El sol,
abraza mi suelo húmedo
levanta vapores
que queman tu piel,
el miedo se desboca
y tiende a refrescar mi cuerpo.
Pero tus labios
destilan dos lágrimas
sobre mi boca seca
hasta destrozar mi mundo.
Me enseñas a ser guerrera
para soportar la embestida
de los vientos impetuosos
que llegaron con el otoño.
Te clavaste en mi pecho
como un manojo de luces
hasta deslizarte al vacío de la nada.
Tu boca ya no es mía en éste instante
cubres mis orillas dilatadas
con el remolino que hierve y bulle
dándome vida
donde el deseo es más intenso.
Tus labios,
procuran enlazar mis noches
libando el inmenso horizonte
casi borrado por las brumas
que se levantan en mi suelo
abrasado por el sol.
El aire estaba embalsamado
por la infinita fragancia
que sumergías en mis tierras bajas.
Tu lengua
se fue convirtiendo en alimento,
bebía de lo que le echabas a mis bordes
que estaban provistos de hierbas
defendiendo a mordiscos
los gritos que retozaban
en tierra caliente.
Encaminado ya
al bautismo de fuego
gritaba:
¡La muerte! ¡la muerte!
Ahí, estaba su nombre
mutilando y destrozando
el festín con graznidos
saltando y aleteando
en una danza
sabedora de la muerte.
Las ansias me torturaban
y las zozobras que me conturbaban
en medio de aquella noche
pedían de un golpe
quitrarme la vida.
Recibí las primeras descargas
de la vanguardia enemiga
y en medio de la confusión
oí el tronar de dos cuerpos
que se hicieron verbo
en las bocas de fuego.
¡En tierra caliente! ¡Entierra la caliente! ¡Entiérrala caliente!
ResponderEliminar¿Qué me decías mientras sobrecogías mis oídos con voces deformes y malsonantes?. Nadie te retiene en la vida, no eres esclavo. ¿Qué pensabas cuando mis voces te confundían?; ya temías tu camino delimitado, no te hacía falta aguardar por mí, pero me enseñaste humildad y ese sello b o se aoagará nunca.
ResponderEliminar¡Cómo un buen polvo!
ResponderEliminarSi es parte del encuentro ¿por qué no?. Muchas veces se hace casi necesario, dado lo introvertido de la conversación
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