No
seré ya un peregrino
el
día en que tú me digas que me quieres.
Dejaré
mi alforja a un lado,
me
calzaré las sandalias
y
saldré al encuentro de la felicidad.
No
me perderé buscándola
ni
me hundiré en el fango del silencio,
la
encontraré… porque quiero encontrarla.
No
vagaré ya más por las miserias del destino,
saltaré
las montañas,
los
barrancos.
Y
ese día el júbilo vencerá a mi soledad
y
estallará la alegría… porque habré encontrado
mi
amor
y
eso me basta.
Son
dos palabras… solamente dos palabras en un segundo,
pero
dos palabras que llenan el universo de la fantasía.
Si,
dos palabras prisioneras del afán,
liberadas
por el corazón.
Llenarán
los baches, las tristezas,
las
amarguras…
romperán
los cercos.
-1982-
¡Otra belleza! Hoy ando de belleza en belleza, sobresaltado de cielo en cielo, y, por supuesto, también he caído en tu cerco.
ResponderEliminarLa mirada de Fausto siempre nos sorprende. A mí me gusta la sucesión de imágenes blancas, o sea que no quien hablar, sólo describir: ésas son las que quedan.
ResponderEliminarHay descripciones que hablan por si mismas...
EliminarSé que a Fausto le gustan más las pausas, los espacios... la lentitud de los momentos: eso define su mirada
ResponderEliminar