debajo de ella. Tal vez estaba arriba y no la
había visto. Subí. Debajo no estaba. Se puso peor. Le quise decir que se
tranquilizara. No pude. Estaba chillando. En la habitación, arriba, me había
enfadado conmigo por ese periodo en blanco. Tranquilo, no te sulfures. Le quise
decir que no me pusiera nervioso. No pude. Me echaba la culpa. Arriba, el
cuarto. Ya se tranquilizará. Entrar en la cocina será un martirio, pero ya
estará más tranquila.
¿A quién echarle la culpa?. A nadie. Total,
¿para qué?. Seguirán llamándome inútil. Bajé a los conejos. Había caído dentro
o debajo. ¿Cómo debajo?. Era un sitio imposible. En aquellas condiciones, no me
digas que aún quedaba algo imposible. Encontré la hoz nueva. Hacía mucho que
faltaba. Después el cuchillo: estaba en la caja de carozos, pegado en la
esquina. Ahora, después de comer, me dijo: “En la estantería, encima del wáter,
hay una flor rosa”. Y me cegué por la que hay enfrente.
Cuando marchaba de la cocina Mariora
comentó: “Ya verás cómo no se enteró”. Y volví, pero en la estantería no
estaba. Me lo repitió, pero nada. Entró Quico al baño y le pregunté si sabía;
junto al baño, en la pared, también hay una más pequeña y más baja.
Casi nunca me fijé en ella, no sé si hace
tiempo, porque nunca la utilizaba. Cuando él se la iba a dar, salía enfadada de
la cocina. Y él se la dio diciendo: “Déjalo, ya ves”. Era humor, tal vez le
hacía reír. Seguro que se toma en serio eso. Malena diciendo que quería entrar.
Bueno, pienso que ya no podré ver a Isabel como antes. Hace un rato, después de
escribir dos hojas a máquina (bueno, no es tal rato), bajé al pueblo. Fui hacia
las gallinas y encontré a mi madre en la basura. Había ido a recoger las
manzanas. Yo le dije que también iba. Fue mentira, si, pero el caso es que
bajaba. Bueno, recogí con ella todas las del suelo y me apuntó: “Vas a regar el
nabicol, todo lo que limpió Isabel”. Le respondí que ya regaba desde hace seis
o siete y hoy también. Dijo: “Pero si eso no tocó agua desde que lo limpió
Isabel. Eso es mentira”.
No tiene derecho a decirlo. Y lo peor fue el
callarme. Sé que estaba haciendo la segunda hoja cuando subió mi padre y no me
dijo nada. Cuando vi que la máquina ya no hacía un ruido normal, quise escribir
con la mano izquierda, todos los dedos, pero al dar con la mano derecha noté un
ruido diferente.
Espero que hoy, viernes, coincida con la
llegada de la carta de Pily. Si me la mandó el martes, como me dijo, tiene que
ser hoy. De todas formas, porque sé que seguro que el domingo irá. La historia
terminará bien. Ya digo “seguro” porque ese “no ir” ya entra dentro de la
suerte. Bueno, pero estoy seguro que irá. Ya empezó otra vez a escribirme y eso
es algo que abre otra vez las puertas. Bueno, me iba a afeitar, no empezaba con
el cotorreo. Ahora sí, andando la leche, ya me saldrán cosas para hablar
contigo.
Iba a ir a otro centro de Vigo en donde
enseñaban obras con cuerdas y todo eso. El chico de Decoraciones me dijo que ya
había empezado, que le preguntase a mi madre. Y yo veo lo mal que estamos de
dinero. No se lo pienso decir, hablaré con el chico para decírselo, a no ser
que hable ella, la cantidad de sobres que me trajo Mariora de Al Campo no los
encuentro. Tanto esconderlos por temor a Quico. Tengo un sitio y creo que deben
estar arriba, en los estantes que hay donde coloca las manzanas mi padre. Voy a
ver.
No. Sólo pienso en ti. Voy a llamarte. Hablé
con mamá. No, no cambió nada. No sé qué hacer. No hago nada. Voy a escribir un
poco. No subió del correo. Bueno, no importa: mañana. Pero ahora me acuerdo que
mañana no estoy.
Jo, para el lunes. Bueno, no importa, así
empiezo una semana. Ya ves cómo soy. No está bien que te escriba sólo cuando se
me ocurre algo. Me alegro que fuera a coger unas flores de donde está enterrado
Ross. Las regué ayer, como todos los días, aunque aquéllas no lo hice tanto.
Pero ayer estaban un poco pachuchas. Me pregunto si esperamos a Quico. Cambió,
porque hace dos o tres minutos subí apurado: se me había ocurrido un poema. Al
pasar por la cocina me dijo que pusiera la mesa. Le contesté: No puedo
(cualquier mentira), subo a buscar una hoja. “Tú lo que quieres hacer es tu
voluntad”-me aseveró. Pero no paré. Fui a la habitación y escribí.
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