les gustan más los amores por momentos que los monótonos. A esos amores por
momentos, yo los entiendo por detalles felices. Si es así, creo que está en lo
cierto y estoy de acuerdo con él, pero no así con el resto de la apreciación,
amores monótonos lo considero aquél para toda la vida. No estoy de acuerdo
porque quiero casarme, y me gustará ese amor pues yo lo iré llenando de
detalles. Me parece que lo que más me gusta en este momento de mi vida es la
música, y uno de los sueños más deseados que tengo es que cuando me case,
procuraré tener una mujer que le guste, pues me agradará estar muchas tardes,
todas ellas, sólo bailando, o pasar varias horas en una discoteca para bailar,
agarrado por supuesto. Otros amigos los conocí porque iba con mi hermano a unas
reuniones en Sabarís con dos Celso, del grupo de la J.U.M., un sacerdote. Iba
con él, estaba de acuerdo con mucho de lo que decía, pero había muchas otras
con las que no estaba. El dar un beso, ellos lo consideraban como un signo de
atracción sexual. Si, podía ser verdad, pero yo no estaba de acuerdo. No sé,
tal vez lo fuera pues muchas veces, cuando me ponía a recordar cosas para caer,
el beso era casi una parte esencial. No sé quién me había dicho hace tiempo
cómo se mordía. Tal vez lo que me había pasado en Murcia con Conchita, se
repitió aquí al principio, cuando estudiaba en los Salesianos, con la hermana pequeña
de Felipe. Espero que me perdone. Recuerdo que le quería a Sandra. Sandra era
su hermana de diez u once años. Bueno, "le quería" no es la palabra
adecuada, me gustaba hablar con ella, no sé si alguna vez le di un beso.
Siempre guardaba con vergüenza todas esas ocasiones en las que me había
desviado. Iba a ver a Felipe a un kiosko que tenía en la alameda por la tarde
y, a las siete más o menos, llegaba ella.
Bueno, sigamos con el relato del que hablaba. Aquella familia
era pobre. A mí no me importaba eso, pero saltaba a la vista. Era una casa
vieja de cosas viejas y revueltas, aunque parecía que aquello les era
suficiente para irse manteniendo. El único que daba para vivir era Raúl, el
mayor debía tener catorce o quince años. No sé dónde trabajaba, pero me dijo
que ganaba sobre quince mil al mes. Su padre me parece que sería pescador.
Tenía cara de ellos. La tercera, me imagino que por edad, se llamaba Lucy y
marchaba durante casi todo el amo a estudiar a Santiago. Venía algunos días en
las vacaciones. No sé cómo empezó, pero recuerdo que ella me dio un beso en los
labios. No se podría decir en la boca, porque era un beso bastante inocente.
Recuerdo muchos días, domingos que iba un momento hasta su casa, en que me
sentaba con ella sobre las rodillas mías, y me daba muchos. Ahora recuerdo que
cuando pasó con Conchita, también estaba delante Rocío, la penúltima, y se lo
di a ella. Cuando estaba con Lucy, al menos una vez, estaba también Rocío.
Otro día que llegué allí y se asomó Rocío a la ventana. No sé
si estaban los demás, ni si le di un beso de aquéllos, pero sí sé que se lo di
en el cuello. No veía nada de especial en eso, muchas veces me dije que no lo
haría más, pero Lucy me dijo que a muchos otros solía dárselo de esa forma. Tal
vez sucediera lo mismo con Conchi.
Pero, ¿por qué había dicho te quiero?. ¡Bah!, era mejor
olvidarlo, era un detalle más. Debió ser la televisión la que le había puesto
de esa forma. Todas se enfadaron conmigo menos Lucy. Seguía yendo todos los
domingos allí a veces con la excusa de hinchar la bicicleta. Pero aquella
aventura no fue más que eso. Cuando marchó Luci, yo dejé de ir por una
temporada. Un domingo, cuando iba a Ramallosa, me encontré con la madre en la
parada del autobús, frente a la plaza, y me dijo que hacía mucho que no les visitaba.
Y fui algún día, indirectamente; siempre preguntaba por Lucy.
Sólo tenías dos ruedas en la bicicleta, por lo tanto sólo dos escusas. Si fuera muy apremiante llegarías con las llantas entre los dientes e inflarías las cámaras a pleno pulmón -estoy seguro-. Supongo que Lucy merecía la pena por eso y por más. Sólo por verla comprarías un triciclo y si ella se enamorase de ti, un coche con las cuatro ruedas y una de repuesto, por supuesto, todas deshinchadas.
ResponderEliminarTienes razón, Raúl, ahora que lo miras desde la distancia,que sólamente es tiempo nunca un rival, ves que necesitas estar preparado para ver la realidad como es y entender lo que sientes. Pero pienso que todo está ahí por algo
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