Hoy me disfracé… y nadie más estaba
disfrazado de los que se cruzaron en mi camino. No tenían ganas de esconderse
del mundo, lo entiendo, como yo, que cogí el testigo del ser que no muestro. A
veces te adentras en el mundo de los sueños, a solas con tu cuerpo desnudo, y
encuentras tu verdadero cuerpo, erguido, frente a frente. Le preguntas, pero ya
sabes lo que te contestará, quizás no sea nuevo que él esté pernoctando en las
aguas, inmerso; que esté compuesto de sal y sólo la tierra le contamine. Debí disfrazarme
de tierra para ser auténtico… o de simiente para ser tierra; pero daba igual:
el mundo ya había escrito sus últimos renglones.
Y era hora
de reaccionar.
Creo que es una senda que deberías continuar, no la de disfrazarte sino la de mostrarnos el desnudo de tu auténtico interior. Me gusta el nuevo giro de esta inmersión prosística.
ResponderEliminarDicen que cuando te disfrazas muestras ante el mundo la cara de tus tabúes interiores o la de tu niño interior, pero disfrazarse también es mostrar ante él una realidad que tú vives pero de la que no puedes hablar. Sólo sé que disfrazado me enfrenté al mundo que no comprendía con mi auténtica cara. Ya estaba cansado de pasar bajo el cerrojo que me infringía el destino y demostrarle mi pasión oculta.
ResponderEliminarPor eso siempre pretendía disfrazarme de adulto y llevar barba o bigote, o ser un pirata bohemio mal vestido, travestido de hada.
ResponderEliminarYa no necesitamos los disfraces, ahora que nos crecen pelos en las orejas!!!
Un disfraz a tiempo es necesario algunas veces... para que no nos ven como somos. Casi siempre nos ven como ellos se imaginan que somos, nunca con nuestra verdadera identidad. Por eso dejar salir al invertido que somos nos hace vernos por fuera
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