Hoy soy una pradera desierta
agreste y solitaria por el pasar de los años
acantonados en lúgubres montañas
que se hacen borrascas en mi destino.
Yo poblaré con mi almíbar
la aridez de tu cuerpo
regocijado
la recorreré detalladamente
y me placeré en germinarlas
para renovar su belleza marchita.
Embriagada se añeja mi piel
y se vuelve vino indeseado
en el bendito sabor de una noche
que no conoce mis penas.
Mis manos encendidas de pasión súbita
harán en esas extensas llanuras
la labor más perentoria,
revivir el dulce sabor a miel
reflejado en tus ojos
y la luz inmaculada de tu alma.
He caminado las aguas
a través del aire endurecido y agrio
que se posa sobre mi cuerpo,
he mirado el cielo furioso
ante la monstruosa imponencia
de sus arreboles encendidos.
He silbado detrás de los espinos,
mientras mis pies hincados
sobre hojas secas del destino
atrapan el melodioso trinar de la golondrina
que hace silencioso mi camino.
Mi revitalizador unguento
brotado de los más profundo de mis entrañas
cicatrizarán las devastadoras grietas
que con el correr del tiempo
causaron en tu bella geografía
la amarga hiel de la desdicha.
Siento el olor del alquitrán
en mis tierras húmedas
mientras mis mejillas estiradas y grises
se derrumban a un lado de mi boca
ansiando el olor nuevo,
olor a género fecundo.
Cierro mis ojos y lo siento...
Siento el grito del deseo
taladrando mis pechos,
siento el llanto derramándose en mi piel
como si hubiera puesto a renacer
un manantial de jazminero entre mis piernas.
Percibo tu deseo ungido
y afino con la sapiencia del buen jardinero
todos mis fertilizantes
para repoblar y llenar del fecundo verde
los pliegues de una agreste montaña
mutilada por la aridez del sol.
Olfateo el aire
y el arpa rota de mi cuerpo
arroja notas de lamento
a los olores de la noche,
y las gotas de rocío
se vuelven invierno necesario en mis deseos
para limpiar el jardín marchito por el tiempo.
Guardo silencio en el instante de mi luna,
salgo a vagar en la mustia soledad que me sostiene
y mis noches muertas
se recuestan en las cenizas del fogón apagado
que disecó la miel de mi última primavera soñada.
Revivirás del ocaso,
la unción eficaz de mi elixir
renacerá en ti,
la lozanía de épocas de antaño.
Mi exploración minuciosa
te hará sentir
la más placentera sensación,
y tu laguna de la dicha
se desbordará en cristalina agua
que fecundará para siempre
el extenso valle perdido.
Dan ganas de dejarse hacer, si escribes igual que amas, o dejarse arar para cosechar tus bendiciones!!!
ResponderEliminarMary Bell nos dibuja senderos emocionales que recorren poco a poco la ruta de los sentidos. Meterse en ellos es abrirse a lo desconocido, pero es dulce su mano, lenta, mística... así nos enganchamos a sus campos "primaverales". Pero comprender lo que podemos llegar a sentir también es adentrarnos en el espíritu
ResponderEliminarLa mano, así, es una prolongación del alma.
ResponderEliminarLo que mueve la mano y le hace expresarse es la energía y tal energía es un contacto con el universo
ResponderEliminar¡Un contacto íntimo!
ResponderEliminarEs más que un contacto íntimo porque somos parte de él. Somos energía con él
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