Para mí bastas tú,
para mi sed tu savia,
para mi sal tu carne.
Para mis noches tu
piel,
para mi frío tus
pechos,
para mis ansias tu
vientre.
Para mis labios tu
boca,
para mi sangre tu
sangre
y para mi ser tu
cuerpo.
Arena donde reviento,
duna para mi espuma,
nido donde el deseo
arde.
Ardemos tanto que llegamos a consumirnos en ardores (¿no sería lógico que la sal en la carne la probaran otros labios?). No es una invitación a algo anómalo o deleznable (eres un buen cocinero y nos has dejado apetecibles bocados para que los degustemos).
ResponderEliminarPedro Pablo tiene su manera personal de mirar a la persona soñada, aunque si ese sueño convertido en realidad muchas veces se desnuda y no es tal. No recorremos tan sólo a la mujer, sino que hay parte de nuestra mujer idealizada en las palabras. Nos enfrentamos, pues, a una manera de desnudarnos interiormente, de reencontrarrnos con la semilla que llevamos dentro. Enfrenta dos tipos de imágenes: la real y la soñada, pero la combinación no es del todo desaprovechable
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