Hay una
lluvia
que apedrea el cáliz en donde me refugio
con la fuerza de un dios.
No es mortal, pero me impone su ley
y su muerte.
Hay una lluvia que desgarra mis
versos
por callejones sin salida
en los que me meto sin respirar.
A veces quisiera no tener fe como
esa lluvia
y saber distinguir entre el bien y el mal.
Quisiera no saber lo que es doblarse
y desfallecer en medio del temporal.
Quisiera nacer firme, como la
hiedra firme
que siembra en las laderas estelas de
coral,
quisiera no saber lo que es la sangre
que el viento arrastra…
y que aún me huele a sal.
-2004-
Sería mejor no volver a distinguir el bien del mal... En el Paraíso éramos obedientes malvados con malévola inocencia.
ResponderEliminarHay veces en que sentimos nuestra debilidad tan palpable como el universo, pero que nos resistimos a reconocerla para fingir que no la hemos visto. Y cuando la vemos queremos no ser como ella, porque es lluvia simplemente, pero lo que vemos en ella es nuestra debilidad. Y es que todo lo que vemos ante nosotros es un reflejo de nuestro interior mismo, porque son idénticos ojos los que lo miran. No es el bien y el mal lo que define nuestra mirada, sino la manera de interpretar lo que nos sucede
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