Extasiándome
con el tibio hálito de tu boca
Recorres ilimitadamente
la geografía de mi cuerpo
Y tu lengua instrumento de placer,
incita mi jadeo incontrolado.
He llegado a tus noches
pisando torrentes pasiones,
que me sirven de trocha
divisando los planos inclinados
que convergen en una línea resbaladiza,
que por sendas acaba de pintar
las malezas más tupidas de mi cuerpo.
Enervado de placer
por el escudriño
de tu exótica breña,
indómito
penetro a lo más recóndito de tu ser.
En ella me pierdo
y mis fuerzas desvanecen
ante el monumental
trepidar de tu fauna silvestre,
plagada de riquezas
que sirven de ornato
a tus curvas bien definidas.
Escéptico,
dudaste de mi existencia...
No sé si maldecirte
o saborear las sombras
que cubren tus noches.
Esas...
Que como fantasmas
deterioran los deseos
de historias muertas
desvanecidas en tierras lejanas
que habían cultivado
el aroma del amor.
Hoy te fugaste,
No sé dónde morirás...
He escuchado tu grito
encaminado a la solemnidad
de mis llanuras.
Llegaste rompiendo caminos,
interrumpiendo mi razonamiento
y me traicionó el tiempo.
Anochecía,
y tu boca aromada
por nubarrones densos,
pardos y cobrizos
alcanzaban algunos reflejos del poniente,
y mi dolor fue tu dolor.
Abatida en las sombras de la muerte
reinabas en mis noches
y los truenos de tu boca
dilataban pavorosamente
aquel espacio
que incendió mi cuerpo dormido.
Tus labios parecían amenazas
de un monstruo gigantesco
y nuestros cuerpos tierra y agua
reforzaban sus bramidos
en el silencio
de una noche hecha poesía.
Ansiosa
de la hosquedad de tu cuerpo
inclinaba mi boca hacia el presagio
del más vivo deseo...
morder el árbol
que lagrimeaba en mis entrañas.
Probé el placer de tus sombras
y mi cielo encapotado
por el sabor de tu boca
destilaba el brillo nocturno
de aquel sol que se hizo
miel en el silencio fúnebre
de nuestros cuerpos.
WilbertoPeñarredonda y Mary Bell Díaz Castillo
Y ahora es necesario limpiarse la humedad y la miel del decorado. Si los perros pudieran explicar el olor a celo escribirían poemas de amor.
ResponderEliminarEl placer no es la premura del tiempo, sino el control consciente del mismo. Muchas veces las imágenes desentrañan el camino del amante y consiguen llevarnos por él.
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