Alberto Villegas Villegas
Nació el 16 de enero de 1960 en Pácora, departamento
de Caldas, pueblo que lleva como un paraíso en el fondo del alma. Su juventud
la vivió en el corregimiento de Castilla, lugar apacible y acogedor que le
brindó el espacio para recrearse con el maravilloso universo de la literatura.
En sus primeros tiempos de su juventud, realizó algunas publicaciones de sus
poesías en periódicos y revistas locales de aquella época. Dio a conocer su
sentimiento por la poesía con la publicación de su obra La Espiga de la
Esperanza. Participó en un concurso de poesía nacional convocado por el ISS, en
el cual ocupó el primer puesto con su poema Al Nevado del Ruiz. Como obras
inéditas tiene la novela La República Independiente del Cumanday, los libros de
poesías Alma del tiempo, Quiero Entregar mi Equipaje, Emblemáticas y una
recopilación de cuentos costumbristas, entre otros.
Es egresado del Colegio Marco Fidel Suárez y sus
estudios universitarios los realizó en la ESAP. Desde siempre se ha inquietado
por la lectura y por vivir a plenitud con su familia en un ambiente de armonía
consigo mismo y con el universo.
El pasado 7 de
noviembre de 2014 publicó su libro LA RAZÓN DE SER DE LA EXISTENCIA, El tema
principal que argumenta su contenido como centro de gravedad, es el
descubrimiento de nuestro yo interior por medio de la desmitificación del ser
para lograr la superación personal y el encuentro con la felicidad.
Hoy te ví,
la tarde gris se
mezcló en tu pelo,
tu mirada no estaba
en la distancia,
no me reconociste,
tus pasos lentos
detenían los
instantes,
acaso tu silencio era
silencio,
y yo estaba, quizás,
en ese olvido,
o pocas veces estuve
en tu recuerdo.
Hoy te vi,
te quise saludar, sin
compromiso,
descubrir en tu
mirada mi recuerdo,
sentir de tu risa la
inocencia,
escuchar de tus
labios tres palabras,
mirar tu piel de
amaneceres lleno,
saber de esa historia
de tus años,
descubrir en el fondo
de tu alma
un recuerdo de mi,
tal vez lejano.
Te fuiste alejando
paso a paso,
andabas serena y
distraída,
imaginé caminar
siempre a tu lado,
no ser más en tu vida
aquel extraño
que te vio pasar
desprevenida.
No importa,
nada queda en mis
haberes,
nada espero de tu
ausencia,
nada sufro de tu
olvido;
ese amor,
de un recuerdo casi
yerto,
de un tiempo lejano
en la memoria,
que no causa tormento
su recuerdo,
solo tiene cabida en
el olvido
para no despertar
hondas heridas
y que perdure, por el
bien, en el silencio.
¿Eres feliz?
Tal vez nada
reproches,
habrás tenido un amor
de dulce encanto
que te supo apreciar
como mereces,
que te brindó alegría
en vez de llanto.
¿Soy feliz?
No cambio mi destino
en esta hora,
mi conciencia es de
amor y de ternura,
nada ofrezco al final
de mi partida
y estoy lejos del
dolor y la amargura.