Y las flores a mis pies componen una
alfombra de mil colores
que yo no quisiera pisar, pero que piso,
atenazado por unos zapatos viejos que
crujen cuando los calzo.
Y las flores se inclinan ante mí como un
signo de reverencia y sumisión,
y yo les digo: "No, no es ante mí
ante quien tenéis que desnudaros.
Yo no soy más que el viento, más que esa
brisa que os acaricia
o ese huracán que os atormenta.
No, no es ante mí ante quien tenéis que
redimiros".
Y también les digo: "Mi única misión
es ser testigo de lo que estoy viviendo.
A veces la vida se escapa de mí, casi
siempre,
por eso necesito aferrarme a las alas del
viento,
a esas alas que sé que me mostrarán
después de una realidad otra…
y así poder sentiros en muchos lugares
diferentes.
No, no tenéis que deshojar los árboles por
mí,
aunque amontonéis las hojas para que el
viento no las esparza,
ni maniatar sus ramas siquiera.
Yo me iré, como ya lo han hecho muchos
otros;
sólo soy el fruto de un tiempo al que le
toca vivir"…
y entonces he levantado la vista
y he descubierto que las nubes se habían
dormido en sus tronos dorados.
Y me he sentido
más tranquilo.
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