en
que yo les había dado un golpecito en la cabeza a algunas niñas, y todas
corrían detrás de mí. Así era casi todos los domingos. Conocí también a las
gemelitas Gloria y Mari, María del Mar. Todas ellas me daban un beso. Lo pasaba
muy bien así. Ellas bailaba en el grupo de rondallas que encabezaba su padre,
Teodoro. Uno de los recuerdos bonitos que tengo, es un día de Navidad, en que
también me dio un beso su madre. A veces, hoy, cuando veo que lo necesito, se
lo pido, y ellas me lo dan; al principio, después de los primeros meses, me
daba la impresión que un poco enfadadas, o disgustadas tal vez. No lo digo por
mal, por que cuando se lo preguntaba me decían que no, pero lo cierto es que
aún eran muy niñas. El día que me sucedió aquel episodio, no me daba cuenta,
pero fray Joaquín nos vio. Al domingo siguiente me dijo que Conchita me quería
y yo le dije que ojalá. Creo que lo que le pasó a Conchi fue que se enfadó,
porque aquel día, en el cuarto, cuando me dijo eso, yo me quedé sorprendido, y
le pregunté: ¿Por qué?. tenía que ser por algo de mí, porque supongo que por
guapo no debe ser. A lo que me dijo que sí era por algo que le gustaba, por
algo de mí. Isabel vivía en el barrio de Golada. Se llegaba a él por un camino
que se desviaba de la Cabreira.
También
fui considerando amigos a los chicos de allí: Cesáreo, Guillermo y los hijos de
Isabel, Jonny, algo así, Jose y Miguel, Bruno era muy pequeño. No me acercaba
mucho a las chicas, aunque supongo que sería por el temor de que no me
aceptasen. Hablaba con ellas, saludando o cualquier otra tontería, pero nada
más.
Una
de ellas, María, me pareció bastante tranquila para darle un beso. Y soñé con
ese día. No se lo pedía, tal vez estaba esperando el momento oportuno. No lo
veía como algo de vida o muerte, no le daba tanta importancia, aunque empezaba
a comprender que ellas si. El día de mi santo fui por allí, como muchos
domingos, para salir con José y les encontré jugando en la parte interior de la
casa de Isabel. Cesáreo, Guillermo, no sé si uno o dos chicos más y su amiga,
ahora no me acuerdo cómo se llama. Consistía en pasarse una cerilla encendida y a
quien se le apagase debía elegir entre dos opciones. Una de ellas era una
pregunta y la otra era darle un beso a alguien. Y lo quise aprovechar. En la
primera ronda se le apagó a Guillermo. No quería que desconfiasen por hacerlo a
propósito para mí. Eligió el beso y le dio uno en los labios a la chica que
estaba con María, doce, trece o catorce años le hecho, bueno, todos eran más o
menos así. Aquello no lo entendí, porque para dar un beso se solía dar más en
la cara. A la siguiente ronda quise jugar con la cerilla y le obligué a
apagarse conmigo. Cesáreo me tenía que decir. La primera vez recuerdo que caí
dos veces, elegí pregunta y le preguntó a la chica si le gustaba. No me gustó
mucho aquella pregunta, pienso que ella no me gustaba a mí, pero dijo que no.
Yo le di la mano. la segunda vez ya le dije darle un beso en la cara a María.
Ella se puso roja, y a decir que no. Al rato se fueron todos y yo me quedé
preguntándole a María por qué no. Alguien me parece que se quedó conmigo, pero
no me fijé en él. Después de un rato, ella dijo "Bueno" y me puso la
cara. Y yo le respondí: ¡ahora si!. Esto lo había hecho varias veces. Creo que
lo que buscaba era que me repitiese que si o me dijese: a ver ¿me lo das o no?.
Eso supongo que me haría un poco más feliz. Se lo había hecho a Rosi y lo hacía
varias veces en el baile para bailar con alguien. Me dijo: Bueno, pues no. Y se
marchó.
No
se fue en el mismo instante, pero yo aún le dije que me lo diera, o se lo diera
yo, que había sido broma. Pero se fue. Creo que me fui a jugar a las cartas.
Cuando me marchaba , la vi y se lo dije otra vez, pero ahora supongo que sería
con un gesto más apenado. "Hoy que es mi santo", me dijo que no y se
fue. Yo también.
No
sé si aquel día me fui, como solía hacerlo, con Miguel. Él me acompañaba hasta
el camino que llevaba a la Cabreira. Tampoco me acuerdo si hablé con él sobre
el tema, o me lo dije hablando conmigo mismo, pero me parece que lo que dije o
pensé fue que ella era todavía muy pequeña. Había sido culpa mía. Supongo que
aún no habría llegado la hora. Tampoco valía la pena quebrarse la cabeza por
eso. "Olvídalo", creo que me dijo Miguel. "Ella se lo
pierde", comenté yo. Cuando llegaba disgustado a casa, creo que la mayor
parte de las veces,. Buscaba tranquilizarme escribiendo. Así lo hacía y,
después de escribirlo, se podía decir que ya había vuelto a la normalidad, tal
vez después de un viaje. Así describía yo aquellos momentos.
Ya sé porque había tantos incendios en aquella época. Quién deja a los adolescentes jugar con cerillas...!!!??? Tal vez lo que realmente hiciera arder fueran esas preguntas ingenuas en labios pirómanos? Todo tiene su momento. Todo tiene su sentido. Qué dirían las madres cuando sus hijos llegaban a casa con los dedos carbonizados? Qué les sucedía a las chicas cuyas mejillas no encontraban el beso deseado? Qué pasaba con los chicos cuyo deseo era la mejilla complaciente de la adorada antorcha? Comprendo que llegaras con la cabeza ardiendo como un fósforo cuando el corazón queda en cenizas. Ella se lo pierde............
ResponderEliminarEn los pueblos pequeños los juegos eran bastante sencillos y casi siempre con los materiales que se tenían más a mano. Pero no veían la maldad
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