El día abre su cáscara
en el modesto bar
un hombre canoso apaga las luces
lleva ojeras y un delantal celeste
evidentemente gastado
por el jabón en polvo.
La máquina de café echa humo.
Los granos parecen dientes careados,
giran sobre sí mismos,
se violentan entre ellos.
La taza espera debajo del artefacto.
Un primer plano a las medialunas
que salen del horno.
En una mesa
una mujer de labios textiles
abre un libro y lee.
El hombre le alcanza la taza humeante.
Detrás del vidrio un taxi da la espalda
a la lluvia.
Mucha fibra y buen yantar!!!
ResponderEliminarEchaba de menos las poesías de León Peredo, que a través de imágenes limpias nos traslada a aun mundo de emociones y de fragancias, que no de humos. y es que muchas veces nosotros, donde creemos que no hay poesía, encontramos una chispa que nos llena de imágenes. La mujer no conoce al hombre quizás, al hombre que le acerca una taza y tampoco al taxista, pero hay un orden en lo que sucede
ResponderEliminarPara el desorden de lo que vendrá!!!
ResponderEliminarSiempre dentro de un orden está incluido un cierto desorden, su contrapunto. Si no hubiera desorden, ¿cómo iba a buscar un orden?
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