En un minuto de silencio,
te deseo;
en un segundo,
respiro
y eres mi pensamiento.
Detengo el tiempo...
Y tus besos se posan sobre
mis pechos,
mis labios se anidan en tú
boca
agonizantes, para saciarme
de tí;
La sed de tus besos,
me carcome
hasta gritar éste
amor
enredado en mi cuerpo.
Embríagame eternamente
hasta suspirar
el último aliento de tus
besos.
En un minuto de silencio,
busco tus besos más soñados
tus labios, saborean mis
senos,
recorren poro a poro,
el éxtasis de éste amor
en la intimidad de mi
sueño.
Tú mano me acaricia,
la parte más líbida de mi
cuerpo
delira mi piel...
tú mano me pregunta:
puedo?
y yo, desde el tercer cielo
grito:
"Hazme tuya ésta
noche"
antes de que vuelva a
detener el tiempo.
Hermosa poesía, me gusta.
ResponderEliminarNo hay suficientes manos en el mundo para acrecentar tal deseo. Por un momento los besos y las bocas se enredaron como hiedras y necesite apartarlas para ver alguna claridad a través del bosque. Encontré el tercer cielo en la bóveda de éter donde el buen Dios dice: entra, la puerta está abierta, recréate en los pomos y en los soportales ya que la noche es tuya (nunca has visto unos acabados de cantería más hermosos, ni unos cabellos más finos y suaves). Por mi parte tomé lo que se me ofrecía y el orfebre brilló en la posada gloriosa. Como un ladrón que profana cerraduras, la ofrenda de una dama no debe ser desatendida.
ResponderEliminarTú dices bien: la ofrenda de una dama. Muchas veces nos encontramos que los deseos más ocultos del hombre, los más profanos, los que el hombre guarda más celosamente para que nadie los desnude, son los más nítidos de ver a través del alma femenina. Y ésta nos contempla desde la altura y nos dice que somos muy predecibles. Nosotros la razón, ellas el sentimiento: una unión muy poderosa, pero de la misma manera frágil. Y es que la mujer germinó de la parte más vulnerable del hombre: una costilla.
ResponderEliminarEl hombre es predecible, pero no por ello menos vulnerable. La mujer suele confundir el sentimiento y la razón, algo que las hace totalmente impredecibles.
ResponderEliminarPrecisamente lo que le hace menos vulnerable es pensar que no es del todo predecible. Pero siempre hay unas pautas que se repiten, unos anclajes que siempre son los mismos y nos hacen cambiar de humor. El trabajo que tenemos mental es ése: buscar un equilibrio entre ambos: no hay más remedio. A no ser que conscientemente deseemos otra opción
ResponderEliminar¡Anclarnos repetidamente a sus faldas! Predeciblemente, el trabajo de sus neuronas no quiere amotinar nuestro navío sino llevarlo a su puerto.
ResponderEliminarSi tu puerto es ése, santo remedio. Las neuronas siempre harán un trabajo mecánico-inconsciente: es como el agua del río, necesitas depurarla para sacar de ella las más agradables esencias y convertirlas en motor
ResponderEliminarEl oficio más viejo es el más santo de los oficios.
ResponderEliminarDepende de cuál sea el más viejo y el más santo de los oficios, ¿no crees?
ResponderEliminarUn gusto tu comentario, Sergio, espero que te gusten muchas más
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