Soy aquél que enloqueció escribiendo
poemas
porque creía que el poema era la vida
que a él le rodeaba,
pero que se engañó
cuando le abrió las puertas a la
parte turbia
y no podía cambiar.
Quiso naufragar pero no sabía,
quiso saber más
pero no le favorecieron las bengalas
del tiempo.
Mi locura no era la poesía,
sino la no poesía.
-2017-
Esa hembra poética tiene unas buenas agarraderas, es normal la frustración lejos de sus atributos.
ResponderEliminarmenos mal que nos comunicábamos sólo a través de palabras, las manos son más rápidas. Muchas veces el engaño es mejor que el no engaño, sobre todo cuando hay una hembra por el medio
ResponderEliminarLas manos llegan al engaño antes que las palabras... Sinceramente no sé lo que es mejor, ni a que chantaje acostumbrarme.
ResponderEliminarPero quien penetra primero es la palabra, no las manos: éstas casi siempre suelen saltarse el protocolo
ResponderEliminarLa palabra se arruga fácilmente a la hora de las penetraciones... Primero es la mirada que insiste en la falta de modales ante la belleza.
ResponderEliminarLa mirada es furtiva, la palabra audaz... el ser humano debe conducir las penetraciones para que haya un intermedio: quizás la diferencia entre la poesía y la no poesía: el camino es siempre hacia adelante
ResponderEliminarEso es cierto... Para atrás los cangrejos y a la defensiva.
ResponderEliminarNadie estamos a salvo de ser cangrejos un día, armados de caparazones de palabras, a veces en la oquedad de las palabras también está su sentido
ResponderEliminarEn las oquedades están los corales (marisco femenino, mariscador de ría).
EliminarHasta los corales, hadas exuberantes de la mitología hispánica, también tienen su parte de no poesía
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