Nada nos
pertenece, nadie nos pertenece… no nos pertenecemos ni nosotros mismos: en los
caminos he jurado y perjurado esta realidad. ¿A dónde voy yo sin ti?, ¿a dónde
vas tú sin mí?, ni este camino siquiera nos pertenece. ¿Dónde quieres que yo
duerma?, ¿dónde quieres dormir tú?. Sólo esta tregua es lo que nos mantiene
unidos.
No soy
prisionero de nadie,
porque no
soy poeta de nadie…
y no soy
poeta de nadie
porque soy
paz;
escribo lo
que pienso
y hablo de lo
que siento,
no me
busques prisionero,
no,
porque soy
dueño
de una verdad.
-2016-
Lo dividiría en dos partes. La primera, más prosaica, es de una total rotundidad; y la segunda, más versada, entra en aparente contradicción con la anterior. Si nada nos pertenece cómo podemos ser dueños de una verdad, a menos que esa verdad implique la no posesión.
ResponderEliminarMuchas veces es el paso del tiempo quien nos separa de todo lo que pensábamos que estaría toda la vida con nosotros y vemos la realidad de nuestra vida. Yo, ¿dónde estoy yo?; tú ¿dónde estás tú?, pero nada de esto tiene sentido, porque tal vez yo no te vea en realidad. ¿Qué es lo que existe entonces?, ¿que tú y yo somos uno?. El poeta es agnóstico, igual que el prisionero que duerme en la celda. Mi no posesión es la tuya y tu no posesión soy yo. La verdad no es una pertenencia
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