Triste la rosa marchita
entre el amor y el
desencanto.
Nadie sabe bien,
nadie sabe cuánto,
del amor te necesita.
Entre las lágrimas
del día
una flor finge sin
saber,
cómo se presta el
querer
a vivir clara su
tenue luz.
¿Cómo zarandearemos hoy a Ulises? Pareciera un alma mojigata aunque sus versos no ocultan cierta verdad. Los que lo conocemos sabemos que su poesía tiene otros dones. La belleza de un paisaje no se puede borrar sin perder algo en la mirada y muchas instantáneas componen una panorámica definida.
ResponderEliminarEstá rompiendo la estructura tradicional y todos los convencionalismos que le estaban manejando hasta ahora para intentar sembrar un camino propio y eso es muy loable en su persona. Aún así conserva el olor amoroso pasajero y eso le agarra todavía ( el amor es mojigato se viva donde se viva hasta que se hace consciente). Eso no es emoción pasajera de la juventud pues a veces te enamoras a los setenta y eres mojigato a los setenta, pero al expresarlo te deja un amplio margen de superación y eso es positivo. ¡Echaba yo de menos la inocencia de Ulises!.
ResponderEliminarLos pasos que está dando apuntan maneras y eso es lo que hace a un poeta interesante, no sea que le empujemos a ser más rígido y un buen día se convierta en una estatua de sal
Yo también echo de menos la inocencia de Ulises, puede que ahora sea una estatua de sal cómo dices (creo que hay algo de eso -Sodoma y Gomorra- ya me entiendes).
ResponderEliminar"Olor amoroso pasajero" ¿ese que apesta como la carroña? He visto como algunos canes se restriegan en los cadáveres (debe de ser algo parecido al enamoramiento frugal, su consistencia no desvela nuestro verdadero olor y es capaz de engañar a nuestras víctimas).
Mojigatos y maulladores, esa caterva de tunos a la luz de un balcón cantando a un amor, cuyas trenzas conforman una rudimentaria soga, cuya mirada forma una rudimentaria cadena.
Cuando uno es viejo, si se enamora (si se lo permite), es mejor rascarse las pulgas y ladrar, o aullar a la noche deseando que nuestra perra esté en celo.
Precavidamente, no le empujemos a ser más rígido, solo esperaremos a que una buena zancadilla lo convierta en más ágil.
Estamos ante la tragicomedia de Ulises, más bien él nos está introduciendo en ella. Y es así como nosotros somos pasto de esos universos que los demás planifican. Tampoco Ulises se libró de ello: el poeta escapa de los lazos que le quieren definir, pero no por ello está libre para configurarse un mundo: también en él es pasto dee sus circuntancias
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