Tenía abierta la trampilla de arriba y estaba colocando el sitio donde debe dar vuelta la persiana. Me preguntó: “¿Ya vienes de la habitación?”, enfurecido. No, vengo del fallado. Creo que me lo preguntó otra vez, como siempre, no fue eso lo que me irritó. A la tercera vez de preguntármelo, le seguí contestando que en el fallado, pero mamá se acercó a mí y, casi empujándome, me dijo: “Calla y vete”. No me dio tiempo a decirle nada. Reaccioné más tarde. Si, eso es lo que queréis vosotros, que me calle. Y otra vez a decir mentiras. No entiendo por qué me dijo eso, que me calle.
Supongo que
antes también sería muchas veces así, pero me imagino que los padres no
buscarían decir cosas al tuntún, sólo por discutir. Lo que ya comienza a ser
ánimo es que mañana es sábado, o sea, pronto llegará el baile. Toda la noche,
desde que me lo dijo hasta que me dormí, estuve dándole vueltas a ese “Calla y
vete”. Y ahora llego al papel y lo resumo en tres palabras y, además, esa
esperanza no la tenía ayer. También me joroban las indirectas. Hoy llegó mi
hermana por la noche y yo estaba en la habitación. No tenía ganas de levantarme
a cerrar el portal, pero sé que si ella se acerca a mí preguntándome si puedo
ir a cerrarlo, iré. Aquel poema que decía que, quería ser libre para elegir, lo
siento más cerca de mí. Llegó a mi habitación y me preguntó si sabía dónde
estaba la linterna para ir ella a cerrarlo. Y yo pensé: No será verdad. Está en
la cocina. Se la fui a buscar y, al venir, estaba hablando por teléfono. Se lo
dejé en la puerta de su cuarto y entré en el mío. “Que lo pida, ¿no?. Debe de
saber que yo no voy a negarme, al contrario, no puedo hacerlo, aunque sepa que
de mayor me va a mandar a tomar por saco”. Pero me cortó el segundo paso,
me parece que dijo algo así como: “¿no vas a cerrarlo?”, digo algo así, porque
sé que fue en un tono de ese tipo. No estuve de acuerdo con su salida, hasta
murmuré: “Cerda”. Eso no lo tenía que hacer así. Había pensado: “Ya verás cómo
vas a terminar yendo tú”.
Aquella
salida cierto es que me dolió mucho porque no la esperaba, pero pienso que ya
me estoy acostumbrando. Hoy hay cine de medianoche. Nacho me preguntó si había
y yo le respondí que si. El va a verla, supongo, yo también y supongo que si al
final es tan grosera, podré escribir en la cama.
No la vi, me
dormía allí. Ya es de mañana, me parece que me sigue dando rabia ver a algún
perro lleno de tierra, sobre todo las patas. Siempre es Mimo. Y hoy pasó una
cosa graciosa por teléfono. Llamó un señor hablando que no se le entendía nada.
Después de repetirlo tres o cuatro veces, le pude entender “migón”, podía ser
una miga grande, la panadería y le entendí después hormigón. Se había
equivocado. Primero dije “¿cómo?”, luego “no entiendo” y a la tercera me quedé
callado.
Ayer mi
madre se disgustó y me dijo: “No puedes estar así todos los días. Tengo que
mandarte a ese centro de Vigo”. Estando aquí en casa hago lo que puedo, no
mucho la verdad. Claro, veo lógico que escriba a escondidas o esté sin hacer
nada, creo que si encontrara ya esa libertad para poder hacerlo, sería otra cosa,
pero bueno, más vale lo malo conocido que lo bueno sin conocer. Prefiero seguir
así, aunque me disguste. Al menos, no tiene que ir tanto a lo de Chicha o
incluso a Ramallosa. El otro día me apuntó en un papel ir a Manolito y coger
unos papeles en lo de Alfonso. Fui a Manolito y tenía que subir dos bolsas. Me
preocupaba porque no podría subir en bici. Creo que se levantó mi padre al
baño, pero ya no hay nada que temer. Volví a casa y, al llegar arriba, me había
olvidado los papeles. Pero podía solucionarse, por eso no entiendo.
A la hora de
comer estaba en el fallado planchando y yo escribiendo. Me dijo: “Baja a comer
que yo tengo que marcharme”. Le contesté: Bajo luego, si dejo la hoja en la
máquina la estropeo. Pero también es una respuesta que me tranquiliza. Ayer por
la noche no escribí nada. Y ahora, cuando fui a ver si había Ayer por la tarde
llamé a Pepi. Hablé con la madre, porque ella está en un instituto de Vigo.
Como ella me vuelva a escribir, pensaré que todo un tiempo valioso habrá sido
perdido. Me recuerda un verso que decía: “Tenemos que rehacer el tiempo”. Pero
aquella inocencia, aquella dulzura, todo eso se va igual que el tiempo y todo
eso es lo que me hace llorar y me hace enmudecer tantas veces. Toda la ternura
que me mantuvo vivo esperando tus cartas, ya me parecerá inútil. Me horroriza
pensar que ha sido culpa mía que tú estés dormida y callada. Culpa mía será al
fin de cuentas, me horroriza sólo pensar en ti. hervido la leche, estaba arriba
del todo, menos mal que no salió. La segunda ya no subió y la tercera no sé.
No, tampoco, vine a escribir para ver si subía, pero nada.
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