta
mañana, al marcharse Quico, me dijo: “Ahora vas a regar”. Yo me dije: “¿Qué
hacemos?. Hace mucho que no regamos los tomates de abajo”. Pues vamos. Y los
regué. Después unas dalias que había bajo la ventana de mi madre. Eso lo había
dicho ella, pero ya que me quedaba de camino lo hice.
Después subí y me dijo que me
preparase a bajar para llenar antes la lechera. Fui a entrar al baño a hacer
vientre y ella me dijo: “Nada de libretas”. ¡Bah!, sólo se supone. Muchas veces
pienso que le es mejor pensar de esa forma. Y como tú lo piensas es lo mejor.
Pues no. No tenía nada que escribir. Por eso no la bajé a Ramallosa.
Quien me animó bastante en la Junquera
fue aquella chica de la comisión. Me había sentado a escribir. Me preguntó:
¿Qué escribes?. Y se interesó cuando le respondí que un poema. Me dijo que le
llevase algunos a La Junquera y ella me traería de su hermana que le gustaban
mucho. También dijo que iba a poner mi nombre en ellos. También pasó Ricardo y
me dijo que ya estaba escribiendo.
Ahora quiero hablar de ti y no puedo.
No sé qué es, se parece a una especie de barrera que me bloquea la mente. No sé
si lo que quiere es alejarme de ti. Pero comprendo que no sabiendo, no le llego
a dar respuesta a nada. Temo que mi respuesta sea un error. ¿Cómo voy a
podérsela mostrar a nuestro alrededor, si en el fondo no tiene respuesta en
sí?. ¿Cómo?. Sólo sé que quiero hablar de ti, contigo, decirte algo, y no
puedo. No sé qué poder decirte aparte de lo que ya sabes.
Es ese instante el que no me deja
pensar, el que hace estar muda mi mente. Déjame salir de él. Sé que después voy
a tener miles de palabras. Veo tan fácil todo, que me parece que también me
hago en parte fácil como ella, sin tener mucho en cuenta la distancia de mis
palabras. Y mojo todo lo que toco. Veo tan fácil la luz, el cielo, el paisaje,
todo eso que me hace ver fácil nuestro alrededor y nuestra vida, para acabar
sin saber por dónde concluir. Sólo hay una salida, y debo continuar mojando
todo. Mojándolo… de muchas cosas, de muchas ideas: mojándolas tal vez sin
razón. Hasta que llega el día de ver por qué la mojé. Y mojo todo cuanto he
descubierto hasta ese momento.
Cantando, en todos mis viajes quiero
tenerte a mi lado. Canciones de amor, un día os quise, ¿sabéis?. No, no habéis
pasado de mí. Y si es verdad que Chicha dijo un día de mí que yo era muy
pesado, de ella lo creo, pues peor para ella, ¿no?. Menos los aguanto yo.
Aunque me da pena que aquellas palabras no conozcan la realidad puras, si no me
parece que serían muy buenas compañeras mías. Compañeras de toda la vida. Miro
la luz y también quiero estar con ellas. No me importa lo que piensen quienes
las pronuncien, para mí sólo están ellas a mi lado. Ellas mismas saben
desembarazarse de todo el rencor que determina su origen. Quieren hacerse
compañeras de la sonrisa. Todo ese malestar, ese tiempo perdido, y eso puede
hacerle daño a quienes le sigan. Ellas mismas podrían estar satisfechas de todo
lo conseguido hasta estos momentos. Cuando continúes, otra libertad les estará
esperando.
Hay algunos programas de televisión
que sé que a mi madre le gustan. La verdad es que siempre que van a empezar me
quedo intranquilo si ella no está allí para verlo. En el programa de José Luis
Moreno cantaron la canción de No llores por mí Argentina. Recuerdo que antes me
encantaba coleccionar canciones en una libreta: ésta también. Me gustaban sobre
todo aquéllas que no rimaban, o sea, aquellas que no repetían mediante
cuartetos y rimas, se hacían mimosas. Y ésta, cada vez que la cantaba, me hacía
llorar. Hoy la oí y me dio pena haberla roto, a ver si intento recordarla. Me
gustaba mucho antes jugar a la Eurovisión, por las noches, bajo las sábanas,
las canciones que conocía. Aprendía a anotar las palabras por sus dos, tres, o
incluso primera letra. Escribía más rápido. A veces. La aprendía de oír varias
veces.
De esa forma le
copié alguna a Quico hace poco. Ayer fui al sótano a vaciar unos sacos
(hace tiempo mi madre dijo que los vaciaría ella, y por eso lo dejé. En el saco
se pudren, y lo peor es que no lo ves). Cuando subí le llevaba en los dedos una
pulga, pero se me debió escapar. Empezó a buscar en mí y, un rato después, ya
había descubierto nueve. Yo me reía, en el fondo estaba alegre porque le había
distraído un rato.
Cuando estaba regando,
recordé algo que me parecía habérselo oído a mi padre: “Hay que mostrarse duro
siempre”, pero sigo sin entenderlo. Lo que me anima muchas veces es llevar
conmigo a Sulote: parece que es porque así me siento pendiente de algo. Esta
mañana, cuando sacaba la bicicleta por la puerta, se presentó allí. Quería ir
conmigo, pero iba a Ramallosa y no podía llevarle. Me acordaba de aquel día que
se paró en los edificios de Montaña y, el último, que se paró en la Cabreira.
Quería y no quería llevarle, al final decidí que sí, pero con la intención de
que bajase hasta el pueblo, así podría subir a alguien. Al llegar, le tuve que
bajar en brazos a la tienda. Cuando, más tarde decidí a subir y había recorrido
con él un poco de acera cuando recordé que debía darle el cambio de las mil
perchas a mi madre, tal vez las necesitaba. Y fui con él hasta la capilla. Ya
se mostraba más tranquilo, sin miedo. Después regresé con él hasta casa: me
gusta llevarle conmigo. Tal vez sea la distracción.
Ahora por la tarde, no sé qué hacer
mientras me quedo en casa. A buscar maíz iré tarde, no tengo qué escribir ni
cesto que hacer. Tal vez haga algún crucigrama.
Fui a buscar el maíz a casa de Isabel
y después el pan a Ramallosa. Con el perro, ya no tuvo miedo por la carretera.
Bajé a buscar el pan y, entonces sí le tuve que llevar en brazos desde los
edificios hasta el principio de la acera, pero luego le dejé. Al subir me quedé
hablando con Loli y bajé con ella hasta Ramallosa, pues iba a llamar por teléfono.
Después se quedó con Mari Carmen Panteón y yo subí solo. Quería pedirle un
beso, ella simplemente me había dicho un día: “Hace mucho tiempo que no te lo
doy”. Y yo no tuve palabras.
Todo está tranquilo, porque
ahora ya no hay follones, pero hoy vinieron las jornaleras y fui a buscar el
sombrero un rato más tarde. Entré en la habitación, allí estaba mi madre y me
preguntó.
Entonces abrí el armario y sólo metí
la mano derecha para buscar. Ella me vio y me dijo: “La otra colgando. Pareces
un inútil. Un rato antes, mi padre me dijo que recogiera la mesa. Quedaba el
mantel, unas uvas, y no sé si algo más. Recogí las uvas y fui a buscar el
gorro, quería llegar y terminar de recogerla. Sucedió lo de mi madre, fui al
fallado, al sótano y a la habitación. Me parecía extraño que no estuviera allí.
Lo encontré en el armario, bajo unos jerseys. Cuando salí a la terraza, para ir
junto a ellas, me dijo él: “Te dije que recogieras la mesa y al final la tuve
que recoger yo”. Estaba el mantel todo arrugado, pero sin recoger. Siempre me
acuerdo de aquel sacerdote que me dijo que cuando yo tuviese la razón, una
razón, lo dijese: sigo sin ser capaz. Esta mañana me quedé solo y escribí seis
o siete folios a máquina, aunque salteados. Cuando llegó mi madre se enfadó porque
en lo de Gloria, el señor también le había cobrado cuanto fui a buscar yo. Pero
yo, si me hubiese quedado con ese dinero, supongo que lo sabría.
Hubo un follón grandísimo, pero ya no
me preocupo tanto. Siempre recuerdo eso de “lo hice por ti”, pero le dije que
no me hubiese mandado a mí. No me parece verdad, aunque puede ser que fuesen
días en que ella no me hubiese mandado el dinero. Supongo que lo malo de todo
eso es que todos me siguen tomando por tonto. Cuando bajaba al pueblo no iba
pensando en que me tomara el pelo con el dinero del pan y por eso digo “me
parece”.
Me parece que lo que antes escribí fue
en miércoles. Mi madre está lavándose la cabeza y yo puedo escribir. Por la
tarde vinieron las señoras. Ya había pensado bañarme el miércoles, porque
vendría sucio de afuera. Más aún porque la correa del pozo me rozó el hombro y
me dejó manchado de tierra. Aunque con agua fría, eso no me impidió para que no
me tratase de bañar bien. Hoy por la mañana mi madre vino a ver si tenía pulgas
en la cama, y quedó una mancha a la altura de mi espalda: creo que ayer no me
froté lo suficiente. No me pareció mal que se enfadara, pero empezó a decir que
nunca me lavaba y eso me hizo romper todo vínculo con aquel enfado. Ahora por
la tarde, como no tenía pensado hacer nada, comencé a preparar un cesto. Llegó
ella y me dijo que se podían hacer a tres tiestos. “Y se pueden colgar”, le
afirmé. Le pareció bien, pero eso después.
Me preguntó si quería que
lo cortase ella. Podía yo
hacerlo mal, le dije que sí. Fui a buscar la sierra al sótano. Pensaba: ¿Más
inútil todavía?. Cuando subí, estaba en la lavadora. Le dije que lo hacía yo y
empecé a cortar. Después apareció ella. Hasta me cuesta a mí. Déjame. Yo estaba
enfadado, porque sería el inútil. Y murmuré: Mejor callarse. Mamá lo oyó a
medias: “¿Qué dijiste?”. Me callo- le respondí. “Pues hasta que no digas la
verdad no vengo”. Ya lo terminé. No me costó tanto. Después de ocurrir todos
los enfados, me da pena el escribirlo. Ella habla ya como si lo hubiese
olvidado, supongo que el que falta soy yo. Al mediodía llegó mi padre y, cuando
iba a comenzar la película, yo pensaba: Quico va a la otra, no importa que
pregunte o no lo haga. A mí me falta personalidad. Supongo que a mí me dirá lo
contrario porque soy más blando. Me dijo que sí.
Antes de llegar a él,
le pregunté a mi madre. ¿Vas a quedar tú en la cocina?, porque así termino la
libreta a máquina que me queda poco. Y me respondió que bueno, que subiera. El
decir que me quedaba poco era más bien una mentira. Me quedaban siete poemas y
hoy no los iba a poder terminar.
Hoy también me puso de malhumor, pero
ya fue menos. Como todos los días me levanté a las ocho. Me da tiempo para
abrir el portal y después ir a escribir. Siempre confié en que mi madre
respetará ese tiempo para que pueda escribir. Varias veces me lo interrumpió
con alguna llamada, pero podía seguir rescribiendo. Cada vez más desolado. Ya
ves, me parece que son momentos críticos. No soy capaz de concebir que en un
momento se pueda echar toda la vida por tierra y, al momento siguiente, estar
tan tranquilo, y olvidarse. No sigo ese caudal. Me parece que estoy equivocado
desde hace mucho tiempo. Pero ya viste, ahora parece que se ha puesto de moda
el decir que tomo el pelo a todos, y sobre todo a ellos dos. Creo que lo tomo
cuantas veces quiera y me salga de las narices, pero son en cosas que no
quieren dañar a nadie, ni quieres entre mezclarse con cosas de barro o de la
tierra, como dinero y cosas así. A mi madre le gusta decir que le tomo el pelo
gastando el dinero en chupitangadas.
Hoy, cuando marché a Vigo, me
dijo que si a las cinco estuviera en el dentista. No sé cómo me metí en esto.
Llegué a las diez y media y fui a visitar a Mercedes, y le gustaría que fuese a
preguntar sobre los mimbres.
Pregunté para ir allí. Quise hablar
con alguien. Y un señor se ofreció a llevarme. También iba. Llegamos a las doce
menos veinticinco, pero ya era tarde. No me esperé este recibimiento. “Juegas y
tiras el dinero, ahora qué dirá papá. Otra vez perdón”. También ella me tocó.
Hipócritas, jolín, me cago en la leche. Mierda. Empezó a decir que había
llegado tarde, que nadie es capaz de estar en el Serén a las diez y media, y
llegar a tiempo. Me hartó. Hasta que se desahogó diciendo que el domingo no iba
a salir.
¿Qué hago?. Bueno, no importa mucho,
porque hay fiesta. No era última. Que llegué diez minutos antes. Jo, y una se
puso diciendo que todo era mentira. Tenía ganas de mandarla a tomar por saco.
Le quiero pedir ayuda a todas mis amigas. No me creo poder resistirlo. Toda la
tarde la pasé un poco preocupado, aunque al menos no me había prohibido lo que
tanto había ansiado por la mañana. Me dijo que regase las plantas de la
entrada. Al menos nombró a Malena diciendo que ella se había decidido a cuidar
esa parte. Pero pronto rompí esa ilusión: lo decía sólo porque estaba yo, para
controlar al tontito, se puede decir. Por la mañana, cuando había abierto el
portal, me había dicho que eso lo haría al subir de Ramallosa (aunque la verdad
era que no iba a ir). Ya sé, después de escribir a máquina. Me puse a regar con
la manguera. Así, dijo ella, no porque el agua resbalaba. Me resbala igual con
el cubo. Aquello no llegué a entenderlo del todo.
Pero en esto que llegó Lita y se
pusieron a hablar. Iba a ir a la iglesia, así podría escribir. Bueno, da igual,
ocurrió todo eso, y por la noche llegó mi padre. Yo tenía mi razón, aunque mi
madre no quisiera entenderla, pero eso iba a ser lo de menos. Estaba viendo la
televisión en color, el baloncesto, pensé que lo iba a quitar pero no fue así.
Cuando terminó salí a recoger verdura a los conejos, ya lo pensaba hacer yo,
aunque ella me lo quisiese decir. Igual cuando llegué de Vigo. Me dio cien, las
otras eran de la vez pasada. Quise ir a dedo, pero cogí el autobús. Si, vine a
dedo. También me daba miedo el jurar en falso, siempre lo temí, pero me
preguntó si había venido a dedo, que lo jurase. Le mentí. Aunque me dio un poco de miedo al
principio, lo tuve que hacer así. Total, una de las cosas por las que chilló
fue que había llegado tarde. Estaba convencida.
Sé que le dije: “Te pido un juramento
al señor ése”. Y tuvo ganas
de pegarme. No le tengo miedo al daño que me pueda hacer, sino al verla así.
Igual que a mi padre, cuando me pegó en el coche cuando cerré un poco fuerte la
puerta, supongo que nunca lo entenderé. Pero también pensé que necesitaba
desahogarse. Cogimos a Mariora en Vigo, no habló nada. Si fuese otra, tal vez
si. Pero eso ya no importaba. Al llegar a casa, Mariora dijo que suponía que él
vendría enfadado. Yo les conté el tortazo, pero lo dejé, no sé qué es lo que
quería con ello. Cuando iba a montarme en el coche, pensé: “Hace ya mucho
tiempo que no voy con él en el coche. Supongo que soy mayor y no se pondrá tan
bestia como antes. Pero ya ves”. Cuando entré en la cocina después de haberle
dado verdura a los conejos, a él no lo noté tan enfadado, y me extrañó. Mi
madre me dijo: “Él, cuando habló con el dentista, le dijo que suele estar hasta
las doce”. Y ya me tranquilicé. Porque ésa era la mentira. Ella dijo varias veces
que si había llegado a la una y media. Pero ya estaba más tranquilo. Cuando me
enfadé al regar, porque no podía escribir, cuando salí, me dije: “Tranquilo.
Ella lo que quiere es ponerte nervioso”. Quico le cortó diciendo que le llamase
a Charli. Y pasó todo. Aunque supongo que, por una o por otra razón,
continuaron hablando de eso, y yo con ellos. Eso es lo que más me aturde de
Quico, la facilidad con la que cambia, ahora parece que quisiera mostrarse
duro. Y creo que así ya no lo puedo entender. Me asusta decir esto, la verdad,
porque Ana y yo luchamos por lo contrario. Esto lo voy a decir por las veces en
que me he creído derrotado. Sobre todo aquella que le dije a mi madre que yo
también había pensado en matarme. Se me ocurrió un día. Y es que yo no llego,
según me parece, a nada. Eso, Malena que se sulfure con esos humos en otros
lugares. Aquí ya nada. Ahora se metieron todos en la habitación, porque mi
padre y Quico fueron a la adoración nocturna. Ahora puedo escribir tranquilo.
Se me ocurrió pensar que ahora tal vez pueda salir el domingo, porque a mi
madre le gusta juzgar pero conociendo. Lo de aquel momento fue una rebelión de
un pesar que tenía, pero yo no lo voy a olvidar tan fácilmente, nunca lo
olvidaré. Y no es por ira. Me parece más a hipocresía este modo de vivir y
siento que al final tendré que hacerme como él. Pero sólo sé que mientras pueda
resistir resistiré.
Y seguiré siendo así
durante mucho tiempo. Quería escribir algo bonito, pero no tengo ganas. Pienso
si, el problema sexual, en mí, es que soy uno de esos enfermos que lo tienen
tan marcado. No sé, pero tampoco le doy importancia. Yo sigo luchando a corto
plazo, que es al día. Es ese seguir el que me aturde tantas veces. Si es mi
momento, si todo se considera un momento, ¿por qué tiene que estar tres horas
chillando?. El sábado, ayer, tomé un bocadillo por tomar algo. Veo que sigo sin
tener una personalidad propia. El bocadillo y me bañé, aunque no sé qué fue lo
primero que hice. Estaba preparado para irme, y pasó un pequeño mareo por mi
mente. No le di importancia. En casa de Eladio tomé una pequeña taza de café,
esperaba que me despertase o que me lo quitase. Bailó la hermana de Fernando,
no tenía yo muchas ganas de bailar. Después, cuando llevaba ya sintiendo frío
un rato, fui a la casa de Eladio a buscar la cazadora. Y, como allí había
reunión, me quedé un rato. Antes de ir, y cuando estaba en la fiesta, me senté
a ver si se me pasaba el mareo, pero fue a más y devolví.
Estaban cerca Mari
Carmen, Loli y Paz, y llamé a la primera. Me fui detrás de la capilla y vomité.
Les dije que no se lo dijeran a nadie, pues el domingo quería salir. Cuando
fuimos a la casa de Eladio, a la fiesta, bailé con Loli, varias. Muchas veces,
son unos simples detalles los que me alegran un poco más. Ir a Ramallosa, y
saber que alguien se va a fijar en mí. Por eso a veces voy corriendo, o me
gusta llevar la bici de una mano nada más. Cualquier chica, que me mire. Sé que
Loli tiene novio, pero me encantó allí porque, estando con ella, le dije en un
instante que, como la música era mala, iba a sentarme. Ella se sentó al lado
mía también, porque estaba cansada. Me hace sentir una felicidad que no
encuentro en la realidad. Acaso ella siga siendo tan maravillosa conmigo en
todas las ocasiones, pero también son detalles que llegan sin nombre impreso en
ella y me hacen sentirla un poco más cerca de mí.
Ya por la mañana,
cuando estaba en Vilariño y me sentí mejor, tenía intención de ir al baile por
la tarde. No sé si irían Bety y Susana, y Ana estaba enfadada, eran los únicos
alicientes. Por eso, cuando de comida sólo tomé un puré y mi madre me dijo que
no iría al baile por la tarde, que como era un mentiroso no iba a salir, le
dije que no saldría.
No sé quién me dijo que sería bueno
acostarme un rato por la tarde. y yo pensé: “No quiero atender a los animales,
así que me acostaré”. Ahora por la noche quiero ir a la fiesta, si va Quico. No
se te ocurra, tampoco es buena esa contestación. Si le pasa algo no lo
perdonaré. Di que no hay diálogo. Bueno, para redondear. Eso ya lo haces contra
mí. Y me da pena, porque nos educasteis lo bastante bien para echar todo al
tajo por una tontería. Supongo que será bueno el que me quede en casa y no vaya
a la fiesta. Mañana, mi padre no va a venir en todo el día, supongo que podré
escribir. Además, mañana también hay fiesta. Por un lado, lo entiendo, pero a
veces siento que no sé responderle. Como ahora me acaba de decir Quico, para el
próximo año no le quitas el chaquetón, el sudor no hace nada malo, pero el frío
sí. Supongo que no tengo tantos proyectos para hoy, Loli puede esperar. Ahora, un poco más tarde,
entró Quico en la habitación, a arreglarse. Yo tenía abiertos los ojos. Me
preguntó: “Jose, ¿qué tal ve eso?. El dolor de cabeza”. Son esos detalles los
que más me mantienen unido.
Esta mañana, cuando
desayuné y le atendí a los animales, me disponía a subir a escribir a máquina.
“Son las ocho y media. Sólo me caben para dos”. Y me llamó ella. Ven un
momento. “Riega aquello, como si lo viera. Pero ahora tengo que escribir. Es el
tiempo para eso. Escribo a lo máximo tres hojas y bajo. Entonces regaré cuanto
quieras. Pero si no voy se va a poner de más malhumor. Además, puede que no sea
para eso. No tiene por qué ser rotundamente así”. Al final, fui. “Riega los
tomates”. “Ya lo sabía. Estoy enfurecido y no puedo hablar. Jo. Ya lo sabía. Y
ahora no puedo escribir. ¿No ve que yo riego de mejor cara después de
escribir?. Bueno, apura. Riegas los tomates, subes, escribes una hoja y sigues
regando, a lo mejor ocurre como ayer, que se fueron a la playa y pude
escribir”. Ayer me encontré,
cuando bajaba a la reunión de Sabarís, a don Isidro, el salesiano que me dio
Literatura. Me preguntó por los poemas, me dijo que tenía que dejárselos. Me
animó, ahora ya no eres tú sóla quien los quiere pasados”. Regué los tomates,
tenía la mente en escribir esa hoja a máquina, pero intenté regar todos. Quería
utilizar el cubo para que llegase a todos, pero ella se asomó y me dijo (o no
sé si fue ella). Usé la manga con el cuidado de que le llegase a todos. Después
subí.
Pensaba ya terminar la hoja para regar los tomates y los pimientos de arriba, cuando ya los estaba terminando, llegó hasta mí enfurecida. Y dio comienzo la historia interminable que ya conoces. Una de las cosas que oí, era: Después, cuando veas el sol, entras. “¿O sea, tú me quieres decir que, en vez de escribir por la mañana, escriba con el sol?. ¿Y por qué no me lo dices con las palabras?. Después, que si este recado, o el otro, y todo eso. Nunca llegué a estar de acuerdo contigo. Y supongo que voy a sentir desorientado mucho tiempo. Hace días que no te escribo. En la fiesta de la Junquera devolví, ¿sabes?. El sábado, un corte de digestión. Lo dejo aquí porque me parece que ya te lo dije. El domingo no fuí y la tarde la pasé en cama. ¿Para qué oírlos?. El lunes fui, aunque se quejó mi padre, pero no bailé nada y lo pasé mal. Pero lo olvidé mientras volvía a casa al menos sé que el próximo domingo iré a bailar. Se me ocurrió una idea. Y es que todos esos poemas que hoy hago, pero los tiro porque no me gusta lo que digo o porque es un tema muy monótono, te los digo a ti. No quiero, cuando tire esos recuerdos, cuando les diga que ya les recordé otro día, que se vayan simplemente con el sabor a una mal partida. Eso no, quiero que sepan que han convivido conmigo unos instantes, y eso significa parte de una vida a mi lado. Quiero que sepan que se irá un poquito de mi amor con ellos, y luego, cuando le llame, os traerá de nuevo a mi mente. Me parece que te voy a dejar así.
El último día de la fiesta
de la Junquera, más o menos en el medio del tiempo, comprendí que Paz y Loli no
habían ido, aunque Carola me hubiese dicho que si. Le gusta decirme mentiras,
bueno, fue la única que no me dio una foto. Me senté en el murito al lado de un
chico del grupo y le dije que me dedicase una lenta cuando saliese, pero al
final no pasó nada. Al llegar a casa, escribí. Me la dedicas, y yo podré estar
con quien quiera en el tiempo que ella me deje soñar. Sabré que es mío ese
espacio, y la distancia que me separó de ella ya no existe. Y durante ese
tiempo tendré tu palabra a mi lado para decirme que podrás apoyar mis
ilusiones. Nosotros dos juntos, estos pasos los acabamos de idear nosotros
mismos. Y este lugar señalará eso que siempre he deseado. No te olvides de
dedicármela. Te espero.
Pero no tenía ganas
de escribir. Teresa estaba triste, le había muerto un amigo. Intenté un poema
de ánimo. Piensa en todos aquellos momentos felices, habla con él, todavía
sigue vivo si puedes contarle todo lo que te enseñó en un instante (Supongo que
quedaría mejor decir “en esos años”). Yo quisiera animarle, decirle algo, pero
también sé que te han herido. Ana ya me ayudó a vivir más tranquilo. Sé que
hubo un día en que mi madre, al ver que discutía, me dijo: “Tranquilo”. Y me
marché, pero decía: Si, así es como tengo que estar. Y tengo que olvidarte para
serlo. Un día me arrepentiré; bueno, un día. Pero me sigue molestando el tono.
El que, a veces, para llamarme, lo haga con una especie de alteración. Pero
bueno, eso parece que es normal.
Un día sé que apagué la luz
del pasillo porque estaba encendida, y él me dijo: “Vamos a tener que andar a
oscuras. No gastan tanto”. Creo que lo aprendí como una lección. Lo que no
entiendo es lo que produjeron los animales en mí. Creo que yo también me estoy
volviendo un animal. Creo que te conté aquella vez que dejé el maíz a la puerta
del gallinero para coger una gallina que estaba en la basura, y al volver
estaba el pato en el maíz. Cargué con mi pierna y le arreé una patada. Después
me arrepentí. Me decía que me estaba volviendo un animal. Y cuando pillo a la
gata gris subida a la cocina. Otras veces pienso: “Claro que me gustaría decir
si porque si, pero hay algo que me lo impide. Me dijo mi padre me parece que
por la tarde guardara las sillas. Y guardé dos verdes, pero quedaron tres de
madera. No sé si fue porque me mandaron otra cosa o qué me pasó por la mente,
pero eso nunca lo podré explicar. Y me dijo: “Ponte algo y sal fuera”. Y yo,
inocente, pensé que era para meter la mesa. Para otra vez aprenderé. Porque me
parece que tiré muchos poemas que no escribía.
Dame ánimos en eso de
grabar, a él le gusta el bien grabado, sobre todo cuando se marche mi madre.
Hoy domingo fui a Vilariño. Vi a Teresa y a todos y, al entrar, Lence me dijo
que fuera hacia alante. Y fui con Paco. Nos colocamos en el banco junto al
altar, no enfrente, con Jacinto y Tere. Después pedimos los cuatro. Al salir y
subir en bici fue también especial porque me encontré con Natalia, Vanesa y
Melina. Me dijeron que les subiese. Y arriba me dieron un beso. Ya no estaban
enfadadas.
Pero al venir a casa me
pregunté si había abierto los animales. Una niebla cubrió mis ojos. Al llegar a
casa vi que no los había atendido. Pero me parece que nadie lo vio. Tenía
pesadez de cabeza yo. Bueno, no pasó nada. El chico que murió era amigo de
Susana, estuve pensando en no ir, pero Teresa me animó a que si. No me fijé,
pero a ella también le había dolido aquella muerte.
No me acuerdo de nada de lo
que hice esta mañana. Estoy afeitado, pero no lo sé. Ni si tomé el desayuno.
Pero quiero salir. El chico era primo de Susana. Pero fui al baile. Allí me
encontré con Bety y estaba también Ana. Al final se enfadó otra vez, porque
primero me dijo que bailaría al final me dijo, se lo pregunté las que yo
quisiese, pero bailé tres y me pareció cansada, así que bailé una con Bety y
después volví. Creo que me insinuó que bailase con ella. Me da algo así como un
dolor de cabeza, como si siempre estuviera con lo mismo. Le dije que ella no
sabía bailar y se enfadó. Me dijo que esperase hasta el próximo. Sólo me queda
uno, porque el segundo me voy a Fátima.
¿Viste?. A mí también me molesta eso de que haya bajado del fallado a buscar agua en la botella porque me estuvo llamando y yo no le oía porque estaba en los conejos, dándoles unas ramas que había cogido de cuando fuí a llevarle la tijera grande de podar a Quico, pero eso de que haya bajado no le da derecho a decir: “Ya estaba escribiendo poesías en otro lado”. Al contrario, cuando le oí me disponía a entrar en casa y me apresuré en dirigirme al fallado, pero ya era tarde.
Cuando se puso así,
pensé: Eso es lo que le gusta pensar. Y creo que estas palabras también tienen
un poco de razón. Me parece que fue en la Junquera cuando me encontré con
Isabel y le dije: Voy a limpiar de hierbas los pimientos. Me respondió: “Yo si
fuera tú tendría aquello cuidadito”. Ahora que empecé a hacerlo. Limpié ayer
las remolachas. Ahora, ya regué el sembrado, la tira de la puerta, cogí cinco
bolsas de manzanas, son las doce y voy a subir a escribir. Las camas quiero que
les dé el aire, como siempre me dice. Y, al final, tengo miedo. Pero me importa
un rábano.
Cuando estaba arriba, me acababa de
sentar, me dijo: “Llama a Quico, que guarde todo porque tiene que bajar a
Ramallosa. No lo oí mal, me ayudaba el hacerlo yo antes que ella. Bajé y desde
la puerta le llamé al seto de afuera.
Me habló otra vez y, como no le
entendí, subí al fallado. Me dijo: Vete afuera, da la vuelta y no hables a
gritos. Eso ya me enfadó. Me decía: Ya sé por qué lo hace. Y cuando Quico me
preguntó: “¿por qué no me lo dices desde ahí?”, yo le respondí: no quiere. Me
parece que la razón principal por la que hay problemas que no te cuento, es
porque prefiero escribir a máquina, y ya sabes por qué es. Ana, cada vez me
repite más las palabras tuyas, porque me quiero convencer de que son verdad,
pero ya ves. Esta mañana me dije: Bueno, voy a regar los tomates y así riego el
kiwi. Me quiero decir que hago bien obrando de esta manera porque así le ayudo
a mi madre y hago algo que le gusta para después escribir a máquina sabiendo
que ella queda un poco más alegre. Así espero a que salga el sol para poder
escribir. Y regué los tomates procurando que tuvieran todos. ¿”Meaditas”, como
dice ella?. Cierto es que mi mayor preocupación es que salga mucha por fuera.
Después de los tomates y el kiwi, las manzanas quedan para cuando las riegue
propiamente. Me cansé. No quiero regar más. Lo demás para otro día, como dijo
Isabel. Pero todavía no daba el sol. Haré cualquier cosa, entras al baño o
hacer las camas. No, las camas no, tienen que ventilar. Pero, espera un
momento, ¿qué te cuesta regar lo del pozo?. Tienes allí la manga y aquello
necesita agua, vamos a regarlo.
Y fui. Regué a ambos lados de la
cuesta. El otro día les eché agua. Ya van poco a poco. Un día les haré una
especie de agujero, para retenerla. El agua resbala, pero me parece que no se
irá del todo, porque recuerdo flores en la parte de debajo de la casa que una
noche estaban casi marchitas, les eché agua y al día siguiente estaban
jubilosas y frescas. Lo que procuraba que no ocurriese era que el agua saliese
al camino, se perdía. Y unos círculos que estaban rodeados de piedras, que el
agua no saliese mucho de allí. Había un ramaje de dalias rojas en cada lado de
donde empieza la cuesta, pero aunque todas o casi todas las veces las regaba,
no asomaba ninguna flor. Tal vez es fe, decía. En el que está al otro lado de
la entrada tampoco tenía, pero yo regaba y regaba porque tenía que haber. Y al final
salió una. Tal vez sea eso. Bueno, le pongo la manguera y la dejo un rato, me
entretengo en otro sitio. Cuando ya había regado un rato, me dije: “Bueno, a
subir”.
No respondí al momento:
Bueno, si, pero ahora que estamos aquí, podemos regar las de frente a la
cocina. Están secas algunas y hace falta fe. Fui allí y regué. Eché en varias,
en todas y hasta utilicé el cubo para hacer tiempo y que regase un poco más.
Después creo que apagué el agua y estaba allí cuando los cubos. Mamá se asomó a
la ventana de la cocina, y creo que me dijo algo así como que encendiera el
grifo para regar esas flores. Un poco disgustado, porque había regado aquello
por ella, en parte porque me enfadaba verla así, le contesté que las había
estado regando. “No tienen nada de agua. La tierra está seca”, me gritó. Creo
que ahí empecé a ponerme de malhumor. Porque podía habérmelo dicho de otra
forma, diciendo que echase un poco más. No, tuvo que decir eso de que no había
echado nada. No sé si contesté mal, supongo que malhumorado como estaba, debí
decir eso de “a ti te gusta pensar así”, aunque no creo que lo oyera. Debió ser
ese disgustarme viendo que estaba en el error. Siempre terminas moviéndome eso
que me dijo el cura de que si veo que está en un error, hacérselo reconocer. Eso
aquel momento, era sólo el pensamiento de fondo, porque la realidad no era ésa.
“Ven, que te voy a partir la cara, por contestar”. Ya no sé continuar, sólo
regué, salió y me dijo que había allí dos flores que habían empezado a brotar y
no tenían. No me había fijado en ellas. Tal vez porque yo me había preocupado
más por aquéllas que tenían flores secas. A ésas eran las únicas que no tenían.
Pero no fue sólo aquello aquel momento, no había regado nada. Y me enfurecí. No
debo de pensar mandarle a la mierda. Y hoy hubo otra riña. Era por la mañana.
La única tienda donde suelo decir que me separen lo que yo debo para pagarlo
después, no cargar en la cuenta de ella, ya me valieron los primeros días en
que decía: ¡Arre con los bolígrafos!. Sólo en Chicha había dejado. En las otras
tiendas no quería. Creo que por una parte me daba miedo a lo que pudiesen
decir, sólo porque no sabía qué sería eso, y por otra mi madre no tiene ninguna
cuenta. Además, podía olvidarme. Sólo recuerdo una vez que, en la de la
carretera, dejé a deber un duro, creo que de la libretita que compré. Lo pagué
al siguiente día que fuí.
Ayer necesitaba hojas. Creo que el ir
a decirle: “Voy a hacer esto o lo otro”, le molesta. Es diálogo, si, pero se lo
digo porque lo principal es el dinero. Y ella no tiene. Lo de las hojas se lo
dije. Fui a la tienda y le dije que se lo pagaría otro día, pero no tenía. Hoy
me preguntó si tenía dinero para ellas y le dije que no. Pues de ahí vino la
riña.
“Todos me llaman el
tontito. Y eso me duele. Tenía ganas de decirle que también me lo llamaba,
sobre todo inútil, pero no quise”. Yo le debo las doscientas del maíz (le dije
de dónde habían salido). Y me marché a Ramallosa disgustado. Me hace dudar de
mi razón. Tal vez lo hable con Quico. Cuando subí de Ramallosa le intenté
hablar un poco, para que olvidase. Se mostró un poco enfadada todavía en la
primera respuesta, pero le dije que había unos pimientos en el suelo y me
contestó que los metiera. Les di pan a los animales y subí a escribir. Parece
ser que salió y los perros fueron detrás. Después entró por la principal y
dijo: Y el otro (o mi nombre, no me acuerdo) se encerró arriba y los perros
salieron y no les llamó.
Me enfurece, pero seguí
escribiendo. Después me llamó. Yo bajé. Me hablaba por la ventana.: “Eso lo
tenías que haber hecho desde el principio”. Tuve que subir a bajarle un cubo.
Ayer lo había yo subido lleno para regar. Me dije que después subiría otro,
pero no lo había hecho. “Algo se interfirió. No sé qué”. fui a vaciar agua del
pescado y me dijo que a Blas habían estado a punto de atropellarle. En la
carretera. Y yo escribiendo. Le quise decir que cuando salgo yo, Sulote va
conmigo y yo le llevo. Blas le hace más caso a ella que a mí.
Y, en otro tono: “Vete a darles
verdura a las gallinas y a los conejos”. A
ti te molesta que yo no sea mayor. “¿Cómo?. Tú haces lo que se te manda -dijo
mi padre. Para ser mayor hay que saber pensar.
Después entré a casa.
“¿Sabes si Chicha tiene
tallarines?, ¿sabes qué son?. Le respondí: “Si, aquéllos pequeños”. Hablando se
entiende. “No, son como fideos”. “¿Viste, Mariora?”. No sabe. Voy yo”.
Estuve allí parado varios minutos.
Incluso ahora estoy escribiendo en las escaleras, sin saber si va a ir o no.
Sólo pienso que, si al final no va, puede que piense: ¿Viste?. Te encerraste
arriba y no me lo recordaste. Lo que temo es cuando empiece a oír la máquina.
Pero ahora voy a escribir. Quiero terminar la hoja. Y escribí. Veía más el
final pues quedaba poco.
Me alegraba por Teresa.
Podría llevárselo el domingo. Mi padre iba a llegar a comer y quería terminarlo
antes. Pero no pude. Me quedó en la última. Y me da rabia. Pero me parece que
oí que el viaje a Lugo es mañana. Si es así y van ellos, todo tranquilo.
Recuerdo también antes de ayer, que se puso Quico conmigo como una fiera. Me
pregunto si papá me había dejado la máquina. “No sé”, le respondí. Entonces no
te dejó tocarla. Es por el episodio cuando le riñó. Yo no contesté nada en
aquel momento. Me parece que hace días dijo que no me dejaba. Pero ayer ya la
usé. El me lo preguntó y le volví a decir que no sabía. Me dijo: “Si la rompes,
no me eches la culpa”. Yo pensé: Si es por eso, no te preocupes; pero no se lo
dije. Y eso me parece que es lo peor, el no decirlo. Vino mi padre y me quedé
sin escribir. Creo que voy a preguntarle si me la deja. Me doy un setenta por
ciento. El caso es que cuando escribía pensaba que sería fácil, pero ahora ya
lo veo más borroso. Lo que me parece que sí es verdad es que si no la bajo y la
subo, no la rompo.
No me decido. Voy a ver
si termino la hoja antes. Antonio también me dice que voy a pasar más hambre
que él. Y no sé, porque yo desde el principio había planeado otro camino
distinto, ahora veo que sólo era ideal, que la vida era otra cosa. No estaba
preparado. Y siento que ahora sí me he perdido.
Vivo con miedo, es como
si me educaran por el miedo. Las figuras de los padres, me gusta Eladio que les
trata como hermanos. Yo quisiera aconsejar a muchos matrimonios, supongo que
algo les orientaría. No sé quién me dijo que al final y transcurrido un tiempo,
se olvida todo. Cuando recuerdo esto, lo primero que pienso es que tengo una
boca para dialogar. Lo que sí tengo es la mente llena de imágenes sucias. Y
todas me quieren turbar. Recuerdo uno de los últimos poemas que escribí hoy,
que decía que mi camino venía a ser la religión. Y yo me pregunto si algún día
lo pensé en serio. Me parece que nunca. A medida que paso las hojas, tal vez
vaya cambiando alguna palabra. No quiero quitarle el significado, me parecerá
ya dicha, o que hace mal rimando. A veces, frases, porque me parece que al
principio tiraba más a las imágenes bellas o incluso palabras que yo mismo
desconocía, como medio para ser poeta. Me parece que cuando se las dejé a Tere,
le diré que coja, si quiere, las que más le gusten.
A veces yo mismo me sorprendo de mi
capacidad en aquellos instantes, al escribir. Pienso que me voy a estropear la
vista, tanto escribir aquí arriba. O hacer crucigramas, o leer cartas.
Al final, se lo pedí. Fui arriba no
muy decidido y crucé la puerta para decidirme. Al encontrarme con él, se lo
dije: “Ahora que ya la has estropeado”. Sólo terminé la libreta. Después bajo.
Y dije: No está estropeada. Pero él no lo oyó bien y, desde abajo, preguntó:
“¿qué has dicho?”. Que no está estropeada. Entré y la terminé. Después lo dejé.
Ahora creo que no tengo derecho a contestarles ni otras cosas peores.
Me dan pena, porque soy incapaz de
ponerme en aquellos instantes pasados. Ahora empieza la película “S”. Quería
verla, pero al final me he decidido a no verla. Me metí en cama y encendí la
luz para hacer un poema. Pasó mi madre por el pasillo y comentó: “Ya está el
poeta éste”. Me da igual en el sentido que lo haya dicho, me molesta. Puede que
sea bueno, porque ayer, en un momento, me llamó “corazón”, y creo que “hijo
mío”. Pero no es eso lo que me anima ya.
Mariora dijo: José A está triste porque Quico no le deja ver la tele
(El me dijo que, si quería verla, fuese para la de color, con todos). Mi madre
dijo: “Tiene 24 años. Voy a ir. No quiero gastar una luz”. No sé por qué voy.
Por un lado pienso: Porque me despierta, y por otro: Me hace daño. Pero no
quiero quedarme sólo en cama. Pudiera ser peor. Sería peor.
Fui allí. Pensé que lo peor sería al
principio, pero en cuanto llegué la chica se desnudaba. Me fui. No, olvídalo.
Me parece que un desnudo era lo que buscaba ver. No me preguntes qué me ha
pasado ahora, porque ni yo mismo lo entiendo. Algo que pudo haberles
enfurecido, fui a lo de Chicha a buscar horquillas y me paré con Mari Carmen. Me
dio el papel indicador del viaje y me dijo que le llevase hoy la pancarta y el
estandarte. O mañana a Lence. Me imaginé que los tendría Nacho. Al volver me
había olvidado de las gaseosas, (creo que fue entonces lo de Mari Carmen). Me
preguntó por ellas y volví a preguntar. La respuesta fue “si”, me preguntó que
fuera a ver si quedaban y quedaban seis. Dijo que valdrían. Me parece que está
afeitándose, pues hay luz y creí verlo a él. Le dije lo de M. C. “La pancarta
está en Vilariño, quedó allí. Llama al Padre Luis”. Le llamé.
Como estaba en la
cocina, pensé: Se lo pregunto yo. Pero al ponerse él, apareció mamá y sólo le
dije: te va a hablar mi madre. Estaba allí. Pero M. C. me había dicho a ella o
a Lence, puede que lo quisieran para algo. Y a partir de ahí empezó a
endurecerse todo. Se lo dije cuando estaba en el televisor, no me hizo caso,
así que fui a la cama diciendo: Tú cuelga, después te lo digo, me gustaría que
le colgaran. Pero colgó y me dijo eso mismo. Yo le quise decir que no tenía
intención de que se pusieran así. No sabía nada. Supongo que pensó que quería
terquear. Se unió también mi padre a la discusión. Y aquello se volvió más
negro. “Seguirá discutiendo en bajo. ¿Qué le vas a pedir?”: Yo vi negra la
máquina, así que me callé. Cuando pasó todo dijo mi madre que había que poner
la mesa, y le dije: Yo la pongo. Como se refirió al episodio anterior, le
comuniqué mi no intención y respondió: “Eres tan terco”. Pero no comprendí
nada. Había que preguntarle algo a mi padre y me dijo: “Tú no”. Y ahí acabó
todo. Ahora vamos a comer y después se van.
Creo que fue de cuando
me empezaron a decir que no esperara nada de mis hermanos, cuando empecé a
fijarme en el novio de Mariora, Gil. No sé por qué lo hago, el caso es que no
le veo tan separatista como tal vez otros parezcan. Me lo recordó hoy, porque
pienso que lo que tengo yo es una especie de mimo en mi manera para hablar, en
el fondo me parece tonto. Sólo sé que Gil me contestó cuando le pregunté, pero
me quedó un sinsabor extraño. Quise expresarlo en un poema, pero no me convence
mucho. Te lo voy a decir a ti, me gustará qué puedo decir a través de ella.
Muchos ríos, muchos labios, muchas palabras que brotan de un mismo manantial,
de donde bebió la vida, cuando necesitó darle agua y viento a tanto verde.
Todos juntos, pero el mismo lenguaje de nuestros sueños, todos aquellos de un
dios, cuando chiquitos, y quisimos conocer lo que había detrás de nuestro
alrededor. Y encontramos todo, tan grande se mostró la naturaleza, que nos
gustaba crear más y más palabras. Ya sabes que me gusta escribir. Lo que quise
empezar a decir en el poema es diferente a ese mañana. No sé decir que el
mañana pueda cambiar de un modo tan brusco. No tengo palabras para definir esa
sensación de extrañeza, hace mucho que caló en mi interior para responderle por
mis labios.
No sé qué es lo que quiere, si busca
algo a mi lado para hacerme dudar otra vez. Ya pasó, tanto tiempo conocí
imágenes de ese tipo, ahora no quiero decirles que me pueden olvidar, pero sí
sé que tengo en mi alma otras muchas cosas que pueden saciarle. Ahora le dije a
Nacho, si iba a ir a Vilariño para llevar el estandarte éste grande que me puso
mi madre en la habitación. Él me dijo: “Mamá y papá casi le pegan porque el
estandarte está en VIlariño”. Y me parece que es eso lo que me enfurece más,
porque ahora pensé: Bueno, se pusieron así porque son así ellos (aunque dije
palabras peores, en relación con el “así”. Y sé que voy a lamentarlo un día.
Tanto que pienso de que con una barra de pan al día me basta, me voy a tropezar
con una desilusión. Quico salió. Le dije a Mariora si había dejado las luces
encendidas para cuando llegase, y me contestó: “Si, tranquilo que no se queda
fuera”. La noto cambiada ahora que vino de Lugo. Yo te iba a decir que ella
misma debe tener una responsabilidad que yo desconozco, y se enfadó porque le
estropearon la plancha, pero cuando se marchó Nacho, me dijo: ¿ahora qué
querías tú, que antes no pude atenderte?. Y, cuando le enseñé la camisa de
manga corta que pensaba llevar, me dijo que me iba a planchar otra, que ésa era
muy fea.
No sé por qué, pero me gustaría que
esto no acabase jamás. Me
pidió el botón de una camisa, tenía que subírselo arriba y, aunque le pregunté
a Malena dónde solían estar, los busqué por las tres cajas. Sólo hallé dos.
Podía tener yo alguno en la mesilla, tenía uno y me alegró. Subí, también
estaba mi padre allí. Cuando se los di me dijo: No sales hasta lavarte yo las
manos. El tono era suave, así lo entendí y las miré. No estaban tanto como
hacía unos días, pero estaban más en los dedos. Mi padre dijo: “Espera, que
está buscando una explicación”. No me gustó tanto eso. Parece como si él
siguiese como antes, aunque menos. De todas formas, aún es pronto. Pasó un día
y, como me dijo ayer Antonio, suponía que pronto iba a pasar todo eso.
Pasó un día, el mayor
cambio, es que la noto más tranquila. “¿Qué le pasa ahora a éste?”, me dijo mi
padre. No, me parece que él no cambia tanto. Bueno, no importa, es mamá la más
importante en estos momentos. Está más tranquila. Nos ha engañado a los dos. Me
da pena haberte dado esperanzas. Yo estaba totalmente convencido. Y te lo dije
a ti también.
Pero creo que nos faltó
algo. Parece estar tranquila mientras todo vaya bien. En la cinta de flores de
la puerta, la última de abajo empezaba a estar seca. Y estalló. Ayer por la
tarde, subí a escribir después de comer y bajé sobre las seis. Iba a regar.
Como eran las seis, le dije: Aún me da tiempo a escribir uno y bajo. Bajé sobre
las seis y media. Y regué. Hoy, al enfurecerse, dijo: “Bajaste a las ocho,
cuando vino tu padre. No regaste”. Incluso ayer noche, cuando entré después de
regar los pimientos y los tomates, al final acabé comenzando a hacer hoyos, me
dijo: “¿no te dio tiempo a regar, no?”. Le contesté: Si regué…, pero no me dio
tiempo a más, porque quise regar así para ver la película. Y ya había empezado.
Iba para la de color.
Nos ha engañado. Y
dijo: “Sé que cuando me vaya vas a empezar a escribir. Pobres animales. No vas
a atender ni a las gallinas…”. Creo que por donde podía empezar a hacerme daño
era por las mentiras. Y me parece que son los perros. El viernes le vi
empezando a regar esa cinta. Supongo que debí acordarme de ese “no se
atreverá”. Otra vez la culpa fue mía. El agua se pierde. Quise hacer un hoyo
con el sachito y me parece que dañé una raíz aunque no quería. El sachito
estaba tirado ahí, junto a las moreras. Tenía razón Antonio. Una pregunta y una
respuesta. Me acordé de Quico. ¿Sabes cuándo seré mayor?. Cuando logre escapar
de la tensión de mi madre. Y eso no sé cuándo ocurrirá. Y se acerca el día de
mi cumpleaños. Tengo ganas de decirle a todos que no quiero nada y mandar a la
mierda cuanto reciba, pero ¿con eso qué consigo?. Creo que lo mejor va a ser
aprovecharme de ese día. ¿Qué voy a conseguir con decirle que la cinta la
pensaba regar el lunes, porque el viernes lo dediqué a los pimientos y el fin
de semana no se riega?. Los poemas son las únicas ayudas que puedo tener en
estos días… ¿Y Ana?. Puede que esté enfadada conmigo. No, no puede ser verdad, ¿por
qué?. Lo cierto es que me gustaría que lo estuviese. Me haría sostener una
esperanza de que siente algo por mí. No sé si escribirle yo antes. Le conté el
episodio que me sucedió con Ana y puede que se haya enfadado. Pily me parece
que se enfadó por aquello que le dije de que le iba a pedir por novia. Me dejó
de llamar y de escribir. Más tarde le llamé yo y me dijo que era mentira el
enfado, pero no volví a saber de ella.
Un día escribí: A veces
pienso que el olvido es muy extraño. Las cosas marchan tal y como llegan. Pero
me hice un lío con los verbos y no lo continué. Ana, en el baile me dijo un
día: “Tú no me caes pesado, pienso que eres bastante simpático”. Ahora dudo que
piense igual. Y escribí: Dime si algo ha cambiado entre tú y yo. Dime si ahora…,
pero no lo seguí. Cuando bajé a Ramallosa, me encontré con una carta de Ana. Y,
mientras subía, pensaba escribir lo que luego escribí. Muchos días de sueño,
(antes había puesto “fueron”) de ilusión; al menos la tristeza no nos la robó
tan pronto. Teníamos tiempo para saborearlos en medio de la felicidad de
aquellos instantes. Ahora llegaron a su fin, no importa, un día así tenía que
llegar. Pero no se va de vacío, te deja unos días de recuerdo. en verdad, se me
pasaba por la mente el escribirlo. Se puede eternizar este sentimiento.
El viaje a Fátima fue
fabuloso. Los mejores regalos
fueron unos puntos preciosos. Un beso que le di a Teresa el primer día y, al
estar en el hotel de Lamego, había dos chicas que también atendían. Teresa me
presentó a una. Y fue ella quien me quiso dar un beso. Se lo di también a
Nieves, por la noche estaba sola y sólo Víctor y yo en la habitación, así que
vino con nosotros. No le importó, aunque pusiera la forma o el momento de
acostar a un niño. En Tomar había una chiquita portuguesa que cantaba. No era
muy guapa, pero eso era lo de menos. Cuando terminó la celebración y subí al
bus, me quedó la pena de no habérselo dado. Pero desde dentro me animaron y,
aprovechando que estaba el bus parado, dije que iba a buscar una postal, que
daban, pero no me dejaban salir, y se lo di. Al venir estuve hablando con una
monja (había deseado hablar con la hermana Lourdes y sólo supe de ella al final
del diálogo). Sabía psicología, a través de un poema supo que yo tenía un
problema, y me dijo que escribiese mucho. Recuerdo que Lence, al principio casi
del viaje, me dijo: “Poemas no”. Pero cuando veníamos, añadió: “El del incendio
o nada”. La gente pidió más, la hermana Lourdes me animó y leí dos o tres. Ella
leyó varios. Le encantaron. Sobre todo, “La esperanza”, era la más importante.
Mi madre marchó y, el primer día, me llamó y vino Antonio, pero el crucifijo le
quedaba pequeño y me dijo que se lo regalase a Susana.
Por la noche, vino mi padre
y me preguntó: ¿Los patos?. ¿Las gallinas?. ¿Los conejos?. ¿La bombona?. ¿La
leche?. A todo le respondí, lo había hecho. Incluso coger patatas y voy a
tratar de engordar un poco los conejos, pues yo los tenía delgados, es verdad,
voy a ver si puedo cambiar. Pero cuando vine los noté más aún. Me llamó la
atención. Parece como si lo que aturdiese fuese el continuo oír a mi madre
diciéndote todo. Y, además, escribo a máquina y, aunque ayer hice las camas por
la tarde, también las podría hacer por la mañana y hoy que Quico baja a
Ramallosa, voy a intentarlo. Me dijo que todos los días bajase yo, pero es
cuestión de hacerlo en media hora y llegar a ese programa de música para el
recuerdo. Ahora que Antonio me dijo que le daba igual el quedarse sin la
cadena, que le bastaba que le invitase a un cuba libre en Ramallosa, parece que
ya tengo un problema resuelto. Que parece que encontró la cinta amarilla y se
metió en el baño. Ahora se está secando el pelo. Jo, tarda. A ver si me da
tiempo a concluirla. La casa parece más tranquila ahora. Me llamó la atención un
artículo que leí en un Selecciones en el que hablaba de personas que son
esclavas del tiempo. Aprovecharlo ante todo, el tiempo vuela. No lo llegué a
terminar. Voy a ver si lo busco. Pero ésa es la forma de esclavitud más dada en
nuestro tiempo. me parece que es lo que sufre mi madre. No está bien. Y no es
el fijarse horarios, el decir de 9 a 10 escribir, de 10 a 11 regar, etc. No
está bien. Esa es la causa de tanta intranquilidad, elimina completamente la
calma, y yo sólo puedo luchar contra él cuando siento a mi lado a Quico. Me
gustaría decírselo, pero la verdad, ocurriría que nunca sabría cómo empezar. El
escribir me ayudará, si, se lo diré a Ana. Una vez mi madre me dijo:
“Tranquilo”. ¿Qué sabría ella?. Me da pena. ahora marcha Quico. Vino, y me
apresuré en guardar todo. Por lo que me gusta la cinta, sobre todo, creo que va
a ser una tontería el esconderme. A ver qué dice. Llegó él y no lo guardo.
Tenía la radio y, cuando sonó una canción, le dije: La grabo o no. Me dijo que
no y se sentó a grabar él. Le dije las que tenía. Me decidí. Y ahora, con una
canción, le vi especialmente contento. Se lo dije a Ana, una carta.
Pero papé me mandó a recoger
manzanas y decidí no mandársela. Tengo el papel ahí, pero no voy a hacerlo. Me
dijo que recogiera las buenas y las que se podían aprovechar, y él echó una un
poco mala. Recogí unas y después las vio. No le convenció sobre todo una. Le
dije que era igual que la otra y me pegó un puñetazo en la cara diciendo que la
olvidase. Bueno, no importa. Ya sabes que no tiene el sabor a odio. Y no le di
importancia. No pasó nada más. En las cenas ya hay más calma. Dijo: “Traje esas
empanadas para que se comiesen”. Tomé un trozo de pollo, media empanada que
sobraba y fui a recoger el plato. Mariora había hecho arroz con leche y me dijo
si quería. Creo que dije que si se podía; tenía un poco de temor porque si
decía que si igual me decía que era mucho. Bueno, no tuvo importancia.
Igual que al mediodía, por
la tarde que le dije si había para un bocadillo de plátano. Al prepararlo me
dijo que si no lo quería lo tomaría ella. Yo prefería que lo tomase ella, pero
lo tomé yo. Hoy no quería grabar, pero me afeité y al final lo hice. “España
por África” fue la primera. Voy a bajar a hacer unas compras y le llevaré el
zapatito a Loli. Estoy cuidando la leche y creo que me está entreteniendo. Pero
no importa, grabo.
Ya guardé los perros. Mi
padre me dijo: “Atiende fuera y no estés dentro. Coge las manzanas”. Pero lo
haré cuando venga Quico y vaya a grabar él. Tenía puesta Radio Popular, pero
voy a dejar O. Galicia.
Quería llamar a Pily, pero
no creo que lo haga. Le diré que me llame ella. No, no lo haré, mejor dejar las
cosas como están. Por la ventana del fallado se veía volar el toldo pues hacía
mucho viento. No lo quería sacar, que se las arreglase mi padre, pero me venció
ese algo.
No lo entiendo. Hoy llegó y
me pilló pasando un poema que acababa de hacer. Lo guardé en el bolsillo y
salí. Me había guardado la bici y Quico me lo había dicho. Me había olvidado.
Al subir a la cocina me preguntó, en un tono propio para producir el miedo, qué
había hecho. Le respondí: La leche, hervirla, dos cajas de manzanas colocadas,
los animales y bajar al pueblo, donde tardé. Pero me dio miedo y olvidé
afeitarme y hacer las camas. Recogí el toldo. Estuve grabando y escribiendo.
Dos hojas a máquina y un rato grabando sin hacer nada. Pero eso no se lo voy a
decir, así que reposaba. No tenía preparado que sucediese esto, pero ahora ya
sé.
Llamé a Pily, al final me
decidí. Ya viste el poema que escribí pensando en ella. “la
vida sólo pasa una vez entre mis manos”, el que era así. Estaba enfadada, eso
era claro. Antes de llamarle, quise hacer uno, pero sólo me salieron unas
preguntas. ¿Por qué no me dices que te enfadaste conmigo?. ¿Por qué no me dejas
seguir siendo feliz en los sueños?. ¿Sabes cómo me dejaste a mí?. No sé por qué
me hiciste eso y me parece que tú tampoco me lo quieres decir. Le llamé y me
dijo que no lo estaba, hasta me preguntó si quería que me escribiese. Ella sí
quería. Lo que no entiendo es si puedo darle la impresión a alguna amiga que
quiero dejarle de escribir. Quedó para llamarme la próxima semana.
Igual ayer cuando quise llevarle el regalo a Loli. Se lo di, pero
cuando quise decirle lo del beso, me di cuenta que estaba Rita delante y a lo
más que pude decirle es lo que me había prometido. Pero Loli empezó a decir que
ella nunca promete nada y yo me tuve que tragar todas las ganas. ¡Qué mal sabor
dejaron!.
Estoy ahora solo, ya vacié
las cajas y estoy oyendo la cinta. Conchi va a subir todo. Como Mariora no
viene, espero que mi padre tampoco. Dijo que iba a llamar para que Quico
preparase algo. Voy a salir a comer alguna nuez. Tengo ganas de escribirle,
pero no sé qué pondría. Es muy difícil definir qué es lo que querría. Hay veces
que digo: Me gustaría estar aquí siempre, y hay muchos sitios que ya oyeron esa
palabra.
Ahora estoy escuchando la
cinta y estoy bien. O escribiendo. Supongo que esta tarde cogeré nueces y veré
el encuentro de baloncesto. Me gustó hablar con Pily, por ejemplo. Espero no
haber gastado mucho. Vuela todo. Aire hay por todos sitios. Tan cerca de
nosotros, que a veces produce espanto. Incluso dentro hay aire almacenado: ése
supongo que será el más libre de cuantos existen. Cada vez que decimos que nos
falta aire, él mismo nos está ayudando a sobrevivir. Sólo un poco da sentido a
una capacidad inmensa de fantasías, ellas le dan el poder de volar. Ese algo
que se transmitió de padres a hijos y ahora a su lado seremos capaces de
transmitirlo sabiamente.
Mariora y mi padre llegan
tarde. Quico y yo comemos. Tenía ganas de recibir la carta de Pily. No sé cómo
pudo suponerse que yo no quería que me escribiese. Estos días que papá quería
que colocase y recogiese las manzanas, puede que me lo dijese por la lluvia de
hoy.
Puede, si, pero ¿por qué no
decirlo?: ¿Y por qué, también, no decirme algo entonces?. ¿Está prohibido?. Tal
vez yo las recogería más contento. No hay mucho diálogo, no, pero no me importa
mucho. Parece como si no estuviese volcado en él tanto. Llegó mamá y Quico me
dijo que le fuese a abrir la puerta, me avisó. Y fui. Me mojé, pero no importa.
Me dijo que le fuese a buscar un mandil al fallado. Y ahí la fastidiamos,
porque no tenía ni idea. Tres o cuatro minutos después bajé con una bata, y me
dijo que lo dejase. Como me dijo Víctor en el hotel el primer día, cuando
estábamos él y yo solos, había alguien a quien puede no interesarle que vaya yo
con ellos a contarle lo bien que lo pasé, que les caiga plomo eso. Y eso es
verdad, no me había dado cuenta, nunca me importó, pero pienso que también hay
que tenerlo presente. Él me dijo, es como si hiciese un poco el tonto a
propósito y creo que lo que no me acuerdo que dijo sobre mí iba en esa línea.
Quedaba un plátano pasado en
la nevera. Quico me dijo que lo tomase en la comida. Yo le respondí que podía
quererlo Mariora pues también le gustaba. Estaba bastante pasado, pero no
estaba malo. Cuando termino el encuentro y vino mi padre, le dije a Mariora si
lo quería. Y él dijo: “Si lo hay, tómatelo”. Lo tomé, pero no era eso lo que
quería preguntar. Ahora es Mariora, jo. llegué a la cocina y me dijo: ¿Quieres
natillas?. Debí decir que no. Pero dije que si. “Después no te levantes por la
noche para comer ya que no cenaste”.
No, no cené. Sólo
estaban Mariora y mi padre y tuve miedo: volví a tenerlo. No sé qué pasó. Había
una taza y dos cuenquitos. La taza no tenía canela, pero estaba más llena. Cogí
uno de ellos, al final no era. Se enfadó. Para otra vez no tomo. Siempre escapo
de hacer algo de lo que me diga alguien mal, pero ya ves. Elegí mal. Siempre
elijo mal. Pues no tomo nada y se acabó. Menos mal que por la mañana puedo
grabar tranquilo. Estaba convencido de que ahora podría marchar todo bien.
Hoy empieza un nuevo día y comienza oyendo la cinta. Me parece
que me faltan las dos anteriores del mismo tipo, pues yo sólo tengo dos. Me
temo que voy a tener que bajar a Ramallosa a hacer algún recado. Siempre le doy
a grabar sin conocer las canciones. Siempre me imagino el autobús a Fátima.
Ahora iré a Rosa y después a Ramallosa. Ya tengo la bici fuera. Estaba
grabando.
No me acordaba, pero ahora
tengo que guardar la leche. Voy a seguir grabando. Ya vine. Voy a ver si
consigo otra canción de S. Wonder. Estaba en el cuarto, pero vine a la cocina.
Estoy esperando acabar la cinta. Dicen que van a poner el nº 1. Pues no está
tan bien. Pero la pongo. No, la corto. Bueno, pero ahora quiero una para
terminar la cinta. Pero no me va a bastar sólo una. Bueno, encontré una cadena.
Quise grabar una, pero ya la grabé otra vez. Jo, qué pesado. Bueno, ya cogí
una. Es buena. Es una de las que estuve combinando antes. Una no llega. Tal vez
Ramoncín le gusta. Es ruidosa, pero vale, ayer o el otro día grabó una igual. Y
creo que faltan más de una. Voy a dejar para los animales. Bueno, ya está.
Grabé una. Intento ahora. Una melodía que me gusta. Me gustaría terminar la
cinta con ella. Pero no pude. Dijo que era tranquila. Esta me gusta, pero la
dejo. Este domingo no sé a quién encontraré. Me doy cuenta que me gustaba. Bueno,
ya está. Están buenas las patatas. Grabé la siguiente. No, la borré. Voy a ver
la siguiente. Voy a pelar patatas. Están muy calientes. Me queda sólo una. Las
dos y cuarto. Ya me tranquiliza.
Me preocupa lo que le
regalaré a Ana. No sé, una postal. Me quedo en esta cadena. Jo, a ver si
termina. Es que las de E. John: sólo son música.. o tocaron una música antes.
Pues qué desastre. Bueno, ya cogí una. Y terminó la cinta. Ya estoy más
tranquilo. Ahora, a pensar en el domingo. Pasada la comida, me duele el
estómago. Supongo que no cambiará mucho la postura en cuanto venga mi madre y
pase la relativa calma que traerá. Ya aprendí. Ahora por la tarde. Mariora me
dijo que le diera la vuelta de esta mañana y por la mañana había visto
quinientas. Se lo dije y eran mil. La fastidiamos. No tenía la cuenta y sólo
tenía 195. Se me ocurrió decirle que iba al pueblo y fui. Iba inseguro. Lo
había perdido. El pollo doscientas cincuenta y la carne cien. ¿Entonces?. No,
había jamón y pan integral. Pero seguía faltando. Carlos me preguntó si había
perdido. Al final eran doscientas. Eché la cuenta y Conchita me dejó cuarenta y
cinco. ¡Buf!. Cuando Carlos me dijo eso, pensé que me tomaba el pelo, después
dijo mil. Creí que iba a salir mal de ésta. Al llegar arriba escribí esto. No
lo paso a la libreta. Creo que mi vida quedó en aquellos lugares. Y cada vez
que vuelvo a recorrer todos sus paisajes, en sólo unos momentos vuelvo a
revivir lo que fue la historia de toda una vida.
Me parece que es hoy cuando
la he conseguido y me gustaría demostrarle a todos que es verdad. Que fueran
felices, al menos, un segundo, como a mí me gustaría transmitirles en mi
lenguaje. Tal vez hace años, y hoy lo he conseguido, pero no te fijes en eso,
fíjate en lo que yo le buscaba. Quien es pero fue el tiempo, que no pudo
rehacer nuestra sonrisa. Se sentirá derrotado. Bueno, así lo estuvo siempre.
Déjame con ella. Esperé este hoy en todo el día de ayer. No hacen falta
palabras en nuestra unión, ya sabes que yo siempre he deseado encontrarme con
ella. Me siento cansado, aunque digas que ya pasó mi vida toda su historia.
Allí estaba ella, al final nosotros dos nos íbamos a encontrar. No ha pasado
para mí, no. Yo le sigo queriendo tal y como se presentó el primer día que fui
feliz con ella. Déjala a mi lado. Y cada vez que la recuerde, déjame con ella.
No es fatiga, es, simplemente, que su voz es única. Y es una soledad feliz,
toda la que lleve su nombre. Déjale venir en cuanto pueda, ya sabe que yo le
amo. Me da pena no soportarle comiendo manzanas. Ahora me fui de la cocina por
eso, aunque tuve que estar un rato. Ahora fui a comer nueces. “Deja de comer
nueces. Toda la tarde”. Me parece que si no es por el ruido, habría mucho que
contar. Me fui y después me pilló comiendo huvas. “¿No entendiste?”. Yo le dije
que si. ¿Qué?. Era claro que no. Me dijo: O meriendas o cenas. Yo, que nunca
quiero cenar, en fin… Sólo está encendida la tele en color y mi padre escribe a
máquina. No sé a dónde ir, porque allí tengo miedo. Quico no está en casa.
Hoy me levanté. Me duele la
cabeza. No sé qué día es, aunque al principio me dio la impresión que era
sábado. Le pregunté a Mariora si así lo era. El pan, se van esta tarde. Lo supe
cuando hablé con ella. La leche me respondió: ¿por qué?. Bueno, con lo que nos
dejan supongo que no hará falta. Voy a ir a buscar la leche. Iba a subir a
escribir, pero no me da tiempo. Cuando me levanté, mi padre me dijo o me
preguntó si había guardado el pato ayer, que estaba suelto. Le respondí que si.
Y me parece que empujó la puerta, pues no tenía ningún ladrillo. Cada vez me
parece más que es verdad esa respuesta. Al principio no llegaría a dar mi vida
por ella, ahora creo que si. Bajaré al pueblo a buscar las cartas. No, bajó mi
hermana. Las canciones son mi debilidad. Jo, me duermo oyendo una que tocaron
ahora.
Ahora es por la noche. Me acuesto con pijama porque tengo
un poco de frío. Me lavé la cabeza. Le cambié la hoja a la maquinilla, pero me
he de afeitar mañana. Hoy por la noche no tengo ganas. Ya tengo preparada la
carpeta para llevarle a Tere. Desde el domingo pasado vine preparando poder ir
al baile, y más ahora que me dijo Antonio que le regalase la cadena a Susana,
pero me parece que la obra de teatro y todo eso es mañana. Bueno, iba a ser un
problema. Ya le diré, puede que no sea. Mi padre no vino. Supongo que no vendrá
a dormir. Bueno, gracias a él puedo escribir. Que duerma donde quiera, ¿no?. Al
principio estaba preocupado por que durmiera fuera, pero no le voy a dar
ninguna importancia. No sé por qué pienso así, puede que esté con la tía. O que
venga tarde. Bueno. Tengo sueño. Voy a dormir.
Me di cuenta ahora que sólo
estaba Mariora, porque papá durmió fuera y mamá está en Roma, de lo necesario
que es pasar. Esta mañana intentó no hacer ruido, pero al fin y al cabo, se
levantó ella con ganas y quien se la cargó fui yo.
Un chico me dijo un día que
a él también le tenían como yo casi, pero a él le gustaba, o sea, venía a
portarse así, en una forma, queriendo. Yo no puedo hacerlo así, porque yo
quería… Bueno, olvídalo. Habrá veces en que sí lo haré queriendo y nadie lo
tomará en cuenta, pero otras que no lo haré, todos me lo llamarán. Cuando
llegué ya tenía pensado hacer las camas y arreglar un poco, pero Mariora me lo
quiso recordar. Después me dijo: “Dale de comer a los conejos, porque les di
una hoja de verdura y la tragaron”. Pensaba: No puedo hacer dos cosas a la vez.
Pero contesté: Ahora estoy haciendo la cama. Y me quedé tranquilo. Hice la mía
y les cogí dos cajas de hierba, pero esa contestación me ayudó.
Me confesé hoy para no darle
tanta vía libre al problema sexual mío, y tranquilo. Ahora y cada vez veo más
claramente lo que me dijo la hermana Lourdes. ¿Sabes?. Ya hay otra chica a la
que le caigo simpático. No me preguntes cómo se llama porque le quise preguntar
el nombre y ella me dijo que lo adivinara. De cinco letras y se decía en
cuatro: Flora, y Flor, al final le dije María y Mari. Me dijo que si, pero al
final que no y me enredó. Bueno, ¿por qué no se lo creo?. Ella me dijo que a
veces me hacía el pesado. Ésa es la contraseña.
Buscaba a Susana para darle
la cadena, y también tenía ganas de bailar, no la encontré. Y a Ana tampoco. Lo
pasé muy mal. Me caían antipáticos todos. Subí y escribí un poema. Bajé las
escaleras y al rato me encontré con Ana que bailó. Después me encontré con
Mari. Bueno, y lo había pensado dejar todo marchándome. Pero no, tú y yo bien
sabemos lo grande de ese día. En Vilariño, había decidido ir por la tarde a ver
el teatro. Al marchar de casa, llevé los últimos poemas que había hecho en una
hoja aparte. Algunos no se entendían. Bueno, que los queme. Pero quien les
puede dar sentido es Teresa.
Ya en Vilariño y después de
tres o cuatro obras yo fui hacia la parte de atrás del teatro. Ya iba a
terminar, pero quería darle esas hojas a Teresa. Otro detalle que me gustó fue
el repartir las entradas, aunque fuese con la única chica a quien no le conozco
el nombre. Cuando estaba en los pasillos de escenario, junto a una de las
puertas, saqué las hojas y le quise preguntar a un chico, no sé por qué me
suena en aquel momento Víctor, tal vez porque fue él quien me preguntó un día
si lo sabía, su obrita, pudo ser cualquiera. Le pregunté por Teresa y me
respondió: “¡Ah!. ¿Es que quieres leer uno?”. Y llamó a Quico. Tenía uno bien
escrito y lo leí. Parece que gustó. Me animaron todos.
Ahora está lloviendo. Y
pienso que ya era hora. Por la mañana bajé. A mi padre lo que más le asusta es
que un día pueda perder lo que significó para él siempre la figura de padre, y
ante todo emplea las manos. Al único que le puede tocar es a mí. Deja que se
desahogue contigo. Sabes que por cualquier cosa está él encima tuya.
Hoy no merendé, sólo había una barra y un poco y podía no llegar para
la cena. Tomé la compota, que estaba en la nevera próxima a estropearse. Cogí
un trozo de pan porque estaba muy fría y Mariora echó su bronca. Y, en cambio,
tengo que aguantarle al sorber la leche o el café que tomaba. Bueno, pero eso
es lo de menos, porque ya me estoy acostumbrando. Cuando llegó papá en la tele
en color estábamos Quico y yo, él entró y yo le dije: Buenas noches. No sé,
tampoco le doy un solo sentido, tal vez para que no se sienta demasiado lejos
de nosotros.
¿Viste?. Ahora vino y me dijo: “Vete
abajo a buscar papel higiénico”. Me gustaría que alguien me pudiese decir un
día que, en parte, puede necesitar un poco de mí. Aunque sea sólo unas
palpitaciones, unos respiros, algo. Alguien de aquí, tan cercano. Ya sé que hay
muchos.
No dejes que me falten. ¡Ah!. Lo de
antes. Me dijo que la iba a calentar un poco. Cuando terminó la serie y fui a
la cocina y estaba junto a la cocina la compota, cogí el plato y fui a la mesa.
No sé qué me dijo Mariora, me parece que le pregunté si era ese plato que tenía
compota (de esas preguntas tontas que surgieron con mi madre), y ella me dijo:
“Es que pareces tonto”, y no sé qué más. Cuando me iba a sentar hice un gesto,
si, como de decir: bueno, y aceptar. Tenía la camisa vieja roja, que sólo tiene
un botón y abierta. Mi padre me pegó con el dorso de la mano sobre el pecho.
Dijo algo así como “ya estás haciendo muecas”. Muchas veces no llego a entender
el por qué y digo que lo olvides. Tal vez ocurre porque yo lo veo desde dentro
más claro, pero a nadie le interesa. Bueno, pero por eso no voy a ennegrecer lo
que son estas vacaciones. Allá ellos, si, pero lo que me duele es que yo seguí
sin entenderlo. Y cuando me pregunto ¿Hasta cuándo?, siento que puedo
fastidiarla. Déjalo. Ya sabes qué hacer. Como te dijo Antonio, allí le tienes a
él.
A propósito, hoy estaba con él cuando
pasó Palmira. Y me dijo que le mandara al cuerno a ella. Lo tenía que hacer. ¿Y
a usted qué le importa?. Pues yo creo que sigo prefiriendo el no hacerle caso.
Me parece que me falta el valor. Me parece que, por un lado, lo tendría que
hacer para mandarla a freír pitos, pero por otro hay algo que me lo impide. No
sé si es el que trabaja con nosotros, y es mejor llevar el problema bien a
andar con broncas o el que se lo pueda decir a mi madre, y aguarle lo poco de
alegría que puede tener. No, siento que todavía no estoy preparado. Bueno, espera; por
ejemplo, al domingo. Ya sabes a quiénes veremos. Todas guardadas para ti. Y
ahora habló conmigo Mariora para darme una bolsa para la basura y lo que tengo
que comprar en Manolito. No sé, no lo entiendo. Bueno, me voy a lavar los pies
y supongo que algo más.
Le pregunté: ¿Vas a entrar en el
baño?. Era ese dar diálogo. Me contestó: “No, pero si vas a cagar, procura…”.
Le contesté cuando terminó: No, voy a usar… Pero creo que es ese dar la última
palabra en todo. Ahora me levanté y salí fuera. Sería poner unos palitos en las
plantas para enderezarlas. No tengo cinta, está Quico en casa, aunque voy a
dedicarme a arreglar un poco. También las cañas que están en el kiwi, están
casi por el suelo. No me creí que fuera tanto.
Bueno, ahora voy a bajar al pueblo y
después arreglo un poco. Siempre que decía: Hay que arreglar un poco, pero era
esa desgana mía lo que me inundaba. Y yo creo que eso se puede solucionar con
un cuadro, a mí me parece así. Bueno, olvídalo. Tienes que lavarte un poco.
Ahora se mostró como es en verdad. Cuando llegó de Vigo yo estaba comiendo una
nuez, sólo masticando. Me dijo: “porque después no hay, porque…”, en fin. Y
ahora, cuando terminamos de comer, se tragó ocho o nueve. Yo cogí una y la
mordí con los dientes para abrirla: “Se lo digo a papá. No las muerdas. Y deja
de comer”. Me da igual, porque puedo comer por la mañana, pero parece que me
hace pensar. Ayer en el rato en que me pude poner mal fue cuando papá me dijo
que “perdía el tiempo por no haber ido a recoger nueces”. Me sentí mal, es
verdad. Pero porque no sabía en qué distraer el pensar. Bueno, por la tarde
cambió la plana, quise ocuparme de las cosas un poco que pensara yo. Me mandó
buscar unas cajas para coger manzanas, y lo que hice fue ponerle palos a estas
flores de la entrada y regarlas un poquito. En parte, porque así cuando viniese
ella vería muy gordito a los conejos y eso arreglado. En un momento, pasó él y
me vio: “¿Qué haces?”. Le dije que ponía palos y regaba un poco. Me contestó: “Ya
llovió estos días atrás”. Hace dos o tres días que llovió. Pero bueno, me
alegró. No sé si lo hacía por que no gastara agua o por qué, salí de allí y fui
a recoger nueces.
Ayer me pesó el no poder
grabar, pero estaba Quico. Hoy
no está, puedo grabar hasta las dos y ayer pude conseguir dos cintas. Fui por
la noche, Mariora me mandó a la tienda y yo, en una escapadita, se las cogí a
José. Aquello de perder el tiempo es mejor olvidarlo. Me parece que también el
tener flores le fastidia un poco porque gasta mucha agua. También tuve roce con
Mariora, me vio comiendo una nuez. Incluso después, cuando estaba recogiendo y
entré en la cocina, me preguntó y le dije que estaba cogiendo nueces. Entendía
comiendo y me gritó. Le dije eso de que podía decirme mejor que a ella también
le gustaban, en vez de echarme una bronca por haber comido una: era más fácil
que me dijera eso, pero se lo dije gritando. Ya está caliente. Estaba
esperando. Ya sé, en el informativo de las diez voy a bajar a buscar la leche,
la hiervo y me da tiempo para a las doce y media bajar a buscar las cartas.
Me preocupaba si estuviese
Malena, pues me parece que le oí cuando iba a marchar mi padre, pero fuí a su
habitación y vi que no estaba. En cambio, esta cinta la empecé con “Vive”,
tenía ganas de cogerla. Grabé la del gato en el tejado y, después, la del
Camionero. ¿Por qué lo hice?, a Quico no le gusta. Cuando fuimos a Fátima,
Quico llevó una cinta en que la había grabado y borrado, pero tenía un poco.
Cuando sonó, Nieves o alguien me preguntó si la tenía. Tal vez eso me impulsó a
grabarla. Después dudé, la quise borrar. No, la dejo. Ya está. Pero cuando lo
dije, ya estaba grabando otra. Y cuando me decidí a dejarla, la oí. La canción
me gustaba. Es extraño, porque cuando empezó, me gustó y quise olvidar la del
camionero. Pero al querer dejar ésta, la oí un poco (la otra). Y me enfadé,
porque me gustaba. Así que la borré.
Ahora cogí una y otra medio
empezada. Olí un poco: olía a quemado. Así que me alarmé y fui a ver a la
leche. No quedaba casi. Estaba quemada. Me alarmé más aún, pero decidí ir a
Rosa. Me dio tres cuartos más. También ella pareció entender aquella situación.
La estoy hirviendo, la junté con la otra. Sólo tengo ganas de oír música. Menos
mal que mi madre vendrá de buenas. No sé si se enterarán, pero me parece que me
dio menos, porque me suele dar dos litros y se van a enterar. Limpié la olla,
de lo quemado, y la guardé. Junté la leche con la de ayer, como me dijo Rosa.
Ya ves qué pasa.
Estoy grabando. Cogí una que
le gustaría, pero la borré. Me quedaré junto a él. Acabo de perder una canción
chulísima. Es otra cadena. ¡Bah!, es la portuguesa. Ahora cogí los cuarenta, a
ver.
Otra vez llegó Quico y me
pilló grabando, yo lo quise así. Me dijo que ya podía haber limpiado la loza,
le respondí que no me di cuenta. Grabé una para mí y luego grabó él la de
Italia. Cuando terminamos de comer, comí dos nueces y me dijo: “Ya te dijo
Mariora, que no comieses. Son las que más le gustan a mamá, ésas pequeñas”. Y
me quedé conforme. Le dije que nueces había dos bolsas grandes en la caseta,
entonces fue cuando añadió que le gustaban. Antes de que llegase Mariora
pensaba decirle que había cogido nueces y decirle también que si me hubiera
dicho que le gustaban a mamá o a ella, bastaba para que yo no las tocase. Pero
llegó preocupada y entonces me dio pena. No se lo dije.
Me mandó salir de la cocina,
lo cual me parece que me indica, aunque me dijo que le preguntase algo a papá,
para cenar, que viene preocupada. ¡Bah!, apaga la televisión en color. Mira,
estás tú solo. Podrás decir que esperabas a ver los partidos. ¿Sigues teniendo
miedo?, ¿no?. Si, y antes, al cenar, tomaste la mitad de la tortilla francesa
con un poco de arroz y cuando Mariora te preguntó si querías sopa de arroz,
respondiste que no. Tú contestaste así porque tenías miedo, ¿no?, igual que
ahora. Pienso que no está bien eso. Me parece que te falta valor. Quico dijo
“si” a la sopa y tomaste un poco de arroz con leche, que había. Le preguntaste
a Quico dónde estaba la canela para echar un poco: siempre lo habías tomado
así. Ya tenías en la mente el decir que siempre lo tomabas así. Pero cuando te
pasó el botito de canela, sólo echaste tres poquitos. No me preguntes, yo
tampoco sé qué podrías hacer. Incluso me parece bien. Lo malo es que nadie se
da cuenta de eso, mismo cuando papá te dijo que regases, tú le quisiste decir
lo mal que veías las flores pero él se marchó sin escucharte. A lo sumo te
diría: “Bueno, bueno2. Y nada más.
Te ayudaré, porque me parece
que nos estamos encerrando. Acerca de ese miedo no sé qué puedo decirte, sólo
te podría ayudar el que alguien se diera cuenta. Pero sientes que a Quico le
falla algo no. No sé, creo que tal vez vaya a ser mejor el conformarse con lo
que se tiene. No pidas más. Yo te ayudaré. ¡Ah!, y como dijo la hermana
Lourdes, esperar. No pienses que todo esto te va a llevar a un callejón sin
salida ni retorno. Al contrario, encontraremos al que siempre hemos buscado. No
te preocupes, ya te habrás olvidado un poco de la hermana Lourdes. Te ayudará
el saber que yo también me había olvidado. Fuiste tú quien me la recordaste,
para que la nombrara. No importa, es una sóla vida la nuestra.
Ahora que va a salir
papá de la habitación. Y en esos despistes rápidos, metes la libreta, el boli y
las gafas bajo las sábanas y la libreta al suelo dejando en la cama las gafas.
Bueno, se ve con la luz del pasillo. Hoy pensaste que era jueves, que ya no te
daría tiempo a grabar las dos cintas. No, hoy es miércoles. Acuéstate, déjalo
en el suelo. Cuando se te ocurra, yo estaré a tu disposición. Menos mal que
Mariora y Malena no suelen decirle nada, no me acuerdo si alguna vez, aunque
ellas me parece que tampoco saben el por qué. Duerme.
Te vas a estropear la
vista. Podías escribir ahora
que Quico tiene la luz encendida, pero no porque ya sabes cómo se pone. Y no sé
por qué lo hice. Bueno, ahora porque salía. Está en el baño. Bueno, guarda.
¡Procura!. ¡Acuérdate!. Todo esto te hace daño, pero nadie lo sabe. A estas
alturas me chupo el dedo, ya ves qué respuesta. Pero no importa. Es el único
que vale. Es la primera vez que no le dice nada, aprovecha. Me voy a creer que
estás apuntando lo de la carne. ¿De perros?, le pregunté. Y me dijo lo del
dedo. Bueno, no lo sabe. Pero no importa. Cuando te lo impide, pues no lo escribes
y cuando sí pues aprovechas. Sólo Mariora te preguntó por lo de la nata,
diciéndote que a ella le parecía que, cuando hervías tú era distinta o que
sabía dónde la echabas. Se te debe perder. Pero no dijo nada más. Bueno, y
gracias que limpiaste el fondo de la olla, el cacharro donde echaste el poco
que quedó y todo, pero creo que ella te pilló por el colador de la nata. O no
lo limpiaste o no lo limpiaste bien. Bueno, ya pasó.
También tenías miedo de si
Mariora decía algo del cassette radio. Ya ves que no pasó nada. Supongo que
mañana podrás grabar igual. ¿Y tu vida?. Te lo preguntaría si tuviera una
razón. Te diría: “Ggrabar, gallinas, conejos, ¿es suficiente para una vida?”. Y
te respondería que no. Pero tú me apuntarías como la hermana Lourdes y yo me
tendría que callar. No te digo: ¡ojalá sea verdad!, porque no hace falta. Vamos
a ver si el grabar mañana nos puede animar a no caer, porque ya ves que hoy y
ayer flojeaste. Bueno, Quico te deja escribir. Pero te duele el codo de estar
apoyado. Échate un poco sobre la cama. Ya no tienes el pesar de ensuciar la
funda de la almohada, porque te lavaste la cabeza. ¿Cómo será todo ahora cuando
venga mi madre?. Será igual, habrá cambiado, me dejará cambiar también a mí o
demostrarle que lo he conseguido.
Ya es de mañana, se fueron
todos, creo que la cinta que grabé ayer, la mitad, la voy a titular “Vive”, la
canción de Fiornaliso, es la primera. Me puedo también afeitar. Voy a hacerlo.
La segunda también me gusta. No lo tomó tan mal Rosa, tranquilo. No sé
cómo me pude poner ayer. Desde las ocho puedo ir. Ya escondí la radio. Bueno,
es sólo coger una para terminar la cara. Me gusta con la que empieza la otra.
Maniobras Orquestales, la
conocí por Quico, sé que le gusta a él. No hizo del todo mal al llamar “mis
cintas”, pero sólo quiero una canción que me guste. Me di cuenta que había
empezado toda una cara y me puse todo nervioso. Si ya la había grabado, había
borrado las primeras. Y fuí al cajón. La otra sin empezar. Entonces recordé que
sólo había grabado una cara. Grabo una que cogí, a ver si me sale. Cogí la
principal, y terminó la anterior. También grabé una de antes,
creo que a Quico le gustaban algunas antiguas, espero que ésta cuele. Tal vez
me dé tiempo a terminar la cinta. Sería bueno. Lo que más nervioso me pone es
creer oír que viene alguien. No, no podré terminar.
Sale S. Wonder. No la borro.
Me pasé mucho. Cogí otra, a ver. Bueno, parece que si. Me quedé con ella. Y me
puse el pantalón. Pero duró mucho más. Ponen una de Simon y Grafunkel. Yo pensé
que ya no sabía dónde había puesto la carta. Bajé en bici y me caí. Resbalé en
la curva. Me hice un rasguño en la mano izquierda, el codo, el dedo del centro,
la muñeca derecha y me rompí un poco el pantalón en la rodilla. Cogí una
canción. Bah, da igual, como le dije a Conchi, si te da pena me harás daño.
Total, nada las gafas, y la camisa, ni la cara ¿qué importa?. ¡Bah!, da igual.
Fui a buscar la carne de
perros, el pollo, no pasó nada con la leche, todo va bien. Ahora espero
terminar la cinta. Mamá vendrá más tranquila, por lo del pantalón. La carta la
subí, pues se hizo un roto en el centro. Cambié de sitio la cinta, para grabar
mejor. Ya es la una y media. Y creo que la caída fue por haber caído esta
mañana. Pero no me pasó nada. El caso es que me acordé que no debía hacerlo.
Muchas veces es así. a veces me digo que debo empezar desde el lunes. Y como el
lunes, martes o miércoles, pues eso. Incluso en esto también me parece que debo
esperar. Bueno, ya empieza la música. Ayúdame después a contar lo que pasó
ahora. No puedo, vuelve el miedo. Voy a intentar contártelo. Me ayuda el
esperar.
Sucedió antes de comer. Yo no comprendo lo que pasó. Mariora
ayer me mandó apuntar dos pollos, el correo y una tercera cosa. Y se los traje.
Pero le dije a Manolito: Dos pollos y viene el sábado a pagarte esto y lo de
ayer. Pero eran dos pollos para subir el sábado. Jo, cómo se puso. Tenía razón
mamá al llamarte inútil. Lo eres. Para eso lo apuntas. Pero ni así. Cuándo te
darás cuenta de lo inútil que eres. Otro día ni te muevas. No vales para nada.
No sabía qué decir. Llegó mi
padre. Inútil, que eres inútil. Con eso que hace siempre de acercar su cara a
la mía. Inútil. Y me pegó un puñetazo en la boca. Me quedé sin habla. Yo, con
lo fácil que hubiera sido no ponerse así y guardar el pollo en la nevera. “Un
rato después”, me dijo. Incluso ahora, alguien fue a la puerta principal y
quedó allí un rato. Yo guardé todo. La libreta bajo la carpeta sobre la mesa, e
iba a destapar la máquina. Ya se fue. Cuando lo guardé en la nevera, cogí la
cacerola donde había sólo un poco de leche para hacer sitio, cayó un poco, como
nadie lo vio puse tres hojas de periódico encima y lo corrí con el pie hacia
donde están los demás para que limpiase, después fui a buscar la fregona, pero
llegué tarde. No la encontré y mi padre vio la leche. No había secado. Me senté
a la mesa y comí. Cuando iba a cortar pan, cogí también un cuchillo. Mi padre
ya estaba otra vez. Me lo cortó Quico y, al darme el trozo, yo le dije:
Gracias. De bajo, estaba llorando. Yo no comprendo cómo en un minuto se me
puede poner así y al rato siguiente, cuatro minutos escasos, estar hablando
conmigo. Hablar, Mariora, porque él no decía nada. Estoy volviendo a lo que era
antes. Ayúdame. Iba a salir de la cocina, a lavarme las manos para poner la
mesa, y me preguntó: “¿a dónde vas?”. No fue eso lo malo, lo malo es que no me
conocían. Y que hablen conmigo como si tal cosa, sin darse cuenta del daño,
quedó algo atrás.
Ayúdame, porque nadie me lo
va a querer restablecer. No sé si sería mejor que me viesen el rasguño y que no
pasara nada. Cuando Mariora estaba así y él también, yo me acordé de un
detalle: Ayer me lo dijo y yo anoté en un papel: Dos pollos, el correo y la
tercera cosa, pero iba a poner al lado de los pollos qué había que hacer, pero
ella me dijo: “Ya mañana le dejo una nota”. Y se fue. Y ahora fue corriendo a
casa de la tía Maruja. Me duele un poco la cabeza. Fui y vine corriendo. Al ir
paré dos o tres segundos y seguí, creo que fueron dos en cada viaje. No sé qué
deporte hay en la tele en color. Ir no pienso ir. Voy a subir la libreta y
escribir el poema y el que me quedó al llegar ellos. Llegaron unas amigas de
ella. ¡Bah!, no, voy a terminar la libreta que me queda poco. Nunca tengo ganas
de que me arregle para que vengan visitas.
La camisa que tiene sólo el
bolsillo, medio abierta, el pantalón vaquero, y debo oler mal, después de
correr hasta la casa de la tía.
Y ahora peor, más pena. Me dijo
Mariora que bajase tres gaseosas y las cogí: tres y un bote. Me crucé con mi
padre y yo me alegré porque él siempre decía de una en una, y bajaba tres.
Había junto a las escaleras, en el lado opuesto, un mueble con unas botellas
almacenadas y allí había en el suelo un montón de botellas vacías. Las dejaban
todos. Al fondo había botes. Estaban arreglados los dos sitios. Y yo dejé el
bote junto a las botellas. Y coloqué las de gaseosa vacías. “¿Es ese el
sitio?”. Me preguntó. Y zas!, un tortazón en la cara. Lo arreglé yo, ¿sabes?.
“Y vete a los botes verás”. Allí, delante de él, me dio más pena. Porque eso no
soy yo sólo. Ahora ya está hecho.
Padre, ayúdame. Sé que estoy
contigo. Ayúdame a saber esperar. Bueno, a esperar y a poder escribir cuando me
encuentre mal. Subí la libreta y voy a escribir. La tenía en el cajón de la
ropa, y ya me iba a enfadar buscándola, pues me sentía muy mal. Olvida lo del
tortazo, no está bien que se nuble la llegada de mamá por eso. Es un bestia,
cada vez me da más pena, el hijo que soy y el que puede ser sólo si hubiera una
palabra más entre nosotros. Manolo vino a hablar con él en los toros. El otro
día me dijo que podía venir cualquier día y me dijo que viniese por la tarde.
Vino ayer y me dijo Manolo que hoy también le había dicho. Tal vez algo de su
furia fue el no haberlo podido ver. En aquel momento llegó a darme vergüenza.
Me quise cagar en alguien y el primero que salió fue su padre, pero no porque
son los abuelos y ya deben pasarlo bastante mal. No voy a escribir, se me
va a estropear la vista.
Voy a cogerle hierba o
verdura a los conejos. Quise salir por la terraza. No, que está
lloviendo. Por el sótano. Oigo golpes. Mi padre. No. Me planteé
imaginariamente el que todo esto acabe y le pueda preguntar a Mariora: ¿Viste
lo que lograste?. Perdona. Yo le diría. ¡Bah!, para uno que varias veces estuvo
a punto de matarse queriendo morir, su único placer es escribir y a quien
muchas veces le da igual la vida, es normal. Pero no sucede y esto puede
volverse a repetir. Me pregunto qué pensaría ella cuando papá me estaba
pegando. ¡Que tienes 22 años. Ya eres un hombre!. Narices. ¿Para qué?. ¿Es
normal lo que hacéis vosotros?. No voy a poder desterrar de mí este miedo. Y me
da lástima.
Bueno, espero, pero ¿cómo va a ser esa espera?. Ya entraron las amiguitas de Mariora. Tengo que salir. Bueno, guardaré los bichos. No me parece que seas tú, Padre, no es tu estilo. Pero déjame seguir hablando contigo cuando quiera. Es que si no sé una palabra, no quedo contento. Entré en la cocina y le oí hablar. No sabía que fuese conmigo, ni le escuche: ¿Por qué no quisiste oír?. Era meter las sillas. No quisiste oír. “¡Bah!, él qué sabrá”. Quiso rematarla. Quiero bañarme. Pero estoy esperando por si alguno quiere entrar en el baño. Y me fijé que no entraran. Entonces por si quiere Mariora que le abra el portal a ellas, pero me voy a cansar. Tanto le cuidaba a Mariora a veces que le veía entrar, o levantándome sólo para ella y mi padre, o bajando al fallado, para esto. ¡Qué indiferente parece algunas veces la vida!. “Es tu obligación”, dicen. Pero otras veces, como hoy, me quiero quedar en cama y nadie dice nada. Son todos contra mí, nunca llegaré a entenderlo.
Aquí está el libro de la
Adoración Nocturna de Quico. Y digo yo: ir a la adoración con buenos propósitos
con las ganas de encontrar más y mi padre ¿para qué?. Yo iba todos los días con
él a Vigo y no pasaba nada. Me imagino, preguntándole a Antonio: ¿es que todo
eso que hago por ellos no tiene sentido?. Supongo que sí. ¿Entonces, es verdad,
como tengo oído por ahí, que cada casa es un mundo?. Me dirá que también. ¿Y mi
casa?. ¿Tiene sentido el ser así?. ¿Qué mundo es éste?. Entonces me parece que
saben a cuento las palabras de la hermana Lourdes: “Espera, tranquilo”. Me
pregunto yo qué es esa tranquilidad.
Dijo ella: “¿A ver quién
toma los macarrones?”. Ay, si no toma él tomo yo, dijo Quico. A mí me da igual.
Estuve dudando de si decir o no buenas noches. Al final lo dije. Fui a lavarme
los dientes. Entonces salió alguien que no vi. Seguro que sería él para
vigilar. Después volvió: era él. Salió alguien y guardé todo. Pero era Malena.
Apareció Quico y me dijo: “Mete los perros en el sótano2. Ya me había lavado
los pies y no me daba tiempo a poner los calcetines. Lo hago por las sábanas.
Pero fui con las sandalias. Al cuerno. A lo mejor cuando venga mamá y Mariora
le diga lo del pollo, yo le diré lo de anotarlo a la mañana y ella me
preguntará: “¿Y por qué no me lo dijiste entonces?”.
Si un día me preguntan ¿cómo
les quisiste?, no sabré qué contestar. Tal vez no haya respuesta. Iba a
escribir a máquina, pero voy a hablar antes contigo. Ya me arreglaron la bici.
Me encontré con Isabel y me espera un besito para el día de mi cumpleaños.
También le dije lo de la caída, pero tanto ella como Conchita y supongo que
Paco y Carlos, me van a guardar el secreto para no alterar a mamá cuando llegue
contenta. Ayer sé que alguien, no sé quién, me puso un mal gesto que me
entristeció. Pensé que había sido Carlos, no, fue Carmen. Nunca sabré por qué a
don Ramón le gusta hablar de las chicas, bueno, a todos los que se van haciendo
así. El gesto de Carmen, aunque no le gusta mucho, no era ése. Era como de “ya
está otra vez”, “el pesado”, me va a hacer pasar de ella y me duele el hacerlo.
Grabé la mitad de una
cinta y ya tengo cuatro de ésas. El caso es que ya no puedo hacerlo. Bueno, no
pienses en eso. Di la verdad, di que estás triste. Di que esperabas otro tipo
de convivencia. Si, es verdad, lo de ayer fastidió el hilo. Quico no tenía que
haber hecho lo de ayer, estaba en cama y se asomó a la puerta. “¿Guardaste todo?.
¿Y el pato?2. Al rato me dijo que andaba suelto, pero yo cogí que lo decía por
esa imbecilidad común en esta casa y se fue. Si lo había hecho, ahora parece
como si estuviera más pendiente de ella. Por la mañana estaba suelto. Tal vez
empujó la puerta. Ahora falta ver lo que dice él. Si me quitan la confianza,
creo que pierdo algo principal. Voy a ver si pongo las patatas. Pelé cinco. Le
entendí cinco. Llegó Quico y eran seis. “¿Cuántas patatas te dije?”. Tres veces
lo dijo y terminó: “Pues pelas una más y la echas”. Y yo me pregunto: ¿por qué?
si hay solución. Está bien, me equivoqué. ¿Cuántas veces crees que bastan para
que lo entienda?: ¿Quieres que me lo meta hasta el culo?.
Mañana es el día del Pilar,
menos mal. Si no hay misa, al menos habrá baile. Muchas veces me digo: Me
estáis distanciando de la casa. Si todo lo que hago no tiene sentido, entonces
¿para qué?. Necesito más una palabra de ánimo. ¿Y ahora qué?. Voy a escribir
arriba. Claro que subí. Lo primero que me enfureció fue el sentir también a
Quico arriba. “¿Quién cuida las patatas?. ¿Qué hay que hacer cuando la nata
sale por fuera?. ¿Quién cuida la espuma?2. Al salir yo, le dije: Ahora, calla.
No sé si me oyó. ¿Y qué importaría?. A la primera pregunta, le respondí: ¿Hay
que cuidarlas?.
Tenía en la mente el estar
un poco a rriba y luego bajar. Bueno, no. No sé, no lo tenía en la mente, no.
Pero se podía hacer, ¿no?. Entra él en la cocina y lo primero que hace es
tragarse un poco de gaseosa. No son tan pronto que las patatas hacen espuma. Cuando
hiervo la leche suelo escribir algo, y no pasa nada. Me da miedo hasta que me
vean hablar contigo. No quiero que un día te conozcan. No van a saber cómo
interpretarlo.
¿Viste?. Ahora fui a buscarle
al baño. ¿Cuándo se apagan?. ¿Y cómo se sabe cuándo están cocidas?. Siempre
estoy hecho un lío. Le canso la paciencia a todos. Jo, no sé qué será de mí.
Si, ya sé que estás tú conmigo. Que no me abandonarás. Que tengo que seguir
esperando. Pero ya ves, dicen que me margino. Me da pena por Ana. Cómo le respondo.
No soy digno. Antes también me dijo “que saques un trozo y lo pruebes” y no lo
entendí. ¿En seis patatas, eso?. Ahora me lo dijo otra vez. Le había
dicho que no estaban muy duras. Lo hice, aunque no estoy de acuerdo. Pero si
son para hacer puré, como le oí a Mariora, bueno. Siempre que me pongo a
escribir donde sea, me da miedo solamente una puerta que se abre. Siento que
Quico se está alejando, va por tiempos, no comprendo que se pueda ir así. Voy a
escribir, aunque me parece que la máquina hace un ruido raro al teclear. Pienso
que también va por tiempos. Y yo le cierro el portal, pero ella no le da
sentido. Y ahora llega mi cumpleaños y van a decir que me quieres. Me da pena
por ellos.
Ahora necesitaba expresar lo que significa un segundo para mí,
un segundo es una vida. Ahora por la tarde quise ir a quemar, le pregunté a
Mariora si iba a abrir la cocina y me dijo: “Tú solo nunca quemaste. No, ahora
no quemes”. No sé si significó lo mismo que pienso yo, pero tampoco quiero
decirle “no” a la ilusión.
Hablé con Pily. Ya le conté
que dijo que me escribiría y no lo hizo. Esperaba que lo hiciese yo. Bueno,
ahora le escribo. Será una carta larga. Mariora dijo que bajaba al pueblo a
hacer las compras ya subía. Se va a ir. Estoy esperando en el portal y escribiendo.
Me importa unas narices lo que piensen: Mariora aún no llega. Escribí la carta
y así paso el rato. Son las 8 y 20. Pensé que era muy tarde. No sé si Quico me
verá escribiendo. Hoy hay que ir a misa. No lo sabía. Con esto de obligatorio y
no obligatorio…
Yo voy a ir por Tere. Y, si
esta tarde salgo, iré hoy y mañana al baile. Tampoco él me dejará escribir si
me ve. Voy a pasar. No sé qué decirle. Me levanté, tomé la leche y, al mismo
tiempo, puse un poco de agua para afeitarme. Me imagino que se levante mi
hermano y me diga: “Tomaste mucho pan y no pensaste en los demás”. Si, en
efecto, quedaba cerca de media barra y ahora no queda más que un puñado. Pero
se me ocurrirá responderle: De tanto preocuparme por los demás, mira en qué me
he convertido. Y me parece que todo el problema comenzó cuando me quise volcar.
Si, ya veo que me equivoqué.
Antonio habla muy bien, pero cuando se va o incluso cuando hablo me gustaría
contestarle que yo creo en Dios, pero le haría daño. Hasta le pregunto si en verdad
hay obligación de oír misa. ¡Qué ridículo!, ¿verdad?. Voy a afeitarme. Y creo
que va a desconfiar. Ahora entré en cama y fui dos veces a coger la libreta. No
creo que pueda hacer tantos poemas. Son las diez y media y no tocaron las
campanas de San Pedro. Mariora y mi padre se acaban de levantar ahora. Creo que
me engaño otra vez. Se lo pregunté a mi hermana y ella me dijo que a mi padre,
se lo pregunté a él y me dijo que no. Al menos me distraje un poco, aunque me
haya afeitado hoy.
¡Demasiao!- dijo
Quico. Tal vez no lo sabía. Cuando Antonio habló conmigo me dijo que a mi padre
le daba rabia verme con 33 años y hecho un niño. Me gustó, claro, me gustó
pensarlo así. Ahora veo que no. Luego le contaré por qué. Ahora estoy en la
habitación y no quiero que me cojan. ¡Bah!. Olvídalo. Creo que lo que le quería
decir es que debo ver para mí en primer lugar. También recuerdo un día que me
dijeron: “Tú lo que tienes que hacer es atender la casa y los animales, hacer
lo que se te manda”. Creo que un día me dijo: “Buscar ya te buscamos nosotros”.
Hoy es sábado y también fui
al baile, aunque piense ir mañana. Fui. No fueron ellas, sólo… y su amiga.
Hablé un rato con ellas. Cuando empezó (le decía que al menos el bailar una me
bastaría. Ella decía que si pero más tarde). Sé que bailé la primera y le dije
que si se enfadaba al bailar otra, que bailar sólo una… bueno, eso. Bailó otra
y la tercera era “Hedí”, le dije que ya no le iba a pedir más. Ella me dijo que
me lo pedía ella. Y bailó. Me animó, también me dijo que debía ser yo mismo. Y
hablé con Manolo al salir. Me dijo que le contestase: si no lo fuera, no me
tocarías. Pero no me atreveré.
Me parece bien el
pensar: Tú me lo hiciste y parece que me lo quieres seguir haciendo. Me molesta
el que me digan: “te aconsejo”. Muchas veces no hace falta decirlo o tal vez
soy yo que lo veo en todos los sitios, pero porque me molesta. Guardé los
animales y le puse manzanas cortadas a los conejos. Fui a la habitación y me
cambié. Después fui a la tele (Ahora es domingo por la mañana. Todos durmiendo,
puedo hablar tranquilamente) donde estaba mi padre y le dije: Buenas noches, no
contestó nada. No es ya porque me molestara sino que no le pareció tan tarde.
No sé qué hora era, supongo que pasaría un poco de las diez. Total, me vine a
la cocina y, al cabo de un rato, llegó Malena preguntando si había cerrado
todo, que lo había preguntado él. Y es esa manía de decir “te aconsejo”…, ya
parece escrita en las palabras. Le respondí: Si, lo acabo de hacer. Pero no
quedé conforme, porque siempre habría una pregunta más. Además, ella me
preguntó: “¿Seguro?”, dos veces. Y yo siempre pienso que, en el fondo, mis
hermanos lo saben, mucho más inteligentes que yo, y me quieren ayudar. Pero no
caer en ese miedo, o no sé si es duda, aunque sabía que lo había hecho, ese no
saber qué hacer. Murmuré: Y si no que vaya él. Mariora me cortó diciendo que
eso era malcontestar. Y me molestó que fuera así.
Ahora iba a
buscar algo para los animales y
me dijo que me pusiera el gorro. No sé dónde está, pero a ver quién le dice que
ya consiguió lo que quería y es que temiese cualquier movimiento suyo, que
tuviese miedo. Y así está arruinando mi vida. Creo que lo malo es no escuchar
mis razones. Yo sé que dejaría de mentir. Llegó él por la cocina. El gorro
estaba debajo de los jerseys en el armario. Menos mal. Hoy, cuando iba a misa,
vi más claramente lo que me contó Víctor en el bus a Fátima. Cogí a Pedro, que
pasaba justo por aquí cuando yo salía, y fui con él hasta el cruce de San
Pedro. Le pregunté sobre ayer, también había ido, y le conté lo que me pasó
hasta San Pedro. El me dijo como todos: Tantas chicas, aunque no con una
persona de Ramallosa, a él parece que le gustó de verdad. No creo que después
me llame plomo. Con todos los de aquí, hace mucho que pasó de edad esa palabra.
Pero cuando iba a Vilariño, pensé en Víctor. Y es verdad, ¿a Pedro le puede
interesar que Fulanito, que él no conoce de nada, hablara conmigo?. Cuando le
vea, pienso hablar con él.
Nadie me dio un beso en
Vilariño, al final me consideré una lapa detrás de Tere. Hasta le quise contar
lo de la caída, pero no se lo conté. Ni le entregué los poemas. Bueno, pero en
la misa estuve animado. Me llama la atención una de las dos hermanas,
delgaditas, hoy estaban fuera y, como llegué tarde, me quedé afuera y, aunque
quise entrar, al final no me moví, era distraer. La morenita, va mucho de
blanco y negro, me miró dos o tres veces, aunque yo no hice nada. Recuerdo que
muchos domingos que estoy dentro, a ella la veo en un banco a mi lado. Muchas
veces recuerdo darle la paz. Hablo y no conmigo mismo, eso creo que lo hago, en
el fondo, porque hace que miren para mí. Al ir a comulgar, fui con Teresa, que
estaba en la fila en ese momento. Hoy viene mi madre. Bueno, tampoco fueron muy
negativas estas dos semanas. Cierto que hubo sus más y sus menos, pero ya
pasaron. Hoy traje la carne picada, y todo. Pelé, herví, más me preocupé por
las flores. Las regué esta mañana y ahora parece que tienen mejor cara. Grabé
la cara que me había quedado. Ayer bailé con Paz, Loli no había ido, con Ester,
con una amiga suya que no quería. Lo peor fue el no ver a quienes esperaba.
Pero bueno, eso me ayudó a pedir. Bailé con una de Porriño, se llamaba Pily.
Supongo que me ayudará a reconocerla otro día el que llevaba unos pelos como
Malena, y unas gafitas redondas. Al final bailé con, creo que es Angeles,
bajita, un poco gordita y muy cariñosa, aunque no me acuerdo muy bien de su
nombre. Hoy va a venir mamá. Sólo Mariora y yo en casa. Manzanas es lo que
abundan y, antes que me lo digan, las como. Pero cortadas, porque enteras le
afectan a los dientes. Creo que una de las cosas que hace Quico y me parece muy
bien es no tomarse las llamadas.
A todo meter, hacer esperar
aunque sea al que llama. O cuando comía alguna vez nueces, me molesta que
Mariora piense que como sin pensar en los demás. Ya sé que le gustan a ella y a
mi madre.
No sé si te conté las
manzanas que cogimos él y yo. A mí me dijo: “Coge las del suelo, que están
bien”. Y yo me pregunto: Si caen, se golpean; pudren más pronto. Hoy fue él a
buscar unas oscuras que habían quedado amontonadas y me preguntó que qué había
hecho durante el día y suponía que perdiendo el tiempo, lo sé hacer muy bien.
Le pude decir que al ir a
las 10 menos bastante Rosa no estaba y cuando fui a las diez y algo seguía sin
estar, así que le dejé el cacharro. La rueda estaba pinchada, fui a lo de
Chicha, con la de Quico y bajé. Cuando subí eran las doce y algo. Aún por la
mañana estuve quemando un rato, pero tuve miedo y le dije que había estado
cogiendo y puse arriba. “Inútil, que no sabes. Inútil, no sirves para nada, un
rato: inútil”. Terminó diciendo que fuera arriba y bajase las mías. A lo más
que le dije fue: de las que cogimos tú y yo. Cuando me preguntó por qué no las
había cogido, le dije que había arriba pudriéndose. Fui arriba y aún saqué
bastantes podridas de lo que hizo él. Pero no se lo dije. De todas formas, ya
no tuve tanto miedo. Incluso cuando llegó y pitó, tuvo que abrir Malena que iba
con él, y yo fui casi al final. Me preguntó y le respondí que apagando la tele
y la luz. Me dio la impresión que él no quería oír eso.
Paró el coche, y ya
había salido, de pie delante de mí. Sé que dijo una palabra, quería
atemorizarme. Le respondí lo de la luz y me la repitió. Murmuré un “bueno”,
pero creo que no me lo oyó. Pues aún lo repitió una tercera vez. Pero todo esto
me sirve para entender y poner en práctica cuanto antes, que ya tengo menos,
pero todavía un poco, y tengo que desterrarlo. Pues aún quería que subiese para
que viera la caja de podridas. Y luego bajé, pero ya no dijo nada. Ahora marchó
a buscar a mamá. A ver si se gana el nombre de mamá…, para siempre. Debe traer
un gripazo o una afonía de campeonato. Prepararle leche caliente. Le trajo
llaveros. Le voy a llevar yo el de Fátima a ver si se entera. Pero ya me mandó
a la mierda al guardar el coche. “Cierra la puerta”, “queda abierta”, “las dos
manos”, “de mierda”. No se lo voy a dar, ya pasaron el valor de los llaveros.
Los tiene sobre la mesa. Voy a llevárselo. Se los puse, pero no se enteró. Tal
vez después al contarlos pregunte de quién es el otro. Fue a la cocina a tomar
esa leche y Mariora le dijo lo de la leche ir un domingo, que quería bajar a
Ramallosa (debió ser algo que le dije de que el sábado llenaba un cacharro para
no coger el domingo). “Y encima se ríe”. “Y encima se ríe”. Tengo ganas de
meterme en la cama. Por culpa de él. Me cago en diez, si se diera cuenta. Me
voy a meter en la cama. Nada puede resultar bien. Si se metiera la lengua en el
culo.
Bueno, ya sabes lo que es
para mí. Para que después
diga yo que, total, soy inútil, y me responda él (por que se lo haya dicho a
mamá): Pero, pero ¿quién te llama inútil, ¿es que te crees un inútil?. Me voy a
meter en cama. Al parecer, allí no pinto nada. Nunca lo pintaste: ¿es mucho
pedirlo?.
Bueno, ahora llega tu noche
y ya estoy en cama. Déjalo, escribe. Sé que hasta que abran la cocina, sepas
que es él y hagas una de las tuyas. Le trajo un reloj a Quico. Le dije a Quico:
Así queda para mí el tuyo. “El negro- me dijo-, la pila son 500 y le falta”.
Pero se dio cuenta más tarde: “Así le dejas para él el que se parezca al de
papá”. Yo también le había querido dar un beso cuando llegó, pero se pegó
Malena a ella y no pude. Sólo cuando entré en la cocina vi el gatito que había
encontrado Malena y se lo enseñé. Bueno, yo ya me bañé.
Aunque al principio me
dije: Me pongo el pijama y sólo me baño los pies. No, me bañé bastantes días.
Si había uno que no, el siguiente si. Me bañé el viernes, el sábado un poco, el
domingo al salir. Me sentí más a gusto. Poder bañarme tranquilamente, sin
prisas y sin apurarme o mandarme nadie. Cierto es que quien me emp…
La idea era
buena, pero no supe seguir, o no quise seguir. Cada palabra tiene una razón. Y
es ese nombre que le da significado a esa peli… Ayer ya lo creía demasiado
pronto para echar un juicio. Hoy, porque estaba la cama un poco desarreglada
que parecía de haberme sentado yo, me dijo que ya estaba sentado. No, yo estaba
leyendo un selecciones, ¡pues sentado!. No, pero estaba de pie apoyado en el
armario. ¡Júralo por mi muerte!. No cambia. Pero bueno, me da igual, porque yo
espero que si y que me ayuden todos a seguir así.
Empezó diciendo que
las sábanas estaban en la lavadora porque estaban hechas una mierda y yo las
controlaba todos los días para ver qué me quedaba por lavar, y no me parecían
casi sucias. Al contrario, no quería ponerle de ese malhumor.
Ahora habla por
teléfono. Salió tres veces al pasillo, pero cuando estoy escribiendo en el
armario lo dejo todo en el mismo armario. Voy a decirle que antes sí había
estado sentado en la cama, viendo el papel de Fátima, el recorrido nuestro,
pero mucho tiempo antes. No se lo dije, porque me mandó ir a buscar un bote con
tomate y uno vino malo. El otro no abría y yo lo intenté.
Cuando iba a buscar otro,
aún lo intenté otra vez sobre la mesa. Quería que abriese, no por el trabajo de
ir a buscar otro, pero se enfadó y lo dijo en tono de mandato, como si no
quisiera. Me enfadé y no se lo dije. Cuando llegó Quico, le conté el episodio
de los pollos, y todo lo que gritó mi padre. Pero sólo sonaban a palabras, y
eso no lo entiendo.
No le dan importancia.
¿Qué se ha creído?, ¿Qué soy el mismo miedoso de antes?, ¿que se llena de miedo
ante él al oír una palabra más alta?. Pues no. Hoy tuve una riña. No sé si te
dije, me parece que si, que las botellas las iba a hacer esta tarde. Cuando
terminé de comer, subí a escribir, terminé el damero y, cuando cortaba hierba,
me decía: las botellas después. Terminé y mi madre me preguntó si quedaban más,
le dije que creía que no pero vi dos racimos. Luego fui a buscar unos pessegos
y le subí el gato de Malena (se lo subí con las uvas). Cogí ayer unos pessegos
y la última manzana de las rojas, blandillas que tanto le gustaban.
Entré, hablaba por teléfono,
los dejé sobre la mesa y puse la tele. Antes de ver imágenes, entró mi padre y
la apagó diciendo: “No hay nada. ¿Cuándo colocas las botellas?”. Iba ahora.
“Ahora ibas a ver la tele”. Ahora esperaba a mamá. Y ya sabes. No me tocó, pero
le dije: Tú no sabes el daño que estás haciendo llamando inútil. Entró mamá y
lloró. Yo le cogí por los hombros y le dije que se fuera. ¿Te vas?. “No, no me
voy”. Pero debí decirle a mamá que sólo era un roce entre él y yo.
Ahora no, no me callo. Ya
me callé teniendo la razón. Y
él decía: “Pues si se olvidó, que lo diga”. Mamá le decía que podía haberme
olvidado. Gracias por ayudarme. Bajé a buscar una gaseosa y me dijo: “Baja
papel y lápiz”. Para más comodidad. Guarda botellas en bolsas, las de la esquina,
se refería a unas del fondo, pero no lo sabía y pensé que se refería a las
mías. “Las del fondo, cacho bestia”. Pero bueno, ya no me importa.
Ahora, por la noche,
tampoco sé por qué lo hizo así mamá. Le quise hablar del reloj negro de Quico.
Como le trajo uno a Quico, el de mi padre me queda a mí. Me dijo que no lo
tocara. Es verdad que antes jugaba con las manecillas del otro reloj que tuve.
No sé si en verdad fui yo quien lo fastidié, me supongo que si, pero éste no lo
pensaba tocar, pero se lo quise decir comentándole que no tenía tanta seguridad
en la mano para mover una ruedecita. Pero no lo entendió así. Supongo que
piensa que lo voy a tocar. Bueno, no es culpa suya, no le des más importancia.
Ya encontramos las postales
de Portugal. Mamá parece muy animada. Igual que comentaste antes conmigo tras
la riña de él, “ya empieza otra vida”. Creo que ya diste el segundo paso en lo
que se llama “edad”. Ahora nunca debes olvidar que ya llevas una razón. Cuando
pasaba mamá me dijo: “José Angel, cierra esa puerta si no va a pasar
algo”. La luz encendida estaba ordenando las libretas. Pero voy a dejarlo. No
hacía falta decirme: “si no te cortas las uñas no sales el domingo”. Me dijo
que el calcetín estaba roto, le quise decir que ya estaba, pero me las cortaba
sólamente con que me lo dijese.
¿Eso es lo que quiere?. Un
huevo lo va a conseguir. Yo también sé ser duro. Después de que discutiera con
mi padre, ahora parece que es quien quiere tomar las riendas. ¿Y aquellas
lágrimas?. Je, je, me río yo. Mentira. El primer día salió, yo me quedé solo.
La cinta la empecé a poner cuando estaba a punto de llegar. Y, cuando llegó,
oía la de S. Wonder. Supongo que le gustará. ¡Bah! N pienses en nada de eso,
que te la quitará. No gasta nada y, a los demás, no dice nada.
“Bueno, que no, cómo se
puso”.
Hoy salió y, como el casette
estaba en el cuarto, que ayer lo usó Quico, pues puse la de Vive. La estaba
oyendo y también parece que habla conmigo: deja los complejos, manda todo
lejos, tus sueños se realizarán, la vida no es así, te sientes solitario entre
la multitud, se va desperdiciando tu juventud: Vive. También puedo ser yo ese
sujeto.
Pero llegó y la radio no
estaba en la habitación. “La cogéis sin permiso”. Me parece que ni oyó, no
quiso oír ni le va a hacer caso a aquello que le dije a mi padre de que
vosotros me habéis hecho inútil. Cierto es que no lo dije con esas palabras,
pero ¿y qué?, si no hay diálogo. Seguro que todo eso que le decían a los
futuros matrimonios, porque lo oí aquí, de que hablaran padre y madre en sitios
donde no estuvieran ellos, también se da aquí. ¿Todo lo tengo que hacer a
escondidas?, ¿es eso lo… –iba a decir”que quieren”, pero voy a decir “que hay
que hacer”?. Ahora estoy en el fallado, hace sol y no puedo estar fuera.
Incluso aquí no estoy tranquilo. El miedo ya pasó. Y esta mañana, eran las
nueve y dormía, le dejé durmiendo. ¿Para qué?.
Pues no lo sé, porque
después bajé, no tenía ganas de decirle nada, pero se lo dije. ¿Y qué?. Será
por lo que me gusta subir andando, ¿no?.
Desde abajo no había
trozos de pollo, había que ir a la plaza, así que fui, pero allí tampoco. Me
olvidé de pedirle a Alfonso unos papeles. Llegué a casa y le dije que bajaba al
pueblo otra vez; con tal de no estar allí. Cuando subí, luego, sucedió lo de la
cinta. Bueno, y ahora ¿qué?. Les diría la verdad el día de mi cumpleaños, pero
voy a terminar pensando que está bien por un día. Y deben pensar que, con la
comida y el dinero los domingos, me deben seguir teniendo dominado. ¡Qué asco!.
Pues no, ahora llegó Quico y
debía bajar a demostrarle a que lo llevó él ayer, pero estoy mejor escribiendo.
Y más porque a la mínima, me llamará enfurecida. Así fue, al rato me llamó
Quico. “Dice mamá que te prohíbe subir más al fallado. Que pongas la mesa”.
¡Qué ridículo!, ¿no?. Me siento más impotente porque tenía pensado para mi
cumpleaños un libro de dameros y una esponja que rascase. Ahora, después de
comer, atendí a los bichos y subí, no pasó nada. Ahora voy a seguir el damero
éste, pero después pienso usar la máquina.
La usé, después bajé a casa
y me mandó ir a coger verdura. Tenía ganas de contestarle ¿por qué?. Ya le
había dado a los conejos y aún tenían y a las gallinas por la mañana, pero me
dije: Déjalo. Vas a poner peor las cosas. No importa. Le coges a las gallinas y
un poco a los conejos hasta la noche, aunque después le cojas hierba. No es
necesario una riña ahora. No va a ser riña, pero ¿y qué consigues?, si no
entiende por qué te portas así. Déjalo. Y lo dejé.
Me sigue molestando el que
se pongan a comer manzanas delante, sea mi madre o sea quien sea. Yo las
manzanas las tomo por la mañana cuando estoy fuera. No me gustaría nunca comer
sorbiendo como hacen todos. Y aunque a veces me digan que como mal (el que a
veces me ayude de la lengua para darle el último empujón a la cuchara, bueno,
la mano, si, ¿y qué?, ya voy haciendo lo poco que pueda, pero es apoyar la
cuchara en los labios para irla subiendo y que no haga ruido. No, pero lo que
ahora me hizo tanta gracia y me hizo asomarme a su habitación acostada,
sonriendo, no quita lo que pasó antes. Fui arriba a buscar un pijama y estaba
el gato negro. Sentí odio por él y le quise pegar porque cagaba en la ropa,
pero no, no hacía falta sentirlo. Encontré la parte de arriba del pijama y
bajé.
Fui a la cocina. Mi padre
estaba arreglando la puerta de la cocina. Tenía abierta la trampilla de
arriba y estaba colocando el sitio donde debe dar vuelta la persiana. Me
preguntó: “¿Ya vienes de la habitación?”, enfurecido. No, vengo del
fallado. Creo que me lo preguntó otra vez, como siempre, no fue eso lo
que me irritó. A la tercera vez de preguntármelo, le seguí contestando que en
el fallado, pero mamá se acercó a mí y, casi empujándome, me dijo: “Calla y
vete”. No me dio tiempo a decirle nada. Reaccioné más tarde. Si, eso es lo que
queréis vosotros, que me calle. Y otra vez a decir mentiras. No entiendo por
qué me dijo eso, que me calle.
Supongo que antes también
sería muchas veces así, pero me imagino que los padres no buscarían decir cosas
al tuntún, sólo por discutir. Lo que ya comienza a ser ánimo es que mañana es
sábado, o sea, pronto llegará el baile. Toda la noche, desde que me lo dijo
hasta que me dormí, estuve dándole vueltas a ese “Calla y vete”. Y ahora llego
al papel y lo resumo en tres palabras y, además, esa esperanza no la tenía
ayer. También me joroban las indirectas. Hoy llegó mi hermana por la noche y yo
estaba en la habitación. No tenía ganas de levantarme a cerrar el portal, pero
sé que si ella se acerca a mí preguntándome si puedo ir a cerrarlo, iré. Aquel
poema que decía que, quería ser libre para elegir, lo siento más cerca de mí.
Llegó a mi habitación y me preguntó si sabía dónde estaba la linterna para ir
ella a cerrarlo. Y yo pensé: No será verdad. Está en la cocina. Se la fui a
buscar y, al venir, estaba hablando por teléfono. Se lo dejé en la puerta de su
cuarto y entré en el mío. “Que lo pida, ¿no?. Debe de saber que yo no voy a
negarme, al contrario, no puedo hacerlo, aunque sepa que de mayor me va a
mandar a tomar por saco”. Pero me cortó el segundo paso, me parece que
dijo algo así como: “¿no vas a cerrarlo?”, digo algo así, porque sé que fue en
un tono de ese tipo. No estuve de acuerdo con su salida, hasta murmuré:
“Cerda”. Eso no lo tenía que hacer así. Había pensado: “Ya verás cómo vas a
terminar yendo tú”.
Aquella salida cierto
es que me dolió mucho porque no la esperaba, pero pienso que ya me estoy
acostumbrando. Hoy hay cine de medianoche. Nacho me preguntó si había y yo le
respondí que si. El va a verla, supongo, yo también y supongo que si al final
es tan grosera, podré escribir en la cama.
No la vi, me dormía allí. Ya
es de mañana, me parece que me sigue dando rabia ver a algún perro lleno de
tierra, sobre todo las patas. Siempre es Mimo. Y hoy pasó una cosa graciosa por
teléfono. Llamó un señor hablando que no se le entendía nada. Después de
repetirlo tres o cuatro veces, le pude entender “migón”, podía ser una miga
grande, la panadería y le entendí después hormigón. Se había equivocado.
Primero dije “¿cómo?”, luego “no entiendo” y a la tercera me quedé callado.
Ayer mi madre se
disgustó y me dijo: “No puedes estar así todos los días. Tengo que mandarte a
ese centro de Vigo”. Estando aquí en casa hago lo que puedo, no mucho la
verdad. Claro, veo lógico que escriba a escondidas o esté sin hacer nada, creo
que si encontrara ya esa libertad para poder hacerlo, sería otra cosa, pero
bueno, más vale lo malo conocido que lo bueno sin conocer. Prefiero seguir así,
aunque me disguste. Al menos, no tiene que ir tanto a lo de Chicha o
incluso a Ramallosa. El otro día me apuntó en un papel ir a Manolito y coger
unos papeles en lo de Alfonso. Fui a Manolito y tenía que subir dos bolsas. Me
preocupaba porque no podría subir en bici. Creo que se levantó mi padre al
baño, pero ya no hay nada que temer. Volví a casa y, al llegar arriba, me había
olvidado los papeles. Pero podía solucionarse, por eso no entiendo.
A la hora de comer estaba en
el fallado planchando y yo escribiendo. Me dijo: “Baja a comer que yo tengo que
marcharme”. Le contesté: Bajo luego, si dejo la hoja en la máquina la estropeo.
Pero también es una respuesta que me tranquiliza. Ayer por la noche no escribí
nada. Y ahora, cuando fui a ver si había Ayer por la tarde llamé a Pepi. Hablé
con la madre, porque ella está en un instituto de Vigo. Como ella me vuelva a
escribir, pensaré que todo un tiempo valioso habrá sido perdido. Me recuerda un
verso que decía: “Tenemos que rehacer el tiempo”. Pero aquella inocencia,
aquella dulzura, todo eso se va igual que el tiempo y todo eso es lo que me
hace llorar y me hace enmudecer tantas veces. Toda la ternura que me mantuvo
vivo esperando tus cartas, ya me parecerá inútil. Me horroriza pensar que ha
sido culpa mía que tú estés dormida y callada. Culpa mía será al fin de
cuentas, me horroriza sólo pensar en ti. hervido la leche, estaba arriba del
todo, menos mal que no salió. La segunda ya no subió y la tercera no sé. No,
tampoco, vine a escribir para ver si subía, pero nada.
Y todo lo que pasó
desde ayer. Las veces en que
pensé en ti, en tu amor, en todo eso que compartimos. Sólo una cosa contigo: no
te vayas aún. Ahora te iba a contar lo bien que me encontraba por que esta
mañana no hubo ninguna clase de riña: mi madre bajó al pueblo y yo cogí la
leche, el pan, estuve haciendo cosas y fui a coger manzanas. Hasta sé que antes
de ir subió Quico al fallado con el cassette y dos cintas y puso la que titulo
“Lúgame”. Primero una de Pía Zadora y M. Jackson y luego ésa que tanto me
gusta.
Cuando le vi ponerse a
escribir a máquina en la mesa, me dije: Yo también tengo ganas de oír música.
Me quedé haciendo alguna cosa más: recogiendo y ordenando un poco por ejemplo.
Entonces ubió mi padre y me preguntó: “¿Qué buscas aquí?”. Estoy recogiendo un
poco. Creo que añadió: “Vaya”, y se dejó estar. Se fue después. Y fuimos a
comer. Luego marchó Quico y yo subí a escribir a máquina. Puse otra vez la
canción ésa que tanto me gusta y la quise llevar al cuarto de Mariora por si se
enfadaba conmigo,así que
bajé el aparato y las dos cintas. Incómodo. Intentando abrir la puerta de la
habitación se me cayeron y me agaché. Salió mi madre que estaba en su
habitación y, cogiéndome de los pelos, dijo: “A lo zorro, ¿no?. Yo la escondí y
se la volviste a coger”. Y me enfadé. No pudo terminar bien. Siempre tiene que
aparecer alguien jorobando la historia. Le dije, chillando, que había sido
Quico. “Bueno, pregúntaselo a él”. Ahora me pregunto por qué no le dije que
había sido yo. Chillando,
que no quiera venir ahora a mandarme que aquella vez reñí con él, al irme le
mandé a la mierda y él no me dijo nada y creo que lo oyó. Que no venga a
hacerse el amo que también me queda para ella.
No se lo preguntará,
pero en caso de que se lo pregunte a él, no me dirá: Perdona por tirarte de los
pelos. Así que también se va a la mierda. ¿Es que siempre tiene que aparecer?.
Yo, lo único que me tranquiliza es que es sábado y puedo perderla de vista yéndome al fallado.
Y eso todos los días, porque si tuviera que quedarme con como estoy, seguro que
no volvería a dirigirle la palabra. Y que tengo aquí estos autodefinidos y
dameros, que si no, pues no sabría qué pasaría.
Hoy por la mañana vi
que había quedado una gallina fuera, menos mal que no se enteraron. Me gustó el
trozo que escribí sobre Pepi ayer en la otra hoja. Sé que lo leí una vez más
esta mañana y me quedan otros días para recordarlo. Jo, la habitación está sin
hacer. Pensaba bajar sólo a alimentar a las gallinas, pero tendré que quedarme
en la casa limpiándola. Estoy pensando, no se me ocurre nada que contarte, me parece
que va a ser mejor dejarlo para después.
La verdad es que para mi
cumpleaños quisiera que me regalasen un radio cassette, para mí y para Quico.
Pero no termino de darme cuenta que todo eso son sueños perdidos. No sé cómo,
de lo feliz que era hace uno o dos años, he pasado a ser tan esclavo como soy.
Esclavo de todo, y ese todo fue lo que me ayudó antes a encontrar un puerto
resguardado del vendaval donde poder ocultar todos mis tesoros. ¡Qué
insospechada parece a veces la vida!. Bueno, me alegra saber que ya he
terminado la hoja y mañana es domingo, no he perdido la esperanza. Fui a
Vilariño. No le di un beso a Tere, estaba con gente y no quería ser un plomo.
Mi madre le trajo de Andorra un reloj a Quico, a mí me quedará el de mi padre.
Me lo puse hoy. Le llevé las dos cintas sin título a Paz y a Loli. Había
hablado con Paz el anterior domingo y me pidió que le llevara la de S. Wonder.
Al grabar el lunes cogí ésa y una de Berlín, y no sabía cual, así que le llevé
las dos. Me encontré allí con Susana, la misa se la dedicaban a su primo. Salí
del baño, quería entrar Quico, pero mi padre pasó para la cocina y no se dio
cuenta, antes pasó al contrario pero despisté. Salió mi hermana y pensé que era
él, pero ya pasó el peligro. Susana me dijo que Betty salía, aunque sin otra,
pero podía ir. Me convencí que iría. Recuerdo que quería hablar contigo para
que me tranquilizases. Quería que me dijeses que iría o que me dieses una
esperanza. El collar se lo llevo para el próximo tercer domingo que irá. Le
hablé del cuello, supongo que ya sabrá qué es. Bueno, da igual. Hablé con
Manolo. Dudaba sobre si iría Betty con ellas. Buscaba una hoja en la carpeta y
la encontré en el bolsillo. Mejor, así te cuento lo que quería. Esta mañana
abrí la mesilla donde estaban los zapatos y comprobé si estaba la libreta.
Encontré el papel y lo desenvolví un poco, no estaba. Entró Quico y le
pregunté: Me la cogiste tú, ¿no?: la cadenita de Fátima. Me respondió que no.
El caso es que estuve convencido un rato. Pero recordé que el papel tenía
envuelta la cadena y, en desdoblez, el dinero. Pensé en pedirle perdón, pero no
sé qué contestará. Le dije: Ya la encontré, estaba suelta. Y me quedé igual de
tranquilo. Pero no sé por qué no le pedí perdón. Nadie lo hacía. Me faltó el
valor.
Me parece que a Bety voy a regalarle
una especie de colgante de ésos que se ponen en la muñeca. Lo encontré en el
fallado. Dime que me tranquilice, amor. Estoy como una regadera. Busqué la
libreta como un loco. Después de un cuarto de hora de vueltas al fallado y a la
habitación, volví al fallado y volví a buscar en la libreta. Y vi esta hoja, me
di cuenta que no hay libreta, pero créeme, estoy como una regadera, como un
colador. Pídeme que me tranquilice. Estoy en el baño, no hago nada, pero
escribo. Aún no empecé y ya rompí el bolígrafo en la punta. Cayó un trozo. Todo
empieza ayer. Pensé en hoy, iría al baile: iría Ana, Bety y todas y recordé que
a Susana le había muerto el primo. Bueno, era la respuesta.
No me importaría, no importaría. No
quiero ponerme a buscar una hoja nueva. Dudaba ir, había respuestas de si y de
no. Y creo que ganaban éstas últimas. Pero Paz me había dicho que le había
gustado el último domingo, de blanco, pantalón y niki. Hoy iría ella, me
bailaría dos, no una sóla como el último domingo. Hablé un rato con ella en su
cara. Le conté problemas. No tenía que hacer nada y me dedicó todo aquel
tiempo. Llegó la tarde. Le tenía que pedir a mamá un nike si quería ir de
blanco. Subí con ella, le iba a planchar un pantalón a Quico. Dudé. Al final se
lo pedí, un niki que había encontrado yo. Me dijo: “No, aquí tienes uno
planchado”.
Hablé con Manolo y luego fui a
dar una vuelta por el pueblo. Pensaba volver y no lo hice. Vi a Bety y a la
otra Susana. Y un rato más tarde, entré. Primero encontré a Bety, luego bailé
con Paz (o primero con Paz, no sé), con Angeles, hablé con Mari Carmen Panteón.
Total, que fueron todos. Bailé con Teresa, Rosi, aunque al final con Ana, pero
lo bueno es que vi a Alicia, Pepi y una amiga suya llamada Xili (Auxiliadora).
Bailé con las tres, dos, y creo que ahora tres. Me piensan volver a escribir,
Alicia mañana, Pepi me dijo que me iba a dar un beso al final. Ana me dijo que
se había enfadado por contárselo, pero ya sabes, estuve hasta las diez. Al
final fui a buscar a Pepi, me dijeron que la buscara, di una vuelta y volví.
Nada. Pero estaba con ellas, fui a decirle adiós a Ana y las perdí. Alarmado,
me dirigí al ropero y allí las encontré. En la calle, al salir, se lo di.
Y si bajo a velocidad,
igual. Me dicen que corro muy
rápido. Bueno, nada. Olvídalo. El roto daría mucho que hablar, si, pero ahora
parece tranquila. Todas las nueces se perdieron, pero aún se pueden recoger
algunas pequeñas. De todas formas, me parece que me dijo: “Espera a que venga
de Roma”.
No, no me quito la culpa.
Tengo, aunque sea por el hecho de desconocer. Mi padre está regando el trozo de
césped que hay frente a la cocina, aunque ahora sea tierra. Yo estoy en el baño
escribiendo. Mi madre fue a Vilariño. Regué un poco, a propósito, el jueves de
la anterior semana quise levantar una flor que estaba tumbada y se rompió.
Resolví dejarla allí, pero dentro de la regadera. Al día siguiente, cuando mi
madre iba a marchar a misa, a arreglar la iglesia, le vi cortando flores. Le
pregunté si había cogido ésa y me dijo que si. lo cual me hace suponer que
necesita que yo las riegue. Tuve una idea y fui a colocarle a las gallinas un
cordel largo sobre una rama para poner dos colgaderos más de verdura. Los
conejos siguen gorditos.
Yo no sé si haré tanto ruido,
al menos sé que sorbiendo no. No hay quien lo aguante. Nacho al mediodía y, por
la noche, mi padre. Tuve que salir ahora de la cocina, porque siempre tengo
ganas de gritar. Ya sabes como yo, ayer vi una película: “El hombre que amaba a
las mujeres”, un narcisista, quise yo también hablar de eso. No pierde
importancia, cuente lo que cuente, pero ahora siento que no me agrada mucho esa
situación. El “Más juntos” de Ana, no sé cómo sigue. Pasó por una etapa que
estuvo frío, y ahora parece que ya lo vuelvo a tener presente. Aunque no sé por
qué, porque ya sabes que tocar así, de esta forma, no es lo mío.
Bueno, ríñeme cuando
veas que me salga del tema. Me gustará tenerte conmigo, aunque sólo sea por el
hecho de pasarte a máquina. Si vieras mi lista de direcciones. Me parece que la
noche estaba preparada para llegar a mi puerta. Espero una de Pily y otra de
Alicia. Son las dos grandes. Tú ya las conoces. Me parece que yo tengo una
enfermedad denominada pasión por la escritura. Escribir cualquier cosa, ya ves,
como ahora, y me importa un rábano caer cien mil veces si puedo seguir
escribiendo.
La verdad es que me gustaría
como novias muchas, pero me parece que lo primero que le pediría es ayuda.
Ayuda para ser de verdad, no una imagen como lo soy ahora. Incluso a Santiago
me parece que llevaré la libreta.
Antes me gustaba contarle
todo a los amigos o amigas con las que hablase, incluso personas mayores. Ahora
no, no suelo hacerlo mucho. Bueno, da igual. Porque, al fin y al cabo, pienso
que nada lograrían hacer. Solo acordarse de mí. El roce con ella apareció
pronto hoy. Le empujamos el coche a Nacho hasta que pudo y habían caído unas
habichuelas abajo. Los ratones habían roto la bolsa. Como me pidió una pequeña
para recogerlos, le quise dar la del sótano, pero era muy pequeña. Fuí a por
dos que había en los conejos. Una dijo que estaba sucia y otra porque sólo
tenía un asa, aunque la utilizó al final. Encontró una tarjeta que ponía
Escorpión, y dijo: Este eres tú. Y me la dio.
Si, era verdad. Tesoreros, trabajadores,
pero se deprimen cuando comienzan a verlo todo negro. Pensé en Alicia, ella y
yo haríamos mala pareja, pero me parecería estar muy bien en ese ánimo, porque
lo conocería. Además, no quiero hacerle mal.
Voy a bajar a llevarle
alguna bola. Se me coló un gato en casa. Bueno, me entretiene, da igual. Vamos
a hacer aquello. Vino Chicho. Le di las bolsas a mamá. Vio las flores. Pero si
no acepta mis defectos, siempre pudiéndose superar, las va a ver negras, ya las
está viendo. Bueno, al final bajo en chándal. Creí que me iba a imponer yo
porque tenía mucha ilusión, pero ya ves. Por ser sincero y decirle que el
calzoncillo te cae. Podías habértelo puesto, guardado en la mesilla y
utilizarlo otro día. Bueno, bajaremos otra mañana. Llevas el pantalón y la
parte de arriba. Baja al perro contigo, para que no tengas que correr. Y lleva
la hoja, por lo que se te ocurra. Me pondré duro para llevar este chándal. Ese
siempre querer hacer rápido todo lo que te pide tienes que olvidarlo. Ya ves,
antes quiso limpiar las habitaciones y te dijo que cogieses la escoba que
estaba arriba, en la terraza. Tú le dijiste que en el sótano había dos antes de
limpiar mi padre. Yo también lo sé, y es verdad, podían estar en donde los
trozos de madera, pero fíjate en que te llamó, aunque pienses que se parece a
alguna vez en que se lo llamó también a mi padre, piensa en esa diferencia
entre tú y él. Ya ves, tozudo, todo eso, tú no le pudiste decir nada.
Ahora está hablando por
teléfono y le dice a Matilde que, en el verano, subía de la tienda
preocupada y descargaba con este hijo suyo que estaba en casa y no sabía si, en
verdad, tendría tanta culpa como decía ella. Pero eso ya, ¿para qué sirve?.
Y creo que no vale de nada
que le contestes por qué, tonta, va a tomar eso como una contestación y no va a
fijarse. Ahora me da pena por aquello que reconoció. ¿Por qué no habla
conmigo?. Dice que ahora hay más tranquilidad. Pero no sé por qué. Hago lo
mismo que antes, pero sin música, riego un poco, bajo, subo, y ya es comer. Al
final bajé en chándal y me lo cambié porque el pantalón estaba roto entre las
piernas. Es un chico que estudiaba conmigo. Me guiñó el ojo. Entonces me
recuerda, entre él y yo hay un abismo. Sólo un perro me entretiene un poco a
distancia. No quiero que se acerque. Tiene ganas. No quiero que me miren lo que
escribo. Me importa un rábano lo que piensen. Lo separaba con la pierna. No
quiero que piensen todos que esto también es escribir poemas. Bueno, voy a
subir. Aquel perro quería subir conmigo. Un chico que había a la altura de las
damas me lo sujetó y yo vine por el desvío de Palmira. Como había pensado,
dijo: ¿Más perros?.
La hoja anterior la empecé
ayer. Me entusiasma pensar que podría pasar toda la vida escribiendo, aunque no
puede ser lo único, sobre todo, escribir a máquina. Pasarme todos los días,
cuando sea mayor, escribiendo a máquina. No sé si el casarme va a ser una ayuda
en este sentido o una pega, pero el caso es que yo siempre necesitaré de
alguien a mi lado. Me gusta Ana, fantástica sería y tal vez por ser la primera
que bailó a gusto y cuanto quise, Rosi. Me parece que lo voy a tener difícil.
Lo que no llego es a ponerme a la altura de Antonio. El me dice: “Vas a pasar
hambre. De puré no vas a vivir siempre”. Y soy incapaz de pensar para entonces.
Con las manzanas que hay, siempre pienso que Dios alimenta a sus criaturas.
Siempre pensaba que era
mejor todo lo regular para el principio, siempre que se sostuviera la esperanza
de triunfar un día, y todo eso bueno para el final. Así me lo va demostrando la
vida ya por entonces. Y el mejor ejemplo lo tengo en el baile. Lo digo porque
conservo una de esas revistitas que hacíamos en el centro de Vigo. Y me parece
que hice mal colocando en las dos primeras el poema de Galicia y Tormenta sobre
una ciénaga, para poner el incendio, que sería mucho mejor, al final. Creo que
comprarían más. Bueno, ya no se puede regresar. Creo que he metido a Quico en
un lío, porque, al bajar el pantalón azul, también dejé sobre la cama el
chaquetón del armario.
Vino mi madre porque no lo
quería ver así y descubrió la laca que usó Quico. Dijo que es un bote que le
desapareció y que nunca lo encontraba. Bueno, no sé si tendrá problemas Quico.
Lo único que tengo en mente es el domingo. Me parece que le esperaré en la
puerta hasta las siete y media para entrar con ella. Me parece que le ayudaré a
sacar billete. Hay que dejarte por imposible, ésas fueron sus últimas palabras.
Palabras que no comprendo. Pero, ¿qué hay que hacer?. Dejarle por imposible
tantas veces.
Fui a buscarle cera al
sótano. Y se la traje. Le dije que había una espontela y era un completo. Se
quedó encerando y yo bajé a cortarles manzanas a los conejos. Bajé el cuchillo.
Y corté. Los conejos comían. Me alegré. Después subí a casa y le dije que iba
al fallado. Iba a separar las manzanas podridas. Tal vez pensaría que a
escribir. Después me llamó. Le faltaba el cuchillo. Recordé que lo había
bajado, pero había un periodo en que me faltaba la imagen, y en él estaba
comprendido ese momento. Total, ya sabes cómo se puso. Me acordaba de ese
“inútil”, la culpa era suya. Pero ya no había salida. Le dije que lo había
subido.
Bajé, por
encima de los conejos, una caja de carozos, debajo de ella. Tal vez estaba arriba y no la había
visto. Subí. Debajo no estaba. Se puso peor. Le quise decir que se
tranquilizara. No pude. Estaba chillando. En la habitación, arriba, me había
enfadado conmigo por ese periodo en blanco. Tranquilo, no te sulfures. Le quise
decir que no me pusiera nervioso. No pude. Me echaba la culpa. Arriba, el
cuarto. Ya se tranquilizará. Entrar en la cocina será un martirio, pero ya
estará más tranquila.
¿A quién echarle la culpa?.
A nadie. Total, ¿para qué?. Seguirán llamándome inútil. Bajé a los conejos.
Había caído dentro o debajo. ¿Cómo debajo?. Era un sitio imposible. En aquellas
condiciones, no me digas que aún quedaba algo imposible. Encontré la hoz nueva.
Hacía mucho que faltaba. Después el cuchillo: estaba en la caja de carozos,
pegado en la esquina. Ahora, después de comer, me dijo: “En la estantería,
encima del wáter, hay una flor rosa”. Y me cegué por la que hay enfrente.
Cuando marchaba de la
cocina Mariora comentó: “Ya verás cómo no se enteró”. Y volví, pero en la
estantería no estaba. Me lo repitió, pero nada. Entró Quico al baño y le pregunté
si sabía; junto al baño, en la pared, también hay una más pequeña y más baja.
Casi nunca me fijé en ella,
no sé si hace tiempo, porque nunca la utilizaba. Cuando él se la iba a dar,
salía enfadada de la cocina. Y él se la dio diciendo: “Déjalo, ya ves”. Era
humor, tal vez le hacía reír. Seguro que se toma en serio eso. Malena diciendo
que quería entrar. Bueno, pienso que ya no podré ver a Isabel como antes. Hace
un rato, después de escribir dos hojas a máquina (bueno, no es tal rato), bajé
al pueblo. Fui hacia las gallinas y encontré a mi madre en la basura. Había ido
a recoger las manzanas. Yo le dije que también iba. Fue mentira, si, pero el
caso es que bajaba. Bueno, recogí con ella todas las del suelo y me apuntó:
“Vas a regar el nabicol, todo lo que limpió Isabel”. Le respondí que ya regaba
desde hace seis o siete y hoy también. Dijo: “Pero si eso no tocó agua desde
que lo limpió Isabel. Eso es mentira”.
No tiene derecho a decirlo.
Y lo peor fue el callarme. Sé que estaba haciendo la segunda hoja cuando subió
mi padre y no me dijo nada. Cuando vi que la máquina ya no hacía un ruido
normal, quise escribir con la mano izquierda, todos los dedos, pero al dar con
la mano derecha noté un ruido diferente.
Espero que hoy, viernes,
coincida con la llegada de la carta de Pily. Si me la mandó el martes, como me
dijo, tiene que ser hoy. De todas formas, porque sé que seguro que el domingo
irá. La historia terminará bien. Ya digo “seguro” porque ese “no ir” ya entra
dentro de la suerte. Bueno, pero estoy seguro que irá. Ya empezó otra vez a
escribirme y eso es algo que abre otra vez las puertas. Bueno, me iba a
afeitar, no empezaba con el cotorreo. Ahora sí, andando la leche, ya me saldrán
cosas para hablar contigo.
Iba a ir a otro centro de
Vigo en donde enseñaban obras con cuerdas y todo eso. El chico de Decoraciones
me dijo que ya había empezado, que le preguntase a mi madre. Y yo veo lo mal
que estamos de dinero. No se lo pienso decir, hablaré con el chico para
decírselo, a no ser que hable ella, la cantidad de sobres que me trajo Mariora
de Al Campo no los encuentro. Tanto esconderlos por temor a Quico. Tengo un
sitio y creo que deben estar arriba, en los estantes que hay donde coloca las
manzanas mi padre. Voy a ver.
No. Sólo pienso en ti. Voy a
llamarte. Hablé con mamá. No, no cambió nada. No sé qué hacer. No hago nada.
Voy a escribir un poco. No subió del correo. Bueno, no importa: mañana. Pero
ahora me acuerdo que mañana no estoy.
Jo, para el lunes. Bueno, no
importa, así empiezo una semana. Ya ves cómo soy. No está bien que te escriba
sólo cuando se me ocurre algo. Me alegro que fuera a coger unas flores de donde
está enterrado Ross. Las regué ayer, como todos los días, aunque aquéllas no lo
hice tanto. Pero ayer estaban un poco pachuchas. Me pregunto si esperamos a
Quico. Cambió, porque hace dos o tres minutos subí apurado: se me había
ocurrido un poema. Al pasar por la cocina me dijo que pusiera la mesa. Le
contesté: No puedo (cualquier mentira), subo a buscar una hoja. “Tú lo que
quieres hacer es tu voluntad”-me aseveró. Pero no paré. Fui a la habitación y
escribí.
Un
rato después subió y me dijo: “¿Viste?”. Pero no le atendí. No
terminé en ese momento sino un rato después. Vine y puse la mesa. Normal. Ahora
habla por teléfono. Cuando colgó corté yo. Pero bueno, eso es lo de menos.
Ahora, cuando marche Quico,
me gustaría llamar a Pily para leérselo, a ver si le gusta, pero no sé qué
hacer. Le llamé, pero sin darme cuenta que Quico estaba en el baño, y no corté,
creo que la armé buena. Una noche escribí esto, creo que no te lo conté. Quería
hacer un poema distinto. “Si me equivoco, no quisiera que guardases un mal
recuerdo de mí. Momentos para reír, momentos para llorar y momentos intermedios
para esperar”. Me hace pensar, no sé por qué me da por pensar que ya te lo he
dicho. Pensé continuarlo.
No sé qué hacer,
porque no quiero volver a empezar como antes. Creo que la culpa de todo es no
poder tener música. Fui por la mañana a casa de Olga darle un sobre y, de paso,
a pedirle unas flores. Y me da pena, porque no le veo cara de hipócrita; al
contrario, cada vez que me miraba, sonreía. Me da pena no tener más roce con
ella. No sé si Pily va a querer bailar toda la tarde. Bueno, mañana, a pasarlo
bien en Santiago y, luego, ya veremos. Voy a bajar el cuaderno de pasatiempos.
No, voy al cesto. Total, ya lo tengo en agua desde la comida. No puedo. Entró
Quico y cerró la puerta. Dice que no hay una madera en mi cama. Estaba bajo el
chaquetón.
Bueno, empecé el cesto, y lo
deshice. Iba a escribir, pero no lo hice. A llamar, bueno, voy… no, no voy. Voy
a separar manzanas, y comeré. Ya terminé. Voy a vaciarlas y al baño. Ahí estaré
contigo. Bueno, iré a la tienda de Chicha a comprar pienso. El cesto lo dejaré
para un día en que estén ellos. Nada, ni el libro de puzzles me atrae. Subiré a
escribir después del pienso.
Ya está oscureciendo. No voy
a escribir. Ni llamar a Pily. No tengo ganas de regar y eso ya es extraño. Noté
a Julio enfadado. Esta mañana le dije a la madre que le esperaría. Pero tardaba
y tuve miedo por las flores. Quien sí me animó un poco fue Manolo, el hijo de
Chicha. Siempre suele sacarme el tema de Jesús, que es comunista, que se
enojaría en el Vaticano, todo eso. Y yo me callo. Debería contestarle: déjame
de rollos. Pero seguro que insistiría para convencerme.
Ya nadie puede hacerlo. Y de
política, que diga lo que quiera. Le gusta meterse, pues que se meta. Sólo me
interesa el pulso. Jo, cómo añoro la música. No tengo ganas de regar. Ni sé qué
hago. Sólo escribo. Voy a poner la tele. Ni allí hay algo. Voy a regar. Apenas
puedo escribir. Bueno, regué las flores de aquí enfrente. Las de abajo, otro
día. Me caen más simpáticas éstas. Hubo una que floreció el mismo día que la
regué. O la mañana. No sé si no dolerá, bueno, el agua que riega y, encima, el
que sale por la tubería. Es por mi padre.
Mañana, no llevaré la
libreta. No me dará tiempo. Es mejor conocerse. Me pregunto si no irán chicas.
Y el ambiente. Bueno, no importa. Llevaré por si un poema. A ver si puedo
terminar la hoja. Si, al final, todo lo pasaré a máquina, no sé qué tendrá que
ver una hoja. Bueno, la alegría. Se hace de noche. Voy a coger verdura para los
conejos, de afuera. Me dijo: “No, tú vienes de lo de Chicha”. Ella me mira. No
sé qué pensará.
Me da igual. Me gustaría
decirle a Manolo que todo el mundo sería socialista si fuera un partido un poco
religioso, como a todos los demás. Y a eso no me tiene que responder nada
porque he leído mucho de lo que llega a mis manos de periódicos y de televisión
también.
Ya sabía yo que tenía que
decirme algo por escribir. “Pero no tuviste tiempo para quitar el mantel”. ¿Y
qué?. No me di cuenta, no. Pero también lo van a usar por la noche. Descubro
una segunda intención. Voy a llevar la hoja para arriba. El caso es que siento
una ilusión por llevarse bien conmigo, pero al final siempre se corta y yo no
sé cómo prolongar esa tranquilidad. Siento que muchos me dirán: Fue culpa tuya.
Incluso después de leer esto. Como Isabel que me dijo que era un comodón, y
creo que es verdad. Pero todo se me hace un lío. Al final sé que no podré
volver atrás, pero es que ahora tampoco sé ir para delante. Por eso vuelo. Mis
pasos ya no saben dónde pisar.
Tanto
se preguntaron, que ahora parece todo dado la vuelta. El siente que es en su contra, pero
ahora sabe que tiene unas palabras para luchar. Incluso ellas son pocas,
incluso ellas, a veces, no saben qué decir. Y llora, si, aquí también lo dice.
Todo se lo recuerda. Pues se va a armar. Porque me dijo la biodramina que llevé
a Fátima y en el bus no tenía ninguna. Sólo una que me dieron. Olvídalo,
mañana, sin nadie, qué bien. Tú siempre despistando, ¿no?. O qué buscas en la
mesilla, o en el cajón, siempre igual. Bueno, no, ¿y qué?. Lo de Santiago es
por lo que supone todo un día fuera. Ahora, por la noche, no le encuentro mayor
ánimo. Si le dije a mi madre lo del reloj, es para que no tenga que despertarse
tan pronto, o hacerlo de noche, pero siento que está muy lejos de entenderlo
así. Bueno, allá ella. Me voy a enfadar también con Isabel, y va a ser un
problema. Porque seguro que al final ocultaré mis verdaderas intenciones.
Fui a hablar con mamá.
Estaba acostada. Me dio pena, pero ¿qué voy a conseguir?. El único ánimo fue
cuando le pregunté si tenía allí mi reloj, el que usaba yo. No tengo remedio,
¿verdad?. Bueno, no voy a destrozar de golpe todos mis ideales. Hay veces en
que me gustaría saber que todo me conduce hacia lo malo, para que siempre sepa
luchar. Bueno, nada, te pensaba dejar para leer el Follas Novas, pero no sé. La
importancia de mañana, creo que reside en que va a ser un puente tranquilo. Yo
estoy en La Pintora, esperando. Cierto que hubo sus más y sus menos, pero me
animaba más, pensaba en todo esto. Llevo mil pesetas y el reloj. Sus más y sus
menos, digo, con la biodramina. Mentiroso y cosas así. Pero fue sólo un
momento, porque luego ya estaba hablando conmigo.
Estoy escribiendo sobre un
coche. Marchó Julio. No viene el del coche. Me quedo a esperarlo. Si no, viene
Julio. Acaba de pasar el señor de la bicicleta. No sé si es que está mudo. Me
hizo reír, me animó un poco. Una palmadita en el hombro, me señalaba un coche y
encogió los hombros. Iba contento. Llevaba una bolsa de comida de La Pintora.
Empiezan a trabajar pronto, ya lo estaban cuando llegué. Al rato, unos minutos
después llegó Julio. No quería escribirte por si viene, pero el caso es que no
sé esperarte sin escribir. Julio fue andando. Me preguntó la hora, eso me
animó. Vamos a ser todos los minusválidos de Galicia. Habrá más.
Allí no creo que pueda
llegar a escribirte. No llevo poemas ni chistes. No van a hacer falta. Me sé la
del incendio; Libre, como las aves y Dios era poeta. No sé si alguno más y
chistes, pero no van a hacer falta. Todos somos extraños. No quieres reconocer
que estás llorando. Si, este autobús tiene micrófono. Podía haber traído. Hice
mal. Al menos, una cinta. Hicimos mal. Yo tampoco lo pensaba. Bueno, no
importa, el ambiente tampoco es de familia. Tendrías que esperar.
No importa, me tienes a mí.
Se puede fijar en ti alguna chica. Espero que entiendas cuanto escribo. Se
escribe muy mal. Ahora cambié porque estoy sentado. Me senté. ¡Qué música más
aburrida!. Bueno, no pienses en eso. ¡Bah!, déjalo. Parece que les gusta la
tele. No te pongas así. Empieza a conocer. Todo va a cambiar. Hay que animarse
de alguna forma. Ya viste, te apuntaron a un centro de la misma asociación a
hacer conchas. Vamos a terminar pronto tus hojas, si seguimos así. Ya ves que
yo no te falto. Ya pusieron una película. Si, creo que es mejor. Conmigo se
aburrirían. Apenas me conocen y apenas les conozco. Cada vez me entusiasma más
la idea de escribir toda la vida. Pero no siendo un solterón. Bueno, da igual,
vamos a ver la película.
A la llegada conocí a
Ita, una chica. Me gustó hablar con ella. Le dejaban atrás y fui a su lado.
Procuré no pasarme. Me cayó bien. ¿Viste?, ya empecé a animarme. Creo que no me
acordaba del nombre de la tercera. Teresa, Teresa y Begoña. Al principio del
viaje, me anotó una chica a un centro de AMFIP. Creo que ellas también van. El
caso es que me caen muy bien. No quisiera por nada del mundo que al final les
resultase pesado. Siempre que hablo, en el grupo de las tres, sonríen. Es un
ánimo que no quisiera que se fuese. No pienso dejar de escribir.
El bus se mueve. Creo que la
que si me agrada, me parece que le agrado yo más, es Bea. Me senté a su lado
para comer. Ya la estamos fastidiando. Y si me empiezo a poner triste, ya no
voy a saber qué hacer. Estamos todos aquí, en el comedor, y ella a mi lado. No
hablamos, me gustaría estar hablando con ella todo el rato, pero no sé qué le
parecería. Dejé tres, tres manchas de boli en toda la mesa. Y me miró. Eso ya
me preocupa. Parece indiferente, pero me gustaría que conociese el vínculo que
me acaba de unir a ella. ¿Qué podría decirte?. ¿Qué la comida?. No, ya lo
sabes.
Colocó
mi jersey en su silla. Me gusta ese detalle. Estoy preocupado. Me
entristece no haber traído la libreta. Y lo pensé. Voy a tener que olvidar a
Bea. No sé por qué, no es por que no hable conmigo. Creo que le vi de
otro modo desde el principio. Es esa idea de considerar este día que no quedará
consumado si no le conozco a ella. Se podría decir mucho. Yo, yo lo tomo como
una convivencia. Y toda convivencia me parece hermosa. Son palabras limpias,
palabras que se pueden albergar en un momento. Cualquiera. Será maravilloso
cada vez que queramos dedicarle nuestra mirada, nuestro recuerdo, todo nuestro
ser. No hay engaños, no hay mentiras que puedan pregonar que no hubo amor a
nuestro lado. Nacieron unos ojos, unos ojos eternos, compañeros de rodas las
estrellas. Un sabor de boca, no, no hace falta, cualquier aroma se sentirá
feliz por impregnar nuestro alrededor. Ante él vamos a conseguir un mañana más
dichoso, ese mañana entre los dos lo habremos cosechado.
Eso me parece esta compañía.
No sé si podré leer alguna. Me parece que no hay ambiente para leerla. No
quedaría tranquilo. Tan animado que estuve antes. Me coloqué aquí para nada, no
le doy sentido. Y el caso es que estuve a punto de descubrirlo. Todavía me
siento a punto. Ya estoy mal. Se lo pregunté. No, te lo dije. Y al final creo
que arrastré lo que quería. Ya te lo contaré. Ahora prefiero hablar. Me dijeron
que leyese eso que hablé contigo sobre las convivencias. Y les gustó. Piensa en
Begoña (no es Beatriz). No estuvo del todo mal su presencia. Ella estaba junto
a Teresa y me quedó esa esperanza. Fue como el puente que me recordó más a
Pily.
Y a mi madre no le voy a dar
tanta importancia a lo que dice porque no sabe que me empecé a bañar
diariamente o a menudo por ella, y no me parece que se lo crea. Bueno, puede
ser verdad que se le puede llamar terrorista, mi mente es pequeña, pero se
llega a fijar en algo, ¿no?. Me hicieron una entrevista. Bueno, se la hicieron
a todos. Me quedé disgustado en lo que dije: nos
conocemos.
Creo que lo que más me
desanimó de Begoña fue cuando le dije que ya le vería en el centro de Vigo. No
sé qué fue lo que le dije, pero me cortó diciendo: “No creas que voy a ir por
que vayas tú”. Yo me quedé callado. No sé qué pasó por mi mente en ese momento.
No me dio tiempo a contestar. Fue todo tan rápido.
Todavía no había nacido una
semilla entre los dos, era sólo un encuentro. No sé qué pensó ella, pude
haberle dañado. Ya lo hace a propósito hirviendo la leche. Caro que lo hacía a
propósito. No sé la razón. Bueno, olvídala. Me gustaría saber cuál fue el daño,
me parece que muchas veces soy el culpable de todo.
Bueno, escribo en la
habitación. Creo que no estaba muy preparado para ese viaje, es ese haber ido
sin ganas. Me animó más la chica que comió entre el otro chico y yo. La tele
donde se fueron es la de la habitación de ellos. No voy a ir yo también. Un
chico me dio su dirección, no me acuerdo cómo se llamaba. Pero estuve hablando
con él. Y eso me animó. No es sólo porque me diese la razón a mí y apoyase mis
ideas, no sé, es ese ánimo. Si, es verdad que me dio la razón, pero apoyó ese
continuar investigando y descubriendo.
Me gustaba a mí
también aquel trozo de la convivencia. Me agradó que así lo reconociera.
Ninguna de las tres volvió a hablar conmigo. Bueno, ni yo con ellas. Creo que a
quien más recuerdo es a Begoña, de mi altura más o menos. No sé si hice algo
malo. Pero sobrevino aquello que yo tanto había indeseado en mí. De una manera
espontánea, pero no me lo esperaba. Se había dado cuenta cuando yo ni siquiera
había alcanzado ese nivel. No quiero que el amor sea tan lento. Considero que
nunca fue de esta forma para mí y ahora me parece que sufre la transformación
para convertirse en algo también nuestro. Y todo es tan lento que me parece
mentira haber convivido tanto tiempo con ella.
Siempre llego un día.
También me parece que yo he sido concebido de la misma forma tal vez en la
mente de alguien que siempre ha querido saber de mí. Los domingos tengo alegría
segura Teresa, hoy fue el cumpleaños de Julia, ¿sabes?. Casi le engaño a
Lourdes, pero es muy cariñosa. Sigo diciendo lo de antes: el amor es muy lento.
Pero está lleno de sonrisas. Ya está la bronca encima: El niño que quiere ir de
blanco.
Y ahora Quico dice: “Así que
va a ir Pily”. Tengo miedo que se la lleve. Aunque no era allí. Bueno, mamá
planchó el pantalón y el niki, me molestó al principio que chillara, pero lo
haría. Y no era para que Pily me conociera. Bueno, ya pasó.
Te lavaste la cabeza, aunque con fría. Pero lo que me molesta no es eso,
sino que me dijo que iría con el chico de Decoraciones y no le pude decir lo
del grupo a Pily, que es sólo a ver. Bueno, el caso es salir de casa.
Tengo que decírselo, no
puedo dejar a las dos Teresas, al menos una me gustó. A ver a Pily iré, como
pensaba, de blanco. Espero que la duda termine pronto. No me dijo nada Nacho y
fui a abrirle la puerta. Bueno, antes me enfadaba con él, por nada ya estaba
criticando. Ahora noto que ha cambiado. Bueno, tengo prisa. Son las seis
pasadas. Ya sabes que se enfada por el dinero. Quico dijo que se lo pidiese a
mamá.
No fue tan mala tarde. No
vino Pily, no, pero me parece que fue su recuerdo el que tuviste en tu ánimo,
porque no lo pasamos tan mal. Aunque hay momentos en que buscas a alguien
especial y el no encontrarlo parece que te deprime un poco. Pero bueno, ya
viste ¿no?, esa canción de España “Cantaré, cantarás” fue Ana y la de E.E.U.U.
por Africa, fue Mari Carmen. Ana empezó no queriendo, pero después bailó una o
dos. Quien no te dijo que no fue Mari Carmen. Bailaste con una desconocida, la
primera, el primer baile, aunque después no frecuentaras mucho este invento, le
dijiste a Mari que otro día se guardase para el final, y qué final, ¿no?: te
encontraste a Saulita y a Luisa, te dieron un beso las dos de tu forma y
hablaste con Luisa. Para el día de tu cumple. Y, al final, te dio otros dos,
pero se los hiciste repetir porque te puso sólo la cara. Bueno, ahora ya sabes
que si subes a aquella esquina de la pista superior puedes encontrarlas. Y
Luisa te bailará el día diez.
Bueno, ya hablarás con Pily
por carta, supongo. El caso es que ahora vas a empezar a salir de casa, ¿no?.
Conviviste con aquella ilusión todo el tiempo, un espacio que te permitió
conocer más a tu alrededor, todo nuestro alrededor. Hablar con el ánimo de que
puede ser un día cualquiera cuando te encuentres a su lado, un día cualquiera
cuando disfrutes de tus sueños, un día recordarás todo cuanto viste en esta
convivencia y verás que el viento también tenía razón cuando te envolvía de su
ternura. Ya viste que no le faltaba a tu caminar y vas viendo que la sonrisa
tiene muchas miradas para aparecer, tantas que van componiendo una escalera a
tus pies, más hermosa cada madrugada. Camina, ya ves que a tus espaldas no
aparece, pero allá donde pongas el pie, allá tendrás tierra firme. Comenzará a
partir de ti. No temas por alimentarla, ella misma quiere decirte que su
alimento lo eres tú. Así es ella para la vida: todo cuanto se puede soñar.
Un rábano. Como me dijo
Antonio, coger un poco de dinero para mí. Siempre tengo que pedirle a alguien.
Pídele a él, por si le sobra. A ver si sobra con cien. Yo le dije que si. Pero
no, eran las doscientas. Como el otro día, cuando Quico me pidió. Pídeselas
luego a mamá. Y ya empezamos. ¿Para qué?. Antes, cuando le decía a Jose que
prácticamente no necesitaba era otra cosa. Y ahora el mayor problema va a ser
el día de mi cumple. Tantos chicos y chicas que vi abrazarse en coches o en
sillones, no sé por qué. Creo que no tiene mucho sentido, para lo que pienso
yo. Y si ahora le parece mal que yo me vaya por las mañanas y le deje sola, es
problema suyo, ¿no?. No es hoy, es mañana. No importa, pero me parece que lo
voy a pasar muy mal. Ya lo empecé a pasar así. “Nadie suele pensar en los
demás”, dijo mamá. Y yo me pregunto ¿para qué?. No merece la pena. Total, para
algo, y se queda en que para nada más.: ¿Vale la pena?. No sé, está tan
revuelto todo…
Te
diré, si quieres, que ella habla con mil bellas palabras, pero una es
suficiente. Toda su intención es ésa. Y es lo que me fastidia más. Esa
incertidumbre. Voy a llamar a Pily para ver si puede llamarme luego. Me llama.
Fantástico, ¿no?. No sé todavía conocer esa parte de mí que está escondida, que
está esperando mi regreso, lo sé, y no comprendo cuál es el vacío que se hunde
a mi alrededor. Sigue todo revuelto, y ahora ya no se parece en nada a la ruta
que me había forjado ayer. Cambió su cara, cambiaron sus ojos, y me molesta que
todo eso me diga que también he cambiado un poco yo. Sigo buscando, ¿no?, como
antes. Hay algo que quiere interponerse. Hay tantas cosas intermedias, las empecé
a cruzar, pero me fastidia la lentitud a la que me somete el tiempo. Quiere
ayudar, no estoy contra él, soy feliz cuando pienso, pero me parece que no
quiere nada ser así y me parece que estoy solo. Recia soledad… y todo quiere
hacerme reconsiderar el por qué de un principio. Busca envolverme, yo quiero
saber qué es lo que puede ser para nosotros. Puede ser traición todo cuanto
quiero, no soy yo, me empujan, dime que me mantenga fuerte. Si algún día os
separo, el roble se verá inmerso en el olvido. ¿Qué puedo hacer si llega a mí
su agonía?, ¿qué podré hacer entonces?. Me falta un valor. Me recordaste un
poema. Lo voy a pasar. Me gustaría leérselo a Loli el viernes. Voy a ver si
Pily me puede llamar. No pudo venir, vino la madre. Viene éste otro. Ya conozco
el coche.
Perdona que te haya estropeado la hoja. No tenía otra. Incluso le voy a dejar el poema a ella.
Cuando terminé de hacer los cinco, de pasarlos, quise hacer otro. Y, mientras
espero, estoy planeando lo que puede ser, sólo pienso en ti… pero no lo hice.
Pily tenía razón cuando me dijo que, si le doy más vueltas, es mayor el lío.
Escribí los poemas y, como aún hacía sol, una hoja a máquina. Después bajé, le
cogí verdura a los dos y le pregunté si iba a buscar pan y carne de perros. “¡Y
después vas a subir, ¿no?. Pero no, te quedas fuera dándole de comer a
los animales y trabajando en la huerta. Un día llamarás por mí cuando estés
rendido de cansancio y te caiga el sudor por la frente. Te acordarás de tu
madre”.
Un
rábano. Creo que en este momento llegó la hora de ir a Vigo a unos cursillos.
Lo bien que estaré, ¿no crees?. Siempre coincido en recordar eso de egoísta y
todo eso que ya te he dicho cientos de veces. Porque estaba limpiando la
habitación de Malena y entró Blas. ¡Qué bronca?. “¿Cómo entra un perro?. No
cierras las puertas”. Yo le quise decir que bueno, intentaría para otra vez,
pero no era sólo yo el culpable, porque entraban otros otro día y esta mañana
se preocupó cuando le dije que el gato negro estaba en la cama de la ropa lavada.
Pero sólo era aquello: “¡Y contestas encima!”- me gritó. Me había preguntado
antes: “¿Sigue a cien la carne de perros?”. Creo que subió- le respondí. No son
esas preguntas las que necesito. Y ahora me puse a regar por darle esquinazo,
debe de pensar que por qué me lo mandó.
Me gusta estar contigo
pero
necesito algo más…
Ya
ves que estoy hablando contigo mientras riego. ¿Recuerdas cómo estaban las de
enfrente a la cocina cuando empecé a regarlas para que dieran un poco más de
color?. Pues ahora ya están mejor, pero me dijo: “Están pochas, pero un poco
mejor que al principio. Esas déjalas, ya están podridas”. Hoy vi los
crisantemos en flor, antes ya viste que me preocupaba por que no muriesen. Pues
son flores bonitas y las hay de mucha diversidad de colores. Espero que no se
me pase cada noche de echarles un poco. Tan feos que estaban estos tomates
aquí, junto a los pimientos, todos negros. Alguno ya tiene.
Me
van a animar a regar los de allá, al fondo, y los de aquí abajo. Ahora no tengo
grandes ambiciones por hacer, así que dejo la manguera en algunas plantas y
hablo contigo.
Tanto como me dice que mi padre está tan mal de dinero, me pregunto si no le
importará pagar tal cantidad de agua. Para mí, lo que es un caso es tener que
estar sujetando la manguera, sin tener qué pensar, o qué cantar, sobre todo
mientras esté aquí. Ahora ya ves, ¿no?, está regando ahí y yo tranquilo. Antes,
la meadita se quedó por ese nombre, pero yo echaba en el hoyo porque fuera debe
ser malgastar el agua, ¿no?. Bueno, a mí me encantaría que nos hiciese una
visita Esperanza. Sobre todo por ver a Andrea. Hoy llamó y dijo que iba a ver si
podría la semana que viene, me encantaría decirle que el viernes, pero por la
tarde supongo que no estará ella. No voy a decirte qué fue lo que oí, porque
extenderse sería lo de menos. El caso es que estuvo hablando conmigo un rato,
que si era por aprovechar comida, con la hermana no usa tanta confianza, bueno
todo eso. Colgó y llegó a la mesa para decir: “Ya viene a traer los problemas,
vive lejos de mi madre porque no le aguanta y ahora viene aquí”.
¿Es o no es hipocresía?. Me daban pena los conejos. Los jóvenes comen bien el
maíz, pero la hembra y la pareja no. Un día les di pan, me acuerdo, pan
durísimo. Y quedaron contentos. Me agrada. A la hembra le di más y se metió en
su casucha. A la pareja también le di, uno a cada uno. Y los jóvenes, que son
tres, quedaron con dos. Pero también comían el maíz.
Bueno, ya olvidé el domingo en que no fue Pily, aunque aquí hoy siguieron
comentando de él. Me molestó el decirle a Pily que no era a Quico a quien
esperaba, sino a otra de Budiño. Bueno, ya pasó. ¿Viste?. Cómo te dije ya me
empiezo a echar atrás. Tal vez le diga a Isabel que me regale un bloque de
hojas blancas. Y será como Palmira, llevarme bien sólo cuando esté aquí
trabajando con Marisa, y ese resto que hoy digo nada ya verás como va a dar
mucho que hablar.
Mañana, a Vigo. Bueno, ya te contaré. Ya decía yo que algo estaban comentando
de mí cuando me había decidido a bañarme e iba a hacerlo. No era muy alegre la
cuestión. Entré en la cocina para preguntar por los otros si habían llegado.
Sólo quería que me respondiesen lo de antes. Pero no dijeron nada. “No llegó
nadie”.
Pero cuando
salí le oí a mi madre comentar en tono de bronca y lo único que entendí fue “máquina de
arriba”. Bueno, ya me bañé. ¡Bah! No importa, no te pongas a pensar, que no
vale la pena. Mañana, bueno, a ver cómo queda aquello. Aunque no me cayó tan
bien.
Begoña, pero, en fin, es mejor un
cumpleaños allí que en otro sitio. No sé Lourdes, creo que ya le hice bastante
daño con nuestra inconsciencia, pero es igual porque el día que se lo quiera
decir, se lo digo. Ya sabes que no me importa lo que piensen los demás de mí,
sólo mis amigas. Hoy, cuando escribía en el fallado, Quico puso la cinta Vive.
Y escuché la canción. Dejé de escribir, subí las escaleras para escucharla
mejor y me encantó. Creo que me va a gustar empezar a cogerles la letra. Me
gustaría oírla cantando. Tendré que esperar al día en que me encuentre solo. Yo
le diré a mi madre que el día de mi cumpleaños, cuando me llamen Alicia y Pepi,
era ese grupito de dos de la costa que no recordaba, que lo hagan por la tarde.
Y Pily, un coche R-5 blanco, matrícula Va. Bueno, pues delicioso.
Decía que no saberme poner el reloj
por comodidad, diría Isabel. (Y algo de eso puede ser), porque siempre temía
romperlo. Hoy me lo puse. Lo pongo en la muñeca y luego lo giro. Mi padre aún
no vino y los dos están en la cocina. No quiero entrar allí, así que me quedo
hasta que le oiga venir. Tengo ganas de seguir leyendo el libro de Follas
Novas. Intento traducir los poemas al español. Pero lo tengo que leer
tranquilo, lo empecé a leer en la cama. Quico tenía la luz encendida. Me va a
molestar que a Vigo tenga que ir con mi padre y venir con él. Esta mañana, al
marchar mi madre, creo que desde la casa de mi tía, me dijo que regase. Si, un
rábano, me siento tan libre.
Mira el poema que hice esta mañana.
Termina rimando para que llame más la atención. No es mucho el roce que tengo
con Claudina, aunque sigo pensando que me gustaría que me lo hubiese dicho
antes, creo que sólo le dije “hola” uno o dos días. Un día que iba a buscar el
pan y un domingo. No recuerdo más. Bueno, el pantalón blanco y llevaré la
camisa azul a rayas verticales. El pantalón puedo limpiarlo un poco con la
esponja el mismo domingo. Voy a andar un poco, si no me aburro. A lo mejor
entro en la cocina. Entré y cogí un damero. Al cabo de un rato, me dijo mamá:
“Vas a ir a Vigo mañana para aprovechar”.
Yo seguí escribiendo porque sería el
mismo rollo de siempre: ¿No aproveché en los cestos?. Pero Mariora me parece
que le apoya, me hizo intención de quitarlo, diciendo: “Escucha, te están
hablando”. Entonces le dije lo del autobús y me respondió: “No vas a ir a los dos
a la vez. Tendrás que pagar el bus”. Todo es ir a Vigo.
Aún no sé cómo será para cuando marche
a las diez y tenga que hacer todo. Ahora, antes de acostarme, le guardo los
perros a Quico. Y si el servicio está ocupado y tengo ganas, por la puerta
trasera del garaje. Bueno, está la luz encendida. Voy a hablarle de cualquier
cosa. Este domingo, a Pily, y el próximo, a Luisa. Bueno, porque baila, y Sauri
tiene novio. ¿Qué te parece?. Además, creo que en el centro que me dijeron en
el autobús se trabaja con materiales tan diminutos. Voy a dejarte, no se me
ocurre nada, voy a leer a Rosalía.
Estoy aquí, en Ramallosa, voy a ir a
Vigo, me dijo el chico que las tres están en aquel centro. Bueno, vamos a
esperar a su hijo para que quede en la tienda. Tengo que llamar a Pily, no sea
que no quiera venir el viernes, día de todos los Santos. Pensaba decirle que
iría yo, pero no voy a poder hacerlo por el día que es. Salir sí pienso salir
y, si es así, no voy a saber a qué otro sitio. Bueno, ahora estoy escribiendo. El
problema va a ser Ana. Yo te tengo a ti, al menos, me molestaría estar pasando
de un lugar a otro, como hay alguien que hace. Me dicen: Hola, pero no sé
verdaderamente lo que estarán pensando, aunque no creo que piensen mucho
porque, si fuera en otro momento, pudiera, pero una mañana, mientras espero que
venga una chica, aunque ellos no lo saben. La respuesta será al final, como
siempre es así. No me sale nada acorde.
Estoy viendo aquí el pantalón que no
se rompe, me da más seguridad. Ya cogí varias hojas más, junto a la mesa de
Quico había varios papeles tirados y cogí las dos hojas grandes que había. Pero
ya vi donde tiene la papelera y está llena. Cuando el señor me dijo que estaban
allí, al principio no me lo llegué a creer, pero los dos sitios coinciden en
estar en el Calvario, es una pista. A ver si en Vigo me acuerdo de comprar
sellos y sobres. Si es así, veré a las tres antes de lo que pensaba. No me voy
a quedar pasmado mirando las piernas de quien pase. Bajé la cazadora azul, pero
la pienso dejar en la tienda.
Fueron esos últimos consejos: “Que esperes tú, lleva
algo de abrigo”. Yo, contentísimo por marchar. Ya se levantó a las ocho y
media diciendo: “Me olvidé de avisarte”. Ya estaba yo preparado tomando la
leche. Yo contentísimo, ¿no?. “Sácame la moto. Tú ya tienes que bajar. Guarda
los perros. ¡Ay!, y la leche. Voy a buscarla cuando venga”. Me alegra que
piense así.
Como le dije al señor cuando me trajo, la ilusión hace más que las manos, o que
los ojos, o que toda la mente. La ilusión reside en ese trocito de alma. Ya no
puedo escribirte más. Me llama. Me dijo: “Lo importante es aprovechar”. ¿Quién
piensa en aprovechar?. Les enseñaré a hacer cestos, llevaré cintas, me gustan
todas. Casi son todas chicas. Teresa y Begoña también. Te noto muy contento,
distinto, no eres igual, más feliz. A partir de ahora vas a cambiar. ¿Por qué?,
mira, no sé qué decirte, pero me parece muy oscuro. ¿Ya tienes preparado lo que
vas a llevar mañana?. Me encantaron los detalles. Begoña se quiere mostrar más
dura, “no creas que voy a tener celos”. La otra Begoña te trató muy bien
también. Te vi, allí sentado, junto a ella. Recordaste a Ana, las del baile. Tú
diviértete. Se va a acabar lo de ser feo, ¿no?. El ir con mi padre a Vigo no me
importa. Voy a venir en bus, lo que significa taxi. Y llegará tu cumpleaños.
Con ellas. Ya verás. Va a haber algún beso, aunque tú creas que no. Mañana te
llevas los cestos y los mimbres y las cintas. Begoña, en un momento, te dijo:
“Me arañaste. Las uñas largas”. Era verdad. No creí que me iba a quedar, así
que le pregunté si era verdad y me dijo que no, pero si era verdad. Me las
corto antes de que se me olvide. Ya lo hice. Me voy a afeitar. Como iré con mi
padre, ya te hablaré desde Vigo, pues tendré que esperar. Ya me afeité, me
bañé, me lavé la cabeza, me corté las uñas y les oí hablar de llevarme a mí y
creo que no me quiere llevar porque es muy pronto. Mi padre tiene un problema,
es lo que más se habla aquí. y es cuanto me da más pena porque la familia
estaría más unida si…, pienso que debería estarlo, y yo podría estarlo pero, en
el fondo, sería un fingir cruel. Bueno, aunque para ellos, les vale. Estaba
comiendo un trozo de carne, sólo mi hermana y yo en la cocina, viendo la
película de la segunda cadena, hasta que a ella se le ocurrió la feliz idea de
tomar pan integral. Me preguntó qué mantequilla había tomado y yo le contesté:
“ninguna”, es la verdad. Con la leche no tomo, el bocadillo no puedo porque
siempre hay alguien en la cocina los domingos y, otros, ni me acuerdo. El otro
día cogí un poco para un trozo de pan, pero si se lo digo hará montañas, y no
quiero. Le dije que no tomaba e hizo un gesto como de ser mentira. Pero bueno.
Lo
que me dijo Antonio de coger siempre un poco de dinero, no lo hice hoy, también
me lo comentó el chico de decoraciones cuando venía, no lo hice hoy, pero ya lo
haré ahora. Aunque creo que si mañana voy a ir en bus, con los cestos que tengo
que llevar no me cogerán a dedo, pero ya veré. Hay uno que no llevo porque se
soltó abajo un doblez. Llevo las cintas y la última libreta, pienso leer el
poema de “Libertad”. Ya los subí en el coche, pero sólo llevo uno y el redondo
pequeño. Sería mucho follón en el coche. Te dije un día que me gustaría un
poema cuya idea principal estuviera en el último verso, ¿no?. La idea más
profunda. Si no es así, perdona, tanto tiempo preocupado por conseguir, siempre
me pasaba igual, que pensaba y llegaba a dar con ella, pero para ponerla en el
primer verso. Esta que hice ahora, no, ¿te acuerdas de la frase que dije ayer?,
me parece que te la cité; si, ahora recuerdo, que se la dije al chico de
decoraciones. Pues empecé a escribir un poema, habla de sentirse enamorado, yo
en este taller, de todo. Y la frase se me ocurrió al final y la puse. Les voy a
leer si quieren las de la libertad y ésta. ¿Te conté el detalle de
la chica, Begoña, que estaba a mi lado?. Cuando dije lo de las cintas, ella me
dijo de trajese la de Stevie Wonder. Me gusta que haya sido por esa canción y
porque le comenté que me encantaba. Soy un soñador irremediable.
Bueno, sólo traje dos cestas y el que está por hacer porque el gordo sería
mucho. Pero, como llego muy temprano, tal vez otro día venga con Julio y no le
importará que lo traiga. Voy a ahorrar para comprarles algo el día de mi
cumpleaños. Cambié un párrafo, ¿no?, para que el principal estuviera el último.
No, mira, voy a borrarlo, porque no tiene mucho sentido. No me parece muy bien
hablar de sentirme enamorado, y decir: Porque sé que lo estuve, ahora vamos a
darle a todo nuestra alegría. Sobre todo se me ocurrió ahora esta idea, el
último verso anterior dice: nunca podré estar solo.
Y sería repetir. Creo que eso es ese algo que notaba raro
en los poemas algunos, pero no sabía concretamente. Creo que oí arrastrar una
mesa y no estoy en la puerta correcta
Creo que voy a decidirme a preguntarle a Ana si, en verdad, quiere o no quiere que sea su novio, porque
ahora ya me hago un lío. Creo que me tomo a todas en serio y son muchas, ¿no
crees?. Aunque me parece que más que una escapatoria va a ser una prueba el
casarme.
Aún no van a ser las nueve. No, está cerrado, las ventanas lo están, el sello y
el sobre los compro luego. Bueno, aquí tienes el poema. Te había dejado de
escribir, pero me parece que es una tontería, porque viene a ser aburrirse sin
razón. Apareció un perro pequeñito en la casa de al lado, pero es una birria,
no hace caso. Bueno, peor para él. Ya estamos aquí otra vez. Busqué una iglesia
para poder decirle a mi madre que si y ya ves. Entré y la oí, aunque ya había
empezado. Ahora fui a comprar sello y sobre y todo me queda cerca. La iglesia
estaba aquí, al principio casi de la calle Coruña. No quería ir a misa, pero ya
ves. Bueno, va a haber algunos días que falte, espero que me perdones.
Ayer no vino ni Fernando ni Begoña. No sé qué les pudo haber pasado. Lo de
Fernando creo que está en relación con ese primer día. Mayte le dijo que me
enseñase a hacer un nudo y la primera que cogió; bueno, Fernando me lo dijo,
pero ya sabes que una vez es poco y, entonces, me cogió Begoña. Por eso
Fernando se enfadó con Begoña ese primer día. Y yo me quedé sin habla. No supe
hablar. Aquellos momentos pasaron y yo sólo fui el testigo incauto que no les
supo escuchar. Pero no quiero pronunciar una palabra y que se vaya a pique toda
esta historia. Una palabra como la que le pronunció Begoña a la Begoña del
autobús, cuando le dijo que sentía celos. Sólo me atreví a decir: No os
enfadéis.
Mira, sólo una palabra para lo que puede ser la búsqueda de una vida. ¡Qué
ridículo!, ¿no?. Me quedo mudo, inexplicablemente, me gustaría decir, pero no
hay palabras, ni suficientes, ni adecuadas, tanto que sé, tanto que escribo,
una historia delante mía y siento que ya no sé definirme. Y así me quedo, como
alelado. Podría decirte que no sé si me busca a mí, si soy yo la persona
elegida. Nunca lo he sido. Pero me parece que no hace falta esa pregunta.
Todos los datos apuntan a mí, y ellos tampoco saben mentir, como algunas veces
puede que lo haya sido yo también. Por eso es una pregunta que, para mayor
comodidad mía, la voy dejando en el aire.
No
puedo decir lo que pasará con el tiempo, pero también me parece que el aire de
mi alrededor no está tranquilo, y se rebela contra mí cada vez que hundo mi
presencia en él. Yo sé que no se enfada, pero también es niño como yo, y ha
sido testigo de un caminar. Ahora está intranquilo porque parezco alborotado y
duda igual que yo, no puede verme así.
Me parece que siempre
me
sentiré enamorado
Y
me la dirá, tal y como en un principio. El y yo sabemos que tiene muchas formas
de hablar y yo le entenderé en cualquiera que utilice, le reconoceré porque
antes había sido mi mirada en el tiempo. Unas palabras que parecen posarse tan
lejos de mí, que me resulta imposible, que encuentro otra fuerza que se opone,
mi otro yo, malvado. Creo que quiere impedir que llegue a una respuesta, porque
habré destrozado tantas ilusiones, tantas dudas, que significará aquel dejar de
estar sometido a su merced. Todas ellas gravitan en torno a mi cabeza, y se
esconden, yo nunca he sabido ver en la oscuridad. Y me parece que puedo volver
a quedarme sin una respuesta concreta. Tal vez me la traiga el tiempo, pero esa
intranquilidad me renace al ver que el mismo tiempo parece quedar inseguro,
callado.
No
importa, estás feliz, la felicidad te traerá la respuesta. Bueno, ya
continuaré. Hoy, jueves, yo volví más contento. Creo que fue Fernanda quien me
dijo que saliera al patio con ella y me dijo que había chicas a las cuales les
gustaba. Ya lo había notado. Pily se adelantó a Begoña y me dio bastantes
abracillos. Entre tantas me hacía un lío, pero en esto hablé con el señor (ya
te diré el nombre) y me aconsejó que no había que tomarse la vida tan en serio.
En verdad quien me quisiera realmente ya me buscaría, pero a ellas lo que les
gustaba más, o querían, era una especie de aventura. Le pude llegar a decir eso
de que siempre me habían llamado feo. Eso no importaba. Una aventura o unos
meses de compañerismo. Lo mismo le había sucedido a él cuando joven.
Por eso le había preguntado, la experiencia. Begoña se
enfadó, es por Pily, yo también lo he notado. Todo es muy complicado. Jugué a
las damas con Humberto y quedamos tablas. Bueno, hasta el lunes. No sabía
decirle quién es la que más me gusta. Sigo igual de dormido, ¿no?. Y ahora
llegará Lourdes. Joróbate. Bueno, al menos juego un poco a las damas y al
ajedrez pudiera jugar.
Es
otro día, ayer, me enfadé con mi madre porque le dije que iba a llevar algún
cesto más y me contestó enfadada: “Con uno basta. Los demás los vendes tú”. Le
preocupa eso. Yo también me enojé, pero no supe contestarle.
Voy a tener que esperar hasta el verano y mi vida, a partir de ahora, va a
estar muy ligada a ellos. Pero no importa, si es necesario llevarlos sin que se
entere, lo haré así. Hoy preparé dos bases para unos ovalados y llevaré los
mimbres preparados y esas
No me
ven, total, ya la oí. No bases en una bolsa. Puedo llevarlos el lunes, con los
espejos. Los espejos son para que los vean. Se me ocurrió hoy porque vi allí un
patito de ésos que tenían en la puerta. Considero que no corre prisa para
aprender lo de las cuerdas. Ya me ves, aquí en el baño, subí el paz. Quería
bajar antes para llamarle a Pily. Creo que ayer habló de llevarle unas castañas
a Isabel que se le habían olvidado. Yo se lo recordé con ganas y fui. Hablé con
Pily desde Ramallosa. Y creo que me animaré a llevarles algo a las vecinas de
Isabel. Puede que unas bolsas, una, de galletas de ésas que parecen avellanas.
Tiene mi padre y Chicha vende. Hoy, cuando marchaba, fuí corriendo y pensé: Si
un día me caigo delante de ellas, la palmo. No seas loco. Como dijo mi madre
hace bastantes días, Sulote parece enamorada de mí. Cuando voy andando y no le
hago mucho caso, se queda atrás. Le llamo, pero tengo que volver a su altura.
Hoy comentaba: Gandul, que eres un gandul. Bueno, también yo lo soy. Y, cuando
subía, a la altura del bar Pampín, se acostó y quedó allí un rato. Aún se sentó
varias veces más. Había bajado un poco corriendo y debía estar algo cansado.
Así lo comenté con ella la primera vez.
Jo, me gustaría decirle a Begoña que también le quiero, al principio me parece
que no era eso lo que buscaba, pero me parece que temía lo que me dijo ese
señor. Les gusta a ellas ser así. Pero si le dices a alguna que le quieres, se
ríen.
Precisamente casi al final se sentó enfrente mía, en una mesa separada
Begoña y me comentó que le había dicho que yo estaba guay. No sé cómo
enfrentarme a eso, creo que es muy bueno lo que me aconsejaron. La vida hay que
tomarla como viene, sin más preguntas. A Mayte le encantan las cintas que
llevo. Ahora me encanta poderles aportar todo lo que sé.
Ya
le hice los agujeros a esas dos bases. Mañana tal vez no salga y me quede
haciéndolo. El lunes a ver si me acuerdo de decirles lo de los espejos, se los
puedo conseguir a comprar la madera. Tal vez se atrevan con barniz y aguarrás
para terminarlos allí. Me gusta tener muchas cosas que contarte. Muchas cosas
bellas, todas llevan impresas la señal de tu paso por su candor.
Cosas que no paran de hablar. Cada una busca transformarse en miles y miles
diferentes. Las encontrarás a cada paso, siempre allí donde quieras hallarlas.
Porque todas habrán nacido por ti, sólo por ti, para que tú seas testigo de su
encarnación. Serás su hijo predilecto. Muchas cosas que no viven sin tu aliento,
tienes que estar tú en ellas para que sepan analizarse señalando nuevas
experiencias. Tú serás el conquistador. Ellas, allí donde se encuentren en ese
momento, lo sabrán, tu amor se lo habrá dicho y sonreirán en un solo ánimo para
decirte que ya lo han conseguido. Tal vez no te enteres, no debes preocuparte
por eso, pero sentirás un estímulo desde lo más profundo del universo, que
calará en ti como una luz. Y se convertirá en errante, como tú, de esa forma
verá la vida como tú la ves y será ese canto que brotará de sus labios a cada
instante. Esos labios no son todo lo que te comunica con la realidad; no, no es
así, no debes pensar que acaso algún día pueda ser así: esos labios te
comunican con todo lo que los demás pueden oír de ti. En sus manos está el gran
secreto de sus decisiones. Porque a ellas también les gusta oírte y comentar
contigo las incidencias de cada amanecer. Todos sus miembros forman un solo
sentimiento y todas las veces que les sientas alrededor de tu mente, si
escuchas pacientemente, oirás que no son sólo ellas quienes caminan. No, hay
alguien más.
¿Qué te parece si me quedo hasta ellas y después
salgo?. No
quiero ser un beato, o que me vean por
eso. Dos al día es mucho. Quedé hasta las lecturas, luego salí diciendo que me
mareaba. Estuve hablando con el hermano de Joaquín, sentado sobre el muro,
aunque no me hizo mucho caso; pero bueno, no me importa, sólo quería pasar el
rato. Llegó Julio y quedó fuera, me entretuve en el trance de si me viese o no.
Cuando me decidí a ver por dónde iban, ya había terminado. Bueno, me quedé
fuera.
Encontraba a varias de las que iban al baile, un grupo de ellas. Me encontré
con Loli y me preguntó si no me importaba que saliese con ella. Iría hasta la
playa andando. Me dolía el pie, pero quería ir. Bueno, les dije a mis padres
que iría andando y ella entró un rato en el cementerio. Después pasé un rato
pensando que se había ido y le esperé en la entrada. Apareció luego. Fuimos
pues hasta Ramallosa, después a Playa América hasta la estatua y volvimos. El
pie ya empezaba a dolerme más, le dije que tal vez me apoyase en ella por el
dedo. Me alegró que me viesen con ella, entramos al bar Galicia, bebimos y
luego dimos un paseo por el puente.
No
quería ser yo el que le hubiese convencido. Entramos, bailó, luego bebimos y
volvió a bailar.
Bajamos a la otra pista y quiso bailar suelta. Pues bien. Pero bailó más. Le
había pedido a un señor un batido y me pidió que se lo pagase, al final quedó
en que se lo diría a Angel, que él me había dado. Angel, al final, me dijo que
pidiese lo que quisiera. El batido se lo di a ella, yo pedí un trina. Y siguió
bailando. Llegó a las nueve y media y me dijo que se tenía que ir. Según la que
sea ahora: “Cantaré, cantarás”. La bailó.
Voy a preparar algunas bases y las llevo a Vigo. Como te dije, Don Ramón se
fijó en la chica que había llevado ayer conmigo, en Loli, y le gustó, estaba
muy bien, y también pareció comprender ese “para pasar el rato”. Para ir
llenando momentos, diría yo. Momentos de dulzura, momentos especiales de
melodías fulgurantes y dichosas. Todas ellas siempre guardarán en sus entrañas
muchas cosas que contarme. Para ir llenando historias, que es lo único que no
pasa o se marchita contra su voluntad. Cosas que son aves, como yo. Así quiero
que sean.
Y
unas alas que les permitirán gozar de todo cuanto quieran, haciéndome gozar a
mí también e invitándome a todo eso que un día compuso su historia, su historia
preferida, su deseada, su historia principal. Aquello me diré que es su misma
vida la que saborea. Y yo me sentiré como el encargado de prolongarla. De
prolongarla y de cuidarla también, sintiéndome como ese único testigo que tiene
vida aún. También me sorprende mucho cuando dijo: porque Nacho, porque Mariora,
porque… Me trata como uno de los demás.
No
puedo quitarme de la cabeza el día que habló con Matilde y le decía que, al
salir de la tienda, descargaba su malhumor conmigo. ¡Qué incauto fui entonces!.
Bueno, yo no soy de ésos que se quedan en un pasado imaginario, un pasado a la
medida de su origen. Llega el descanso, no sé. Como tengo más bases que están
mal, voy a hacerlas más pequeñas. Pensé también en quedarme a escribir, pero
pienso que llega el invierno y en él podré tener más oportunidad. El mejor día
de mi vida, se lo definía a ella. Eran las gracias, no pensaba ir a San Pedro,
ya ves qué tontería iba a cometer. Ya, por la mañana, me meto en el baño a
escribir. Ya ves, a ver si me acuerdo de comprar una libreta.
La
cabeza me sigue doliendo. Tengo las sandalias y el pie descalzo, para más comodidad
del dedo. Sé que me esperan dos domingos de aúpa. Ayer, en la misa, tuve un lío
con un chaval, lo conozco. Pero es que el Evangelio fue distinto al que leyeron
en Vilariño. Decían todos, lo que oí, que si ayer fue el día de todos los
santos, hoy es el día de todos los difuntos, si hoy era fiesta, preguntaba y,
aunque al principio la pregunta fue en serio, pronto cogí que se lo podía tomar
a risa, así que yo también me reí. Y, en el baile, yo cantaba las canciones
alegre, pues ella estaba conmigo y me dijo que lo pasaba muy bien, porque
también tenía problemas, aunque de otra índole, pero parecidos y había reñido
con su hermana. Ella también estaba allí y noté que le encantó cuando le dijo,
le dije yo: Loli se va. Me preguntó si sola y le respondí: No, conmigo. Incluso
ella se lo dijo también.
Ya
no me duele tantito el dedo, me dolía al moverlo en la cama, pero lo dejaba
tranquilo. Me duele, si, al rozarlo con algo, pero no lo hago y ya está. Me vio
don Ramón por Ramallosa y me quería preguntar, pero le dije: No, voy con ella.
Me
preguntó si me verá al domingo con Pily. Canciones que me acuerde: “Hey”, una
de Bertín, “Cantaré, cantarás”. Yo iba a pedir una de Camilo Sexto para ella,
pero se adelantaron. Voy a buscar la leche. Como ayer, que desde su casa, me
vine cantando un velero llamado libertad. No me importa que me oigan, aunque sí
cuando me cruzo con alguien. ¿Inútil?. Eso fue lo que nunca quisisteis
reconocer y hoy, que lo reconocéis, os da rabia: haber perdido todo el
tiempo. Dejadme en paz, siempre que estoy yo con alguno de ellos, tienes que
gritar, si no, no están tranquilos.
Al parecer, mi padre está recogiendo
papeles por la finca; bueno, la verdad es
que yo no lo hago, pero en fin. Me aturden tanto la cabeza, que ése es un
trabajo sencillo y no me causa trastorno, pero me olvido. Ya me duele otra vez
el dedo pero estoy feliz. Enterré la gallina y termino de quemar. Tengo una
azada cerca y tengo miedo. Voy para casa, no se me ocurre nada. Arreglaré el
cuarto. Quico está en la cama, o sea, yo arriba, con las cintas. Le dije que
eran las once y me marché. Bueno, me contestó, ya llamé. Busca una agenda negra
que hay en la mesa. Luego me dijo: “En ésa no, en la otra”. A pesar de no haber
luz, veía. Pero no estaba. Me dijo: “Marcha”. Pero me iba disgustado.
Cada vez que hago uno o lo preparo, me acuerdo de lo que dijo: “Esos son para
vender tú”. Me parece que ya no va a hacer falta. Estoy esperando a don Ramón.
Si te hablara antes te diría que estaba disgustado, porque teniendo el dedo como
lo tengo y andando de la forma que ando, me preguntan por la regadera. Estaba
en las gallinas. Pero tuve que ir yo. Por la mañana, fui a buscar la leche,
quemé plásticos y fui a continuar el cesto. Pero llegó mi madre y le dijo:
“Todo el día dentro de casa, pero a saber qué estará haciendo”. Y me callé.
Pero tampoco pasó nada, así que no importa. Pero me parece que hice mal
callándome, porque me parece que es el no empezar desde el principio.
Fui a comprar el periódico. Fui cojeando, me importa un rábano lo que piensen
los demás. Le cogí el cambio sin fijarme en lo que me daba. Confiando, así
espero que lo entiendan todos. Y yo espero que a don Ramón no le importe el pie
sucio. No le importó. Agua solamente. En la playa o en casa. Me dijo que no es
muy serio, no está muy crecido. “Hueles a sudor a reseso. ¿Te bañaste ayer?.
¿Tú crees que bañarse es sentarse a escribir poesías?”.
Si
hablas con Quico te pones más seria, conmigo más zorra. Si, me bañé ayer. Pero
tampoco le pude contestar. Hipócrita, ¿qué es lo que decías tú?: te diré cuando
ocurra. ¿Me dejarás contestar?.. Ahora que recuerdo, ayer no me bañé, sólo lavé
un poco los pies, pero ella no lo sabe. Puede ser que alguna vez vaya al baño y
escribir, cuando meta el pie en un cacharro de agua salada. Hasta puedo guardar
el agua en una botella grande, mejor en un cubo. Incluso pueden saberlo ellos.
La idea ésa de que me prohíban salir, deja que se atrevan.
Los padres muchas veces son inconscientes de lo que haces, ¿no?. Entonces me
dais pena, os aprovecháis de todo lo que Dios os dio. Era demasiado inocente
antes y por inocente me pasó lo que me pasó, que me fueron convenciendo.
Comprendo más por qué decía en un cuento: “Enamorado de la vida”, fue la única
que me cuidó. Y lo sigue haciendo. No sé si soy digno para resultar elegido.
Quico dice: “Soy tu preferido porque soy quien más habla contigo y nadie no se
pregunta “por qué”. Entonces, ¿por qué voy a ir de cabeza preguntándomelo yo?.
Lo que más me gustaría sería poder escuchar música y ni eso puedo hacer.
Entonces, ¿qué me vas a decir?. Fingimientos.
Bueno, no sé qué fue lo último que te dije. Estuve configurando dos bases.
¿Sabes lo que hago?. Aquéllos que me quedaron mal: la que los tiene muy
separados y las que se rompen en un agujerito, las corto y hago otras más
pequeñas. Ya se me ocurrió una idea, pero al poco la olvidé. No puse el pie en
agua con sal. Bueno, anduve de forma que no me doliese. Lo pienso hacer aquí,
en casa. No, no puedo correr. Espero que les gusten los espejos, me acuerdo mucho
de ellos, pero tampoco tiro el día de ayer por la ventana. Fue una estrella que
pasó, una sonrisa que quedó orgullosa de volver a encontrarse conmigo. Se
hubiera quedado triste si me encontrase dormido. Nada esperaba, pero la vida es
el ánimo que yo esperaba, siempre lo será y ella lo sabe. Por eso me gusta
repetírselo cuantas veces quiera. Puede que muchas no sean necesarias, pero
tampoco es necesario el mundo para comunicarse con ella. Bien sabemos qué es lo
que nos une. Es una historia que me repite que ella jamás estuvo lejos de mí,
que a ella le gustó mi compañía. Somos dos y toda la vida que se mueve a
nuestro alrededor está en sus manos.
Cada vez que una palabra mane
de sus labios, se encontrará con ella y pasará a ser su fruto más
sabroso. Y ella sabe lo que ansió su compañía. Por eso. Me gustó esta última
frase.
Fui al fallado porque había luz y supuse que estaba
mi madre, le di la camisa que voy a llevar mañana para que la planchase. Y se
me ocurrió preguntarle si había alguna tina más, aparte de las del baño llenas
de agua. “Sabes, no, di si tengo, no olvides que…”. Pues un rábano.
Y ese grano lo tengo que ver yo y hablar con don
Benigno. Le iba a decir que esa mañana me lo había visto don Ramón, pero se iba
a armar, así que me callé: La tina, ¿para qué?, ¿para los mimbres?. “No, para
el dedo del pie, para meterlo”. Y la jorobamos. Creo que voy a pensar que lo
mejor sería no habérselo dicho. Pero no importa, mañana voy a salir.
Ya ves, con el papel se puede decir más fácil.
Escribo sobre el coche de mi padre. Bajé unas gaseosas. Mejor va a ser no ir a
buscar la libreta. Mañana preparo el pantalón blanco y me lavo la cabeza. Nada,
no es que quiera entrar en el baño, estoy aquí, simplemente porque no quiero
entrar en la cocina donde está mi padre. Quien me empieza a preocupar un poco
es el chaval que conocí a la vuelta de Santiago. No quedó en nada de escribir
antes aunque yo estuve a punto de preguntárselo. Seguro que quería él. No
quiero tener sólo dos amigas. Puedes pensar que he cambiado. No, no es así, me
gustaría que fuese chica, pero no importa. No todo va a ser igual en esta vida.
Ya es hora de ir cambiando. Aunque ahora ganas de escribir no es que vaya a
tener muchas. El paquete éste de Dash 3 ya lo tengo todo rayado de escribir encima.
Me gusta cogerlo, está a mano, junto a la lavadora y no pesa tanto.
El caso es que cuando vaya Loli el día diez al baile
y quiera encontrarme con todas. Bueno, ya me las arreglaré. Pero el día de ayer
no hizo falta bailar cinco o seis seguidas, también me gustó bailar sueltas y
me gustó sentarme a beber dos veces. Me hizo la broma de escaparse cuando
estaba distraído y al principio que le había dejado una mesa con la bebida, el
batido de fresa suyo y luego, cuando volví con la mía, no le hallé. Pasé un
momento muy malo, fue que se había corrido hacia la pista pequeña. Comenzamos a
bailar allí ella y yo solos, al rato ya había cuatro parejas más. Ella también
les llamaba copiones. En la pista de abajo, también, bailando suelto, pero ya
me supuse que se había escondido.
Creo que el pensamiento de estar toda la tarde con
una chica, toda la tarde bailando, se me había esfumado. Cuando paseábamos, yo
le dije lo que me había dicho aquel señor y ella me decía que era verdad. Me
gustaba meterme con ella diciéndole que ya lo sabía para cuando quisiera
pedirle la mano. Pienso en Pily, la de Vigo, pero también en Begoña. Es un mano
a mano entre las dos.
Me gustó bailar con Loli, que me viesen, me sentía
más suelto, más libre, bailaba suelto con los dos brazos estirados. No tengo
miedo porque llueva mañana. Tendré que hacerle una visita a Lourdes, ¿no?, hace
mucho tiempo. Bueno, ya salgo. Me dijo Loli que está perdiendo la memoria. Ya
me gustaría a mí hablar. (Mariora va a comer una manzana). Ya está, al baño. Aunque,
como yo supongo que me vio de reojo ella, mi madre, si sale, va a decir que
estoy escribiendo. (Sigo)… como leí que dicen en la radio, un diálogo sincero,
de todo, y no como yo, que todo esto más parece ser niño a cada paso. No, no
quiero conocerme y que me conozcan todos tal y como soy. No sé, pero una vida
de gloria, porque tengo muchas equivocaciones, pero si quiero llegar al final
de un día y llegar satisfecho de mí mismo. Llegar diciendo que he sabido salir
de estros errores. He tenido muchos menos, pero más o menos todos se han
cumplido de una manera grata y estoy convencido de haberles dado un total
aprovechamiento en la medida en que me era posible. Fui descubriendo cada vez
más el secreto de mi libertad. A partir de haber oído hablar de ella. Fue algo
que caló profundamente y me sostuvo en la lucha diaria. Me hacías falta. Ahora
pienso que fue conmigo con quien hablaba cada día. Si al principio me dijera:
Voy a tardar tres años en descubrir lo que es la libertad, ya no sería tanta
lucha porque me quedaría esperando y te sentiría cada vez más lejos. Pero tú te
fuiste deshojando lentamente delante mía, a mi presencia, para al final
mostrarte tú en todas tu inmensidad. Sobraría entonces una palabra que me
dijese: Yo soy tu búsqueda, habiendo ligado todos aquellos encuentros, el
detalle habría crecido y se habría desarrollado en tu mirada. Dos ojos azules,
como el mar. Es verdad que yo fui tanto tiempo errante, pero tú, sin darte
cuenta, le ibas dando el sentido que sabías que ahora me gustaría encontrar.
Y puedo decirte que fue por ti
por quien conocí la inocencia del amor. Me gusta esto. Voy a ver si mañana se lo leo a Loli. Hoy
debí regar ocho o nueve veces al día. Viendo una película, ésta de la noche,
dos amigas que tuvieron que separarse, y luego una vio a la otra en un hospital
con toda la cabeza vendada. Quería coger su mano y lo hacía muy lentamente.
Cuando ves partir a esa amiga que tanto has querido,
cuando te sientes testigo de su partida, el tiempo va a ser tu distancia,
cuando todo va a clamar la más profunda y solitaria hora, sólo son recuerdos y
si no confías, cuando todo vuelve a ser antiguo, sientes que se pierde la
dirección de tu existencia, ese algo que no conoces, nunca lo conocerás, pero
tienes que acostumbrarte a su compañía, simplemente porque no hay otra. No
puedes elegir, tienes que aceptar aunque no quieras. Sientes que tu voluntad
siempre ha sido esclava. Tú la ves alejarse, y vas a sentir todos esos
pensamientos que nunca has considerado verdad para ti. Todos están ahora, eran
verdad. Ahora cambian pero no están en tu mano. Y empiezas a preguntarte si
alguna vez has sido sincero para ella, si alguna vez has sido válido para todas
esas palabras que tú creías verdaderas. Sus movimientos son pausados, todos
parecen escritos en el tiempo que se mueve a tu alrededor y él parece
indestructible.
Y te preguntas por qué, si un día a su lado te
habías creído capaz de superar todos los obstáculos. Ella se va despacio, no
sabes qué te quiere hacer pensar porque tú ya no comprendes lo que te pasa. No
es algo tuyo, pero su amanecer está en la muerte y se ha vuelto más limpio
entre tú y ella. Ya no vuelve, se acabó la distancia, ya no puedes esperar en
esa lentitud. Y tus movimientos, tus miradas, ya jamás podrán encontrarla. ¿Qué
quieres que te diga?. Y esa vuelta tomará muchas perspectivas. Sigues siendo
tú.
Son las cinco de la mañana. No puedo dormir. Por eso
tengo ganas de venir a hablar un rato. Todo está tranquilo. Pero dejé la puerta
abierta. Tengo miedo que se haya despertado mi madre. El otro domingo también
me desperté (no, creo que fue el día que se iba a ir a Vigo) a esta hora, y por
la mañana se lo dije. “Ya lo sé. Te oí”. Sólo se oyen ruidos y todos ellos
sospechosos. Se oyen también por allí, y el del papel también, no es mucho,
pero con atención se oye.
Estaba pensando en cerrar la puerta, simulando que
voy al baño, pero me dejo en manos de la suerte. No puede estar despierta. Sigo
siendo un gandul. No quiero dejar de escribir. Viendo todo lo maravilloso que
me viene encima. Fui a Vilariño, me iba a colocar atrás, como siempre, allí en
una esquina, pero Teresa me dijo que fuera con ellos para adelante. Creo que me
gustó mucho ese algo que le impulsó a decírmelo.
Voy a ir siempre porque Sor Gemma me da un beso en
la paz y, como era de esperar, se lo di a Teresa. Me gustó, allí también me
sentí libre para sonreír cuanto quisiera y hablar también. Fue Susana, al
principio me enfadé por no llevarle la cadena, pero le di el teléfono y me
llamará el viernes. Mónica y (no recuerdo el nombre de la otra) no picaron en
el cumpleaños. Fue Lourdes, iré a verle esta tarde.
Fue fabuloso, ¿no?. Hablé un rato con Loli y Bibiana
me dará un beso por mi cumple. Los únicos momentos cuando estoy tranquilo es
cuando le oigo hacer algo en concreto: fregar, hablar por teléfono. Ahora no
tengo que regar, pero me dio pena cuando vi las flores de enfrente que yo iba
cuidando. Hoy cogí el autobús porque lloviznaba un poco. Sólo me quedan
doscientas. Me iba a afeitar hoy pero no tengo ganas. Pensándolo bien, estoy
lunes y martes, miércoles y jueves, para afeitarme esa tarde y el viernes estar
listo. Había aquí tirada una cadena de la muñeca y la cogí. Me mandó ir a coger
las manzanas y fui, no puedo estar con ella. Subió, yo hice que buscaba el espejo,
lo buscaba: “No llevas más” plim plam y el sermón, así que, en cuento lo dijo,
me fui. La cama tiene la tabla, unos libros y algo más. Pues si, desde hace más
de tres meses. Ahora es cuando menos deseo sus regalos.”Dinero, yo le
regalo dinero y a él le gusta”. ¡Ah, si! (con la boca abierta) ¿para qué?. Me
molesta que vaya a cerrarlas, pero antes se lo pregunté y me dijo: No, voy yo;
que me lo diga, ¿no?. Pues no se lo pregunté otra vez y me molesta que otra en
su situación, se lo preguntaría. No entiendo que piense esto. Ya cogió Mariora
una manzana, me fui para el baño, aunque pensaba ir al sótano (decirlo al
menos) cuando salí de la cocina. Bueno, puedo estar todo tranquilo. Cuando
recogía manzanas, pensaba: Lo que pasa es que ya me he desencarrilado.
No me pidas que llegue a
definirme. Ya sabes cómo soy. Pienso que nunca me gusta buscar una
definición de mí mismo, porque nunca me sentiré de acuerdo con ella. Si algunas
veces digo que soy un soñador, es porque me siento libre y puedo escapar de las
prisiones a las que puedo estar sometido. O tal vez son prisiones que no
existen y que yo me creo. No sé, pero ellas me llevaron a tu encuentro un día.
No le hago daño a nadie pensando así, pero no me dejes buscar otra definición.
No me dejes que piense en lo que pudo ser, pues mi
imaginación llegaría a contaminarse y ni tú ni yo sabríamos volver a ser como
antes. Tanto que me dijo ella que no llevara los espejos a Vigo, ¡oh! lo
sabía. El inútil que hacía espejos. En el momento éste de salir afuera, me
recordó unos zapatos que no son de suela y los tenía en el cajón, bueno, para
la lluvia. Ya no me acordaba de ellos, la última vez me quedaban un poco
grandes. No sé qué será de mí en aquel sitio de Vigo, pero me gusta aquel
ambiente. Igual que espero conocer pronto a todas las chicas. Extrañé hoy mucho
a Pily. Era una buena compañía. Y no es por que me quisiera, no, es por algo
distinto. No me preguntes nunca qué es lo que me agrada de ese alguien que me
gusta tener a mi lado. Si me lo preguntas, puede que llegara a enfadarme contra
el destino, porque me conduce y no sé a dónde, porque es como si quisiera
tenerme a su merced. Recuerda la melodía que tanto te gusta, ella te lo dirá
mejor que yo. No es a base de nombres, ni palabras, sino de sueños. Sueños
mágicos, de fantasía tal vez, pero no se acaban nunca en sólo una noche, ni
acaso en muchas más. Acéptame como soy, sabes que nunca he conseguido
responderme a qué es lo que más te gusta de mí. Me gusta hablar con ella, pero
también hay algo en mí que me dice que puedo perderle un día, o que le pude
haber perdido. Quisiera continuar hablando con ella, quisiera seguir
reteniéndole en mi mente, aguantándole hasta otra vez que vuelva a verle, pero
supongo que sería eso, un retener sin rumbo, un retener sin provecho, porque me
gusta tenerle conmigo, pero quiero que sea libre. Libre para que vuelva a mí
otro día y me haga nuevamente pensar en ti. Libre, como yo siempre quise ser.
Con aquel ánimo que yo mismo elegí, con aquel sueño que yo mismo reanimé.
Libre, porque también los sueños pueden convertirse en realidad.
No me digas que ya no existe esa compañía. No me
digas que se alejó la madrugada, que estás dudando, que llegó la penumbra y ya
no veré más el sol. No me digas que va a llorar y está anocheciendo, que ya las
nubes han aparecido y han sembrado terror a su paso. No me digas que el sol va
cayendo y ya hay un olvido que vino a cobijarse entre nosotros. No me digas que
mi memoria va perdiendo el recuerdo de tantos años en su compañía, y ya no sabe
recordar lo que fue para ella. No lo me digas, no, que también lo habré ido
sintiendo.
Antes ya que tú, apareció tu nombre. Y fue formando
sus pequeñas partículas entre el polvo que formaba tu cuerpo. Ese corazón
encierra un gran tesoro, no lo dudes. Y ahí están las semillas que son más
fáciles. Tú las debes encontrar. No te agobies, él también quedó contigo cuando
desapareció esa máscara de la realidad. Pero quiere que aprendas. De nada
valdrá desesperarse porque él quizás se sienta un poco más derrotado. No, tal
vez sea eso que tú buscas en la distancia en tu subconsciente. A veces has
pensado que no existe. Ellas nunca han sido de polvo, son más gruesas, piensa
en un jardín, tú vas recogiendo pequeños trozos de tu pasado. Mira bien: ¿qué
ves?. Si, allí está. Pero no te apures. Ella te espera, sabe bien que eres tú.
Es esa parte de ti que siempre ha permanecido callada. Tú le has dado tu
libertad. Ahora encontró ya la calma que buscaba. Y ya es más fácil que la
vuelvas a ver. Se quedará contigo. Tanta ilusión es a veces mi orgullo. Tanta
ilusión, esa semilla que iba sembrándose en los jardines desiertos, en los
lugares sin agua, miles que volaban repletas de agua, de bellas melodías, todas
iban dispuestas a dejar volar mis lágrimas sin el impulso de la tierra. Lágrimas
hermosas, no podían enfadarse porque sabía que cada uno de sus amigos le
esperaba en la punta de las hojas, en cada suave susurro del reflejo en un
charco. Llegaban a su hogar y todas amanecían alegres de volver a recibir aquel
sueño, el regalo de la primavera. Hay muchas cosas que se pueden decir en un
momento; espera, cariño, todo sale del corazón. ¡Libertad!. Ya has llegado.
¡Mira!, tú sabrás mejor que yo si hay algo para aprovechar, o si hay algo para
sanear en nosotros. Estamos dispuestos, tú sabes cuál es la fuerza que nos hace
llamarte, la intención de pronunciar tu nombre.
¡Mírala!. Y dime si, acaso, algo puede estar
desordenado. Creí que tardarías más, que no vendrías nunca, hay también que
arreglar ese algo que siempre piensa en la depresión., porque hiere mi manera
de ser. Ese algo… bueno, tú ya sabes cómo es. No entiendo por qué siempre está
en tu contra. Ha aparecido de improviso, seguro que no quiere verte conmigo.
Pues va listo, porque yo ya elegí que te quiero. Me lo trajo la mañana, me lo
trae cada día.
Y ella es una de esas flores. No hace falta hablar, ya sabes que hay palabras que aún no
entiendo y encontrarme con ellas sería una destrucción. Coloreaba la realidad,
todo cuanto puede ver bajo esos ojos bellos. Ya no me importó que fuese un
extraño, quizás porque me había convencido serlo, me llenó de alegría aquella
palabra.
Al principio no quise convencerme de ella, pero su
sonrisa, su mirada; tal vez parecía un poco más alegre. No había ningún
mensaje, ninguna propuesta, pero ella lo había cogido del aire: también es
sinceridad cuando puede ser de ese modo. También, no sé, pero yo me encuentro
vacío sin ella. Descubriré ese alguien que me quiera sin conocerme, yo tal vez
lo fui conociendo sin darme cuenta. Rompió la soledad, dejó la huella de no
volver a verlo nunca. Y a mí me comunicó cuanto había realizado.
Lo dijo espontáneamente, la primera, me querían
quitar la esperanza. Sólo sé pensar en ella, toda mi vida viene a mí en estos
momentos para descubrir un motivo, una causa, pero sólo se encuentra con ella.
Si, hubo algunos días en que le consideré ajena, lejana de mí, en otra
naturaleza de fulgor. No era de esa manera, me doy cuenta que era otra, pero
estaba tan cerca de mí, que mi mente sólo sabe nombrarle hoy. Puedo ver algo a
lo que llegan muy pocos, que sólo soy yo en esta vida, aunque sean tantos los
que me acosan.
Me encontraré con ella. Llegará, porque estaré
esperándole. Me gustaría dejar toda mi vida en este pensamiento, sólo puedo
dejar un trozo de ella en él y disponerme a continuar. Bueno, me quedan muchos
días para volver a verle. Me gustaría conocer sus ilusiones, el parecido que
pudiese tener con las mías, tal vez sea uno de los escollos que iré
descubriendo al paso del tiempo. Veo pasar, quería decirle, veo pasar todo,
pero ese algo que no pasa, ese algo que se renueva cada amanecer, ese algo
nuevo, lo refleja en sus ojos.
Su mirada podrá seguir siendo igual, pero para mí
comenzará a descubrir un nuevo significado. Del ayer pienso que ya no queda
nada que podamos continuar recogiendo. Del ayer sólo el recuerdo ha
sobrevivido, el hermoso, solamente el que encierra un parecido con el de hoy.
Ese ayer no tiene colores, como puede ser tu pensamiento a nuestro lado, ese
único pensamiento que nos consuelo. Sólo sé pensar en ella. Me entregó las
llaves que en un momento pude desechar entre nosotros. Me desagrada la idea que
pudo estar esperándome mientras yo caminaba perdido. Me desagrada la idea de
haber sido un inconsciente tantas veces. Por lo visto, una de las semillas de
amor cobró vida entre nosotros y hoy sólo podemos estar hablando de ella.
No, no me digas que hay un relativo estado de
indiferencia en mis palabras. La luna está a mi lado y herirás su partida,
herirás todo cuanto puede ser el sueño de su descanso, de su reposo, allá en la
inmensidad del cielo. No, no me digas que fueron mis palabras despreocuparse de
ella, quitarle el alimento que fue su impulso, el sustento que le mantuvo
gravitando en torno nuestra. No me digas que ahora ya puede despedirse de
nuestro lado. Cuando me acuerde de ella, quiero encontrar todo liso, sólo el
susurro que me repita sus palabras en esta noche.
¡Cómo tarda el tiempo de traerla a mi lado!. En esta
espera de que aún no ha de venir, sólo puedo murmurar sus palabras. Tal vez
después no me acuerde de todas cuando intente recordarlas. Pero no importa. Las
suyas sólo fueron cuatro hablando de ti. Puedo recordarlas a ellas. Puedo unir
en un sueño aquella mirada que parecía tan feliz. Ella también es sincera,
cuanto pudo ser de silencio, ya no puede existir. Me cuesta llegar a comprender
esos trozos de un pasado que no quisieron seguir buscando. Me cuesta hasta
llegar a pensar que yo les vi partir sin otras ilusiones. Pero más me cuesta
pensar que fui yo quien les di el impulso. Ellos se fueron y sus ilusiones las
dejaron conmigo ya creadas. No comprendes que fue huella de un periodo de vida,
no comprendes que a nuestra espera la que le va alimentando es toda nuestra
reserva. Ahora si, ahora que tú me hablas, comprendo mejor aquello que fue
nuestro sueño. No quiero encontrar contigo ningún obstáculo, también la vida
quiere sellar el pacto de nuestra unión.
Cada uno somos libres, pero es una libertad ligada
en una misma alegría, un mismo descubrimiento en nuestra eternidad. Si, también
ella, ¿por qué no?. Siempre está contigo, así que siempre podrás hablar de
ella. La eternidad, mi eternidad, ese algo ya unido a mí en otro tiempo. No
hizo falta que le añadiese nadie. Ahora que te voy conociendo mejor, sé que era
de día cuando tú comenzaste a brotar como el primer retoño, y así quedó para
siempre. Ya ves, sigo enamorado. Como cuando era un niño. Tanto que podía haber
descubierto si hubiese sido de otra forma de ser. No quiero quedarme, sólo sé
que cuando llegue ella ya no podré mirar a otra. Ni acaso porque pueda
parecerse o ser idéntica. Puede, tal vez, que diga lo mismo, la misma
intención, pero ya no podrá darle el mismo sabor de un primer día. Me hizo no
sentirme extraño acaso puede ser mi primera vez.
Ahora cambió todo. Ya cuento con varias amigas.
Cuando se pone a disparar es algo único. Un señor le
dijo que a ver cuándo le mandaba los cestos y armó la bronca cuando le pregunté
si, en verdad, le había llamado. Yo me hice un lío, él no me había dicho eso,
pero me imagino que tampoco voy a saberlo, porque tampoco dice siempre la
verdad. Me duele la cabeza ya al pensar que no sé por dónde va a salir. Y sus
preguntas dañan más. ¿Te acuerdas el día que me preguntó sobre lo que había
quedado mal compuesto?. Le dije que se lo diría en el momento. Pues nada. Me
dijo que algunos se podían vender los cestos sin barnizar, pues yo me fijaba en
este rectangular que se está rompiendo. Tampoco hubo diálogo.
“Pues vete al pueblo y coge los que te llevé sin
barnizar”. Pues voy. Ya Mayte no quiere comprar aquélla que hice. Pues lo hago.
El señor, Sito, se quedó toda la mañana sin hacer nada por no tener para
barnizar. Y, mientras venía, pensaba decirle: Los llevo por el barnizador
especial de allí. Total, se lo dije, pero me parece que faltó algo. “O todo o
nada, ¿no?. Ya nos echaste mierda encima”. Y no podía decir nada.
Ahora, por las tarde, parece que se tranquilizó un
poco. “Toda la razón es tuya, ¿no?. Te metiste delante del coche, ¿quién sufrió
a tu lado, horas de médico, viajes a Murcia, ¿y todo eso?”. Bueno, pero no se
puede quedar ahí. Ahora necesito otro tipo de ayuda.
Me dio la comida, ahí habló un poco, cuando le fui a
pedir más, pero lo que hice mejor fue el irme a escribir para arriba. ¿Cuáles
serán las represalias?. En Vigo ya se dieron cuenta que les tengo miedo. Y
sigue diciendo eso de que me quedaré solo. Bueno, olvídalo.
Ya tienes otras historias hermosas. Le dije a Teresa
que había escrito sobre ella y me pidió que se lo leyese. Le leí un poco. Que
le copiase a máquina y encontré unas hojas en lo de Quico. Ya todo va
cambiando, todas me lo decían. Cuando me dijo Sito que Pily me quería, me
extrañé. Hoy le vi junto a José y me di cuenta, Sito me lo aclaró. A José le
gusta ella, pero ella no siente tanto apego. Voy a ver si puedo ayudarle. Tal
vez hablando con ella. Pero no voy a saber qué decirle. Tal vez le influyera a
José lo que le llamara Mayte un tanto enfadada.
Ahora voy a bañarme y mamá está hablando con
Mariora, le amansaré porque le diré que Sito había quedado sin trabajo. ¡Ah!
¿Es que decir algo en serio es amenazar?. Entré con temor en la cocina, pero no
pasó nada.
Bah! Olvídalo! Mira, piensa en ella para el viernes,
y luego en Loli para el domingo. También dijeron que irían Luisa y Saulita.
Puedo decirle a Pily que yo le quiero como amiga, que espero ese beso en mi
cumpleaños, pero hay otros que le quieren más que yo. Tú acaso pudiste llegar
tarde, muy tarde a lo que otros comenzaron, tú eres una añadidura sin valor.
Primero le convencí que había sido él. Yo me lo creí y, al final, no era. Me da
igual. Olvídalo. Piensa en ellas. Mañana tendrás que decírselo a Pily. No te
olvides de llevarle el cesto. Tú quieres sentirte más integrado en aquella
familia. Volveremos a encontrarnos con ella. Renacerá en otro lugar, pero no
olvidaré tus palabras fácilmente. No olvidaré que en un momento pareciste
quererme, dejar todo por un instante. Hoy me gusta volver a repetir tu nombre,
algo con lo que yo siempre había soñado. Me gustaría olvidar. Pienso que no
nací para tener un carácter duro, siempre he creído en la utilidad del diálogo.
Pero, a veces, parece un terreno peligroso. Sólo tengo que reconocer que no fui
sincero, o que no le conocía aún lo suficiente. Sigo pensando en Pily.
Hoy me olvidé de traer el bolígrafo
azul. Sigo pensando en Pily, creo que ayer no me encontraste muy animado,
¿verdad?, yo tampoco noté estarlo. Y es por ella. No sé qué flechazo insertó en
mí, pero sólo fueron necesarios esos pocos segundos. Caló hondo, y ni ella ni
yo somos inconscientes. Y, en este momento, cuando pienso en ella, hay algo en
este corazón mío que quiere reproducir aquellos segundos, pero sólo puede
esperar porque sólo ella lo sabe. Y, junto a ella, también aparece Begoña. Creo
que el margen de distancia que puede existir entre las dos, es que Pily, sin
decirle yo nada, me tocó, digámoslo así, penetró en otra vida, en otra
oscuridad para dejar de serlo. Penetró, y no tuvo miedo de lo que pensara el
pasado. Tantas historias podría contarle, pero no hace falta, porque ella ya
está encabezando una.
Mi corazón quedó libre hace algunos días pensando en
ella, y a todos los guardó en un lugar más profundo. No puedo dejarme vencer un
día, si hay una vida por delante. Ese quedar libre tan lleno de amor, es la
libertad soñada, es el convivir pudiendo estar contigo. Ellas, Begoña, la otra
Begoña y no sé si alguna más, sé que se acordaron de mí oyendo aquellas cintas.
Que sean felices. Me encontrarán al final del tiempo, esperando sus amaneceres
sinceros. Esperando, con ganas de encontrarles. Esa respuesta no soy yo el
encargado de encontrarla. Aunque soñar que me quieren no es suficiente, ahora
van a llegar, me levantaré y no será otro día monótono el que aparezca. Nunca
llegará a ser monótono, si hay un sueño que me va diciendo, con su lenguaje tan
familiar, al pan, pan y al vino, vino. Y hay veces en que se deprimirá la
estrella, pero tienes que pensar que todos somos así algún día. O a veces tal
vez. Sin ese síntoma de realidad, perderíamos la luz que alumbra nuestro
mañana y dejaríamos ese poder.
No, vuelve a releer ese sueño pasado. Ya ves que se
puede conjugar de todo un poco de una manera rítmica y melodiosa. Pues ahí
estoy yo hablando contigo, ahí pudimos entender mejor qué fue de aquel ayer. Ha
sido todo nuestro ayer, sin poder pasear por sus veredas. El mar está en calma
ahora, sólo espero tu presencia junto a la suya, para mostrarte todo eso que te
ha guardado. Vamos. No cojas una barca, entra tú. Si lo quieres, no te mojarás,
pero tú bien sabes que a su lado, quieres llenarte cada vez más de su cielo, de
sus estrellas.
Vamos, desnudos de rencor, sólo está ella con
nosotros, deja esos harapos. Pero no le detengas. Bien sabes que el distraerte
es soñar con ella. No le detengas, sueña y distráete si quieres, pero sabes que
el detenerse se clavaría en ella como tantas otras lanzas que hieren sin
manchar. Lanzas, hechas de sangre, que atraviesan, un dolor más incandescente
para marcar esta vida, una huella tan difícil de olvidar, sólo puedes llenarte
de hermosura para dejarla de lado. No dejarle amanecer, sabes que hay otras
muchas cosas que se oponen a su presencia, esa ilusión que te envuelve a ti
ahora en otra huella, pero más bella, indestructible. Y es que a ti te gusta
que sea así.
Cuando llegué a Vigo, mi padre me dijo:
“Toma”, y me dio un papel: era la dirección de Barcelona. Se acordó. Hay otro
algo escondido que no entiendo. Es bello, pero no sé por qué está condenado a
seguir oculto. No sé, cuando menos lo esperas. Es algo que existió de siempre.
Lo siento tener yo, pero no sé cómo definirlo. Yo me pregunto una cosa: ¿es
mejor vivir así rebelde como yo, o es mejor vivir así como viven mis hermanos?.
En ellos hay algo que no se ve, pero en el fondo pasan, aunque no lo aparentan.
Creo que eso responde un poco a aquella frase que escribí: “Hace más daño lo
que no se ve”, aunque no sé de dónde la leí. No voy a dejar de escribir por
estar cansado de estar sentado en este portal. Ya salieron varias personas, y
siguen saliendo. Bueno, siempre se ve un poco de juventud. Pasan muchas
verdades seguidas. ¡Qué difícil se hace conocer una sóla!.
A
Teresa no le importa darme un beso. Ya no cuenta el que haya alguna que no
quiera. Teresa es la que empezó a contar a partir de hoy. A partir de ahora, yo
cambié, nace una nueva etapa en mi vida. Que quién es ella. La conocí el otro
día, pero me parece, tú ya sabes. Supongo que de una irán otras. Ya estoy
contento. Le encanta el trozo escrito a Pily. Voy a ver si puedo escribírselo a
máquina esta tarde. Estoy haciendo un cestito ovalado allí y le gusta a la
hermana de Begoña, me dice que lo quiere, aunque esperará a que haya otros
cuando vengan de Barcelona. No sé qué decirte de ellas, y es una lástima,
porque Begoña me pidió que le hiciera un trozo. Enamorado de la vida… mañana a
ver si me acuerdo de llevarles un relato. Supongo que se me ocurrirá mejor por
la mañana.
Me
agrada la sinceridad de Teresa, que me dijo aquello. Me agrada la forma de
expresarse, su sonrisa, esa mirada de pícara y cariñosa, su carácter, esa
alegría que reluce en su cara. Me agrada cuando habla conmigo, su dulzura, y
cuando no, cuando la miro de reojo, todo el universo quiere reunirse conmigo
para decirme que allí le tengo, esperando. En parte le veo un poco como el yo
de mi niñez. Como el yo que no conocí, pero el yo que todos llevamos dentro.
Me
gustará como una especie de definición un día, de sus labios, sincera, pero me
agrada esa manera que tiene de presentarse, conociéndole cada día un poco más.
Aquí, en silencio, no sé hablar de ella. No tiene sentido todo cuanto se me
ocurre decir. No sé quién puede ser. Tiene que ser en contacto con la brisa,
con el rocío, con el calor de la mañana. Tiene que ser en contacto con las
aves, oyéndoles cantar, acompañar sus melodías. Oyéndoles decir que ella
también está entre sus trinos. No se me ocurre nada en casa, merendé, me bañé,
ya me decidí a decirle el roto del pantalón azul marino. Buscaba pantalones de
invierno para llevar yo a Vigo y, al final, le recordé un pantalón, pero tenía
un roto. “Dichosa bicicleta”, pero nada más.
Cuando el sol se asome a la rivera de sus montañas con esas primeras llamas que
llevan calor en sus labios, cuando la lluvia riegue un recuerdo para limpiar
esa imagen tuya que llegó tan clara, cuando las estrellas me digan que ya puedo
correr hacia ti, y encontrarte limpia, como siempre eras cada vez que me
imaginaba. Cuando esos primeros brillos compongan una alfombra entre tú y yo,
cuando todo esté esperándote, quiero acordarme de ti. Quiero saber que tú
también pudiste estar esperando la señal, quiero saber que el tiempo fue
nuestro durante unos segundos, y tú no has cambiado. Si, he sido yo el que ha
permanecido oculto, despiértame, tú ya sabes cómo. Sólo despiértame y dime que
olvidaste el desacuerdo y no estás enfadada conmigo.
¿Cómo decir que te quiero?. Te siento tan lejos, tan lejana cada vez más de
todo cuanto te digo, que pareces abstraída en el encanto, pareces tan delicada
y tan dulce, pero tan lejana a la vez, que mis palabras encuentran el dolor, el
dolor y el lamento antes de llegar a ti. ¿Cómo decirte lo que pienso, si tengo
miedo de que te sientas engañada o desencantada a la vez de un sueño, no sé,
pero si te enojas, destruirás todo lo que apuré a tu encuentro?.
¿Cómo decirte que ya he llegado, si soy tan débil en el fondo que no sé
permanecer en el suelo?. Tú no perteneces a las aves de mi vida, pareces un ave
peregrina, pero no sabes volar. Todavía me queda mucho por recorrer, quisiera
que me esperases, hasta el día de nuestro encuentro, pero no sé cuándo será.
Sólo, si quieres, dame un beso, y en ti encontraré las fuerzas necesarias para
regar esa esperanza. Se queda marchita mi vida si no estás a mi lado. Hablando,
sonriendo, haciéndome compartir todas esas pequeñeces de tu vida, tan
agradables en estos momentos por ser la espera de estos tiempos.
Compartir, por ser tú la mañana que encontraré al despertarme y abrir los ojos.
Compartir, porque estoy seguro que así querrías tú todo el Amor que posees.
Quiero volver a encontrarme con todo eso que musitaron tus labios el primer
día, quiero convencerme que todavía no he olvidado tus palabras, y poder
hacerlas mías de nuevo para que no se sientan solas.
Hoy, domingo, antes de Reyes, me encontré con Loli, sólo bailó una, no vi a
Pepi, me encontré con Bety, bailé con una desconocida, me encontré y bailé con
Angeles, aunque se fue, bailé con Ana, la amiga de Ana y bailé con María casi
al final, no le conocía, me dijo que el próximo domingo me llamaba. Yo lo
prometí, a que eso sería mentira. Lo pasé fenómeno. Me quedó la pena de no
pedirle un beso a Angeles y de olvidar la cara de María. También se animó
Manolo. Y no le pedí a Tere y a Rosi. Un día divino.
No
sé si ir a ver los regalos. No tengo ganas. Estoy indeciso. ¿Qué hago?. Dímelo
tú. Me espera Teresa en Vilariño. No había radio-casette. Mariora si sirve para
hacerle feliz, y Quico, y Nacho, y Malena, yo no, yo no soy expresivo. Una sopa
y unas libretas. Ellos si, me gustaría ser un poco como ellos. Tan cerrado mi
padre, dijeron ayer que era carácter de todos los zamoranos. Y yo me pregunto:
¿un lugar que ya ha pasado hace tantos años, puede seguir siendo así?. Déjame
estar contigo un rato. Pues estoy animado, pero ya viste. Leí un trozo de la
primera carta de Alicia: cuando está rodeada de gente extraña, todo lo que quiere
olvidar, y se pone seria. Y recuerdo algo que leí en aquel análisis: se deprime
sin apenas razón. “Estás loca!, parecen buenos. Pero es ella, si sabe
alegrarle.
Estuve pensando si hoy iría al baile. Primero pensé que no, pensé si un día,
más adelante, me cobraran la entrada, no tenía por qué ir tanto, pensé si ir al
cine, pero está más caro. El baile es el único sitio donde puedo ir. Un día
apareció una chica, después marchó y yo dije: Ya aparecerán más. Y aparecieron,
¿no?. Pero yo soy muy serio. Me gusta que estés en mí, pero ¿no aprovecharías
más en otro?. Tengo miedo de que me digas que si. No me preguntes por qué te
digo esto. Me vería solo. Tantos pensamientos se relacionan con caídas de
pisos, muertes, choques, creo que todas me van mordiendo cada vez más. Fuí
allí: un jersey, un desodorante, una ropa pequeña y una ropa más. Bueno, a ver
qué cara pones ahora. No vayas con cara de radio-casette porque ya sabes que
sería peor. Vamos, ya me dirás. Tal vez esta tarde. Escribí un poco en la
libreta: sentimientos, sueños…
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