Palabra mía, rompe ese
silencio,
conviértete en látigo o
espada,
no permita que la mano del
imbécil
maltrate por amor a su
adorada.
De ese amor de golpes y
maltratos,
amor de pasiones desmedidas,
amor que decrece… amor
ingrato,
nacido del dolor y las
mentiras.
Se castiga mejor cuando se
ignora,
esmas duro el silencio que
el flagelo,
se respeta a la mujer si
se le adora,
protegerla por siempre es
mi desvelo.
No debe ser tan hombre quien
tortura
a ese ser especial que
engendra vida,
quien destruye el amor y
la ternura
dejando en pena el alma
adolorida.
Y que viva el amor o la
ruptura
antes que el dolor o el
sufrimiento,
la mujer es una estrella
de dulzura
que ilumina de gozo el
sentimiento.
Si no hay amor creciente y
sin medidas,
preferible es dejar esos
oprobios,
no aumentar el dolor y las
heridas
ni convivir con un amor…
amor de odios.
Alberto
Villegas Villegas. Derechos reservados de autor.
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