Perdona si te digo que te quiero
y por quererte
demasiado no te sé amar,
perdona si te digo
que no te quiero.
Si percibes que mi
ser se abandona
dibujando sueños que
pasan por la ventana velozmente
pero por mis manos
despacio… muy despacio,
sin pausa.
Y te digo que no
aguardo
ya más del licor que
mis manos destilaban
cuando nos sentíamos
uno al otro.
Y después me siento
en el camino
y me compadezco…
quedo y fugaz.
Perdona si te digo
que no te amo…
-2014-
Me gusta el poema, pero nunca hay que disculparse por decir una verdad.
ResponderEliminarLas palabras siempre son para nosotros una razón para autoengañarnos, para definir el mundo en que vivimos para hacerlo a nuestra imagen y semejanza, queremos y no queremos con tanta facilidad que muchas veces el suelo que pisamos nos parece una excusa para hundir en él nuestros pies, una razón para fingir que estamos vivios, o un sueño para reencontrarnos con nosotros... pero siempre una meta que todavía no hemos descubierto
ResponderEliminarLa meta-anfetamina de las palabras nos hace andar con pies ligeros. Lo importante es no trenzar las palabras como fingimiento.
ResponderEliminarNunca las palabras serán un fingimiento, porque eso es un traje que no les pertenece: la fragilidad de las palabras se hace su misma fuerza
ResponderEliminarHay personas que saben fingir muy bien las emociones, las palabras no significan nada si no se acompañan con hechos.
ResponderEliminarSaben fingirlas, pero nunca anularlas. La verdad sólamente es lo que más duele
ResponderEliminarTienes razón, la verdad es una herida perdurable.
ResponderEliminarPero necesaria en muchos casos. Porque la verdad es lo que nos mantiene en la lucha diaria
ResponderEliminarAplaudo tu razonamiento!!!
ResponderEliminarTambién tus comentarios quieren ver el poema desde dentro y eso es muy elogiable, certeros muchas veces. A veces busqué el amor en as manos, en lo que sentía al acariciar, al rozar... pero el amor así está inconcluso porque no es más que la imagen del amor, la faantasía
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